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Luis Herrero

Adelanto de 'Donde la tierra se acaba', la nueva novela de Luis Herrero

Ahora, el único juicio que me importa es el de los lectores. Si consigo hacerles pasar un buen rato, el esfuerzo habrá merecido la pena.

Ahora, el único juicio que me importa es el de los lectores. Si consigo hacerles pasar un buen rato, el esfuerzo habrá merecido la pena.
Portada de 'Donde la tierra se acaba', de Luis Herrero. | Amazon

Tras vender más de 100.ooo ejemplares con sus títulos editados por La Esfera de los Libros, entre los que figuran El tercer disparoLos días entre el mar y la muerte y Dejé de pronunciar tu nombreLuis Herrero regresa con Donde la tierra se acaba, una nueva novela inspirada en la trama que le cedió hace algunos años su amigo José Luis Garci y que el cineasta nunca llegó a rodar. Libertad Digital les ofrece el Epílogo en exclusiva. 

Epílogo

En agosto de 2018, mi mujer y yo fuimos a cenar una noche al refugio veraniego que José Luis Garci y Andrea Tenuta tienen en Guadalmina baja. La parte buena de Marbella, según dicen. Nunca he entendido por qué. Allí, casi todas las casas están diseñadas como si fueran fortines en medio de jardines que huelen a yerba recién segada. En la primera línea de cobertura, las murallas vegetales de setos bien recortados sustituyen a los alambres de espino y los arriates con buganvillas a los sacos terreros. Luego, las hiedras trepan por las fachadas como si fueran lonas de camuflaje para ocultarlas a la vista.

Solo faltan calaveras y tibias cruzadas en los troncos de las palmeras para ahuyentar las miradas inoportunas de los curiosos. Los propietarios quieren ver sin que les vean. Pero, ¿qué es lo que ven? Nada que no sobreabunde en los barrios residenciales de las grandes urbes: parterres encantadores, piscinas transparentes, techumbres vecinas de hormigón blanco o copas de acacias y arces japoneses diseminadas aquí y allá por paisajistas expertos. Desde ninguno de esos pulmones botánicos, idénticos a los de Majadahonda o La Florida, pongo por caso, puede verse el mar.

A Garci le gusta que sus amigos vayan a pasar unos días con él y ha dispuesto en el jardín de sus posesiones malagueñas distintos ambientes para que sus huéspedes —casi ninguno ágrafo— puedan romper a escribir sin molestarse unos a otros. En el colmo de la hospitalidad incluso ha consentido que en la habitación de invitados se instale un aparato de aire acondicionado. Teniendo en cuenta que él está firmemente convencido de que el mundo se acabará por culpa de algún germen contaminante que se propague a través de la refrigeración mecánica inventada por el hombre, el gesto solo puede interpretarse como un rasgo de amistad inequívocamente heroico.

Miriam y yo no nos quedamos a dormir en su casa porque estábamos alojados en la mansión despampanante de otros amigos que también han elegido Marbella para quitarse de en medio durante el verano. Llegamos a las nueve de la noche y, de acuerdo al protocolo obligatorio, nos tomamos el dry martini de bienvenida hecho por el propio Garci con la receta de Alfredo Landa. Al primer sorbo, mi mujer rompió una copa sin querer. La pérdida fue irreparable si tenemos en cuenta que cada pieza de la cristalería era de un color distinto. Tras la rotura, el juego quedaba irremediablemente incompleto. A pesar del disgusto, Andrea nos agasajó aquella noche con unos deliciosos macarrones con besamel.

Durante esos días yo andaba bastante taciturno. Unos meses antes, en vísperas de la campaña de la renta, dos de las jefas de La Esfera de los Libros me habían citado en el hotel Palace con fines deshonestos. Cuando le conté a Garci que llevaba tres meses leyendo libros que jamás habría leído por decisión propia y que me había esclavizado voluntariamente a un odioso proyecto literario por el único influjo del vil metal, él me miró con ojos de libertador y me ofreció una salida.

—Yo tengo guardada una historia estupenda que te serviría para escribir una buena novela. Si quieres, te la regalo.

Se trataba, según me contó acto seguido, de la idea argumental de una película que nunca llegó a rodarse porque Paul Newman, el actor que él quería que encabezara el reparto, declinó el ofrecimiento.

—Fui a verle a su casa de Los Ángeles —me dijo— y le expliqué los detalles del proyecto. Hablamos durante un buen rato pero al final me dijo con franqueza que estaba hasta arriba de trabajo y que no tenía tiempo material para rodar otra película. Como a mí no me atraía la idea de hacerla con ningún otro actor, guardé en un cajón los cincuenta folios que había redactado y ahí siguen todavía. Si te gustan, son tuyos.

A continuación entornó los ojos, como si tratara de escudriñar el recuerdo de un relato que llevaba largo tiempo traspapelado en su memoria, y comenzó a desmenuzar los detalles de la historia.

—El protagonista es un escritor americano de gran éxito, David McFarlan, que después de varios bestsellers consecutivos, en plena crisis creativa, decide cortar de raíz todos los lazos que le unen al mundo exterior, abandona Estados Unidos y se refugia en una preciosa casa al borde del mar, en un pequeño pueblo de la costa española de Finisterre. Solo su agente literario conoce su paradero.

—¿Novela negra? —le pregunté para darle un respiro—.

—Es más una historia de suspense. Está más cerca de Hitchcock que de Fritz Lang. Si quieres la historia, es tuya. Te la regalo.

Y se la acepté. En aquel momento no supe que lo había hecho, pero mi cabeza tomó en ese instante la decisión de escribir la historia de Garci. Terminé los 29 capítulos del primer borrador el 9 de mayo de 2020. Mientras releía de un tirón las 400 páginas no dejaba de preguntarme cuánto había quedado de la idea original de José Luis Garci. La idea de decepcionarle me encogía el estómago. Ahora, el único juicio que me importa es el de los lectores que hayan llegado hasta aquí. Si he conseguido hacerles pasar un buen rato, el esfuerzo habrá merecido la pena.

Luis Herrero (Castellón, 1955), licenciado en periodismo por la Universidad de Navarra, ha trabajado en prensa, radio y televisión. Fue, en 1981, el director de periódico más joven de España. Sus estancias profesionales más prolongadas transcurrieron en Antena 3 y la cadena COPE. En Antena 3 Radio fue subdirector de los servicios informativos, corresponsal político y director de El primero de la mañana. En Antena 3 Televisión dirigió y presentó los informativos de tarde y de noche. En la cadena COPE dirigió La linterna y La mañana. Fue miembro del Parlamento Europeo desde 2004 a 2009. En la actualidad dirige en EsRadio el programa informativo En casa de Herrero

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