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Conan Doyle salvó de la cárcel a un inocente en un caso digno de Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle, investigador privado cuenta la implicación del escritor en la resolución del brutal asesinato de una rica anciana de Glasgow.

En 1908, una anciana de posición acomodada murió brutalmente asesinada en su domicilio de Glasgow. Tantos fueron los golpes que recibió que su rostro "no parecía humano". El asesino aprovechó que la doncella salió a comprar el periódico vespertino para atacar a la octogenaria y robarle algunas de sus joyas más preciadas, entre ellas, un broche en forma de media luna con incrustaciones de diamantes. Cuando la criada regresó, un desconocido salía del domicilio.

La policía necesitaba urgentemente presentarse ante la ciudadanía con un sospechoso y dio con Oscar Slater, un inmigrante de origen judío, jugador de cartas, de cuestionada reputación, que "de manera inconsciente forjó una cadena de pruebas circunstanciales que le arruinaron la vida". Slater, un mes antes del crimen de la anciana, había empeñado un broche en forma de media luna con diamantes. La policía se obcecó, ignoró las evidencias que lo exoneraban, y lo llevó a juicio. Lo condenaron a la horca y conmutaron posteriormente la pena a cadena perpetua. Slater, impotente ante ese "montaje desgraciado en el que participaron por igual la estupidez y la deshonestidad", pidió ayuda a Arthur Conan Doyle. El escritor, erigido por voluntad propia como paladín de las causas perdidas, decidió emplear los métodos detectivescos de su célebre personaje, Sherlock Holmes. La historia está recogida en Arthur Conan Doyle, investigador privado (Tusquets), de Margalit Fox, un curioso ensayo que se ramifica en el mundo de la literatura, la criminología y la sociología.

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Habitación de la anciana asesinada. | Wikipedia

Este libro resulta muy interesante por la propia historia, contada con la intriga de una novela policiaca y con continuas menciones a periódicos, cartas y documentos judiciales. También retrata a la sociedad británica de ese tiempo y su fuerte antisemitismo y odio al extranjero. Las novelas de detectives de finales del siglo XIX reflejaban los miedos victorianos. "El crimen se veía como una forma de contagio, se consideraba que los criminales, en especial los extranjeros, invadían a la población de la misma forma que los gérmenes invadían el cuerpo". (pág. 61).

Por otro lado, resulta muy entretenido para los aficionados del género policiaco porque detalla la evolución de los detectives de ficción, sus diferentes personalidades según la época, el nacimiento de Sherlock Holmes, las teorías contemporáneas de la criminología y, en definitiva, cómo Conan Doyle aplicó con un asesinato real las técnicas de Holmes.

Todo lo que la sociedad posvictoriana temía

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Oscar Slater, en 1908 | Wikipedia

El acusado, Oscar Slater, era jugador, habitual de las casas de empeños, vivía con una prostituta y, como huía de su exmujer, usaba nombres falsos, un compendio de circunstancias que lo convertían en un hombre de mala reputación. Además, era extranjero y judío. Encarnaba lo que "la sociedad posvictoriana había aprendido a temer", dice la autora. La policía decidió que era el culpable y usó un razonamiento de lo más absurdo que contentó a esa ciudadanía: solo un indeseable podría cometer un asesinato así; Oscar Slater era un indeseable; por lo tanto, Oscar Slater cometió el asesinato. "El problema es que, cuando tienen al que se imaginan que es su hombre, no están dispuestos a seguir ninguna otra línea de investigación que les pueda llevar a otra conclusión", dijo Conan Doyle.

"En la actualidad se sigue venerando a Conan Doyle como escritor policiaco, pero se le recuerda mucho menos como un cruzado", escribe Margalit Fox. El creador de Sherlock Holmes recibió repetidas peticiones de ciudadanos para que resolviera misterios, muertes y desapariciones, logrando algunas gestas de gran éxito como detective aficionado. "No había ninguna simpatía en lo personal por el acusado al que consideraba un canalla, un hombre de mala reputación y sin raíces", apunta Fox. Aun así, aceptó el reto.

Conan Doyle era médico de profesión y, al fin y al cabo, enfrentarse a una enfermedad es parecido a tratar de descifrar un delito. Ambas cuestiones se basan en el arte del diagnóstico, en reunir evidencias y en "razonar hacía atrás", como decía el escritor. El británico era un fervoroso defensor de "la imaginación diagnóstica" y usó las técnicas de Holmes, un pensador científico, para la causa Slater.

Margalit Fox. Arthur Conan Doyle, investigador privado. Tusquets, 2020. Número de páginas: 320. Precio: 20 euros.

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