Hace unas semanas, cuando empecé a pensar que escribiría para mi cita mensual, no se me ocurría nada. Y como suelo hacerlo a partir de mis lecturas, no como crítica literaria, sino como una lectora que le gusta compartir lo que le parece interesante para contar, ninguno de los libros recién leídos, por una u otra razón, me animaban a ello. Entonces, uno de los escritores más populares, si se tiene en cuenta el número de premios y el número de lectores, (La delicadeza, 2009 Charlotte, 2014 La biblioteca de los ibros recahazados, 2016), se cruzó en mi camino: David Foenkinos con su nuevo libro bajo el brazo: La familia Martin. Hojeé las primeras páginas y el azar otra vez se asomó sonriendo, ya que el escritor se encontraba en una crisis de falta de inspiración, como yo. Las diferencias entre él y yo, además de ser muchas y notables, saltan a la vista. Su crisis de creación la resolvió pronto cuando tomó la decisión de escribir sobre la vida de la primera persona que encontrase al salir a la calle y así lo hizo. Por mi parte llevo más de un mes sin decidirme a escribir sobre su libro, tratando de encontrar otro tema que no sea la familia, hasta hoy, que sigo "casi" igual que el día que escogí su libro para este artículo. Me agarraré a ese "casi" no para eludir el tema familiar que es inevitable como su título indica, sí para fijarme en un aspecto que no es la primera vez que Foenkinos trata, las relaciones entre hermanas. Para ello vendrá en mi ayuda una escritora que ya nos ha visitado algunas veces, Delphine de Vigan con su último libro, sin publicar todavía en España, Les enfants sont rois.
Esa mañana en la que el escritor se dijo: "Bajas a la calle, te acercas a la primera persona que veas y será el tema de tu libro", a pocos metros vio a una señora tirando de un carrito morado, no tenía otra alternativa, se acerca y le propone su proyecto. Así es como entra en la familia Martin. La señora se llama Madeleine Tricot. El encuentro no puede ser mas fluido y enseguida están los dos en la cocina de la señora. Su nombre ha dejado al escritor pensativo y fue ella, viuda, quien le propusó empezar por los recuerdos de su marido. Para seguir hablándole de su trabajo de costurera para Chanel y de sus hijas, Stéphanie y Valérie. Aunque pronto notó la incomodidad que el nombre de Stéphanie le causaba, no será hasta la mitad del libro cuando Foenkinos conocera la historia de las dos hermanas. Siempre habían estado muy unidas, se llevaban poco más de un año, Stéphanie era la mayor. Lo compartían todo hasta que cambiaron las cosas. Es difícil saber exactamente cuando el veneno de la comparación y los celos empezó a destruir su relación. Fue en la adolescencia y es Stéphanie la primera que empieza a marcar distancias. Valérie no lo entiende pero piensa que "ya no es como antes". Todo se agrava cuando Sthéphanie suspende el examen de entrada en el Instituto de Estudios Politicos y al año siguiente su hermana supera la prueba. El rencor de Stéphanie hacia Valérie, desmedido, la empuja a impedir que consiga la entrada. "Mi hermana es una ladrona de vida". Es ella la que esconde la convocatoria para el examen oral que Valérie esperaba. Cuando todo se descubre, Valérie no volvió a dirigir la palabra a su hermana y nunca la perdonó.
Que David Foenkinos incluya dentro de La familia Martin la historia de estas dos hermanas no deja de ser curioso ya que un año antes había publicado Dos hermanas. Mathilde y Agathe. Mathilde acaba de separarse y sufre una dolorosa depresión que afecta a toda su vida hasta el punto de abandonar su trabajo, ella, una excelente profesora de literatura. Agathe la acoge en su casa. La vida de su hermana es exactamente la que Mathilde hubiera querido vivir. No puede soportar la felicidad de los demás lo que provoca su transformación que la lleva a un final inesperado. El tono de este libro es mucho más sombrío que en La Familia Martin. Como si el escritor hubiese necesitado abordar de nuevo la dificultad de la relación entre hermanas de un modo menos trágico.
Mientras leía La familia Martin sin decidirme a escribir sobre este libro eché mano, en paralelo, de Les enfants sont rois de Delphine de Vigan. La historia de una madre desequilibrada que, por su afán de ser famosa y ganar dinero, utiliza a sus hijos exponiéndolos en las redes, YouToube e Instagram, haciendo de ello su trabajo y su forma de vida. Mi sorpresa fue que dentro de esa historia se escondía otra, la de estos hermanos, Kimmy y Sammy, víctimas de esa madre abusiva. Dos seres destruidos. Sammy, el hermano mayor deja a Kimmy el terreno de la rebelión, ofreciéndole la posibilidad de la huida. Diez años después, ella acudirá en su ayuda. En los libros de esta escritora que ya ha ocupado algunos de los artículos aquí publicados, se nos muestra, como contrapartida a la dureza de la vida, algo de lo mejor de nosotros mismos, sea la lealtad, sea la gratitud, ligada a la infancia. Es su experiencia la que la ha dotado de una especial hipersensibildad para entender esa etapa de la vida. Su novela más conmovedora sigue siendo Rien ne s'oppose à la nuit /Nada se opone a la noche, el retrato de su madre bipolar y de cómo sobrevivieron ella y su hermana en medio del drama.
Si la conocida cita de Tolstoi abre el artículo, Marie NDiaye lo cierra con estas palabras de una reciente entrevista con motivo de la publicación de su último libro, Mía es la venganza: "Una familia es una minisociedad". "Allí se pueden encontrar los sentimientos de amor, ternura y afecto. Pero también de odio. La familia produce una exacerbación de los sentimientos. Puede ser un lugar de locura. La familia puede hacer enloquecer".