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El 'cozy crime', la rama amable de las novelas de asesinatos que irrumpe con fuerza

En países anglosajones son superventas y algunos autores empiezan a llegar a las librerías españolas.

En países anglosajones son superventas y algunos autores empiezan a llegar a las librerías españolas.
Detalle de la portada 'Agatha Raisin y la quiche letal' | Salamandra

En los últimos años, la novela negra ha tendido a ser más explícita y violenta, tratando de sorprender al lector con gran cantidad de detalles escabrosos. Sin embargo, paralelamente, hay una rama de las novelas de crímenes que se alza como contrapunto y que está sumando adeptos sin hacer ruido. Se trata de cozy crime, la rama de novelas de asesinatos amables que irrumpe con fuerza, pensados para los que huyen de lo sórdido y gore, pero les gusta entretenerse con el misterio y el reto que supone descifrar un crimen. Es un desafío intelectual apto para los lectores más aprensivos.

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'Agatha Raisin y la quiche letal'

La gran mayoría de los libros de este género no están traducidos al español por el momento, aunque ya hay opciones. Por ejemplo, acaba de llegar a España Agatha Raisin y la quiche letal (Salamandra), la primera entrega de una serie formada por una treintena de libros firmados por la aclamada M.C. Beaton, fallecida en 2019, que cuenta con más de 10 millones de lectores en todo el mundo. Sus historias tienen una versión televisiva, original del canal británico Sky, que se estrenó en enero en España bajo el nombre de Agatha Raisin. Otra de las autoras más reconocidas en este género es la neoyorkina Ellery Adams, con más de treinta libros escritos (las series The Book and Scone Society o Books by the Bay Mystery, entre otros).

El término cozy crime empezó a escucharse a finales del siglo XX, pero para nada es un invento de ese tiempo. Más bien es una actualización de las historias de la detective Miss Jane Marple de Agatha Christie o de la serie Ben de Joseph Jefferson Farjeon.

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Este subgénero suele tener un protagonista no profesional, es decir, que no trabaja como policía ni investigador, pero suelen tener un contacto entre las fuerzas de seguridad que le facilitan información privilegiada. Pueden empezar a investigar casi por casualidad, como la protagonista de las novelas de Rita Mae Brown, Mrs. Murphy, una directora de una oficina de correos -con un punto cotilla- que se entretiene leyendo correspondencia ajena y descubre un crimen. O Tres habitaciones y un cadáver, de la exitosa serie de Aurora Roe Teagarden firmada por Charlaine Harris, en la que una agente inmobiliaria se topa en el dormitorio principal con el cadáver de otra vendedora y tendrá que buscar al culpable para que la borren de la lista de sospechosos.

Para muchos lectores, resulta atrayente que la persona capaz de resolver un crimen sea de andar por casa, una persona amateur con la que identificarse, lejos de los habituales inspectores atormentados por su pasado. Son panaderos, bibliotecarias o profesores, de mediana edad.

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La trama suele desarrollarse en una pequeña comunidad, un pequeño vecindario o pueblo en el que todos se conocen, jugando a aquello de "un asesino se esconde entre nosotros". Normalmente, el lector sabe tantas pistas como el protagonista, de modo que la diversión consiste en adelantarse a sus pesquisas. Y, por el carácter amable del subgénero, casi siempre hay un feliz y justo final.

En cuanto a los asesinos, poco comparten con los psicópatas de Jo Nesbo, Joël Dicker o Stieg Larsson. Y qué decir de la forma de matar. Apenas importan las heridas infringidas en la víctima, sino la escena del crimen y el pasado del fallecido. Por ejemplo, en la citada serie de Agatha Raisin, un atractivo vecino muere envenenado en el concurso de quiches y un veterinario sucumbe a una inyección destinada a un caballo de carreras.

Mascotas y pasteles

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Algo bastante curioso de este cozy crime ,y que evidencia su ingenuidad, es la tendencia de incluir mascotas en la narración. Sí, frente a la violencia extrema, simpáticos mininos o perretes avispados que incluso ayudan a destapar al culpable. De hecho, suelen aparecer en la portada. También se les da bastante espacio a las aficiones, ya sean como arma del crimen o como punto principal del argumento. La autora Diane Mott Davidson apuesta por la gastronomía, Charlotte MacLeod por la pintura y Parnell Hall por los crucigramas.

En definitiva, es un género naif para entretenerse en estos días de verano en los que buscamos desconectar de la dura realidad. Suelen ser series, así que, en caso de resultar atractivo, se puede repetir. Joanna Fluke, Rhys Bowen, Dorothy Gilman, Richard Osman, Nancy Atherton, Diane Mott Davidson o Sarah Caudwell son algunos de los nombres más destacados del cozy crime.

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