Asociada a formatos televisivos de entretenimiento como Supervivientes, Gran Hermano Vip o La Isla de las Tentaciones, a muchos sorprendió que Sandra Barneda (Barcelona, 1975) quedase finalista del Premio Planeta 2020 con Un océano para llegar a ti. No es, sin embargo, su primera incursión en la literatura. Sus anteriores novelas (Reír al viento, La tierra de las mujeres o Las hijas del agua) llevan más de 300.000 ejemplares vendidos.
Un océano para llegar a ti es una novela intimista que bucea entre los sentimientos que nos hacen vulnerables, una historia de ausencias más que presentes y de heridas enquistadas. De fondo, la vida que no se detiene.
Gabriele, la protagonista, se ve obligada a convivir con su padre, al que siente como un desconocido tras años de distanciamiento. Acaba de terminar otra relación amorosa y batalla contra una crisis existencial. Regresa a un pueblo de la Sierra de Gredos y, junto a un rico plantel de personajes secundarios, comenzará a desempolvar un pasado que le ha marcado más de lo que puede imaginar.
PREGUNTA. ¿Querías tocar la fibra sensible del lector?
RESPUESTA. Sí. Quería hacer una novela que fuera pequeña, pero a la vez grande porque habla de algo muy íntimo, algo que tenemos guardado dentro y que sacamos muy poco: nuestro mundo emocional. Es una novela delicada. Siempre digo que una novela para leer junto a una taza de café, una mantita y encontrar con ella tu lugar. Para mí, es un homenaje a la esperanza. Te reconforta y te hace viajar, te deja un aroma para que no desees durante un tiempo empezar otra historia.
P. La protagonista es Gabrielle, una mujer de casi cuarenta años que "nunca ha dejado de huir de ella misma". ¿Cómo la definirías?
R. Creo que lleva en batalla durante muchísimo tiempo. Está deseosa de cumplir los sueños de la madre por encima de los suyos. Por otro lado, está huyendo del dolor que le provocó algo que no tuvo resuelto en la infancia. Ni siquiera ella quiso darle demasiada importancia, pero sí que la marcó durante toda la vida siendo incapaz de tener relaciones sólidas, huyendo emocionalmente de cualquier compromiso, huyendo hasta del propio éxito laboral. Es incapaz de tomar algún tipo de responsabilidad en su vida. Yo la encuentro perdida, arrastrando crisis tras crisis y, por esas circunstancias de la vida, una ausencia se torna como un elemento catalizador en su vida.
P. Por una tragedia, Grabielle debe convivir con su padre, con el que se ha distanciado. Parecen dos desconocidos. ¿Cómo es ese océano que les separa?
R. Creo que es muy extenso, muy denso y ha sido muy amplio durante muchos años. En la novela te pones también en la piel del padre, comprendes su imposibilidad de comunicarse emocionalmente porque así lo educaron y porque no tiene herramientas. La relación entre padre e hijo me generaba muchísima ternura por esa torpeza emocional. Es un reflejo, muchas veces, de la incomunicación. Quería hablar de la incapacidad para hablar de nuestras propias emociones y de cómo nos sentimos.
P. Esa parálisis emocional del padre, ¿es algo común? ¿Somos una sociedad emocionalmente sana?
R. Somos una sociedad con muchísimo ruido en la comunicación. Nos ocupamos poco de pulir nuestra comunicación, de hacerla de más calidad. Terminé la novela en marzo y nos confinaron. Yo planteé un suceso como una muerte, que es un momento en el que la vida se detiene, y estamos viviendo un momento en el que nos han parado. Creo que ahora se están produciendo mejores conversaciones que antes, familias que estaban mucho más separadas se han acercado solamente por preguntar '¿cómo estás?' Es un auténtico shock y una desgracia lo que nos está pasando, pero la vida nos ha parado y nos da la excusa para hablar, para esa primera conversación.
P. "Ante la incapacidad de soportar lo sucedido, buscamos en la culpa un mal consuelo". (Pág. 35). La culpa es un equipaje poco recomendable, ¿no?
R. Creo que hay que trabajarse la culpa. Ser más compasivo, con el otro y con nosotros mismos. Greta, el personaje de la madre, tuvo que hacer un ejercicio muy grande para comprenderse y para seguir adelante. Hay un momento, que lo cuenta ella misma, en el que tuvo que perdonarse y dejar la culpa atrás. Solo hay posibilidad de dejar de culpar y de culparse a uno mismo perdonando.
P. Pones al lector frente a sentimientos como el miedo a defraudar, el rencor, el temor a querer. ¿se sentirá identificado?
R. Son sentimientos universales, cotidianos, que se nos van acumulando socialmente, quizás por los estigmas que tenemos. Creo que tenemos que liberarnos de eso, trabajarlos o, al menos, compartirlos. Eso es lo que hacen al final los personajes de la novela y se siente mucho más reconfortados. Había muchas cosas silenciadas y la comunicación da mucha luz.
P. En esta novela resultan evidentes las heridas enquistadas y los "silencios que se convierten en agujeros negros". ¿Hacía qué conducen?
R. Los silencios existen porque no sabemos cómo gestionarlos, tenemos miedo a cómo va a reaccionar el otro, pensamos que es mejor callar para no hacer daño. Pero así empieza el surco entre dos personas. Es como aquello de que había un elefante rosa en el salón durante años y nadie lo decía, hasta que llega el momento en que no puedes aguantar más. Ese silencio pesa demasiado y se empiezan a desempolvar secretos. Es la teoría del dominó, una vez que tiras la primera ficha es imposible detener la cadena.
P. ¿Necesitabas escribir esta historia? ¿De dónde nace?
R. Yo estaba en el coche y se me ocurrió la frase: lo ordinario es extraordinario. Me di cuenta de que quería contar algo, contar un fragmento de vida cotidiano, universal, donde todos nos podamos identificar de un modo u otro, donde veamos que la magia de la vida está en lo ordinario. A partir de ahí, avancé con el tema de las pérdidas y de las ausencias, un tema del que se habla muy poco y creo que ahí nos sentimos muy poco acompañados.
P. La posibilidad de morir sobrevuela toda la novela. ¿Es algo que te preocupe?
R. No me preocupa, pero es algo de lo hablamos poco y va con nosotros. Esta novela habla de recuperar la belleza de la vida en sus claroscuros, tienes que aceptar la vida en su globalidad y no solo hablar de las luces.
P. El narrador habla de un hilo invisible que conecta a las personas. ¿Crees en el destino?
R. Siempre he pensado que, entre millones y millones de personas, por qué establezco relaciones más íntimas —ya sea de amistad o sentimental— con una serie de personas concretas. A nivel de probabilidad, podría haber elegido otras porque a lo largo del día te cruzas con muchísima gente. Siempre he pensado que hay algo más allá, que no es casualidad sino causalidad. Me presenté al Premio Planeta con el título La vida secreta de los ángeles. Creo que hay personas que pasan muy poco por tu vida, son fugaces, pero que te dicen algo que te hace un clic, te dejan marcado y no vuelves a ver a esa persona. Yo creo que esos son ángeles.
P. Sitúas la trama de la novela en la Sierra de Gredos. ¿Con qué intención?
R. El pueblo te aporta volver a los tiempos de la naturaleza, a estar más conectado con la tierra, volver a los orígenes, a ti mismo, a reflexionar, a la calma.
P. ¿Te gustaría que el lector extrajese una lección de esta novela?
R. Me gustaría que esta novela reconfortara al lector, que le diera calorcito.
P. Un océano para llegar a ti es tu cuarta novela. ¿Crees que tienes algo que demostrar?
R. Demostrar no. Tampoco pensaba que tenía que demostrar algo cuando escribí la primera novela. Yo muestro las historias que hago, pero demostrar no. En las primeras novelas, la crítica literaria me avaló. Pensar que tengo que demostrar algo es pensar que tengo algo malo, como si tuviese carencia de algo o estuviese en una carrera y tuviese que empezar mucho más allá de la última, como si estuviese aquí de invitada. Cuento historias porque lo necesito, pero creer que tengo que demostrar algo es caer en los prejuicios y los que los tienen prejuicios se quedan atrás.
P. Sin embargo, a muchos les sorprendió que quedases finalista del Premio Planeta por el hecho de ser una cara conocida de la televisión.
R. No lo he seguido muchísimo porque yo creo que existe todavía mucho esnobismo y mucha ignorancia. En la historia de los grandes escritores ha habido muchos que tenían profesiones muy alejadas del mundo de las letras, pero parece que si trabajas en televisión y haces entretenimiento tienes que ser lerda, que no puedes tener una vida más allá de la televisión donde leas, escribas y ejerzas otras actividades que yo nunca he dejado de hacer. He escrito en periódicos y he firmado columnas de opinión. Creo que hay cierta envidia y cierto recelo con el éxito y con que puedas tener éxito desde diferentes aristas de tu profesión. Al final, es el mundo de la comunicación. Creo que el periodismo está mucho más cerca de las letras que ser óptico, pero nadie dice nada. Creo que hay recelo y hay envidias insanas, prefiero no fijarme en eso sino en la gente que lo entiende. Tener esos recelos es de ignorantes. Tengo amigos de un nivel cultural altísimo que me dicen 'qué bien me lo paso con tal reality' porque saben exactamente lo que es y saben en el código que está hecho. Luego tienen otro tipo de conversaciones.
P. ¿Es noticia que dos mujeres hayan sido ganadora y finalista del Premio Planeta?
R. Si en 69 ediciones solo ha habido cuatro parejas de mujeres, sigue siendo por desgracia insólito. Creo que no hay que hacer una distinción, pero sí que hay que destacarlo.
Sandra Barneda. Un océano para llegar a ti. Planeta, 2020. 576 páginas. 21.90 euros.