Los besos (Planeta), la nueva novela de Manuel Vilas, se abre con una cita del recién desaparecido Franco Battiato de "La estación de los amores" que dice: "La estación de los amores viene y va y los deseos no envejecen". Con esa premisa nace este libro, enteramente de ficción tras Ordesa y Alegría, en el que indaga sobre la naturaleza del amor y la importancia de enamorarse a cualquier edad, con la misma ilusión y pasión que un joven, pues esa será la clave que nos salve de todo.
Escrita con un estilo poético y repleta de reflexiones a distintos niveles, es, ante todo, una oda al amor. "Si el amor no nos salva, no nos salvará nada", asegura con rotundidad el autor a Libertad Digital. "En una guerra, en una crisis económica, en un virus, en un totalitarismo político, en cualquier devastación, el ser humano tiene la obligación de seguir siendo humano. Un camino para este propósito es el amor hacia otros. Ese es el mensaje básico de la novela", añade Vilas.
En concreto, esta novela es una defensa a gran escala del amor maduro: "Un señor o una señora pueden enamorarse a cualquier edad. Esa valoración social que se ha hecho muchas veces, la de ver como ridículo a una persona mayor enamorada, no puede ser. La idea de que la pasión romántica y huracanada es a los 20 años me parece que nos limita innecesariamente. Cualquiera tiene derecho al amor, eso es lo que nos ilusiona en la vida. Esa es la tesis de la novela, poder decir ‘oiga usted, tenga la edad que tenga, tiene derecho casi constitucional a enamorarse y no por eso ser un ser ridículo’. ¿Por qué lo iba a ser? Es una reivindicación sociopolítica, no se puede mirar a los enamorados de 60 años como si fueran gente cursi, ridícula o atolondrada".
Los besos está protagonizada por Salvador, un profesor prejubilado de 58 años que se instala en una cabaña en la sierra, en el pueblo de Sotopeña, días antes de que se instaurase el confinamiento obligatorio por la pandemia de covid. Al acudir a la única tienda del pueblo, conoce a una mujer trece años menor de la que se enamora perdidamente. "Salvador es muy quijotesco y Montserrat es más realista, con los pies en el suelo, pero se enriquecen el uno al otro y se comunican muy bien. No fue algo premeditado, los personajes salieron así", avanza el escritor. "Los dos tienen mucho de mí. Les he dado muchas cosas que yo pienso. Al final, todo personaje hereda muchas cosas del escritor".
"Quiero esto: la honestidad, la dignidad, el beso, el cariño, la caricia, el acompañamiento, la confianza, la amistad. Que se eleven las cosas, eso quiero, eso quise siempre. Que asciendan las cosas". (Los besos, pág. 141).
Salvador llega a esta cabaña acompañado de El Quijote. Para él, los libros "son modelos de vida, no objetos intelectuales, no algo cultural ni solemne, sino que los ve como ejemplos para solucionar su vida". Encuentra en El Quijote "algo que le interesa poner en práctica en su propia vida, que es vivir de manera romántica un gran amor. No elige este libro por ser una gran obra de la literatura o una obligación intelectual, sino porque ve que lo que hace ese hombre le interesa ponerlo en práctica en su vida".
La novela surgió en su "búsqueda de un territorio plenamente humano en donde las tristezas, las angustias y las alienaciones que vienen del espacio social, histórico, político y económico no fueran determinantes". Es, en sus propias palabras, "la defensa de un territorio absolutamente irreductible y maravillosamente humano".
Está enmarcada en el confinamiento y su título, Los besos, hace referencia precisamente a una de las primeras privaciones que trajo consigo la pandemia. Como escritor, asegura que se ha divertido indagando sobre la naturaleza de los mismos, una "de las cosas más misteriosas en la relación de dos seres humanos". "En la novela, el narrador se pregunta muchas veces qué son los besos, qué significan, qué valor simbólico tienen. En un momento se pregunta cuánto tienen que durar los besos. Los besos románticos, los que trasladan una pasión y un erotismo, son una puerta porque lo primero que hacen dos personas que quieren mantener una relación íntima es besarse. En el primer beso, ninguno de los dos quiere apartar la boca porque es como si desistiera de esa pasión".
El virus, sin embargo, no es determinante en esta historia. "Es una catástrofe de las muchas que podían ocurrir. El mensaje es que la salvación es el enamoramiento y el amor", dice Vilas, aunque el protagonista sí que se agarra a la pandemia: "Se han encontrado gracias al confinamiento. Ella es bellísima y Salvador piensa que, en una situación normal, ella no se hubiera fijado en él. Le da las gracias al virus".
Vilas admite que, a diferencia de Salvador, él vivió esas semanas con mucha angustia. "Me he dado cuenta de algo maravilloso: de que amo profundamente la vida. Me angustiaba porque me estaban quitando la vida. Por muchos libros y películas que tuviera, si la vida estaba siendo ofendida, coartada y mutilada, me produce angustia. Me gusta ser libre, eso es importantísimo. Necesitaba sentir la vida", reconoce.
Acostumbrado a volcar sus propias vivencias en sus anteriores novelas, esta vez el escritor ha optado por la ficción, una decisión tomada con una "naturalidad asombrosa". "La mirada del escritor sobre la vida es, en un momento determinado, de carácter autobiográfico y, en otro momento, se va hacia a la ficción. No son decisiones intelectuales, sino profundamente vitales". Las reflexiones que incluye son sus "iluminaciones sobre qué es la vida" y lo que le rodea. "La herramienta fundamental es la atención. Yo vivo casi obsesionado por los detalles, de ahí se construyen las novelas. Una atención absoluta a todo lo que hacen los seres humanos. Es vivir al acecho", desvela.
Manuel Vilas. Los besos. Planeta, 2021. 448 páginas. 20 euros.