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De la piel de serpiente a las sardinas ahumadas: la evolución del marcapáginas

En Breve historia del marcapáginas Massimo Gatta rastrea los orígenes de este imprescindible y poco estudiado complemento de la lectura.

Decía Miguel Delibes que un buen lector podía terminar Cinco horas con Mario en, efectivamente, cinco horas. Pero lo cierto es que son pocos los libros, por extensión o dedicación, que pueden leerse de un tirón. Ahí es donde aparece el marcapáginas, inevitable compañero de libros y de lectores —salvo de los salvajes que doblan la esquina—, exclusivamente destinado a tal fin o en forma de trozo de papel, ticket, naipe o lo que más a mano se tenga cuando la experiencia queda interrumpida.

Explorar su nacimiento y evolución es el objeto de un curioso y exiguo ensayo, Breve historia del marcapáginas, de Massimo Gatta, bibliotecario de la Universidad de Molise (Italia) y con más de 500 publicaciones sobre bibliofilia en su haber. Este breve viaje nos conduce al rastro que ha dejado tan escurridizo objeto en la historia: desde hallazgos primigenios (una tira de cuero pegada a la cubierta de un códice del siglo VI hallado en Egipto) a sustitutos artesanales (manos dibujadas en los márgenes de los manuscritos, halladas a partir del siglo XII), pasando por detalles cortesanos (el impresor de Isabel I de Inglaterra le cosió una cinta de seda a sus selectos volúmenes). Marfil, plata, lana o piel de serpiente le otorgaron todo tipo de colores y texturas hasta que se populariza su uso en época victoriana como obsequio bordado, fines conmemorativos y, finalmente, soporte publicitario de marcas en general y editoriales en particular, cuyo protagonismo llega hasta nuestros días.

Rico en referencias y anécdotas (particularmente jugosa la del célebre bibliotecario Magliabechi de Florencia, que utilizaba a modo de separador y sin ningún empacho desde sardinas asadas a rodajas de salami), el estudio queda desdibujado por la poca ambición de su autor: que la suma de las Notas y la bibliografía casi abarquen más que el cuerpo del ensayo dice mucho de su erudición pero también de su poca disposición a elaborar una obra de verdadera importancia. Se ve claramente en el capítulo de prometedor título "El marcapáginas en las novelas", en el que solo se menciona Los novios, de Manzoni, o que en las láminas con cuadros en los que aparecen marcapáginas —una sugestiva selección, con Arcimboldo, Van Eyck o Durero— solo la mitad sean merecedores de su comentario.

Sí es digna de alabanza la cuidadísima edición de Fórcola, con un delicioso prólogo del periodista y filólogo David Felipe Arranz ("El marcapáginas es la noble tarjeta de visita del pasado lector de uno o de otros") y una bella encuadernación acompañada, cómo no, de un marcapáginas. Una obrita singular perfecta para regalar a amantes del detalle poco exigentes.

Massimo Gatta. Breve historia del marcapáginas. Editorial: Fórcola Ediciones. Páginas: 93. ISBN: 978-84-17425-53-1

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