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Pedro de Tena

La patria y el patriotismo en los escritos de Giner de los Ríos

Nada puede sustentar la idea de que Giner no deseara sinceramente la regeneración de una patria común de todos los españoles. Situarlo en la órbita de la "anti-España" es una manipulación intolerable.

Nada puede sustentar la idea de que Giner no deseara sinceramente la regeneración de una patria común de todos los españoles. Situarlo en la órbita de la "anti-España" es una manipulación intolerable.
Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) | Cordon Press

Que don Francisco Giner de los Ríos habló continuamente de nuestra "patria" en referencia a España es algo que puede comprobarse fácilmente consultando desde el primero al último de los 20 tomos de las Obras Completas publicadas en 1916 por sus discípulos desde la Fundación que llevó su nombre. La caracterización de Giner como alguien distanciado de España, incluso como crítico severo con su trayectoria histórica nacional o como denostador de su patria española y el patriotismo que de ella deriva, es decididamente injustificada y falsa.

Otra cosa, naturalmente, es que su percepción de la decadencia nacional que tantos observaron desde el siglo XVII, le llevara a una exigencia continua de regeneración nacional en lo que coincidió con otros muchos pensadores de su época, krausistas o no como él, como Joaquín Costa, Unamuno y el propio Ortega. Pero jamás podría afirmarse que su idea de la patria no tiene fundamento en la tradición e incluso en la añoranza de épocas pasadas como la España del siglo XVI.

Ni siquiera cuando se refiere negativamente al papel de la lnquisición, a la que considera bien española, que no extranjera, se deja llevar por la tentación de la leyenda negra y la contrapone inmediatamente a realidades bien positivas. Lo dice así:

Lo que sí es evidente es que nuestra Iglesia, representada por la mejor y más sana parte de su clero, por los que "prefirieron salvar al hombre por la caridad y la persuasión", y que, como San Ignacio de Loyola…pusieron los cimientos de una vida religiosa más conforme con la naturaleza humana y con sus varios fines.

Contrariamente a muchos españoles relacionados con la izquierda política vigente, Giner no cometió nunca el error que Ramón Menéndez Pidal formuló como dejar en manos de los adversarios ideológicos la fuerza de la tradición nacional. En estos tiempos, en los que no sólo la idea de la patria y su unidad están en entredicho, sino que se habla de tres, cuatro y hasta siete o más naciones distintas en España, tiene interés recordar sus ideas sobre la patria y el patriotismo.

Ejemplos del patriotismo de Giner

El siguiente texto, tomado de su escrito que resume la lección inaugural de M. Buisson en La Sorbona (tomo 17), lo deja meridianamente claro:

Nuestro honor nos manda guardar con cuidado escrupuloso cierto número de ideas, que no hemos hecho, que nos han legado los siglos pasados, que se forman lentamente de lo más puro del pensamiento humano: la idea de nuestra libertad y de nuestra responsabilidad, la idea del derecho y del deber personal, la idea del trabajo y de su dignidad, la idea de familia y la idea de patria, sin las cuales no podríamos vivir.

Para él, la patria era jurídicamente una de las esferas comunes, junto con la familia y la humanidad en general, en las que los hombres pueden auxiliarse mutuamente viviendo unidos. Es decir, la patria es algo más que la mera identificación con un marco político- constitucional. Por eso distingue entre amor a la patria y devoción al Estado. (La educación moral, tomo 7).

Giner elige precisamente a Antonio Cánovas, al que considera un hombre inteligente, aunque no buen gobernante, y a sus palabras sobre un libro escrito acerca de la Princesa de Éboli para referirse a su combate contra una falsa historia y falso patriotismo fundado en "glorias nacionales". Por ejemplo, consideraba meritorio que Cánovas deshiciera el mito de Felipe II. Giner desdeñaba el pseudo patriotismo que no quería aceptar la decadencia de España, tal vez desde los Reyes Católicos, apunta, si bien admiraba la España de los siglos XVI y XVII.

Giner muestra una inclinación a asumir la existencia de una "unidad espiritual" que echa de menos en la patria española y que advierte en la alemana, por ejemplo. Por cierto, destacó que el renacimiento patriótico alemán se debió a la recuperación de su "individualismo nativo". Y, desde luego, siempre consideró que la Universidad y la enseñanza en general constituyen un servicio imprescindible a la cultura "patria". Aunque no es tan vistoso, la Universidad tiene como deber nacional "servir fieramente" a su patria.

El sentimiento por la patria no es individual, aislado.

Ningún hombre, por lleno que esté de sí mismo y de su interés egoísta, deja de hallar en su conciencia una perenne aspiración a que el bien se produzca, no sólo en su vida personal, mas en la de todos los seres, sin excepción ni restricción alguna; y así como le regocija la prosperidad y le duelen los infortunios de otros individuos de su patria, de su siglo y civilización… (El arte y las Letras, III, tomo 3).

La patria, para Giner, está prendida en su paisaje. Ya fuesen las montañas del Guadarrama y los Picos de Europa, las dos Castillas, y León, y Asturias, y Galicia, y Valencia... Precisamente la variedad nacional del paisaje, iglesias, catedrales, palacios y castillos pero también en albergues aldeanos y casas solariegas,

peregrinaciones por las rutas de su patria le despertaron ferviente amor a la tierra y a la raza, amor que, con los años, fue arraigándose cada vez más hondo en su alma. (Nota preliminar a los Ensayos Menores sobre educación y enseñanza, tomo 16).

La patria está bien presente en la poesía popular.

La poesía popular es, en efecto, la más alta manifestación que hacen de sí las naciones, y la comprobación más enérgica de su existencia propia; en ella, el poeta es la patria, que derrama su corazón y su fantasía en formas encantadoras, y reúne en la santa comunidad del sentimiento a todos sus hijos, vivificando sus tradiciones, perpetuando su pasado, llorando sus tristezas, presintiendo sus venturas.

Giner asume la tradición literaria como elemento fundamental de la patria. De hecho, se refiere a Berceo, Jorge Manrique, Fray Luis de León, Lope, Cervantes, Tirso y se revuelve contra la supuesta barbarie de la Edad Media española exhibiendo su admiración "por el inmortal Romancero, gloriosa memoria de España y eterna emulación del mundo" (En La literatura moderna, tomo 3).

Incluso defiende a quien ha sido en algunos tiempos muy despreciado, Ramón de Campoamor, como un poeta original y añade:

Mientras se sigan estimando en el mundo el ingenio, la imaginación, la poesía, la gracia, el señor Campoamor será siempre uno de los primeros y más ilustres líricos que honran las letras patrias en nuestro siglo. (Una dolora en prosa, tomo 3).

Por poner un ejemplo más esencial, Giner considera que los Episodios Nacionales de Pérez Galdós le hacían acreedor "a la gratitud de cuantos se interesan por la cultura de nuestra patria." Más aún, ya en 1871 apreció mucho La Fontana de oro por mostrar "un sello castizo español, que la avalora mucho a nuestros ojos."

Que Giner se queje de la decadencia de la patria española no le conduce a otra cosa sino a tratar de su regeneración, no a intentar desacreditarla.

Cuando en la secular corrupción y decadencia, y entumecimiento de nuestro espíritu nacional, es uso blasfemar de la vida, y desesperar del remedio, y elegir entre la complicidad y la indiferencia ante los males de la patria -dos formas de una sola ignominia—, templemos el ánimo…ni furia, ni rebelión, ni venganza…y abrir en él camino a su regeneración y vida nueva.

Incluso se refiere si intención amorosa hacia una "patria agobiada de infortunios". (Homenaje a Ríos Rosas, Introducción, tomo 5).

A Francisco Giner también le duele España:

Ninguna nación de nuestra importancia material y de nuestro pasado se encuentra hoy en Europa en situación quizás más favorable para estudiar los problemas del siglo, ni más libre de compromisos para el día de las soluciones. Nuestro apartamiento de las grandes potencias, el olvido en que nos tienen y la ignorante presunción con que nos juzgan, todo debemos aprovecharlo en esta como resurrección de nuestro carácter patrio y hacerlo concurrir a la prosecución de nuestro común destino.

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Francisco Giner de los Ríos

Giner, en todo momento pero muy especialmente cuando habla de la teoría política, se muestra partidario de un poder legislativo en el que resuene la unidad de la nación y de la patria y que sirva "para despertar y fortalecer el sentido de la comunidad, el amor a la patria, la cultura de la inteligencia, la formación del respeto y consideración al bien y a los fines de la sociedad", algo que se esfuma cuando los intereses particulares abandonan la visión común. (En VI, La Representación en el Derecho Político, Estado de la Ciencia política, tomo 5)

Incluso cuando se refiere a la Iglesia Española de su tiempo, a la que desea más prósperos días y menos "sacrílega ceguedad" y a la que oponía su educación libre, celebra que haya voces que se levanten

sobre las dolorosas decepciones que a cada paso burlan nuestro anhelo y aspirando a reanudar y llevar a cumplido término las interrumpidas tradiciones de la historia patria, hace revivir sus grandes hechos y nos obliga a preguntarnos en su vista cuáles son nuestros deberes y nuestro destino, como hombres y como pueblo, como creyentes y como ciudadanos. (La Iglesia española, sobre un discurso de Fernando de Castro en la Academia de la Historia, tomo 6)

De hecho, cree que la Iglesia es

la primera y más eminente de las instituciones sociales" y que cuando estuvo en su apogeo de desarrollo, "volvió la vista a las demás fuerzas nacionales para concertarse con ellas en la unidad del destino de su patria". Pero es preciso que esta Iglesia esté más cerca de la Iglesia del siglo XVI, de sus universidades de Alcalá y Salamanca, y de un clero como aquel "de los Luises, Sotos, Canos y Suárez.

Nada contra España, pues, sino por una mejor España.

Giner sitúa a la Guerra de Independencia contra Napoleón como momento cumbre en el final de la decadencia de la patria y el principio de su resurgimiento: "La guerra contra Napoleón I nos volvió a la conciencia de nuestra patria física; aún transcurrirán largos años antes de que entremos en la de nuestra patria espiritual." Y se pregunta por qué la iglesia debía permanecer extraña e indiferente al movimiento regenerador español.

La Institución Libre de Enseñanza

Una de las formas de contribuir al renacimiento espiritual de la patria española es la educación, de la que señala grandes problemas.

Mientras esto no se comprenda, poco ha de esperarse de nuestros centros docentes, públicos o privados, para la cultura y progreso de la patria. El niño que detesta la escuela; escuela; el Joven, que maldice los estudios graves; el Gobierno que los proscribe de sus cátedras y hasta los persigue en ocasiones; el profesor, que repite año tras año la misma cantinela, suspirando con el alumno por la hora dichosa de las vacaciones… (Instrucción y educación, tomo 7).

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Giner de los Ríos en una escuela

Por ello, la Institución Libre de Enseñanza, merezca el juicio que merezca, no estaba contra la Patria sino a favor de su redención y regeneración.

La Institución no pretende limitarse a instruir sin cooperar a que se forman hombres útiles al servicio de la Humanidad y de la patria." Por ello, rechaza un sistema educativo fundado "en la solemne revelación académica de la verdad" y a una memorización que nos libra de buscarlas por nosotros mismos. El sistema añade parece ideado dar a la patria "generaciones de sujetos raquíticos de alma y de cuerpo.

El amor a la patria puede exigir sacrificio por ser un fin racional. De hecho, por encima de derechos y deberes, puede situarse la exposición de la vida por un fin justo y entre estos fines de justicia, Giner encuentra

la defensa de la patria, o de un tercero, o la resolución de problemas científicos, la asistencia a enfermos de males contagiosos, las misiones civilizadoras a pueblos salvajes, la exploración de tierras desconocidas, etc. Sin estos fines, el sacrificio, lejos de ser deber ni derecho, es un atentado. (Resumen de la Filosofía del Derecho, derecho relativo a la muerte, 99, tomo 14).

El patriotismo español de Giner de los Ríos es meridianamente claro:

El patriotismo sincero, leal, activo, que se avergüenza de perpetuar con sus imprudentes lisonjas males cuyo remedio parece inútil al servil egoísta; el amor al trabajo, cuya ausencia hace de todo español un mendigo del Estado o de la vía pública; el odio a la mentira, uno de nuestros cánceres sociales, cuidadosamente mantenido por una educación corruptora; en fin, el espíritu de equidad y tolerancia, contra el frenesí de exterminio que ciega entre nosotros a todos los partidos, confesiones y escuelas. (El espíritu de la educación, tomo 7).

Muchos que hablan demasiado de Giner deberían meditar sobre estas palabras clarificadoras.

Es más, Giner de los Ríos no admite que haya un patriotismo en la educación que consista en aprobar toda medida de cualquiera a quien la fortuna lleva a la cúspide del poder, esto es, un patriotismo sectario al servicio del partido en el poder. Esto más que patriotismo, es servilismo. De ahí, se deduce su deseo de superar una educación de parte y de partido.

Se tenga el juicio que se tenga sobre la personalidad de Francisco Giner de los Ríos o sobre sus teorías pedagógicas que, siendo en origen liberales como los primeros accionistas de su Institución Libre de Enseñanza, que fue inicialmente privada y exclusiva de "señoritos", fueron depredadas y alteradas por su interpretación socialista, nada puede sustentar la idea de que Giner no deseara sinceramente la regeneración de una patria común de todos los españoles.

Que incluso en nuestros días se siga utilizando con éxito su figura para defender una idea estatalista de enseñanza que restringe la libertad de padres y alumnos es un enigma por explicar. Pero tratar de situarlo en la órbita de la "anti-España" fraguada hoy en el seno de izquierda, es sencillamente una manipulación intolerable.

Allí el maestro un día

soñaba un nuevo florecer de España

escribió como elogio Antonio Machado en Baeza un 21 de febrero de 1915. Cierto.

En Cultura

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