Cómo Jiménez Losantos ayudó sin saberlo a Zapatero en su libro sobre Borges
Escribiendo sobre la ideología política del escritor argentino, el expresidente termina citando como única fuente un artículo ligado a esta casa.
La afición de José Luis Rodríguez Zapatero por la obra de Borges es de sobra conocida. Ya a comienzos de siglo, cuando su nombre sólo comenzaba a sonar tímidamente en el mentidero político nacional, siempre dejó clara su predilección por el escritor argentino. Incluso escribió un prólogo para una edición de la obra Ficciones, en aquella época. Ahora ha dado un paso más y ha publicado No voy a traicionar a Borges (Editorial Huso), un "ensayo" al que él mismo intenta restar importancia y que, según los expertos, encajaría mejor en la categoría de "homenaje de un aficionado", sin ningún tipo de pretensión académica.
El librito, ciertamente, no es demasiado ambicioso. Ni por extensión, ni por temática, ni por la bibliografía utilizada en su elaboración. En realidad es casi un manual de bolsillo. Noventa páginas de formato reducido con casi más texto del escritor sobre el que tratan que del autor que las firma. En ese sentido, tienen una virtud incontestable: al leerlas, en realidad, lo que se lee son extractos de Borges, por lo que tarde o temprano terminan entrando ganas de dejarlas y acudir directamente a la obra original.
Quizás el asunto más peliagudo tenga que ver con ciertas consideraciones de carácter político que el propio Zapatero reconoce innecesarias, aunque las incluya de todas formas en una obra ya de por sí limitada. El capítulo tercero se titula Borges y la política y es un alegato de la obra borgiana por encima del escritor, podríamos decir. Sin desmerecer nunca el talento del argentino, remarca su capacidad para separar la ficción de la ideología y escribir con perspectiva universal. Aún así, no desaprovecha la oportunidad de ofrecer unas breves pinceladas de lo que él considera el pensamiento político del autor. Desgraciadamente, muchas de ellas se terminan diluyendo al primer contraste con otras fuentes más autorizadas.
Zapatero, Borges y Federico Jiménez Losantos
"Sobre la política en Borges", se arranca a escribir Zapatero, "tenemos noticias de ensayos, artículos, notas, comentarios a entrevistas… que van desde la mera descripción hasta la exculpación, la crítica incisiva o el intento de sistematizar con coherencia su filosofía política". No sabemos realmente cuánta bibliografía ha utilizado nuestro expresidente, porque no se apoya en ninguna. Por el contrario, en una paradoja que hubiera firmado el propio Borges, se limita a citar un único artículo de Martín Krause publicado en La Ilustración Liberal, revista fundada por Federico Jiménez Losantos y ligada a esta casa, e incluso llega a afirmar que "basta con leer el sintético trabajo de Krause" para hacerse una idea general de la ideología borgiana. A este respecto, fue Julio Tovar quien señaló en un artículo reciente en Vozpópuli que el texto de Krause es la tercera entrada que aparece en Google si se buscan las palabras "Borges" y "política". Las dos anteriores son la página de Wikipedia y un breve texto en AlohaCriticón.
"Martin Krause", prosigue Zapatero de todas formas, "ubica el pensamiento político de Borges en un individualismo metodológico. Solo el individuo existe: la sociedad, el pueblo, la comunidad, son meras abstracciones". Y a partir de ahí trata de resumir someramente las etiquetas más recurrentes que se colocó el propio escritor: "anarquista y conservador". "Actualmente yo me definiría como un inofensivo anarquista", recoge de la boca del autor, "es decir, un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de individuo". Todos estos posicionamientos parecen incomodar a Zapatero, que no termina de comprender cómo "el escritor más vanguardista, más innovador, fuese un hombre conservador". A Luis Alberto de Cuenca, prestigioso poeta y experto en la obra borgiana, esa reflexión le parece "una estupidez". "Como si no hubiese habido grandísimos artistas conservadores en la historia", comenta a este medio. Javier de Navascués, catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Navarra, todavía ofrece un giro de tuerca más: "Lo curioso es que en realidad Borges tampoco se consideraba un innovador. Era un hombre que decía con sorna que no se enorgullecía de lo que había escrito, sino únicamente de algunas páginas que había leído. Era un lector insaciable que partía de la idea de que todo está ya escrito, y que lo único que él podía hacer era reutilizar la vasta cultura que poseía para reescribirla, de alguna forma. En realidad su postura artística era bastante ‘conservadora’, si se piensa bien".
Zapatero, tal vez atrapado en una visión ideológica un tanto rígida, no consigue apreciar ninguno de esos matices y termina criticando el pensamiento borgiano. "Su obra literaria nos conmueve, su discurso político no", dice categórico. Y se muestra tentado a manosear esas mismas posturas que definen a un autor al que, según recuerda el título de su obra, se ha comprometido a no traicionar. Un ejemplo de esto sería su manera de utilizar la impugnación de Borges a las nacionalidades, que habrá leído presumiblemente en el artículo de Krause —"Desdichadamente para los hombres, el planeta ha sido parcelado en países"—, no en el sentido que tenía realmente —su defensa del individualismo por encima de cualquier categorización colectiva: "yo creo que sólo existen los individuos: todo lo demás, las nacionalidades y las clases sociales, son meras comodidades intelectuales"—, sino como una especie de defensa de la hermandad universal. "Borges nos ilustró sobre la conveniencia de considerar no ajena y aún menos adversaria a ninguna cultura, a ninguna civilización. En todas ellas, la épica y el asombro han dejado a la historia momentos memorables", escribe. Javier de Navascués, sin embargo, le lleva la contraria: "Es verdad que Borges tenía una mentalidad abierta y que se interesó por multitud de culturas. Sobre todo sintió predilección por las occidentales y asiáticas, como la japonesa, por ejemplo. Pero también es cierto que despreció con saña otras muchas. Jamás se interesó lo más mínimo por las culturas africanas; y detestaba la cultura india de la América prehispánica. De hecho, tiene comentarios que hoy probablemente serían cancelados por racistas. Podríamos decir que estaba interesado únicamente en las civilizaciones que consideraba más avanzadas o refinadas", explica él.
Pero esas consideraciones, fácilmente contrastables en multitud de declaraciones públicas del escritor, no parecen interesarle demasiado a Zapatero. En cambio, lo que sí que hace es meter con calzador una opinión política favorable a la Revolución Rusa que el joven Borges hizo de pasada una vez. "Sorprende rescatar a un joven Borges admirador de la Revolución Rusa, cuya deriva consideró que había supuesto una vuelta al zarismo", dice concretamente. Y añade después: "Muy probablemente una decepción temprana con la Revolución Rusa pudo tener un impacto definitivo en su pensamiento". A Zapatero, el supuesto apoyo juvenil de Borges a una revolución sangrienta que desembocó en una dictadura todavía peor que el régimen que derrocó sólo le genera sorpresa, su apoyo a Pinochet, en cambio, le "desconcierta e incomoda, claro está". Sobre todo "cuando se había pronunciado inequívocamente a favor de los aliados y en contra del nazismo en la Segunda Guerra Mundial", escribe. Luis Alberto de Cuenca no termina de entender esa innecesaria revisión maniquea y simplista de los posicionamientos del escritor argentino. "A mí me parece fenomenal que Zapatero sea admirador de Borges. Yo también lo soy y esa predilección que muestra sólo habla estupendamente de sus gustos literarios. Pero tratar de llevarse a Borges a su terreno, o de disculpar lo que él considera que son derrapes ideológicos, no me parece tan bien. La admiración de Borges por la Revolución Rusa fue un comentario de los miles que hacía a diario, como los miles que hacemos todos nosotros en cualquier conversación. Está sacado de contexto. Su simpatía por Pinochet, por otro lado, no hay que entenderla como una defensa de sus crímenes. Borges odiaba con todas sus fuerzas el populismo peronista y posiblemente viese en Pinochet la imagen del orden. No hay que olvidar que estaba afiliado al partido conservador".
Más allá de todo eso, el esfuerzo de Zapatero se centra en subrayar la valía de una obra que no es ni pretendió ser nunca política, faceta que a Borges le interesó siempre bien poco en comparación con la Literatura en sí. Para ello, sin embargo, no consigue evitar citar a su admirado Saramago, "inequívoco comunista", que definió a Borges como "un gran escritor y un humanista". "Un gran humanista", añade después, "quizá este juicio, en las palabras de otro gigante literario, sea justo y unánime".
"Este libro no dice tanto de Borges como del propio Zapatero"
Preguntado acerca de la repercusión del libro de Zapatero en el ámbito académico, Javier de Navascués responde que "no ha tenido apenas impacto". "Nos enteramos de que iba a sacar un libro como todo el mundo, por la prensa. Pero tampoco le hemos hecho mucho caso. Con todos los respetos, ni siquiera tomamos muy en serio el libro sobre Borges que escribió Vargas Llosa, que es un escritor formidable, pero no demasiado borgiano. Te puedes imaginar que lo que escriba Zapatero no nos interesa demasiado". Pese a todo, sí que se atreve a añadir unas breves consideraciones acerca del libro. "Me da la sensación de que Zapatero sí que es admirador de Borges. Creo que le ha leído y que le gusta mucho. Lo digo porque al principio pensaba que había mandado escribir el libro a un tercero, como hacen tantos políticos para dárselas de intelectuales. Pero después de ver lo que ha publicado uno se da cuenta de que es una obra de un verdadero aficionado. Si la hubiese encargado habría sacado algo mejor trabajado. El libro, en ese sentido, habla mucho más de Zapatero que de Borges. Durante tiempo, sobre Borges se ha estado publicando, de media, un libro al mes. La cantidad de bibliografía que existe es incontable. Ningún académico se atrevería a saltar a una piscina tan concurrida sin dominar el tema. Pero Zapatero sí. Se nota su faceta política. Es un hombre audaz. Está acostumbrado a esos ritmos mediáticos en los que los escándalos duran lo que tarda en saltar el siguiente. Por eso se debe atrever a darse el lujo de publicar sobre algo que le gusta pero de lo que no tiene ni idea".
Luis Alberto de Cuenca coincide con esa visión. "Es que Borges es buenísimo", comenta. "Celebro que le guste tanto. Es algo que habla bien de él. No creo que haya nada malo en que escriba lo que quiera sobre un autor que le gusta. Los gustos de cada uno son personales y en este caso yo coincido con Zapatero en que Borges es magnífico". A la obra en sí, por su parte, la cataloga "como un texto casi adolescente". "Se nota que está escrito por alguien que no está acostumbrado a lidiar con la palabra a diario. Utiliza un lenguaje un tanto pomposo y redunda en ideas que no termina de desarrollar. Yo lo veo como un humilde homenaje de un admirador".
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