La periodista y escritora Aurora García Mateache (Madrid, 1982), que trabajó en las secciones de reportajes e investigación del diario El Mundo y más tarde en la de política de La Razón, donde fue corresponsal en la Casa del Rey, ha publicado su segunda novela, La finca (Esfera de los libros), un thriller sobre los resortes ocultos del poder en España y que, y ojo con las coincidencias, está protagonizada por una periodista que cubre información de la Corona. Claudia conoce a una poderosa familia española, con conexiones con los poderes del Estado, que le cambiarán la vida. Se convierte en una pieza más de ese tablero de ajedrez en el que participan "poder judicial, el poder político, los medios de comunicación y hasta la Jefatura del Estado".
La corona era para mí el elefante trapecista sobre un hilo muy fino mientras el público español esperaba su caída. El gobierno era una amalgama de partidos de colección de izquierdas, republicanos y nacionalistas, con una intención cada vez más presente de acabar con la monarquía. (Pág. 27)
Tras la publicación de La Favorita, en la que narraba la historia de amor entre Alfonso XII y Elena Sanz, la autora descubre las sombras de un sistema como el nuestro y juega con el lector incorporando anécdotas reales que vivió en su propia piel cuando cubría los pasos de Juan Carlos I.
PREGUNTA. Es una ficción con mucha verdad o al menos bastante verosimilitud. ¿Se basa en tu experiencia?
RESPUESTA. Indudablemente, esta novela es el resultado de la que ha sido mi trayectoria profesional durante mucho tiempo. Estuve llevando información parlamentaria y de la Casa del Rey desde 2012. Con todas las notas que tomaba en los viajes, se fue fraguando la idea de escribir esta novela. Yo no quería poner nombres ni personajes reales, aunque hay muchas anécdotas que sí lo son. Me interesaba más crear una radiografía social de este tiempo.
P. ¿Son temas delicados?
R. De hecho me costó mucho lanzarme porque, aunque era una trama que tenía muchas ganas de escribir y no me quitaba esa espinita, me daba vértigo.
P. Pones el foco en los defectos de nuestro sistema, en ese lado oscuro que tiene el poder desde las más altas esferas, un asunto, al menos, escabroso.
R. Creía que sería interesante una novela que girase alrededor del concepto de verdad. Jugando con la idea de que la verdad realmente no existe como tal, sino que se fabrica, que es el resultado de una serie de poderes. En este caso, es una verdad que orquesta la familia Mugizaga, una de las más poderosas del país, en la que entran en juego el poder judicial, el poder político, los medios de comunicación y hasta la jefatura del Estado. Todos tejen una tela de araña y cada movimiento va condicionando al siguiente. El resultado se vierte a la opinión pública como realidad y, a veces, incluso en forma de moral. Se dice lo que está bien y lo que está mal.
P. ¿Crees que el ciudadano de a pie está al tanto de estos movimientos que, aunque tu novela es ficción, sí que existen?
R. El ciudadano que está muy pendiente de la prensa, como mi abuelo que se leía todos los periódicos por la mañana, sí que puede hacerse una idea de esta situación; pero el ciudadano de a pie, que está más a levantarse por la mañana, ir a trabajar, ocuparse de los niños, etc., le llega solo una imagen, una nebulosa de lo que pasa y muchos titulares. A veces ni siquiera tiene tiempo de entrar en las noticias.
P. ¿Tiene una imagen distorsionada?
R. Yo que he cubierto muchas informaciones, veo cómo las interpretaciones de cada medio van conforme a la línea que van defendiendo. Ese tipo de situaciones hace que a veces sea muy difícil palpar realmente lo que es real o no. Hay una anécdota en un viaje a la India con don Juan Carlos en el que hizo una broma mientras hablábamos sobre Fernando Alonso. Dijo que si quería ganar habría que ponerle chinchetas a Vettel. Era una broma y se entendió en ese tono, pero hubo medios que publicaron "Juan Carlos: 'Hay que ponerle chinchetas a Vettel'". Si lo lees así, suena a salvajada. Esto es una anécdota, pero da cuenta de cómo funciona. Si fuera algo más serio podría hacer bastante daño. Yo creo que muchas veces el ciudadano no es ni siquiera consciente de esto. También, a veces, el ciudadano solo lee los medios que le gustan porque quiere reafirmar su opinión, no contrastar información sino que le reafirmen lo que ya está pensando.
P. ¿Y entendiste que era necesario hablar de ello?
R. Me interesaba, por un lado, contar cómo es la vida del periodista que cubre este tipo de información del Gobierno y de la Casa Real; y por otro lado, crear una ficción con una trama muy centrada en los personajes. Para mí los personajes de este libro son cruciales, tienen una carga muy potente, cada uno con una psicología muy definida. En el fondo gira en torno al concepto que tiene cada uno de la moral, como en nombre de la moral se pueden cometer las atrocidades más fuertes. Hay humor, pasiones, traiciones e intriga.
P. La protagonista cubre la información de Casa Real como hiciste tú. ¿Hay que estar hecho de una pasta especial para manejar noticias tan sensibles?
R. Lo que hay que tener es paciencia, no es una información como la parlamentaria que todos los días tienes una noticia. Es una información muy hermética y tiene sentido porque el rey Felipe no puede estar todo el día dando titulares ni entrevistas. Sería ridículo. Esto hace que el periodista tengo que estar como un animal al acecho de su presa. Necesita que seas una persona muy alerta porque hay muchos mensajes entre líneas y puestas en escena que dicen mucho. Los lugares a donde van, el orden de los actos, lo que no dicen, el tono… con todo eso haces una composición y te adelantas a lo que va a suceder. Yo he sacado alguna exclusiva, pero no es algo tan común como en otros ámbitos.
P. ¿Ha cambiado la relación entre los medios de comunicación y la Casa Real desde la etapa de don Juan Carlos a don Felipe?
R. Sí, muchísimo. Cuando yo empecé, en la época de don Juan Carlos, viajábamos con los reyes en el avión y ahora, por ejemplo, no se hace. La relación con la prensa es muy distinta desde que comenzó la crisis de don Juan Carlos tras el accidente en África. La relación de los medios con la Corona había sido muy estrecha porque había como un acuerdo tácito, una confidencialidad y un respeto, nadie contaba realmente cosas que no se debían contar. Pero desde que se destapó aquello, la institución tiene más respeto a tener un trato directo con los periodistas. Andan con más tiento.
P. ¿Esta situación dificulta que sea una institución transparente?
R. Yo creo que ahora mismo la institución se dirige hacia una monarquía tipo la británica. Juan Carlos jugó un papel muy importante durante la Transición, hay que decirlo a su favor, marcó los pasos de una monarquía constitucional separada del poder político y se instaló el concepto de juancarlismo, se le adoró como si fuera el artífice de la democracia y eso hizo que hubiese un cierta confidencialidad. Ahora la Casa del Rey trata de distanciarse de eso, no quieren una corona mezclada con la política sino una corona más simbólica. El rey Felipe ha dado muchos pasos en aras de una transparencia, por ejemplo, que las cuentas sean públicas o no aceptar regalos de ningún país que se visita. También ha hecho movimientos muy drásticos respecto a su padre, como quitarle la asignación presupuestaria. Todos estos movimientos van en aras de mostrar una imagen ejemplar de la Corona.
P. Con tu experiencia, ¿hubieras pensado hace unos años que la imagen de don Juan Carlos sería la actual?
R. Por un lado, es verdad que la monarquía tiene que ofrecer una imagen ejemplar porque es la institución y la familia a la que miran los ciudadanos. Esto hace que se hayan tomado decisiones sobre Juan Carlos muy duras, y no olvidemos que se trata de un padre y un hijo. Pero, por otro lado, hay una línea muy fina que no se puede traspasar. Si lo que haces es sacar a miembros de la familia con la intención de complacer a la opinión pública, corres el riesgo de no saber poner freno porque no va a parar ahí. Los partidos republicanos, como Podemos, o los partidos independentistas, lo que buscan es destruir la corona. No quieren buscar la verdad ni quitarle a don Juan Carlos el título de emérito por una sociedad más justa. Quieren acabar con la monarquía y derrocar a don Felipe. Se ha abierto una veda que no debería haberse abierto tanto.
P. ¿Hay en España muchas familias como los Munizaga?
R. Creo que durante mucho tiempo sí ha habido muchas familias como los Munizaga: familias muy tradicionales, de muchas generaciones, con mucho sentido de familia, que caminan en torno a las propiedades que tienen, muy orgullosas del apellido. Pero ese concepto se está diluyendo.
P. ¿Y con poder en las más altas esferas?
R. Sí, es así. No sé si tanto como una familia, que también las hay, pero sí personas que tienen ese tipo de contactos.
P. ¿Cómo es Claudia, la protagonista?
R. Es una chica muy ambiciosa profesionalmente, con ganas de comerse el mundo, que se mete en un mundo completamente desconocido. Al principio, Claudia tiene un papel pasivo, está en el centro del círculo de todas las acciones sin darse cuenta, hasta que por el amor que le une a uno de los personajes, empieza tener un papel totalmente activo y determinante, toma las riendas de la novela. Es un personaje que aprende, podría ser el resultado de una novela de aprendizaje. Además es divertida, es una chica muy despistada que tiene un poco de Bridget Jones, sobre todo al inicio.
P. Conoce a Mod, una extravagante heredera, alma de la novela. ¿De dónde surge este personaje?
R. De nadie en concreto. Claudia tiene muchas cosas mías y otros personajes son el resultado de una serie de personalidades que conozco, pero Mod no es nadie que conozca, representa el concepto de moralidad. El resto de personajes actúa en nombre de lo que consideran moral, en cambio Mod ha comprendido que a cada uno le ha tocado jugar en una posición y hay que ir a por todas, sin atarse a nada ni siquiera a ella misma.
P. Los Munizaga son los dueños de la finca Amalur, de ahí el título de la novela. ¿Es más que un terreno, más que una propiedad?
R. Amalur es el cuadro alegórico de ese cúmulo de pasiones, ambiciones y frustraciones, todo lo que gira entorno a esa familia. Es una finca ancestral y, dentro de todos los rencores que mueven a esta familia, es lo que les queda y lo que quieren poseer.
P. Con esta novela, ¿buscas con la novela la reflexión en el lector?
R. Principalmente busco entretener, pero me gustan las novelas que son el reflejo de la vida. Espero que cuando el lector cierre el libro, algo le haya quedado, que no solo sea una lectura evasiva.
Aurora García Mateache. La finca. La esfera de los libros, 2020. 286 páginas.