Dice Paco Álvarez que a los españoles parece habérsenos olvidado venir de los romanos. Así lo atestigua nuestra manera de enseñar nuestra historia y también el abandono en el que tenemos los numerosísimos yacimientos romanos que trufan el paisaje de la península. Para él, una de las claves del asunto se deja ver precisamente en lo poco que conocemos a los hispanos ilustres. Personajes cuyos nombres han sobrevivido miles de años y que "protagonizarían películas y series de haber nacido en Britania o la Galia, pero que tuvieron la desgracia de hacerlo en Hispania". Por eso, precisamente, acaba de escribir Romanos de aquí (La Esfera de los Libros), un compendio de "historias estupendas sobre los romanos nacidos en Hispania", que además va recorriendo la geografía peninsular y dibujando un paisaje que, en cierto modo, nos llegó heredado de aquella civilización que sentó las bases de todo lo que se instalaría después en la vieja piel de toro. Hablamos con él:
Pregunta: ¿Por qué Roma?
Respuesta: Porque Roma es nuestra primera cohesión. Hasta Roma éramos un montón de tribus distintas; distribuidas de aquella manera; peleadas, a veces. Pero desde Roma fuimos Hispania. Somos todos hispanos. Y los hispanos de aquella época se consideraban, además de hispanos, romanos. Toda la península está llena de vestigios romanos que demuestran que cada una de las ciudades eran iguales entre sí. Mérida era igual que Segóbriga o que Baelo Claudia. Sus ciudadanos tenían los mismos derechos. Roma es donde empezamos como unidad. Fue el inicio de nuestra historia compartida.
P: Mencionas que parte del desconocimiento de la importancia de Hispania en la historia de Roma, y viceversa, se debe a la Leyenda Negra. ¿Cómo se explica eso?
R: Todo esto tiene que ver con que cuando se volvió a escribir Historia, con mayúsculas, fue a partir de la Edad Moderna. Los primeros historiadores habían sido los griegos y los romanos. Después, durante la Edad Media, existieron crónicas centradas en reinados concretos, pero que tampoco se pueden considerar Historia como tal. Y por último llegamos a la Edad Moderna. O incluso todavía después, en el XVIII, cuando volvimos a desarrollar la disciplina histórica más o menos como la conocemos ahora. Esa nueva escritura de la Historia coincidió con puntos álgidos de la Leyenda Negra. Cuando Gibbon, el historiador inglés, escribió su historia sobre la decadencia de Roma, los británicos todavía tenían el recuerdo reciente de la derrota humillante que sufrieron contra Blas de Lezo, por ejemplo. Evidentemente, me refiero a que era una época de gran rivalidad entre las principales potencias europeas. Así se entiende precisamente que el propio Gibbon, después de decir explícitamente que la mejor centuria de la historia de la humanidad había sido la que se inició con el gobierno de Trajano, es decir, la de los emperadores hispanos, se diese cuenta de su "error" y decidiese rectificar. Los ingleses, a partir de ahí, comenzaron a inventarse disparates, como que Adriano no era hispano, por ejemplo. O que la dinastía de ese siglo no era la Ulpio-Aelia, que son los apellidos de Trajano y Adriano, sino la Antonina. Pues bien, el único "antonino" que hubo fue Antonino Pío, que fue adoptado por Adriano y obligado, además, a adoptar él mismo como descendientes a los sobrinos de este: Marco Aurelio y Lucio Vero. Por el contrario, todas las mujeres de los emperadores durante ese siglo fueron hispanas; casi todos los cónsules de ese siglo fueron hispanos; y todos los emperadores fueron o hispanos o descendientes de hispanos. Y aún así, nosotros mismos, los españoles, llamamos a esa dinastía la dinastía Antonina. Es que hasta Cómodo, el último de ellos, firmaba como Aelio al final de su reinado y se consideraba descendiente directo de Trajano.
P: ¿Pero tiene sentido seguir hablando de la influencia de la Leyenda Negra entre los historiadores extranjeros hoy en día?
R: A ver, no todo es tan así. Pero todavía hoy sobrevive en ciertos sectores extranjeros la Leyenda Negra. Mira, una cosa que pasa es que vivimos en una época en la que todo el mundo quiere ser víctima y nadie quiere ser culpable. Y los Estados Unidos, que evidentemente son la primera potencia mundial en todos los aspectos, también el cultural, tienen graves problemas de culpabilidad. Claro, es que asesinaron a todos los nativos de su tierra. Existe hasta un género cinematográfico entero sobre cómo los blancos mataron a los indios: el Western. Ahora, sin embargo, en esta época de la corrección política, como haber matado a los indios es visto como una losa, hay que inventarse que haya sido otro el que lo haya hecho. ¿Y quién estaba en Estados Unidos antes que los colonos ingleses? Pues los españoles. Ya está, muy sencillo: los españoles mataron a los indios. Cosa que es tan fácil de demostrar que es falsa como ver el porcentaje de población nativa o mestiza que hay en Estados Unidos, el 0,7%, y compararlo con el porcentaje de población nativa o mestiza que hay en México, superior al 90%. El problema de todo esto, que es tan burdo, es que existe gente en la propia España que no está dispuesta a sentirse orgullosa de su pasado. A los nacionalistas y a los comunistas, así, con todas las letras, todo lo que sea bueno de España no les gusta. Encima hay medios de comunicación donde se les da pábulo, luz y taquígrafos; por lo que terminamos diciendo que el 12 de Octubre no hay nada que celebrar. ¿Pero cómo que no hay nada que celebrar? Por favor, si llevamos el derecho romano al otro lado del charco...
P: Pero, siendo Roma la extensión de todos sus dominios, incluyendo Hispania, ¿qué sentido tiene equiparar ahora Hispania con España?
R: Sí, sí, si no es una cuestión de equiparar. Claramente, Hispania es Roma. Yo lo que reivindico, de hecho, es la unidad de toda Roma, que, si quieres, se parece más a la ciudadanía europea. Simplificando mucho, la cosa se parece un poco a eso. Uno era romano estuviese donde estuviese. Un hispano podía vivir en Alemania, en Hungría o en Italia, y ya no era peregrino en ningún sitio. Eso a mí me gusta. Y creo que es algo que hay que recordar y que reivindicar. Porque muchas veces damos por hecha la ciudadanía o la democracia, como si fuera algo que nos hubiera sido otorgado, pero no, señor. Si algo hemos visto en la pandemia, con los riesgos que puede entrañar un Estado de Alarma prolongado, es que la libertad nos la jugamos todos los días. Eso por un lado. Por el otro, reivindicar Hispania en España tiene más que ver con reivindicar esa cohesión de la que te hablaba al principio. La cohesión peninsular. Fíjate que cuando Felipe V gana la Guerra de Sucesión y se proclama rey de España, el rey portugués le envía una carta de protesta y le dice que no puede autoproclamarse rey de España porque no es rey de Portugal. España e Iberia es todo lo mismo. Lo que quiero decir es que, evidentemente, no hay una continuidad de Estado desde Roma hasta hoy. No hay una continuidad poblacional, ni siquiera. Lo que ha habido de forma continuada desde entonces son dos cosas: por un lado el mestizaje y por el otro el derecho. Los visigodos adoptaron muchas de las costumbres romanas y las mantuvieron. Los francos, por ejemplo, cuando llegaron a la Galia la llamaron Francia. Los anglos llegaron a Inglaterra y la rebautizaron también. Los Godos llegaron aquí, sin embargo, y ni se les ocurrió que esto fuera Gotia. Esto era Hispania. Hay un continuum.
P: Se habla siempre de la asimilación cultural de los bárbaros y de la peculiaridad de que los conquistadores acabaran siendo "conquistados" por la cultura predominante romana. ¿Quieres decir con lo que acabas de mencionar que esa asimilación fue más fuerte en la península?
R: A ver, claro, todo esto son simplificaciones. Habría que profundizar mucho más y matizar el asunto. Pero en rasgos generales esas son reflexiones válidas. Recaredo, cuando firma el acta del III Concilio de Toledo, en el que abandona el arrianismo, firma como Flavio Recaredo Rex, haciendo un guiño, como si él fuera heredero de los flavios. Los godos se consideraban, de algún modo, continuadores de la civilización. La ruptura con Roma, si quieres, pudo venir con Al-Ándalus. Pero ni siquiera tanto, porque Al-Ándalus es la que recupera gran parte del conocimiento antiguo que se había perdido. Desde Platón, que no existiría de no haber sido traducido en Bagdad al árabe, hasta la medicina, la irrigación, las termas y demás. Muchísimas cosas que consideramos árabes son originalmente romanas. Por otro lado, además, habría que añadir que aquí, aunque vino mucha población árabe tras la conquista, lo que pasó fue que mucha otra población que ya estaba, simplemente cambió de religión. No hubo tanto movimiento étnico. De hecho, hubo menos mestizaje en Al-Ándalus que en cualquier otro momento histórico de la península, por cuestiones de las propias leyes islámicas. Y cuando concluyó la Reconquista los musulmanes fueron expulsados. Sin tener en cuenta que los romanos estuvieron en la península tantos siglos como los musulmanes, que es algo que parece que se nos ha olvidado.
P: Eso me parece interesante. ¿Hasta qué punto hemos olvidado nuestro pasado romano y no le damos la importancia que tiene?
R: Pues no le damos casi ninguna importancia, para la que tuvo realmente. Cógete un libro de texto de la asignatura de Historia de España de 4º de la ESO. Ahí, los fenicios, los griegos y los romanos son un tema. El verdadero temario, propiamente hablando, empieza con los musulmanes. Esto me hace acordarme de la típica pregunta que me hacen a veces: ¿Tú crees que somos más romanos o musulmanes? Pues sólo hay que mirar nuestro arte, que es figurativo. Velázquez, Murillo… Todo eso no existiría si nuestra herencia fuera exclusivamente musulmana. ¿Quiere decir esto que no tenemos influencia musulmana? Por supuesto que no. Y menos mal, porque es algo que también nos enriquece. Pero lo que no hay que hacer es perder el foco. El continuum que tenemos es con Roma, no con Al-Ándalus. Los hispanos eran romanos y continuaron conectados a ese pasado a través del tiempo. De Adriano se rieron en Roma la primera vez que intervino en el Senado por el acentazo hispano que tenía. No sabemos si sería acento andaluz (risas). Luego ya no se rieron tanto cuando fue emperador, claro.
P: Otra de las cosas que denuncias en el libro es que tenemos olvidados los numerosos yacimientos romanos dispersados por la península y que podrían servir para establecer un tipo de turismo cultural que reanime las zonas de la España vacía.
R: Sí, sí. Totalmente. Mira, hace una semana publicaron en todos los medios una noticia de agencias que decía que habían encontrado en Turquía un anfiteatro romano. Fue noticia en todos los periódicos. Pues bien. Aquí, en Alcalá de Henares, hay otro teatro romano. Sabemos dónde está y está sin desenterrar. Aquí, eh, al lado de Madrid. Y en Sisapo, en la provincia de Ciudad Real, hay una ciudad entera sin desenterrar. E incluso en los sitios que están desenterrados, como Baelo Claudia, sólo está desenterrado el 25%. Ya está. Existen otros tantos pueblos de Castilla en los que están localizadas varias villas romanas, pero no se desentierran. Y luego mucho hablar de la España vaciada. ¡Pero si lo tenemos ahí! Con esto yo siempre pongo el ejemplo de Stonehenge. Stonehenge, con todos los respetos, son cuatro piedras. El dolmen más pequeño de Antequera es más impresionante. Pero Stonehenge es mundialmente conocido. Está en todos lados. Y nosotros, que tenemos auténticas virguerías, las tenemos ahí tapadas. Mira, yo tuve un desencuentro con unos irlandeses hace tiempo por una cosa de estas. En Irlanda hay un faro del siglo XIV que es anunciado como el faro en funcionamiento más antiguo del mundo. Yo les escribí y les mandé documentación sobre el Faro de Hércules, en La Coruña. El que hicieron lo romanos en el siglo I. Les dije eso, claro. Perdóneme usted, pero cuando su faro empezó a lucir el de aquí ya llevaba 1.400 años luciendo. ¿Y tú crees que alguien desde alguna institución ha intervenido y les ha dicho a los irlandeses que por lo menos no digan mentiras? Pueden decir que el suyo es el faro medieval más antiguo que funciona, a lo mejor. Pero no de la Historia. Ese es el de Hércules. Pues es así todo. Como siempre, a los políticos sólo les importa la España vaciada cuando hay elecciones. Y les importa la cultura… pues nunca. Porque entre otras cosas, si se sacase a la luz el patrimonio que tenemos se demostraría la cohesión que existe. Que entre Irún y Cádiz, o entre Cartagena y Cataluña, no hay diferencias de origen. Todo viene de lo mismo. No hay razas ni Rh distintos.
P: Claro, pero eso no quita para que exista la entidad política de España separada de la de Portugal, por ejemplo. Quiero decir que, por más que el origen sea el mismo, el devenir de la historia ha seguido su curso y las entidades políticas no han dejado de variar por ello.
R: Sí, eso está claro. Pero otra cosa que hay que tener en cuenta es que quien quiere separarnos no nos quiere más fuertes, lógicamente. La historia de la separación de Portugal tiene idas y venidas. Y si las cosas hubieran sido un poco diferentes a lo mejor la unificación continuada de la península habría podido llegar a ser posible. Hay quien dice que si Felipe II, en vez de poner la capital en Madrid, la hubiese puesto en Lisboa, hubiese conseguido incorporar a los portugueses a la corona de una manera más eficaz. Pero bueno, así son las cosas. Los nacionalismos periféricos actuales, que se basan en entes que no sólo no existían en la Hispania romana, sino que no han existido nunca, son realidades que sólo existen en la cabeza de los nacionalistas. Quimeras que les ayudan a diferenciarse del resto. Esa es la clave del asunto. Los nacionalistas son personas que se consideran distintas al resto. Y si alguien reivindica la diferencia es porque en el fondo se siente mejor que los demás, no igual. Eso no es muy democrático. Cuando yo hablo del pasado común romano lo hago reivindicando el derecho, sobre todo. Un pasado común que nos iguala más allá de cualquier otra consideración política. La democracia lo que busca es eso: la igualdad de oportunidades y de derechos de los ciudadanos. Un ejemplo claro lo encontramos en Francia, después de la Revolución Francesa, cuando promovieron que todo el mundo pudiera hablar francés como una manera de garantizar la igualdad de oportunidades. Por eso ahora todo el mundo en Francia habla francés. Aquí, en cambio, lo que fomentamos es la diferencia. Es una cosa que no favorece a los niños. Favorece a los políticos, en todo caso. Favorece que dejemos de ser iguales; que no seamos romanos. Que seamos distintos. Que no tengamos todos los mismos derechos.
P: Por volver al libro. Una de las cosas que me han llamado la atención y que no conocía demasiado es la importante influencia del "partido hispano", por llamarlo de alguna manera, en Roma.
R: Bueno, a ver, la cosa no es tan clara. Yo en el libro lo que pretendo es hacer afición. Y luego ya, si he conseguido que te interese el tema, que investigues tú por tu cuenta. En este caso no está claro que los hispanos se agrupasen como tal. En ningún caso eran como un partido político de los de ahora. Lo que sí que es cierto es que hubo muchísimos hispanos que estuvieron muy cerca del poder en momentos clave. Además se reconocían como hispanos. Construían sus casas de una manera determinada, mantenían una cierta herencia compartida… No sé. Es complicado. Que los hispanos dijeran que debían unificar fuerzas y apoyarse entre ellos porque les venía bien que Trajano fuera Emperador no se puede saber. Al final, también se consideraban romanos. Hay algún caso, pero muy pocos, que incitan a pensar en alguna cosa de ese estilo. En uno de los libros de Tito Livio, por ejemplo, uno de los personajes le dice a otro algo así como que ahora le va a hablar como hispano y no como romano. Pero por lo general los romanos eran romanos hubieran nacido donde hubieran nacido. Lo que sí que resulta curioso es que haya habido un cónsul de la República, o un tribuno de la plebe, gobernando Roma, sin que nosotros le hayamos dado importancia. Que haya habido tantísimos cónsules. Alguno que llegó a serlo tres veces. No sé. Casos como esos, sin ser Emperadores, habrá habido unos cincuenta, en más de un milenio de Historia. Y de esos cincuenta casos, veintitantos fueron hispanos. Es una burrada. También hay ejemplos de gobernadores de regiones como Britania o Germania que habían nacido en Granada. Son cosas llamativas. Porque si un britano hubiera gobernado la Hispania romana te aseguro que existiría una serie de Netflix.
P: ¿Por qué se desconoce tanto la influencia de los hispanos en el Imperio Romano?
R: Porque no se estudia demasiado. El ejemplo más llamativo es el de Teodosio, desde mi punto de vista. La civilización católica, creo yo, tiene tres patas hispanas. Una es Osio, el obispo de Córdoba, que convoca el Concilio de Nicea; otra es Teodosio, el último emperador de la Roma unificada, que fue el que dijo que la única religión del Imperio era la cristiana; y otra es San Dámaso, que fue quien le encargó a San Jerónimo qué libros había que traducir al latín para que formaran parte de la Biblia. Esos tres personajes son hispanos y sin esos tres personajes el cristianismo sería distinto. Eran romanos, sí, pero eran hispanos. Y ahí volvemos a lo mismo. Si Teodosio fuera alemán, estaríamos todo el día escuchando cómo este tío influyó en la creación de la religión europea y cosas por el estilo. Sin embargo, como es hispano, ni puñetero caso. No importa. No se estudia. No se reivindica su legado ni su importancia.
P: Y en ese fenómeno que denuncias, qué piensas que ha influido más, ¿la desidia española para reivindicar su Historia o el interés extranjero de no reconocerla?
R: Pues las dos cosas. Mira, Trajano, en Madrid, sólo tiene una calle de tres manzanas. Ya está. No tiene ningún monumento en Madrid. Lo tiene en Inglaterra, eso sí. Una estatua estupenda al lado de la Torre de Londres. Y en Buenos Aires también. Se lo menciona incluso en el himno rumano. Pero aquí no. Yo he llegado a tener discusiones con gente que dice que no podemos considerarle hispano. Pues ya me dirás tú qué era entonces. Si nació aquí. O sea, ¿por qué no puedo estar orgulloso de nuestro pasado? ¿Qué problema hay en eso? ¿Quién quiere que no estemos orgullosos de ser españoles? Al final, con nuestras luces y sombras, como todos, hemos influido una barbaridad en el curso de la humanidad. Dimos la vuelta al mundo, descubrimos América, llevamos la civilización romana alrededor del orbe… Es entendible que en algunos momentos concretos de la historia, con las rivalidades nacionales a flor de piel, algunos extranjeros quisiesen sembrar la duda del verdadero valor de las aportaciones españolas. Lo que es increíble es que los propios españoles lo hagan también. Y cuando hay españoles que lo hacen siempre es porque tienen una agenda detrás encaminada a destruir nuestro sistema. Luego, si de camino se cae España, no les importa en absoluto.
P: Ese es un tema recurrente. Pero yo me pregunto hasta qué punto esos recelos de los propios españoles por reivindicar su historia tienen que ver antes con el miedo al nacionalismo y, más concretamente, a la utilización de la historia que hizo el franquismo durante la dictadura.
R: Pues bastante. Claro que tiene que ver. Pero la tendencia de los españoles a hablar mal de España es más antigua que Franco. Es casi una seña de identidad. Ahí está la famosa estrofa de Bartrina: "Oyendo hablar un hombre, fácil es / saber dónde vio la luz del sol / Si alaba Inglaterra, será inglés / Si reniega de Prusia, es un francés / y si habla mal de España... es español". Yo trabajé durante mucho tiempo en una multinacional francesa y tenía un compañero que me decía que él identificaba a los españoles porque eran los que peor hablaban de su país. Eso sí, si alguien se acercaba y criticaba a España también, eran los primeros en levantarse y encararse con él. Es todo un poco así. Aunque eso no quita que exista el miedo al nacionalismo, claro. El nacionalismo franquista hizo mucho daño. Porque ninguna ideología puede apropiarse de lo que es de todos. Hasta ahora todavía sobreviven ciertas relaciones mentales entre lo español y lo franquista. De hecho, para mí, no fue hasta la Eurocopa de 2008, con el gol de Torres, que pude ver a todo el mundo sacando la bandera sin ningún pudor ni vergüenza por la calle. Antes de eso parecía que decirse español era reconocerse filofranquista, o algo así. Pero lo curioso es que ese daño afecta también a la inversa, porque la gente parece haber olvidado que los republicanos eran también españoles. Y se consideraban muy españoles, además. Sólo hay que leer la literatura del exilio, plagada de cantos a España y de llantos por la patria perdida. Azaña mismo les dijo a los separatistas aquello de que toleraba que no les importase la República, pero no que no les importase España, porque el sentido de la patria no es un mito, etcétera, etcétera. Y los exiliados, después de la guerra, lo que hacían en sus países de acogida era fundar el Colegio Español, o asociaciones españolas. No tenían problemas de ningún tipo con eso. Por otro lado, la tan recuperada bandera republicana, más allá de que fue efectiva durante un periodo cortísimo de tiempo, ni siquiera estaba bien traída. El propio general Vicente Rojo reconoció que no debería instaurarse, pues el morado, supuestamente traído del pendón de Castilla, no era morado, en realidad. El pendón de Castilla era rojo, sólo que se había desteñido con el tiempo. Así es todo. La izquierda antifranquista juntó todo en el mismo lado: España, la bandera, el escudo, Franco… ¿No hay por ahí un vídeo de Pablo Iglesias diciendo que no se siente cómodo diciendo la palabra España porque ese es un concepto en el que gana la derecha? Pues eso. De lo que no se da cuenta cuando dice cosas como esas es de que los que reivindican la bandera republicana también están reivindicando España. Lo que pasa es que hay mucha ignorancia. Porque la bandera republicana sólo representa a un bando. Pero la bandera que tenemos ahora no es exclusivamente de un bando. Es muy anterior a la Guerra Civil y al franquismo. Todos conocemos su historia, que se inició en 1785. Creo que Franco no vivía entonces. Y el escudo actual, aunque es bastante parecido al que hemos tenido siempre, se estableció en 1981, cuando Franco ya estaba bastante muerto. Ahora no. Ahora parece que Franco está vivo otra vez. Pero en los ochenta estaba muerto, estoy seguro. No sé. Para mí es evidente que tenemos un grave problema cultural y educativo. Y de patriotismo también. Pero, precisamente por eso, por donde hay que empezar a construir es por el patrimonio y por la historia. Si la gente no conoce su historia es muy fácil engañarla.
P: Eso me recuerda a la cita que rescatas de Pérez-Reverte. Aquello de que una persona rellena el paisaje que tiene delante con las lecturas que atesora. Y que por eso es posible que los ignorantes contemplen unas ruinas romanas y sólo vean piedras.
R: Por supuesto. De eso va el asunto. Pasa con todo. Fíjate, ahora en el sistema educativo nuevo, que cambian cada quince días, yo ya no sé qué porras se va a estudiar. Pero lo que sí que está pasando es que se están estudiando 17 historias distintas de España. Eso no es historia de España, por supuesto, porque a cada Autonomía le interesa su propio relato. En Canarias han llegado a decir que por qué tienen que estudiar los ríos de Europa en Geografía. Bueno, pues por la misma razón por la que tiene sentido estudiar historia de la Literatura Universal, chico. ¿O qué quieres, ser borrico? Quiero decir que si lo único que estamos haciendo es criar ignorantes, la gente que después no conocerá la Historia ni la filosofía será mucho más fácil de manipular. Eso es lo que quieren los políticos. No nos quieren más listos.
P: Otra cuestión. ¿Qué diferencia exactamente a ese regionalismo que mencionas del nacionalismo español al que dice contraponerse?
R: Completamente nada, claro. Es lo mismo. Es reivindicar el ser distintos. Lo que hemos hablado antes. Todo lo que promueva la diferencia es lo único que les interesa a las 17 autonomías. ¿Por qué, de repente, hace un par de años se empezó a hablar de que León se separara de Castilla? ¿O por qué de pronto se ha recuperado el bable en Asturias? El bable no lo hablaban ni las vaques. Pero de pronto hay una Real Academia de eso. Dinero a espuertas. Recursos sin limitaciones. Para todo lo que sea ser distintos hay dinero. Y uno de los problemas es precisamente que la educación y la arqueología depende de las Comunidades Autónomas. No depende del Gobierno central. Por eso no hay un relato común. Hay 17 relatos. Y así pasa lo que pasa, que cuando se descubre algo que puede afianzar la idea de unidad en España no hay recursos. Sólo los hay para cosas que demuestren, yo qué sé, que la gaita es murciana. Pero para demostrar que la gaita vertebra el país no hay dinero. Yo lo que no sé es para qué tenemos un Ministerio de Cultura, directamente.