Manuel Ríos San Martín (Madrid, 1965), guionista y director de, entre otras, series como Médico de familia, Compañeros y Menudo es mi padre, acaba de publicar su tercera novela, Donde haya tinieblas (Planeta, 2021), un thriller en el que aborda el origen del mal desde el punto de vista religioso –en su anterior novela, La huella del mal, ya lo hizo desde una perspectiva biológica y antropológica–. En esta nueva obra, el entrañable inspector Martínez y la combativa inspectora Pieldelobo, una pareja de personajes antagónicos que, literariamente, funciona a la perfección, intentan desentrañar el secuestro de una modelo rusa de 17 años. A partir de ahí, mejor ahorrar datos por eso de evitar spoilers. La trama imanta y el autor la desarrolla con una prosa sencilla y un ritmo trepidante y efectivo –se nota mucho, en ese sentido, su faceta cinematográfica–. Conversamos el miércoles en una azotea de Madrid, horas antes de que un cielo hiperventilado llene la capital del Reino de agua y de un granizo del tamaño de canicas.
P: Señor Ríos San Martín, ¿cómo fue escribir una novela de 500 y pico páginas durante el confinamiento?
R: El tener un objetivo me ayudó mucho. Ya tenía documentada y estructurada la novela, pero no había llegado al acuerdo definitivo con Planeta. Entonces, el viernes antes de que nos encerraran, llegamos a un acuerdo, y el sábado empecé a escribir como tal. Tener un objetivo me ayudó mucho. Hay gente que dice: "Ha pasado un año y en mi vida no ha ocurrido nada". Yo digo: "Ha pasado un año y he conseguido salir con una novela". Me ha dado cierta satisfacción.
P: ¿Qué prendió la mecha de Donde haya tinieblas? ¿De dónde vino la musa?
R: Estaba promocionando La huella del mal y di una conferencia en Ávila. Después, me pasé por la catedral y, en ella, hay un panel enorme que habla un poco de la evolución humana y, en un punto, introduce la religión. Ponía: "El origen del mal, el pecado". Dije: "Es un punto de vista distinto sobre el mal". Si en mi anterior novela hablaba sobre el mal desde el punto de vista biológico, preguntándome si estaba en el ADN, ahora podía hablar del mal desde el punto de vista de la religión, la cultura o el arte. Vi claro que había un tema.
P: La religión sigue siendo un buen manantial de ideas, ¿verdad?
R: Sí. Hay que tener en cuenta una cosa: aunque, hoy en día, la religión no esté tan en la sociedad, trata temas sociales, los problemas del ser humano, las dudas, sus miedos. Entonces, aunque la hayamos dejado un poco de lado… Lo que te decía: La huella del mal habla del mal desde el punto de vista biológico; Donde haya tinieblas, desde el religioso, pero porque también habla del perdón y de la venganza, de la misericordia y del castigo. ¿Acaso en nuestra sociedad eso no existe? ¿En las redes sociales? ¿En nuestras relaciones personales? Yo creo que sí. Al final, aunque hables de religión, estás hablando de la esencia del ser humano.
P: ¿Usted cree en Dios?
R: He tenido distintas fases. Fui a un colegio religioso y ahora tengo más dudas. Como decía Miguel Rellán, "no creo que a Dios le molesten mis dudas" (risas).
P: ¿Y cree en el pecado?
R: El pecado se ha hecho grandilocuente. Creo que hay equivocaciones en la vida y hay sentimiento de culpa. El problema es que cuando lo fijas como pecado, y culpabilizas mucho, se vuelve terrible. Por eso yo hablo más aquí del perdón y de la misericordia. Yo tuve una educación religiosa muchísimo más cercana al perdón que al castigo. Nunca me han transmitido esa angustia del pecado que sé que otros que han tenido educación religiosa han vivido. Tengo amigos que lo han vivido así. Pero a mí me hablaban más del perdón y del amor. Eso, claro, es mucho más agradable.
P: Le transmito una pregunta de Lidia Barrajón, farmacéutica experta en Inteligencia Emocional, basada en la frase que acompaña al título en la portada: ¿resulta fácil asumir la culpa sólo por esperar el perdón?
R: La frase tiene algo de marketing también. Hombre, probablemente sí. Es más fácil asumir la culpa si tienes la esperanza de que va a haber un perdón. No me gusta la palabra "culpa" por ser negativa. Sí es verdad que, a veces, no reconocemos nuestros errores porque tememos que no se nos perdonen. Y si tú vives tanto en una familia como en una sociedad con una cierta capacidad de perdonar, creo que a todos nos costaría mucho menos reconocer los errores. Lo que pasa es que como, cuando cometes un error, mucha gente se te echa encima y te machaca, claro, dices: "Sí hombre, voy a reconocer un error..." (risas). No es fácil, pero tenemos que construir una sociedad con una mayor capacidad de perdonar.
P: Uno de los personajes de Donde haya tinieblas, Don Sebastián, dice una frase atroz: "Perdonar es dejar el mal sin castigo".
R: Totalmente. Don Sebastián está totalmente equivocado. Pero es una postura muy defendida por una parte considerable de la Iglesia. Esta frase me la dijo un sacerdote y me encantó. Es tan contundente… Al final, es mejor intentar generar empatía y sentimientos más positivos que castigar continuamente. En la educación de los niños, por ejemplo, cada vez se habla más de consecuencias y no de castigos. Si pegas a otro niño, tienes una serie de consecuencias por haberte salido de lo que deberíamos hacer para vivir de una manera pacífica. Yo creo que eso está muy bien.
P: El protagonista, el inspector Martínez, no puede con los "curas jóvenes que parecen anteriores al Concilio Vaticano II". Van dos preguntas al hilo de esto: ¿por qué se produce esa vuelta al conservadurismo en la, digamos, cantera de la Iglesia, durante un papado tan progre como el de Francisco?
R: Creo que vienen de las etapas anteriores. Juan Pablo II tenía mucha personalidad y tenía cosas positivas, pero era más antiguo. También Benedicto XVI, que era un tío muy culto. En España, antes, a los estudios del seminario podían acceder las mujeres, y se las echó; podían acceder los laicos, y se les echó. Los estudios se dejaron sólo para los sacerdotes, y hubo una vuelta a lo previo al Concilio Vaticano II. De alguna manera, la Iglesia se ha dado cuenta de que no está en los signos de los tiempos. No puede seguir hablando de los años 50. En ese sentido, creo que Francisco, con sus defectos, que los tiene, ha intentado modernizar un poquito la Iglesia. Porque el mundo va muy deprisa. En el fondo, creo que la Iglesia debe volver a la esencia, a lo que dijo Jesús, y Jesús fue claro: "Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".
P: ¿El futuro de la Iglesia pasa por un Lenny Belardo –el papa Pío XIII de The Young Pope, de Paolo Sorrentino–?
R: Espero que no (risas). Sólo he visto un par de capítulos. Me pareció tan disparatada que no la seguí viendo. No sé. Yo tengo esperanzas con Francisco. Es verdad que está muy mayor, que no hará todos los cambios que hacen falta… De todas formas, es lógico que la Iglesia sea lenta: no puede dejar atrás a mucha gente. Los cambios deben ser paulatinos.
P: Me gusta mucho Martínez. Me recuerda a Bill Hodges, de la trilogía de Mr. Mercedes, de Stephen King.
R: No he leído esa trilogía de King. Martínez es un tipo tierno, buena gente… Es un reflejo de mi generación. Tengo muchos amigos de cincuenta y pocos que intentan ser modernos, intentan estar a la altura de sus hijos, y no lo consiguen. Me produce mucha ternura. Intenta no ser machista, no ser paternalista con Pieldelobo… pero no llega a conseguirlo.
P: Vayamos por ahí. En un momento de la novela, dice que la "máscara de zafio" le sirvió "como protección frente al mundo femenino, que me descolocaba". En estas, llega Pieldelobo y, más que descolocarle, casi que le zarandea.
R: Se enfrenta con una mujer joven, feminista, agresiva… Mi pregunta era: ¿van a ser capaces de colaborar, de resolver la investigación, o van a estar matándose por todo, incluso por la música que escuchan? Al final, esa relación hace que los dos aprendan que en la otra generación hay cosas que están bien, y que en el otro sexo hay cosas que están bien. Es una relación que enriquece a los dos, pero es dura, dura (risas).
P: El filtro feminista, cabal, sin neuras, es muy importante en su novela. En general, usted es un tipo que siempre busca el acuerdo entre contrarios.
R: Estábamos encerrados y todo el mundo se pegaba con todo el mundo: los políticos entre ellos, las feministas con los hombres, los del Madrid con los del Barça… Siempre tenemos que buscar el detalle que nos separa. Hay muchos temas del feminismo con los que muchísimos hombres estarían de acuerdo. El tema de la niña asesinada en Tenerife, por ejemplo: el 99% de los hombres hubiera ayudado a esos niños si hubiese tenido ocasión. Sin embargo, en las redes había una discusión tremenda. Si sólo hablamos de las concreciones muy concretas, siempre estaremos pegándonos.
P: Y otro tema troncal es el de las redes sociales. Casi al final de la novela, Martínez suelta una perorata en la que denuncia la intolerancia: "No se admite el debate, solo importa cómo me siento; si me siento ofendido hay que eliminar el motivo de esa ofensa, ya sea una película, un artículo o una cuenta de Twitter. Se aborrece el pasado cuando no es perfecto, en lugar de asumirlo". Ahí es usted quien habla por boca de su protagonista, ¿verdad?
R: Eso es fruto de lo que estamos viviendo. A Martínez le pega esa reflexión pero, quizá, como autor, me he excedido un poco porque creo que es verdad. ¡Por Dios, lleguemos a acuerdos! ¡Chicos, no podemos pegarnos por cada tema que alguien ponga encima de la mesa! Sobre todo, debatamos. Si estamos muy seguros de nuestras ideas, no hay problema para debatir. La vida es más divertida cuando se debate. Y cuando se debate con un buen tono. A mí me pasa mucho en redes sociales que pongo algo y alguien me contesta muy borde. Luego, tú le contestas bien y le argumentas, y tres tuits después estás hablando…
P: Usted es muy buena gente. Yo tiro de bloqueo, y hasta luego, Lucas.
R: (Risas) Me gusta como experimento. Y te das cuenta de que, con un porcentaje muy alto, el tercer tuit es amable. Si le das tres tuits de oportunidad, mucha gente es maja y dialoga.
P: Para finalizar: ¿cómo va el biopic de Sabina?
R: Lo último que me han dicho es que es posible que, a final de este mes, se llegue a un acuerdo con una cadena. Yo ya no me atrevo a decir nada, porque es una locura. El otro día me enviaron un mensaje de la productora diciéndome que todo iba bien y que, posiblemente, a final de mes, el asunto quede cerrado. Me parece increíble que la vida de Sabina no la quieran todas las cadenas. Ahora que la he estudiado, ¿qué mejor serie que una sobre la vida de este tío?