Se define Emilio Lara (Jaén, 1968) como un escritor "que practica un clasicismo renovado". Doctor en Antropología, licenciado en Humanidades, profesor de Geografía e Historia, Premio Edhasa de Narrativa por Tiempos de esperanza y galardonado con la Bandera de Andalucía de las Ciencias Sociales y las Letras, este artesano de historias bebe de, entre otros, Cervantes, Cunqueiro o Delibes, pero siempre escribe pensando en el lector contemporáneo. No en vano, declara a LD: "La novela histórica definitiva es un viaje al pasado con un billete de vuelta al presente".
Lara acaba de publicar Centinela de los sueños (Edhasa, 2021), una obra que arranca el 2 de septiembre de 1939, en Londres. El detonante que motiva su ficción es real: el Gobierno inglés se olió que la guerra con Alemania estaba al caer y, para evitar que las mascotas padecieran el terror nazi, promovió una matanza de perros y gatos por parte de sus propios dueños. En ese escenario, un ingeniero llamado Scott lleva a Duncan, el perro de su hijo Jimmy, al veterinario para que le brinde el dulce sueño eterno. A grandes rasgos –quiero evitar los spoilers–, el chaval se entera de la cosa, salva al can, una periodista se interesa por la historia y, a partir de ahí, la trama crece exponencialmente, atrapando al lector en un torbellino de situaciones límite, emociones fuertes libres de sentimentalismos y personajes admirables –y detestables, claro–.
LD entrevista a este gran escritor, experto en contar las historias de personas normales en situaciones extraordinarias, un par de días antes del lanzamiento de Centinela de los sueños.
P: Señor Lara, ¿cuándo supo de la existencia de un señor llamado John Ford?
R: De niño veía las películas junto a mi padre. Cuando era niño, Jesús, echaban muy pocas películas en el único canal que había: TVE, que tenía el UHF y el VHF. Entonces, echaban una película semanal buena los sábados por la noche en un espacio llamado Sábado Cine. Supongo que ahí vería las primeras películas de John Ford, por supuesto, sin saber quién era el director. Luego, ya en el instituto, cuando tuve consciencia de lo que era el director, de que una película era algo más que los actores, me empieza a fascinar el cine clásico. El cine del Hollywood clásico, la Edad de Oro. Ahí empieza a impactarme, ya para siempre, el cine de John Ford. Me quedé prendado para toda mi vida.
P: ¿Se considera un autor fordiano?
R: Me considero un autor que practica un clasicismo renovado. Hasta mediados del siglo XX, yo creo que la literatura tira del cine; a partir de la segunda mitad del siglo XX, es el cine el que tira de la literatura. Los escritores somos una mezcla de literatos y espectadores. Cuando escribimos una novela, ¿cuál es nuestro material literario? Lo que hemos vivido, nuestros recuerdos. Pero también los recuerdos inventados. Los escritores somos ladrones de guante blanco: nos apropiamos de las vidas de los demás, de las memorias ajenas. Entonces, además de la propia memoria de lo que hemos leído, de lo que hemos visto en el cine y de lo que nosotros imaginamos, todo eso, pasado por el tamiz de la creatividad, es lo que define nuestro material narrativo. A partir de ahí, se va asentando nuestro territorio literario. A mí, la literatura clásica y el cine clásico son los que más me conmueven. Por tanto, me gusta practicar una literatura que sea un clasicismo renovado, reseteado. Por ejemplo, en el cine actual, me fascina Clint Eastwood como director. Hace un cine muy clásico, pero contado de una forma nueva y para la mentalidad de los espectadores de hoy día.
P: El guiño al cineasta estadounidense es explícito en uno de los personajes: su Maureen Fitzsimmons, periodista del Daily Mirror, comparte nombre y caracteres con la actriz predilecta de Ford, Maureen O’Hara.
R: ¡Y la mía! En mi despacho del instituto donde doy clase, tengo diferentes carteles y tengo dos afiches de El hombre tranquilo, de John Ford, donde está Maureen O’Hara con John Wayne y la famosa escena del beso que se dan. Es un estereotipo de mujer que me gusta. Es mi actriz favorita: es guapísima, muy atractiva, tiene un carácter muy fuerte. Es una mujer indómita, muy femenina. En la novela, yo quería rendirle un homenaje y utilizarla con su nombre real, Maureen Fitzsimmons. Es una de las licencias literarias más gustosas que me he pegado en mi vida.
P: Su Fitzsimmons también se inspira en la periodista Clare Hollingworth.
R: Era una de las grandes periodistas del siglo XX. Esta mujer es la que, realmente, escribe el primer reportaje sobre la guerra que se avecinaba. Estaba cubriendo, profesionalmente, una etapa en Polonia. Entonces, en la frontera de Polonia con Alemania, días antes de que empiece la guerra, que se desencadenó el 1 de septiembre de 1939, ella se da cuenta de que había unas aglomeraciones de divisiones blindadas alemanas. Ella ve a los alemanes, los fotografía, escribe un reportaje, jugándose la vida, eh, lo manda a su periódico en Inglaterra y ese reportaje fue publicado… pero no con su nombre, porque era mujer. Ella será una importante periodista a lo largo de la II Guerra Mundial, una mujer que va a tener el virus del periodismo de por vida. Será corresponsal hasta muy mayor. Cubrirá otros conflictos bélicos a lo largo de su dilatada vida y murió hace relativamente pocos años. Y escribía muy bien. Entonces, me baso en Hollingworth y luego también utilizo reportajes de otras corresponsales de guerra muy famosas que estuvieron en España trabajando durante la Guerra Civil Española, y luego también en Londres durante los bombardeos. Porque la novela mía es, esencialmente, una novela de mujeres. La protagonista es una mujer.
P: La Centinela de los sueños es una mujer. Yo imaginaba que iba a ser Jimmy…
R: ¡Que también! Es un título ambiguo…
P: A ver, no quiero hacer spoiler, pero hay un momento en el que, en fin…
R: (Risas) Sí. Lo que pasa es que luego lo podemos ampliar a otros protagonistas. Esencialmente, hace referencia a una de las cualidades que va a tener Maureen.
P: Vayamos a otro de sus personajes: ¿es una casualidad que el tipo más asqueroso y odioso del libro se apellide Corbyn?
R: No, no. Todos los nombres son deliberados en mi novela. Le puse el nombre del anterior líder laborista, que era un tipo populista, con una mediocridad intelectual rampante, y fue fagocitado por las urnas. Cogí el nombre porque el laborismo británico y el conservadurismo inglés han tenido grandes personajes a lo largo de la Historia, y este tipo, Corbyn, fue uno de los más deleznables desde el punto de vista político. Eso sí, los ingleses tienen una cosa muy buena: cuando un político fracasa en las elecciones, normalmente, se va a su casa y adiós muy buenas. Esa sana costumbre no se da tanto en España.
P: El detonante de la novela es muy curioso: como los ingleses intuyen la guerra con Alemania, el Gobierno aconseja, digamos, liquidar piadosamente a los perros y a los gatos.
R: Ese hecho histórico es conocido como la Matanza de las Mascotas y, efectivamente, nada más estallar la guerra, alrededor de un millón de perros y gatos fueron sacrificados por sus dueños en Inglaterra, sobre todo, en Londres. El británico es un pueblo que ama a los animales. Entonces, ellos pensaban: "Si los alemanes invaden Inglaterra o la bombardean, ¿qué va a pasar con nuestras mascotas?". Si ellos eran heridos o morían en un bombardeo, o eran apresados, ¿quién cuidaría de sus mascotas, quién las alimentaría? Fíjate, ahí empiezan los eufemismos: se recomendó "regalarles el sueño". Entonces, o bien los ingleses mataban a sus mascotas con una pistolita de plástico de pequeño calibre que vendía a bajo precio, por correspondencia, el Gobierno, o bien hacían larguísimas colas ante las clínicas veterinarias para sacrificar a sus perros. Se agotó en Londres el cloroformo y luego empezaron a ponerles la inyección letal a lo vivo. Incluso empezaron a funcionar, día y noche, hornos crematorios para matar a las mascotas. Fue un tabú colectivo. Ellos corrieron un tupido velo para que no se hablara de eso, ni siquiera lo consignaban en sus memorias, en sus diarios. Los ingleses empezaron a hablar de eso a los 25-30 años de que ocurriera. Cuando tengo conocimiento de esa historia, a través de un reportaje que leo en un suplemento dominical, arranqué la hoja de papel y la guardé. Me enamoró esa historia. Vi que había una novela y que esa novela tenía que escribirla yo porque formaba parte del territorio literario en el que yo me desenvuelvo para mi narrativa.
P: ¿Pudo haber pasado algo similar con algunos niños? Se refiere a madres "transformadas en madrastras de cuento" que hicieron acopio de "matarratas, cianuro o arsénico" por si se producía la invasión nazi. Escribe que "sus despensas olían a almendras amargas".
R: Eso viene por Agatha Christie. Yo soy lector de sus novelas desde adolescente. A mi padre le gustaba mucho la literatura de detectives y, fundamentalmente, Agatha Christie. El olor a almendras amargas es el olor a cianuro. En 1939, miles y miles de niños fueron evacuados de Londres y de las grandes ciudades para ser instalados en el campo con familias de acogida durante varios meses. Se presumía que los bombardeos iban a ser inminentes. Cuando fue el Blitz, en el verano de 1940, se volvió a repetir esa salida de miles y miles de niños al campo. Entonces, yo quería darle un tono de cuento. En los cuentos hay malvadas, hay brujas. Piensa, por ejemplo, en la madrastra de Blancanieves. Realmente, hay diarios que recogen que madres inglesas tuvieron la tentación de que, si los alemanes invadían Inglaterra, ellas no iban a permitir que sus hijos se afiliaran a las Juventudes Hitlerianas y que desfilaran al paso de la oca. Antes de eso, preferían envenenarlos. Cuando leí en libros de Historia esos registros, me pareció algo tan absolutamente atroz, lo que podía pasar por la mente de una madre reconvertida en madrastra canónica de cuento de hadas, que quise incorporarlo a la novela como un fenómeno de alucinación colectiva que fue rápido, efímero, pero que trastocó la mentalidad de los ingleses en los primeros compases de la guerra.
P: Centinela de los sueños está plagada de homenajes a figuras históricas que usted admira. Si yo le digo, Churchill, usted me dice…
R: Para mí, es el gran político del siglo XX. Junto a Charles de Gaulle. Para mí, son los grandes estadistas del siglo XX. Sin duda.
P: ¿Por qué?
R: Fue Churchill, personalmente, el que se empeñó en mantener, a toda costa, la lucha contra la Alemania nazi. Cuando toda Europa había caído bajo el poder de Alemania o el resto de países eran aliados de Alemania, la única democracia que permanece en pie es Inglaterra. Fue el empeño de Churchill, sus alocuciones al pueblo británico, el empeño de mantener unido al gobierno de concentración nacional, sus continuos comunicados con los EEUU para que ayudaran, desde el punto de vista comercial y económico, a Gran Bretaña… Fueron pocos los discursos retransmitidos por la BBC, pero fueron de una emotividad, apelando a una conciencia colectiva… No ha habido en el siglo XX otros discursos con tanta altura política. Me parece un personaje espectacular. Y Charles de Gaulle, porque cuando Francia cae, él, junto a otros franceses, se exilia. Entonces, él, en Londres, mantiene viva la llama de la resistencia frente al nazismo. Él se consideraba la encarnación de Francia y aglutinó, a partir de 1944, cuando se libera Francia y él regresa a su país, a prácticamente todos los franceses en torno a la idea de una reconstrucción nacional. Fue un gran político cuando le tocó presidir la República, en momentos muy complicados, e impulsó al país desde el punto de vista social, económico y cultural en unos años fundamentales. Además, los dos eran grandísimos literatos: Churchill obtuvo el Nobel de Literatura, y las memorias de De Gaulle son una auténtica maravilla. Tenían una cultura extraordinaria, un conocimiento profundo de la Historia, y apelaban al pasado para buscar nuevas vías en el presente. Para ellos, la Historia no era mera arqueología de la memoria.
P: ¿Y si le digo duque de Alba? En el libro no aparece mucho, pero su intervención es clave.
R: Tiene una aparición clave. El duque de Alba fue un hombre inteligentísimo, muy culto y fue clave durante su etapa como embajador al inicio de la II Guerra Mundial. Era un hombre aliadófilo, un monárquico convencido. Será apartado por Franco porque él, luego, será un firme partidario de don Juan de Borbón. Entonces, Franco lo cesa como embajador de España en Londres. Pero durante su etapa como embajador, hizo una labor de puente esencial política entre Gran Bretaña y España. Ayudó a convencer a Inglaterra de que España no iba a entrar en guerra a favor de Alemania. También pasaba al Gobierno español información de Inglaterra en el sentido de que viera que en Inglaterra había una firme decisión de combatir al nazismo y que era conveniente para España seguir optando por la neutralidad. Era un hombre muy culto, con una fina inteligencia. En la novela, me lo imagino como un personaje de El Greco, como alguien fascinante. Efectivamente, aparece en un capítulo, pero en un capítulo clave para la vida periodística de la protagonista, Maureen.
P: Y, pasando de la Historia a su ficción, si le digo Nono Chilanco…
R: Es un personaje de Jaén que se llama Antonio Aceituno.
P: Con eso dice todo.
R: (Risas) Representa al buscavidas español, andaluz, de Jaén. A personas que emigraban de su tierra, que aprendían idiomas, que eran capaces de desempeñar todo tipo de trabajos, que tenían una disposición para cualquier oficio muy buena. Eran supervivientes. Supervivientes de la guerra, supervivientes de la vida. Nono Chilanco es un personaje secundario, pero lo escribí con mucho cariño.
P: ¿Con cuál de sus personajes se identifica más?
R: Con Maureen. Retraté un tipo de mujer que me gusta mucho. Fíjate: es una novela de mujeres, la protagonista es una mujer de la época, pero yo no hago presentismo. No traslado al pasado los esquemas mentales del presente. Eso no se puede hacer. Lo que hago es rescatar a mujeres, la inmensa mayoría, anónimas, que contribuyeron en Inglaterra o en otros países a ganar la guerra o a tirar para adelante en su vida. Maureen es una mujer con un pasado triste, que se hace a sí misma, que no tiene suerte en la vida ni en el amor. Ella se sabe muy válida y reclama oportunidades en el trabajo, pero sin pisar a nadie. Tiene un código deontológico y ético muy grande. Ella no es una trepa. Es una mujer guapísima, simpática, carismática, pero no utiliza sus armas de mujer para escalar profesionalmente. Es femenina, dulce, tiene una gran necesidad de que la quieran, es capaz de dar amor y, por una serie de circunstancias, va a vivir una historia de amor muy intensa con uno de los protagonistas.
P: Todavía no hemos mencionado que, ante todo, Centinela de los sueños es una historia de amor.
R: Una historia de amor desde varios puntos de vista. O sea, es una historia de amor en tiempos de guerra, una historia de amor entre un hombre y una mujer, una historia de amor de segundas oportunidades, porque ambos tienen unas vidas anteriores tristes y cada uno ha tenido sus propios fracasos… También es una historia de amistad. Y una historia de amor de un padre hacia su hijo y de un hijo hacia su padre. Es una historia de amor de los dueños hacia los perros. Los perros representan la lealtad, la inteligencia, la convivencia. Yo quería representar estas formas diferentes de amor e ir abrochando cómo se resolvían estas diferentes tramas.
P: También es una novela muy humana. Y muy humanista.
R: Me gustan las historias que terminan bien. Como en el cine clásico y en las novelas clásicas. Muchas veces, no todas las cosas terminan bien en una novela o en una película. La cara B de la vida es la muerte, ¿verdad? Entonces, una de mis obsesiones literarias es el paso del tiempo, cómo las personas intentamos dejar huella en la vida, en los demás. Cómo nos afecta la muerte, con qué diferente intensidad se vive la vida… Me gusta concebir mis novelas como una ruleta rusa de emociones, en las que hay pasiones buenas y malas. Hay amor, lealtad y sacrificio, pero también ira, envidia, resentimiento… Las pasiones negras existen, forman parte de la Humanidad. Y luego, la carga humanista: en esta novela, me he dado el gustazo de hablar mucho de cine los años 30 y 40, de música clásica, de jazz, de los ritmos de los cantantes que estaban en boga entonces…
P: Incluidas las "Churumbelerías".
R: Efectivamente, saco los pasodobles del maestro Cebrián, que fue director de la banda municipal de Jaén y ha sido uno de los autores de pasodobles más famosos de España. Fíjate: los dos autores más famosos de pasodobles son jienenses. Uno es el maestro Cebrián, y el otro es el maestro Álvarez, que es quien compone "Suspiros de España", que era de Martos y estrena "Suspiros de España" en Cartagena…
P: De donde es su mujer y donde usted se casó.
R: Te cuento una cosa, Jesús: yo soy muy patoso bailando. Para el baile de boda, mi mujer me dijo: "Como tú eres muy inútil bailando, y como bailes un vals, me vas a pisar y eso, ¿por qué no llamamos a un grupo musical?". Y me dijo María José: "Mira, la forma que vamos a tener de hermanar a los jienenses con los cartageneros es bailando un pasodoble, que es muy sencillo. Lo único que tienes que hacer es dar vueltas lentamente y dejarte llevar". Entonces, se interpretó en mi boda "Suspiros de España".
P: Veinte mil leguas de viaje submarino y La isla del tesoro son los libros favoritos de su niño Jimmy… ¿porque eran los libros favoritos del niño Emilio Lara?
R: Sí. Jimmy es un adolescente, es el dueño de Duncan, el heroico fox-terrier. Mis primeras lecturas son tebeos. Mi padre era un lector empedernido, en mi casa había miles de libros, y me familiaricé con los libros desde que nací. En mis primeros recuerdos de infancia aparece mi padre leyendo, fumando, bajo la luz de una lámpara de pie. Empecé a leer a Julio Verne con ocho o nueve años y quedé fascinado. De hecho, cuando yo estaba en quinto de EGB, me presenté a un concurso del colegio, que gané, con un cuento que se llamaba "Viaje a Júpiter". Lo conservo en original, escrito a lápiz, y era un homenaje descarado a Julio Verne. Fíjate: odiaba a Salgari y me fascinaba Julio Verne. Ya desde pequeñito era muy de blanco o negro: unos autores me gustaban y otros los rechazaba. Fui un lector precoz de la novela de aventuras y quería rendir homenaje a Stevenson y a Julio Verne y utilicé el subterfugio de Jimmy.
P: Para finalizar: en una conversación entre Scott y Maureen, el primero le dice a la segunda: "Toda buena novela de tema histórico habla del presente a través del pasado". ¿De qué presente habla Emilio Lara en Centinela de los sueños?
R: Hablo de un presente en el cual las personas, aunque pensemos de forma diferente, aunque tengamos ideologías contrarias, por encima de esas ideologías está el factor humano. Dos corazones son capaces de latir al unísono aunque los cerebros piensen de forma distinta. También hablo de un presente en el que frente a cualquier adversidad, por dura que nos parezca, siempre ha habido acontecimientos del pasado mucho más difíciles, y ha habido generaciones precedentes que han sabido superar esos momentos tan duros con un esfuerzo individual y con un esfuerzo colectivo. Y siempre, al final, dejando una puerta abierta a la esperanza. Es el tipo de literatura que me gusta. Sí, toda buena novela histórica habla del presente a través del pasado. Y otra cosa: para mí, la novela histórica definitiva es un viaje al pasado con un billete de vuelta al presente.
P: Yo creía que me iba a hablar de Meghan y Harry. Por eso de Eduardo VIII y Wallis Simpson…
R: Una de las tramas de la novela es la de los duques de Windsor. La novela se desarrolla en Londres y en Madrid. Los capítulos madrileños se deben a que Maureen es enviada por su periódico a entrevistar a los duques de Windsor, para ver qué pensaban. Era un momento en el que Alemania había tanteado al duque de Windsor: había la posibilidad de que si él hacía una labor de arbitraje con el Gobierno británico y los ingleses pedían el armisticio, Alemania lo repusiese en el trono. Sobre todo, si los alemanes invadían Inglaterra y la conquistaban. Él se dejó querer, era germanófilo y pronazi. La novela quedó lista antes del verano pasado, de 2020. Yo no podía sospechar, como comprenderás, que iba a saltar el culebrón del príncipe Harry y Meghan. ¡Fíjate la que han liado en el programa de Oprah! Una pareja ha puesto en jaque o ha pretendido poner en jaque a la Corona británica. Muchas veces, la Historia se repite bajo diferentes carcasas.