La Biblia en verso, 1: intentos y autores
En España desde luego hay más de una Biblia en verso, si bien la más mencionada, que no leída, es la muy famosa de José María Carulla.
Muchos hemos escuchado o leído alguna vez, incluso lo hemos exclamado con poderosa interjección: "¡La Biblia en verso!". Según el Diccionario de María Moliner, ser algo la “biblia en verso o en pasta” es ser algo muy extenso o complejo y, añadimos nosotros, algo difícil, pesado e inabarcable lo que convierte su elaboración o creación, estudio, análisis, contabilidad o atención en un esfuerzo baldío e inútil.
El Diccionario de la RAE, edición del Tricentenario, lo expresó así: “■ la ~ , o la ~ en pasta, o la ~ en verso. exprs. coloqs. Esp. U. como remate exagerado de una enumeración. En su cajón había botones, cartas, frascos...: la biblia en pasta".
Podría haber triunfado otra acepción, la de ser una obra de titanes, no al alcance de cualquiera por el tiempo necesario, la dedicación exigida y, de ser meritorio el resultado, por ser una importante contribución literaria a las traducciones bíblicas, en este caso, de la prosa al verso. Pero no. La que triunfó en España bien entrado ya siglo XIX fue su significación peyorativa, la que con su uso quiere cortar una relación interminable de cosas y/o palabras.
De hecho, en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes de Montaner y Simón editores de 1888 no aparecen consideradas tales expresiones, ni la una ni la otra, aunque sí se toma nota del esfuerzo de algún escritor como el titán tradicionalista y católico, José María Carulla por lograr la versificación total de las Sagradas Escrituras. A él se le debe no poco de la significación actual de la expresión y la única Biblia en verso completa en lengua española. A él dedicaremos la segunda parte de este artículo.
Que la expresión “La Biblia en verso” es muy utilizada es fácil de demostrar porque aparece en muchos autores en su formulación general sin referencia alguna a autores. Para empezar por un maestro, Andrés Amorós en su Introducción a Rayuela de Julio Cortázar se refiere a dicha novela como una “Biblia en prosa”, el libro que quiere ser muchos libros. Pero no deja de aludir a la expresión “¡La Biblia en verso!”, a la que hace castiza.
Pérez Reverte, en una de sus “patentes de corso” decía que los españoles “somos la Biblia en verso, a cámara lenta y con música de anuncio de Ron Bacardi”. Pío Baroja en su Aurora Roja corta una enumeración con esta expresión. Lo hace así:
“-¡Psch!..., la mar de porquerías... lápidas de mármol, verjas, cadenas de hierro, asas de metal, crucifijos, bustos, candelabros, letras de bronce...; la Biblia en verso.”
La expresión la emplea Jesús Cacho, en El negocio de la libertad. También Miguel Delibes en varias obras, sobre todo en Diario de un emigrante. Gregorio Doval, en Del trecho al dicho, la considera aplicable a toda obra de grandes dimensiones y estilo farragoso. Incluso Pilar Eyre, en su libro sobre Franco, la emplea para dar una idea de la lista de sus poderes. En La salamandra, Jiménez Lozano aludió a los anarquistas como posibles incineradores de la Biblia en verso.
Es más. En una traducción de Una pequeña ciudad de Alemania, de John Le Carré, aparece “la Biblia en verso”. Y en otra de El topo. Manuel Longares se atreve incluso a añadir versos a esa Biblia: “Sagrada Familia / padre, madre y niño / libraos de Herodes / que no da cariño”. Pérez Galdós, en sus Torquemadas, Francisco Rico, Fernando Sánchez Dragó en Gárgoris y Habidis.
Lo mismo sucede con "la biblia en pasta", si bien es menos frecuente y puede tener el significado añadido de autenticidad. Cuando algo es indudable o irrefutable, es “la Biblia en pasta”. Pérez Reverte repite expresión, ahora con la pasta, cuando sale de una panadería con el pan hasta la frente. Santiago Mata en su Carrillo cree en el infierno la considera propia de Extremadura. Miguel Maura en Así cayó Alfonso XIII la usa en el sentido tradicional como Galdós en sus Torquemadas y el propio José Bergamín.
Rafael García Serrano, en su V Centenario, afirmaba que una sociedad, Sociedad de Industrias Reunidas, S. A (Sirsa), estaba hasta en “la Biblia en pasta”. Pilar Urbano dice que la comunista Eva Forest, la Tupamara, no Alfonso Sastre, había escrito denunciando de todo, hasta la “Biblia en pasta”. Juan Marsé escribió que sus huérfanas de la casa de familia sabían hacer de todo, desde encajes de bolillos a la “Biblia en pasta”. En Si te dicen que caí se encuentra.
Además de los citados, Mesa y Garzón aluden a otras menciones de la expresión “la biblia en verso” en general en Julio Cortázar, Manuel Rojas, Romero Esteo y Ángel Gozalo. Seguramente habrá más si se expande la búsqueda, pero es suficiente para darnos una idea de la extensión de su uso.
¿Ha habido y hay Biblias en verso?
Es la gran pregunta. En España desde luego hay más de una, si bien la más mencionada, que no leída, es la muy famosa del citado José María Carulla, que se conserva en la Abadía del Sacromonte de Granada, que compró el manuscrito, y de la que hay copia en el Seminario Mayor de la misma capital, aunque no se sabe cómo llegó allí ni por qué no puede accederse a ella (I).
En otros países, se conocen algunos intentos de versificación totales o parciales. Anotan Mesa y Garzón que en el siglo XIII, “el flamenco Jacob Van Maerlant escribió Rijmbijbel, o Rymbybel, primera versión escrita en holandés de una Biblia rimada, de la que tuvo que responder ante el mismo Papa en persona”. Fue un gran poeta y su decisión de versificar la Biblia en lengua popular le acarreó un serio disgusto.
También aluden al Diccionario histórico, cronológico, geográfico y universal de la Santa Biblia para destacar que en el siglo XIII un dominico mallorquín, Fray Romero Sabrugeda tradujo la Biblia “en verso Catalán”, pero en coplas que se conservan en un pergamino de la Real Biblioteca del Monasterio de san Lorenzo del Escorial.
La doctora Greti Dinkova-Bruun (1963, Sofía, Bulgaria) del Centro de Estudios Medievales de la Universidad de Toronto, estudió y realizó la edición crítica de la versificación bíblica del monje agustino del s. XIII Alejandro de Ashby en su tesis doctoral.
Recientemente, como miembro ya del Instituto Pontificio de Estudios Medievales, ha estudiado el modo en que cinco poetas de la Baja Edad Media –Lorenzo de Durham, Leonio de París, Pedro Riga, Alejandro de Ashby y Pedro Epíscopo– hicieron propia y transformaron la narrativa bíblica poniéndola en verso. Los cinco presentan el proceso de componer poesía, dice, como un ejercicio intelectual y espiritual.
Y así podrían rastrearse intentos de versificación incluso hasta finales del siglo XX en una Norteamérica donde hay 40 traducciones y más de 500 versiones de la Biblia. El intento más rotundo, si bien parcial e incompleto, ha sido el de Everett Fox, profesor de Estudios Judíos en la Universidad Clark de Worcester, que en 1968 empezó a trabajar en la traducción en verso de Los cinco libros de Moisés, un libro de más de mil páginas.
Su plan era traducir otros seis libros del Antiguo Testamento con los mismos criterios: "Quiero que el lector inglés tenga a su alcance el sonido de las palabras, porque cada traducción es una representación, una opción personal sobre expresiones, términos, palabras. Todo traductor dice que ha sido fiel al texto original: yo he querido ser fiel al feeling del hebreo antiguo, a la música de sus palabras". El País la consideró una auténtica "Biblia en verso", que aspiraba a captar la estructura y los ritmos del hebreo antiguo.
En España, si nos ceñimos a los intentos de versificación con formas poéticas admitidas, se conoce un intento serio de Biblia en verso recién comenzado el siglo XVIII. Según el poeta y profesor Guillermo Carnero, de la Universidad de Alicante, que estudió a su muy probable autor, Ignacio de Luzán Claramunt, estamos ante una verdadera Biblia en verso, aunque sea de manera incompleta y selectiva.
Se trata de una traducción en verso del original de temas bíblicos en dos volúmenes, uno para cada Testamento, publicados sin año en Nuremberg. En cada página se incluye un grabado alusivo al episodio bíblico tratado que lleva debajo cuatro versos latinos seguidos de su versión alemana. El autor y editor fue el célebre grabador Christoph Weigel, especialista en la impresión de obras de arte, antigüedades y heráldica que murió en 1726.
Carnero dio a conocer hace años (1988), en la revista Anales de Literatura Española, un conjunto de 257 octavas menores asonantadas o arromanzadas inéditas de la versificación en castellano de Luzán que se encuentran en la Biblioteca Nacional. Estos son dos ejemplos:
XI -LOTH
Loth y sus hijas caminan
sin volver atrás la cara
a las perversas ciudades
que Dios con su fuego acaba.
Pero su muger, que mira,
de sal se vuelve en estatua.
¡O, si su fragilidad
con esta sal se enmendara!
CCXLIX - SAN PAULO EN EL ARÉOPAGO
Quando la resurrección
Paulo en Athenas enseña,
éste cree, aquél se para,
ríe éste, el otro se ausenta.
¿Los novísimos no quiere
oír quien lo nuevo desea?
I es que resucitar teme
el que antes el morir tiembla.
En La Vanguardia (28 de septiembre de 1966, pág. 8) según Mesa y Garzón, y en Cambio 16 después según otros, se dio a conocer que Carlos Herrero Muñoz, un maestro murciano jubilado y residente en Barcelona, escribió hacia 1966 entre diez y quince millones de versos en otro nuevo intento de poetizar la Biblia. No lo hemos comprobado porque no se publicó pero sí hemos encontrado a la venta una versificación del libro de Jeremías de un autor del mismo nombre.
Hay otro libro reciente que se llama precisamente La Biblia en verso, escrito por Salvador Arias, conocido sobre todo por su faceta de actor de doblaje, actividad en la que ha puesto su voz grave a actores como Orson Welles, John Gielgud, Ely Wallach, James Stewart, Robert Ryan, Edward G. Robinson, John Mills, Moustache, Charles Laughton, Christopher Lee, Claude Rains (el famoso comisario corrupto de la Casablanca de Bogart y Bergman) y otros muchos.
Esta obra fue reeditada por el propio Arias en 2005 reuniendo tres libros consecutivos si bien consta una primera publicación del tomo I en la editorial madrileña Ciencia y Cultura SA de 1984.
No acierta uno a explicarse cómo Arias se empeñó en la composición de un libro tan extenso e intenso siendo además uno de los últimos supervivientes de aquel grupo de intelectuales filocomunistas más que antifascistas que eran enemigos fervientes de la Iglesia católica, salvo excepciones. En el caso de Arias, desveló El País el año de su muerte (2010), tuvo amistad con Rafael Alberti, María Teresa León y Marcos Ana, reconocidos comunistas, que cruzaron la España republicana con sus “guerrillas del teatro”.
Tuvo intenciones de ser escritor pero se quedó en versificador “y de ello dejó una prueba: su libro La biblia en verso, escrita con un toque de humor”, según el diario de Prisa. Es un poco difícil de comprender cómo un libro de más de 200 páginas, rellenas de estrofas varias casi siempre en rima consonante más o menos torturada, puede tener como finalidad la broma. Pero él mismo en la solapa del libro lo expresa así:
No pretendo molestar
ni siquiera a nadie herir.
Sólo intento sin malicia
que alguien pueda sonreír…
Y señores, ¿no es de coña
que un pez se trague a Jonás
y a los tres días lo eche,
y sano y salvo además?
Pero, claro, más que la Biblia en verso es lo que le da la gana en verso porque ignora el nuevo Testamento, incluye a Alejandro Magno e incluso al PSOE en sus estrofas. Da cuenta de la culminación del templo de Jerusalén y remata: “Lo terminó un infiel, tal como suena/igual que aquí el PESOE con la Almudena".
Sí, a veces más soez que bromista, lo de Arias es una mamarrachada infinitamente más obtusa que la de José María Carulla que, sin embargo, fue desacreditado, ridiculizado y atacado de forma inmisericorde e injusta hasta su muerte.
No puede descartarse que una investigación más minuciosa dé a conocer intentos desconocidos de versificación de la Biblia, pero valga con lo dicho para hacer ver que no han sido uno ni dos y que es posible emprender tal tarea o misión sin ser un majareta, un iluminado o un payaso.
[i] Eso afirman Mesa y Garzón en su libro.
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