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Iván Teruel: "El 'Proyecto 2000' de Pujol se ha ejecutado con un éxito incontestable"

¿Somos el fracaso de Cataluña? es el testimonio de un profesor catalán que relata la deriva identitaria que él mismo ha ido experimentando.

Iván Teruel firmando ejemplares de '¿Somos el fracaso de Cataluña?'. | Archivo

Lo primero que señala Iván Teruel al hablar de su libro en Es la mañana de Federico es que "la percepción de la realidad en Cataluña, por parte de los propios catalanes, ha dependido siempre mucho del ámbito donde uno se mueve". Quería explicar de esa manera el fenómeno por el cual tanta gente no nacionalista ha terminado aceptando sin demasiados reparos las grandes consignas de los independentistas. Él es profesor de secundaria allí, hijo de una familia humilde de emigrantes, y recuerda pequeños detalles de su infancia, aparentemente sin importancia, que ahora cobran todo un sentido diferente. "Mi madre, por ejemplo, que era limpiadora, siempre me motivó para que aprendiese catalán y dominase la lengua, porque pensaba que eso me abriría puertas. Algunas de las señoras que la contrataban para limpiar su casa, sin embargo, se mostraban consternadas porque ella no hiciese lo mismo, pese a llevar tantos años viviendo allí". Teruel acaba de publicar ¿Somos el fracaso de Cataluña? (Malpaso), un relato testimonial sobre un catalán no nacionalista que ha ido descubriendo, con el paso de los años, cómo la ideología predominante no necesita imponerse por la fuerza para constreñir a la sociedad.

Otro ejemplo viene de un conocido suyo, docente universitario de avanzada edad, que le contó cómo incluso en la década de los sesenta, "en pleno franquismo", su madre también le advertía que si quería ser alguien en la vida tenía que aprender catalán. "El nacionalismo siempre ha estado aquí", explica Teruel, "concentrado en la élite burguesa". "La diferencia es que con la llegada de la democracia fue adquiriendo paulatinamente todos los recursos que le han permitido robustecer su programa y transformar al resto de la población a su imagen y semejanza". Él no se daba cuenta de eso, al menos hasta que se fue introduciendo poco a poco en círculos más cerrados. "Durante mi infancia y mi adolescencia me moví casi exclusivamente en círculos castellanohablantes", relata. Respetaba ciertas reivindicaciones nacionalistas pero no se sentía especialmente concernido en el asunto. "Al entrar en la universidad ya fui sintiendo cada vez más incomodidad por hablar exclusivamente en castellano; y desde que comencé a trabajar de docente la presión fue en aumento". La sensación, según la describe, "es que existe una unanimidad nacionalista tan absoluta que ni siquiera tiene sentido oponerse a sus consignas. No hay un hostigamiento explícito, pero está todo el mundo tan de acuerdo con los principios nacionalistas que uno siente reparo de cuestionarlos".

Esa es la idea básica que ha tratado de subrayar durante toda la entrevista radiofónica: el hecho de que el nacionalismo se aprovechó del victimismo, por un lado, y de la necesidad de aceptación de los recién llegados, por otro, para cimentar la base retórica de su ideología incluso en quienes se declaraban contrarios a ella. "Amigos y conocidos míos que han leído el libro y que se autoproclaman no nacionalistas me dicen que estoy exagerando la realidad", comenta. "Incluso después de leer el prólogo de Félix Ovejero, que desmonta completamente esa quimera del Estatut, siguen defendiendo que aquello fue un grandísimo error del ‘Estado español’". En general, según Teruel, la gran mayoría de la población no cuestiona las ideas básicas que justifican al nacionalismo. "No critican la idea de nación, ni la necesidad de que el catalán sea la única lengua vehicular allí, ni el ‘hecho diferencial’ sobre el que los nacionalistas sostienen sus privilegios, aún cargándose el principio republicano de igualdad, ni nada de eso", reitera.

Por eso, se muestra pesimista: "El Proyecto 2000 de Pujol se ha ejecutado con un éxito incontestable", argumenta. "La infiltración nacionalista en las instituciones catalanas es tan absoluta que no hay vuelta atrás". De hecho, considera que "si no se hubiesen precipitado en 2017 con su desafío independentista, a lo mejor en 15 o 20 años la sociedad ya hubiese estado lo suficientemente madura como para sostener una mayoría independentista en las urnas de manera irrevocable". Ahora, sin embargo, no sabe lo que pasará. "Soy muy malo haciendo pronósticos. Es cierto que percibo un cierto hastío en los más jóvenes, que están algo agotados de toda la matraca nacionalista. Y tampoco podemos saber si llegará a darse un cambio de Gobierno en unos años, o si eso afectará al independentismo". Pero aún así, piensa que se ha avanzado tanto por el camino nacionalista que la vuelta atrás le parece una quimera.

Preguntado acerca de la aceptación de su libro en el centro donde trabaja, responde que agradece que "nadie hable del tema". "Hay que tener en cuenta que el nacionalismo en Cataluña, y en la docencia especialmente, está ligado a la identidad de manera casi religiosa. Por eso, para entender más o menos cómo ha sido recibido mi libro aquí habría que pensar cómo sería recibido el libro de un profesor de un colegio religioso si en sus páginas fuese especialmente irreverente con ciertos dogmas del catolicismo". En ese sentido, reconoce que la situación puede llegar a ser extenuante. "Yo no descarto irme en algún momento. Si no lo he hecho todavía es porque a todos nos cuesta abandonar nuestra tierra. Pero no he abandonado nunca esa idea de marcharme. Sobre todo cuando veo la deriva de la educación primaria, donde tengo a mis hijos. La tensión identitaria está tan presente en todos los ámbitos que llega a ser realmente agotador".

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