A principios de marzo del año pasado, justo antes de empezar el confinamiento por el covid, un grupo de amigos de excursión por el norte de Francia visitaron el cementerio donde está enterrado Rimbaud junto a su familia en Charleville-Mezières. Les espantó ver a Rimbaud rodeado de los suyos, de los que huyó durante toda su vida y que no respetaron el sentido de su obra una vez muerto. Pensaron que lo mejor era sacarlo de allí. Más de cinco mil personas firmaron la petición presentada el 9 de septiembre, publicada en Le Point, para trasladar a Rimbaud y también a Verlaine al Panteón. La ministra de cultura, Roselyne Bachelot apoyó con entusiasmo la iniciativa, suscrita igualmente por diez ex ministros de cultura. Entre los firmantes, filósofos como Edgar Morin o Michel Onfray, los escritores, Angelo Rinaldi, Annie Ernaux.
Pero algunos estudiosos de Rimbaud manifestaron su desacuerdo: "Señor, presidente, usted que presta atención a los símbolos, no cometa ese error, o peor, esa metedura de pata", expusieron los firmantes de una tribuna publicada el 17 de septiembre en Le Monde, firmada por Alain Borner, Adonis, Tahar Ben Jelloun o Antoine Compagnon. Una de las razones que invocan en el texto es el hecho de llevar allí no a un poeta sino a una pareja homosexual. Asociar los dos nombres es una simplificación biográfica y un error literario porque no son de la misma talla. Ven en el intento de llevarlos al Panteón una señal de la americanización que invade la cultura francesa.
El presidente, Emmanuel Macron, en una carta difundida el 17 de enero, rechazó el ingreso en el templo laico de la República Francesa, de Rimbaud y Verlaine. "No deseo ir en contra de la voluntad manifestada por la familia del difunto", escribió Macron al abogado de los descendientes del autor de Le bateau ivre y de Illuminations. Es muy posible que en su decisión hayan pesado también las razones de los que se oponen a que sean llevados al Panteón, una iglesia de estilo neoclásico que, durante la Revolución, se convierte en un templo destinado a acoger les grands hommes de la República, así figura inscrito en el frontón del monumento: Aux grands hommes la patrie reconnaissante. Mirabeau, Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Zola, Jean Moulin, Jean Jaurès, René Cassin, Pierre et Marie Curie, Malraux, Dumas... ¿Se sentirían cómodos allí, Rimbaud y Verlaine, tan poco patriotas, tan poco convencionales?
Desde que inició su mandato el presidente Macron en 2017, se han celebrado dos ceremonias de entrada en el Panteón. Un año después de su muerte, el 1 de julio de 2018 los féretros de Simone Veil y de su esposo, Jean Veil, cubiertos por la bandera francesa, salieron del Memorial de la Soha acompañados de un cortejo que se detuvo tres veces para honrar los tres grandes combates llevados a cabo por Simone Veil: el primero, en favor de las mujeres, autorizando la interrupción voluntaria del embarazo en 1974; el segundo, por Europa, fue la primera mujer que presidió el Parlamento Europeo, en 1979; en tercer lugar, por la memoria de la Deportación de la que fue una superviviente. A la llegada a la plaza del Panteón, un coro de 92 voces entonó Le Chant des Marais. En su discurso, el presidente de Francia puso de relieve que había sido la voluntad de todos los franceses la que había llevado allí a Simone Veil. La ceremonia se cerró con la entrada de su ataúd y el de su esposo en el monumental portal del Panteón.
El 11 de noviembre de 2020, Maurice Genevoix, el escritor de los horrores de la Primera Guerra Mundial, La Grande Guerre, entra en el Panteón. Un homenaje al escritor y a Ceux du 14/Los del 14. Todos los que murieron o sufrieron esa guerra, Maurice Genevoix descansa ahora con sus hermanos y hermanas de armas.
Verlaine y Rimbaud, dos poetas que me han acompañado a lo largo de mi vida. Mi primer acercamiento a la literatura francesa tuvo lugar a los 15 años, cuando estudiaba 5º de bachillerato. Entonces se producía la paradoja que con unos conocimientos muy rudimentarios de la lengua francesa teníamos una asignatura de Historia de la Literatura Francesa. Memorizábamos poemas sencillos, un poco al gusto de cada uno. Mi preferido entonces fue Verlaine: Il pleure dans mon coeur/ Comme il pleut sur la ville. Llora mi corazón/Como llueve en la ciudad. En cuanto a Rimbaud, uno de sus poemas. que descubrí mucho más tarde, en la voz de Serge Regianni, sería ahora mi preferido si tuviera que elegir uno de toda la poesía francesa: Le dormeur du val/El durmiente del valle. Mi última assistante de francés que me acompañó el año de mi jubilación, el día que leímos en la clase ese poema de Rimbaud, me dijo: "Hoy los niños de Francia estudian Le dormeur du val en todos los colegios".
Rimbaud y Verlaine no irán al Panteón, ni se le rendirán los honores que sin duda sus obras merecen. Pero creo que no les desagradaría saber que todos los niños en Francia recitan sus poemas y que en lugar lejano a sus tumbas, en el extremo finisterrae europeo, sus versos suenan en el panteón de un corazón que les recuerda: a uno cuando llueve, al otro, cuando un soldado joven muere.