Considerando, abandono y deshonor en la pérdida de Málaga. Así se llama el nuevo libro del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga, Antonio Nadal Sánchez, que se presenta el jueves, 10 de junio, en el Club Mediterráneo de Málaga.
Sigue con él una trayectoria nítida, valerosa y coherente que está consiguiendo que la "memoria histórica", un cínico ejercicio de imponer hechos e interpretaciones para bien de los que perdieron la guerra, deje paso a la historia profesional sin adjetivos.
El historiador vocacional Antonio Nadal ya dejó claro en su libro anterior, la revisión actualizada de La guerra civil en Málaga, libro que reseñamos en estas mismas páginas, que frente a esa manipulación está la verdadera historia, la que investiga con rigor documental, la que acude a registros y archivos, la que es fiel a las fuentes y valora la veracidad de los testimonios.
Consecuencia bien grata de aquel libro fue el homenaje público a las 270 víctimas de la "saca" miliciana de la vieja cárcel de san Rafael de Málaga entre el 22 de agosto y el 24 de septiembre de 1936 y, por extensión y decisión, a las 3.406 personas civiles, religiosas y militares, vinculadas o relacionadas con las derechas y el bando nacional, muertas en la provincia de Málaga durante el breve mandato de los gobernantes republicanos sobre la provincia.
Un testigo de excepción, el americano Edward Norton, empresario de avellanas y cónsul de Estados Unidos, lo apuntó en uno de los mejores libros que han contado qué pasó en Málaga desde 1931 a 1939.
Su Muerte en Málaga comienza así:
"El teléfono nos despertó a las tres de la madrugada el 12 de mayo de 1931. Todavía soñoliento lo descolgué, era nuestro chófer. Muy nervioso, me contó que los disturbios hacían estragos en la ciudad, algunos conventos e iglesias estaban ardiendo, estaban atacando el Palacio del Obispo y que el edificio de cuatro plantas del periódico monárquico estaba en llamas y en ese momento, se cortó la línea…Esta fue la primera advertencia de que algo no iba bien en la Segunda República, proclamada hacía apenas un mes".
Tales excesos injustificados, unidos a la pericia estratégica del adversario, anunciaron la caída de la Málaga republicana en 1937 ante las fuerzas de Franco, una derrota que se oculta tras una cortina de humo que trata de convertir al ejército franquista en el autor de un "genocidio" inhumano: la "desbandá" de la carretera de Málaga.
De ese modo, se trata de hundir en el olvido el descontrol ilegal desde los primeros momentos de la II República hasta, muy especialmente, julio y agosto de 1936. De paso, se trata de ignorar los crímenes cometidos bajo la autoridad republicana. Pero se intenta asimismo difuminar su responsabilidad por el abandono y desorganización militares de la plaza antes del ataque final franquista.
Además, se quiere presentar la famosa huida de la ciudad de una masa, conjunta de milicianos armados y civiles republicanos, como una consecuencia de la "barbarie" franquista sobre población civil en vez del resultado, como realmente fue, del clima de deserción imperante ya en los republicanos.
Se pretende olvidar el comportamiento, a veces más que indecente, de sus jefes políticos y militares y del miedo a las represalias que imaginaban en los vencedores cuando conocieran los feroces asesinatos que se habían perpetrado en Málaga.
La verdad observable en los hechos
El profesor Nadal expone crudamente los hechos y se erige como proyección del ejemplo del heroico periodista británico de investigación, Gareth Jones, que defendía una y otra vez que la verdad observable en los hechos existe y es sólo una.
En su caso, demostró que la hambruna ucraniana decretada por Stalin hacia 1930 mató a millones de personas (se conoce como "Holodomor", matados por hambre, para diferenciarlo del "Holocausto", matados por fuego), con el fin de ocultar el fracaso de un régimen comunista que deseaba presentar a Moscú como una moderna ciudad próspera y desarrollada.
Que la defensa de Málaga no fue la más adecuada y que su posición estratégica de bolsa enemiga en el interior del frente franquista con salida al Mediterráneo y a Gibraltar no fue comprendida, está más que demostrado en las sesiones de la investigación que el propio gobierno de la República tuvo que emprender tras la caída.
Conductas impropias
Había sospechas y acusaciones de traición con la vista puesta en la discutida gestión militar de Largo Caballero e Indalecio Prieto. Las actas de la comisión, que transcribe Nadal con profusión y esmero, producen vergüenza y, en ocasiones, bochorno y abatimiento por las conductas impropias descritas.
Que el comportamiento de Largo Caballero, presidente del consejo de ministros de la II República en aquellos momentos y su gabinete de guerra, fue lamentable para Málaga no puede dudarse.
Tal vez no pronunciara la rotunda frase "para Málaga, ni un fusil ni un cartucho" ni diera tal orden, pero su intento de eliminar la influencia de sus enemigos políticos le condujo a despreciar la importancia de Málaga en el futuro de la guerra.
Baste una muestra textual para dar una idea del clima reinante:
"La caída de Málaga fue fruto de la inepcia y la traición (grandes aplausos) de la inepcia del ministro de la Guerra(Largo Caballero tenía la competencia), que a pesar de conocer la gravedad de la situación, como la conocía por diversos conductos, no solamente comunistas, sino socialistas y republicanos, no supo o no quiso tomar las medidas necesarias para la organización de este frente, acabar allí con las milicias de partidos y sindicatos y crear el ejército regular" (así se expresó el ministro comunista Jesús Hernández).
Y para confirmar la degradación léase este diálogo telefónico transcrito entre el entonces jefe militar de Málaga, José Villalba, y el asesor militar y subsecretario del Ministerio de la Guerra asumido por Francisco Largo Caballero, el coronel José Asensio:
"Villalba. — ¿Es el ministro?
—Soy Asensio.
Villalba. — Oye, Pepe, he recibido orden del ministro para que vuelva
a Málaga y..
—Tú no has debido salir de Málaga.
Villalba. — En Málaga han entrado los fascistas y el que diga otra cosa miente. Yo no he abandonado Málaga.
— Mira. Tú no has debido salir vivo de Málaga, sino que debiste quedarte allí como te ordenó el ministro.
Villalba. — Tú no sabes lo que pasa en Málaga. ¿Qué yo vuelva a Málaga? ¿Quieres que me entregue a Franco?
—Lo que tienes que hacer es volver a Málaga, de donde no has debido salir.
Villalba. — ¡Claro, y que me coja Queipo! ¡Si eso es lo que queréis!"
Quizá lo más importante y delicado del libro sea la exposición que hace el profesor Nadal del asunto de la "desbandá" en la carretera que va de Málaga a Motril y cómo la propaganda republicana fue gestada a partir de las afirmaciones del médico canadiense Norman Bethune, de conducta tan discutible que los propios comunistas le prohibieron volver a España y lo destinaron a China, donde murió.
Fue Bethune quien afirmó haber sido testigo, y no lo fue, de los crímenes "fascistas" sobre una población civil de miles y miles de personas (no contó a los milicianos y refugiados de otras poblaciones que huían mezclados con ellos).
Escribe Nadal, que lo llama "cirujano de las revoluciones": "Es nuestra pretensión sobre documentos mostrar los desajustes de la información de Bethune, basados en horas, fechas, lugares. No pudo estar donde era imposible. No vio lo que le dictaba su conciencia, pero su pluma escribe. Aplica - como todos -, la maldición de las "cifras redondas", aquellas en que un cero o una coma transforma una miseria en heroicidad, una irrelevancia en un acto heroico e inolvidable".
Y añade: "Lo haremos desde los testimonios de sus camaradas como Bolívar (jefe comunista) y otros". Y así lo hace a pesar de que el mismo Nadal había creído en la narración de Bethune en sus primeros pasos como historiador y calculado un número de muertos, basados en su relato, imposible de defender ahora.
Una evacuación no planeada
La marcha desordenada - de ¡250.000! personas llegó a decirse, siendo tal cifra imposible -, fue la consecuencia de la imprevisión de unas autoridades republicanas que no planearon adecuadamente la evacuación de la ciudad cuando ya se conocía que el ejército franquista había tomado las principales ciudades aledañas y estaba a las puertas de Málaga.
Bethune no hizo fotos de ninguna muerte aunque decía ser testigo de muchas. El montaje fue tal que han llegado a publicitarse fotos de niños en la batalla de Madrid como si fueran los de la "carretera de la muerte". Ni siquiera es creíble que el médico canadiense contara 5.000 niños en la ruta almeriense de los que 1.000 no tenían zapatos. Sospechosos números redondos.
El libro del profesor Nadal, que tiene en cuenta importantes fuentes militares ignoradas hasta ahora y relatos periodísticos de aquellos días, desmonta las principales columnas del edificio propagandístico de la "desbandá".
Arroja este libro nueva y potente luz que contrarresta a los que intentan, desde subvenciones y privilegios, dejar en la sombra la responsabilidad de los republicanos, socialistas, anarquistas y comunistas sobre todo, en la indefensión, caída y sufrimiento de una ciudad cuya toma permitió al ejército de Franco cerrar el frente sur y controlar el Mediterráneo hasta el Estrecho de Gibraltar, quizá el principio de la derrota republicana.
En fin, estamos ante el libro escrito por un historiador de cuerpo entero y de un hombre valiente. Nada de lo escrito en este libro le va a causar otra cosa que disgustos, embestidas y descalificaciones pero no será posible una España plena, sana y democrática, si la verdad histórica sigue prisionera de las simulaciones "políticas".
"Memoria democrática"
La "memoria democrática" legalmente impuesta no quiere ni exige encontrar la verdad sino ajustar los relatos a la ficción de una izquierda enferma de narcicismo ético y ridículas amnesias históricas. Con ello se trata de ocultar cómo contribuyó al desencadenamiento de la guerra civil española, cuál fue su comportamiento mientras duró y por qué la perdió.
Siempre me han interesado las personas que asumen una vocación en la vida y le son fieles. Concentran su energía en un punto limitado del universo pero lo penetran con una gran intensidad de visión. Antonio Nadal es un ejemplo.
Creía nuestro Ortega que era necesario rehabilitar esta vieja noción de vocación y colocarla en el lugar de honor que le corresponde. "No hay vida sin vocación, sin llamada intima", escribió, aludiendo al resorte vital que infunde un proyecto satisfactorio a la existencia personal. La vocación histórica de Nadal nos proporciona una vacuna contra las deformaciones de la propaganda. Es de agradecer.