Hay libros que se vuelven símbolos de una intelectualidad preciosa y, más como objetos que como otra cosa, terminan decorando estanterías aunque nadie los lea —ahí está el Ulises, en su centenario—. Luego hay objetos preciosos que además son libros. Decoran estanterías no tanto por su valor simbólico, que también, como por su valor real, una cifra difícil de medir que viene sustentada en base a los baremos de la antigüedad y la escasez. Por los primeros no está claro que exista nadie dispuesto a matar, aunque alguno habrá, seguramente. Por los segundos, sin embargo… Si una cosa está clara es que el instinto homicida tiende a moverse por cuestiones más tangibles que la mera vanidad intelectual.
El Libro Negro de las Horas (Planeta), de momento, no pertenece a ninguna de esas categorías simbólicas. Aunque su trama gire en torno a un ejemplar bautizado de la misma forma y que, en la ficción, sí que ha podido desencadenar una serie de crímenes perversos en diferentes puntos del país. Eva García Sáenz de Urturi, la que fuera ganadora del Premio Planeta hace dos años por la novela Aquitania —y autora de varios éxitos editoriales antes de aquel—, ha querido adentrarse ahora en una de esas realidades que todos sabemos que existen aunque casi ninguno las conozca, elaborando de paso un particular homenaje a la literatura.
El coleccionismo, por un lado, y la bibliofilia, por otro, son dos afecciones bastante particulares. A veces es difícil establecer la línea que separa una afición de un trastorno. Por eso resulta tan interesante una novela sobre asesinatos en librerías, y la investigación que sigue a un secuestro en el que el precio de rescate reclamando no es otra cosa que un antiguo libro de horas.
Para los que no lo sepan, como yo, los libros de horas son tesoros de biblioteca de origen medieval. Piezas fabricadas con mimo. Libros de oraciones elaborados con maestría artesanal y encargados por personas relevantes de la sociedad. Son piezas únicas, por tanto, hermosas y antiquísimas. Con unos cuantos siglos más y alguna leyenda mística sobrevolando a su alrededor, podrían alimentar guiones de Indiana Jones.
Mientras tanto, uno de ellos, el Libro Negro de las Horas de Constanza de Navarra, sirve de elemento fundamental en la trama de esta historia. En ella, Kraken, el celebrado personaje de novelas anteriores como El silencio de la ciudad blanca, recibe una llamada que le obligará a encontrar y entregar dicho ejemplar si quiere mantener con vida a su madre biológica, de la que no sabe nada desde que nació. Junto a eso, se topará con la investigación de dos misteriosos asesinatos en librerías, muy parecidos entre sí, pero separados por cientos de kilómetros.
Durante su periplo recorrerá escenarios emblemáticos y conocerá a personajes curiosísimos. Visitará junto al descendiente de Juan de la Cuesta, primer impresor de El Quijote, el lugar donde la novela más emblemática en castellano tomó forma material; recorrerá las callejuelas del barrio de las letras, deteniéndose en lugares históricos como la librería Miguel Miranda, centenaria y ubicada justo en frente de la tumba de Miguel de Cervantes; paseará por la conocida cuesta de Moyano, coronada por la estatua de un Pío Baroja asiduo a sus casetas de libros de segunda mano; y llegará a investigar dentro de la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, lugar donde reposa el legado de tantos escritores, directores, humanistas y científicos.
El Libro Negro de las Horas, por tanto, es un thriller y es algo más. Un instrumento didáctico que sirve para conocer cómo es el mundo del coleccionismo y qué valoran los bibliófilos. También es un homenaje, un paseo por la herencia literaria del país y una manera de reflexionar acerca de esa extraña cualidad que encierra un libro, capaz de conectar durante siglos generaciones enteras, haciéndolas leer las mismas letras y, quién sabe, girar en torno a ideas semejantes.