Desde el año 2013, César Pérez Gellida (Valladolid, 1974) no ha parado de publicar. Sus diversas series de novelas, casi todas relacionadas entre sí, le han hecho convertirse en uno de los autores más destacados del género negro en España. Ahora vuelve a las librerías con La suerte del enano (SUMA), un thriller "independiente y conclusivo" que no tiene nada que ver con su obra anterior. Él lo cataloga como una "pista de aterrizaje"; una oportunidad renovada para que los lectores que no se han atrevido aún a adentrarse en su universo narrativo —abrumados por la cantidad de páginas de peaje requeridas para ponerse al día—, puedan hacerlo sin demasiados sobresaltos. En esta ocasión se adentra en el intrincado submundo de los mercados negros de arte, los robos en museos y las diferentes conexiones que todas esas actividades tienen con el crimen organizado. Hablamos con él:
Pregunta: Es interesante el título: La suerte del enano. ¿Hasta qué punto la buena o mala suerte dependen de la percepción de cada uno?
Respuesta: De eso trata precisamente el libro. La novela tiene que ver con la concatenación de desgracias, en el fondo. De esas situaciones que quedan fuera de nuestro control y que al final repercuten en nuestra cotidianidad de forma directa. Lo que le pasa a Sara Robles es que no solamente se tiene que enfrentar a grandes problemas, sino que también los más pequeños, que parecen absurdos, son los que terminan desbordando su capacidad de aguante. Pero existe una segunda parte, claro. La línea que separa la buena de la mala suerte depende de la percepción de las personas. La forma como la gente asimila la mala suerte varía mucho. Y eso es precisamente lo que va a ir desarrollándose en la cabeza de Sara. Ella parte de un punto en el que no cree absolutamente nada en la suerte, cree que todo se trata de un causa-efecto; pero poco a poco su percepción se modificará.
P: Los "villanos" de la novela también podrían quejarse bastante de la suya. ¿Existe el crimen perfecto?
R: Claro, sí. El crimen perfecto es ese que se resuelve de forma equivocada. Y los hay. Pero no son los que no se resuelven. El que no se resuelve siempre se queda ahí, abierto a posibles pesquisas futuras. Por eso, lo que pretende el Espantapájaros cuando planifica el robo perfecto es que los investigadores piensen que han solucionado correctamente el crimen, cuando no. Su problema es que no controla todos los intervinientes. Es un tipo que está acostumbrado a tenerlo todo bajo control, pero en este caso, por la intervención del crimen organizado, las cosas terminan yéndosele de las manos.
P: La suerte del enano podría venderse como una novela centrada en un robo, pero también está repleta de sangre. ¿Ha sido algo premeditado?
R: La verdad es que no ha sido premeditado. Se me va un poco de las manos, si te soy sincero. Cuando yo arranqué la novela no tenía pensado que se fuese a teñir tanto de sangre. No es una historia que yo me haya propuesto que sea excesivamente violenta. Lo que pasa es que me lo iba pidiendo a medida que se desarrollaba la trama. Y claro, yo me tengo que dejar llevar un poco también por mi intuición. Al final ha quedado un poco sangrienta, es verdad.
P: Te lo preguntaba porque no sé si en este libro has podido sentir la tentación de confeccionar un thriller de "guante blanco", por así decirlo; sin asesinatos.
R: Lo que sucede es que una cosa es lo que yo tengo en la cabeza: el dibujo, la estructura; y otra cosa es lo que acaba ocurriendo. Yo no escribo con un guion previo, sino que parto de una idea que me intoxica la mente. A partir de ahí, prácticamente todo es interpretación. A los personajes les dejo algo de margen para crecer. Así que, mirándolo así, quizás esa falta de autoritarismo a la hora de controlar a mis personajes es lo que hace que al final casi siempre acabemos en el mismo sitio pero de distinta forma. La única explicación es esa. Nunca lo tengo todo controlado, sino que me voy dejando llevar por lo que van pidiendo los personajes y por lo que yo intuyo que puede ir resultando mejor.
P: Describes de manera muy detallada cómo funciona el mercado negro de arte y los robos que hay detrás de él. ¿Cómo ha sido el proceso de documentación?
R: Bueno, es una parte fundamental de mi trabajo. Y a mí me gusta mucho. Ten en cuenta que los escritores necesitamos sentirnos seguros cuando abordamos cualquier proyecto. Necesitas saber de lo que estás hablando. En este caso yo tenía que saber cómo funciona el submundo de los robos de obras de arte, y la única forma de conseguirlo es a través de contactos. En concreto, hablé con expertos de la Brigada de Patrimonio, que fueron los que me desvelaron, por ejemplo, que muchas de las obras se utilizan como aval para otras operaciones. Nadie gasta millones de dólares en un Goya robado para ponerlo en su caja fuerte y que nadie lo vea. Este tipo de obras, como no tienen un valor determinado en el mercado, suelen ser utilizadas para avalar operaciones de narcotráfico, por ejemplo, o compraventa de armas. Yo todas esas ligazones las desconocía. Por suerte tengo muchos contactos, que me van llevando a otros contactos, y al final llego siempre. Antes o después, con más esfuerzo o menos esfuerzo, termino llegando a la fuente que necesito. Ese es mi método.
P: Pero por eso la novela tampoco es una novela centrada exclusivamente en un robo. Al final tienen una importancia capital ciertas tramas relacionadas con las mafias, la trata de blancas y el crimen organizado.
R: No, claro. Al final el robo es el detonante. Es la punta del iceberg que nos permite adentrarnos en todas las ligazones que conectan el mercado negro de arte con las operaciones del crimen organizado. Y el crimen organizado no está relacionado únicamente tampoco con drogas o la compraventa de armas. Hay trata de personas también. Al final acabas tocando muchos palos. Ahora, eso sí, tampoco puedes profundizar en todos. Tienes que centrarte en uno, y en este caso lo que importa más es el robo, o el intento del robo perfecto.
P: He leído que te llegaste a meter en las alcantarillas de Valladolid para documentarte a la hora de confeccionar el robo en el Museo de Escultura.
R: Bueno, no para documentarme sobre el robo, sino que cuando hablé con Alfonso Lezcano, que es el director de seguridad del Museo Nacional de Escultura, me dijo que no hay ninguna forma de asaltar un museo con tantas medidas de seguridad si no es a través del subsuelo. A partir de ahí contacté con la unidad de subsuelo del Cuerpo Nacional de Policía, e hice este viaje, en una jornada matutina única e irrepetible. Porque no pienso repetirla, más que nada. Recorrimos el alcantarillado de Valladolid, el cauce seco, y demás. Pero lo hice porque era la única manera que yo tenía para después reproducir bien las sensaciones que he intentado plasmar en el libro. No hay otra forma de hacerlo que no sea experimentándolo en carne propia.
P: Otro componente novedoso es el de la adicción al sexo de la protagonista. No sé hasta qué punto se ha tratado ese tema en la literatura de este género.
R: Pues hay bastante documentación sobre el tema. No me costó mucho indagar en ello. En el caso de mi novela, de hecho, ha tenido bastante más peso la labor de interpretación de esas circunstancias que la propia documentación. Sobre la adicción al sexo hay mucha bibliografía. Pero en realidad lo importante aquí es el tema de la adicción, no tanto que sea al sexo. Como todas las adicciones, los que las sufren las tratan de una forma específica. En el caso de Sara, por ejemplo, ella trata de controlarlo en todo momento, pero a veces lo consigue y otras no. Lo grave de cualquier adicción es que al final se acaba convirtiendo en lo más importante de tu cotidianidad. Es lo que te pide el cerebro continuamente para su propio alimento, y tú le tienes que dar de comer. Y si no le das de comer se produce ese trastorno en la personalidad. Vamos, lo que muestro en el libro es una adicción como cualquier otra. Lo que pasa es que el hecho de que sea al sexo tal vez resulte más llamativo.
P: Después de haber escrito varias series de libros, parece que este es más independiente. ¿Alguna razón en especial?
R: Sí. Lo que estaba buscando es dar entrada a lectores que no se han atrevido a meterse en otras series que he publicado por el miedo de tener por delante tantos miles de páginas que leer. Es una especie de pista de aterrizaje para que los nuevos lectores lo tengan más fácil. La suerte del enano es independiente y conclusiva. Ahora, ¿podría tener continuación a través de los personajes? Por supuesto. ¿Habrá más novelas de Sara Robles? Pues seguramente. No sé si la siguiente o la de después. ¿Volverá a aparecer Sancho? Seguramente también. ¿Cuándo? No lo sé.
P: ¿Tienes alguna otra cosa en la recámara?
R: Bueno, la siguiente está ya casi terminada. Lo que pasa es que tampoco sé para cuándo será, y ahora mismo no puedo adelantar demasiado. Ya tocará. Yo suelo ir muy adelantado al calendario de publicación. Y en este caso no es una excepción. Seguramente la próxima estará para el año que viene, no sé si para noviembre o por ahí; y seguirá la línea de lo que espera la gente.
P: ¿Cómo ha afectado la pandemia a tu trabajo con La suerte del enano?
R: A la promoción muchísimo. No ha habido promoción como tal. Yo suelo recorrer diversas ciudades firmando ejemplares y acudiendo a actos públicos; pero en esta ocasión no ha podido ser. Lo hemos tenido que hacer todo por teléfono. Entiendo que de otra forma los resultados en ventas habrían sido mejores, pero la verdad es que pese a todo están siendo excelentes. A los pocos días hemos agotado la primera edición, estamos ya por la tercera, y tiene un ritmo de ventas por encima de nuestras expectativas. No sabría decirte cuánto mejor habría sido, pero aún así no estamos nada insatisfechos con los resultados.
P: ¿Cómo ha afectado el confinamiento al sector? Las consecuencias, a priori, parecen catastróficas, pero ahora algunos datos señalan que se han incrementado las ventas de libros.
R: Bueno, la pandemia afectó mucho al principio, como es lógico. Se creció algo en digital, claro, pero no compensó en absoluto las pérdidas del papel. Lo que sí que es verdad es que ahora se respira una cierta alegría. Seguramente la pandemia haya despertado a una buena parte de lectores que estaban ahí, latentes, pero que habían abandonado el hábito, quizás por falta de tiempo. Es un hecho que se ha recuperado a un número de lectores que estaban ahí. En ese sentido me da la sensación de que vamos a tener una campaña de Navidad excelente. Hay muchas buenas novelas en las librerías; la gente se anima a comprar; el libro siempre ha sido un regalo excelente, con un rango de precios que encaja perfectamente en la economía de la mayoría de personas… No sé. Soy optimista con respecto al futuro.