Hace algo más de un año se publicó en Francia el libro testimonio Le consentement (publicado meses más tarde en España con el título de El consentimiento), de la editora/escritora Vanessa Springora, que narra la historia de pedofilia que vivió con el conocido escritor Gabriel Matzneff cuando ella tenía 14 años. En la época en la que ocurrieron los hechos, todos fueron puestos al corriente, incluida la madre de Springora, que era a su vez editora del pedófilo que abusaba de su hija y quien decidió que lo mejor era actuar discretamente, aunque advirtió a la hija de a qué se exponía. Lo cierto es que todos callaron. Todos menos la adolescente, que, como apunta el libro, por razones que la pasión domina, dio el consentimiento para que se efectuaran esos abusos. Que al final no se entiende bien si fueron verdaderamente consentidos, dado que décadas más tarde los considera abusivos la abusada, que escribe el libro como forma de constatación.
El hecho es que entonces, y hasta el día en que salió el libro, muy pocos ignoraban los gustos por los niños y las niñas de un autor tan contemplado por la izquierda parisina, quien inclusive aireaba sus conquistas en los programas televisivos más célebres.
Al publicarse El consentimiento, pareció que ningún otro libro existía. La prensa de manera impúdica posó los ojos exclusivamente en esa historia, desatendiendo el trabajo de otros autores. No voy a autonombrarme juez o parte, los involucrados y la ley deberán dirimir y enjuiciar, pero lo que sí resulta insultante es que cada cierto tiempo esta gente del Tout Paris de la gauche caviar eche mano de sus batiburrillos colchoneros para imponer sus venganzas como obras literarias.
Hace poco salió otro libro con más o menos el mismo tema. En este caso es la hija de Bernard Kourchner, figura prominente de la izquierda, exministro de la Salud, casado con la célebre periodista Christine Ockrent, quien denuncia mediante balbuceos literarios a su padrastro, también por abusos sexuales contra su hermano gemelo, durante la adolescencia.
Camille Kouchner es abogada, construye su libro –titulado La familia grande– en torno a lo que ella llama incesto por parte del marido de su madre, su padrastro, como ya dije otro famoso de la izquierda divine, el politólogo Olivier Duhamel; no había plató de televisión que no contara con este señor para conversar y para que dictaminara sobre lo humano y lo divino. Una vez más, no se escribe ni se comenta sino de este libro, como si ningún otro existiera. El programa literario más importante de la televisión francesa, La Grande Librairie, le dedicó una emisión entera a Camille Kouchner, a ella sola, sin ningún otro invitado. Ni que fuera Marcel Proust resucitado.
Pero a lo que voy: la publicación al parecer ha suscitado espasmos trascendentales en la conciencia política francesa. A tal punto que el presidente Emmanuel Macron, casado con su exmaestra, que lo sedujo cuando él contaba 14 años, se zumbó un discurso, muy en ese grotesco estilo suyo entre napoleónico y mitterrandiano, en el que condenó el incesto, asegurando, con esos acentos histriónicos de actor frustrado, que Francia jamás dejaría solas a sus víctimas. Hora era.
Al mismo tiempo, en un periquete proyectó una ley para que la edad de consentimiento sexual baje de los 15 años a los 13; aprobando de tal modo la pedofilia y abandonando así a las víctimas que, al igual que él, fueron seducidas por adultos que les llevaban unos treinta años.
Pareciéndole poco, Macron invierte esfuerzos en crear un centro o algo parecido antiincesto, y su esposa, la señora pedófila que lo sedujera en el pasado, la primera dama de Francia, se manifiesta sobre una reforma judicial contra el incesto; aunque, por supuesto, de la pedofilia ni se habla. La pedofilia, por el contrario, mediante esa otra ley, será entonces en cierta manera aprobada.
Yo me pregunto: ¿cuándo la prensa hará lo que debe hacer con los padres de Macron, a los que al parecer han silenciado? ¿Cuándo los entrevistarán al respecto? Por lo visto, los han silenciado tal como silenciaron al exmarido de Brigitte Macron, que desafortunadamente falleció sin que a nadie se le ocurriera interpelarlo acerca del tema. Mucha violación e inventos de la vida privada de la familia de Donald Trump, incluido Barron, su hijo menor, pero frente a los Macron mucha pinza delicada y oprobiosos silencios.