Cuando murió su hermano Bernard, Daniel Pennac (Casablanca, Marruecos, 1944) perdió el control de su cuerpo y se abandonó: estuvo a punto de sufrir varios atropellos, se cayó por un acantilado y hasta le partieron la cara en el metro. "Así expresé mi pena, mi dolor –cuenta el escritor a LD–: mi mente no controlaba a mi cuerpo. Creo que es bastante frecuente en los duelos y duró bastantes semanas. Me pasaron algunas cosas más locas: llamaba por teléfono a mi hermano y, en el momento en que marcaba el número, caía en la cuenta de que había muerto y, entonces, colgaba. Tenía reflejos de ese tipo, porque hablábamos mucho".
Profesor de Lengua y Literatura, dramaturgo y novelista, Pennac acaba de publicar Mi hermano (Literatura Random House, 2021), un libro breve, sencillo y delicioso en el que convergen sus recuerdos y vivencias con Bernard y una adaptación teatral del Bartleby, el escribiente, de Melville, realizada por el autor francés: "Este libro me vino a la mente por dos elementos respecto a los cuales nunca había pensado conjuntamente: uno, que estamos habitados por los seres que amamos, que nos rodean, que hemos perdido, que han fallecido, como mi hermano, y dos, que estamos habitados por libros, y sucede que, en ocasiones, algunos libros aparecen en el mismo recuerdo que la personalidad de ciertos seres. Y el recuerdo de lectura que yo tengo de Bartleby es muy familiar, muy fraternal, con el recuerdo íntimo que tengo de mi hermano vivo".
Fue Bernard quien recomendó a Daniel el relato de Melville diciéndole: "Léete esto, que saldrás menos tonto". Tal y como relata en su último libro, cuando Pennac representaba Bartleby, jugaba con su hermano ausente: "Él y yo nos habíamos pasado la vida entera jugando juntos. Yo me subía al escenario como si él estuviera en la sala. (…) Todas las noches le brindaba su Bartleby". Este lunes, en rueda de prensa, dijo el autor: "Teníamos una particularidad: jamás nos peleamos. Nunca hubo una disputa, una pelea entre nosotros dos. Teníamos un entendimiento perfecto, una complicidad absoluta".
"El suicidio es una imprudencia"
En Mi hermano sobresalen las píldoras de sarcasmo, no abundantes, pero sí muy efectivas y divertidas. Van dos ejemplos: cuando a Bernard le diagnosticaron Párkinson, su primer pensamiento fue para su esposa, y le dijo a Daniel: "Ella quiere que me menee, va a estar servida"; en otro momento de la novela, durante una comida, una mosca se posó sobre la nariz de Bernard, éste no reaccionaba, el bicho no se movía, y las miradas de los presentes estaban fijas en el insecto. Comentario del enfermo: "Pobre, ya me toma por mi cadáver".
Pennac cuenta a LD que esa forma de humor siempre ha estado presente en su familia: "Es también el humor de mi padre. A los 23 años, yo estaba con una chica y me dejó. ¡Qué escándalo, me abandonó por un ayudante en la universidad! (Risas) Con mi padre no hablaba mucho de temas así psicológicos. La relación padre-hijo no era como la de hoy, no había mimos, y así, pero cuando mi padre me vio tan desgraciado, tan triste, vino y me dijo: '¿Sabes, Daniel? El suicido es una imprudencia'".
El mito de Bartleby y la covid-19
Durante su exposición inicial, Pennac dijo que el mito de Bartleby es el "del hombre sin deseo", que "muere por inanición, se deja morir", y que "tiene una actualidad que me interesa mucho". Preguntado por LD al respecto, y concretando en la pandemia de la covid-19, el autor respondió: "La sociedad estructuralmente democrática se encuentra en una época en la que emergen violencias políticas netas con dictadores, con locos rabiosos que están en el poder en Filipinas, en Brasil, hace poco en los EEUU con Trump, en Turquía, en Polonia, etcétera. Hay gobiernos que se expresan brutalmente, es decir, rompiendo con toda la gramática de la diplomacia, y que actúan de manera brutal interiormente y, cuando pueden, también exteriormente".
En su opinión, este "inconsciente político violento" se reduce, generalmente, "a las pulsiones de un individuo": "Lo que las democracias perciben de Rusia es lo que creemos percibir del carácter de Putin. Estamos confrontados a la emergencia de la violencia como doctrina, como sucedía a finales de los años 30. En esta confrontación, la tentación del bartlebysmo es muy fuerte. Podemos imaginar, por ejemplo, a gente que diga "preferiría no hacerlo, no entrar en este juego político, dejarme morir psicológicamente". Y una de las cosas que impacta más del tema de la pandemia es esa. Todos mis amigos médicos me dicen, sin excepción: "Mis pacientes están cada vez más deprimidos". "Estamos ante un fenómeno violento en un mundo en el que, desde el punto de vista político, se ha vuelto violento".