Nunca se pudo determinar a cuántos judíos de Berlín delató Stella Goldschlag entre el verano de 1943 y el final de la Segunda Guerra Mundial: las fuentes más prudentes apuntan que 300; otras hablan de miles. La Gestapo detuvo a los padres de la joven, veinteañera por entonces, la torturó y le hizo una oferta: si quería que sus progenitores siguieran con vida –cosa que la policía secreta nazi incumplió: Toni y Gerhard Goldschlag terminaron en Auschwitz–, debía ser un cebo. El 31 de mayo de 1946, después de intentar registrarse en la capital alemana como víctima del fascismo –treta fallida: los judíos berlineses reconocieron a "la rubia venenosa"–, fue condenada a diez años de reclusión como cómplice de asesinato. En 1994, se suicidó tirándose de una ventana.
Su historia inspira Stella (Salamandra, 2020), la última novela del periodista y escritor Takis Würger (Honenhameln, Baja Sajonia, 1985). Tirando de eufemismo, la crítica germana recibió el libro con hostilidad: ha sido tildado de insultante, ofensivo y kitsch. Un abogado que afirmaba representar a los herederos de Goldschlag –en realidad, inexistentes– intentó prohibir la distribución del libro, finalmente, y a los tribunales gracias, en vano. Ya se sabe: el del nazismo es un tema que, todavía hoy, revienta ampollas y revuelve tripas en Alemania. Y Würger, en la historia ficticia de un amor tóxico que plantea, se sumerge de lleno en el incomodísimo, terrible y, visto lo visto, no superado pasado de su país.
Emilio Lara destaca que Stella "es una renovación de la narrativa histórica por medio de una escritura muy depurada y con trallazos poéticos". El protagonista de la novela es Friedrich, un joven suizo con una madre que "se bebió una botella entera de aguardiente de patata cuando (los nazis) anunciaron la adopción de las leyes de Núremberg" y con un padre que se refugia en Oriente Próximo en cuanto estalla la guerra. Friedrich se muda a Berlín para estudiar dibujo y allí conoce a Kristin, una muchacha rubia, de ojos azules, con la que recorre garitos donde, por ejemplo, la tropa se salta la siguiente restricción: "PROHIBIDO BAILAR SWING, CÁMARA DE CULTURA DEL REICH". Friedrich y Kristin se enamoran y, en un momento determinado, ésta aparece destrozada físicamente en la habitación de su amante. Resulta que los nazis han descubierto su identidad y la han apaleado, confiesa que se llama Stella Goldschlag y vomita el chantaje: si no descubre a judíos, sus padres serán liquidados. Detengo aquí la sinopsis para evitar spoilers.
Würger escribe con una asepsia radical, prescindiendo de moralismos y de adjetivos y poniendo toda la carga atómica de la novela en unos hechos sencillos y, a la vez, brutales. El autor, a través del protagonista, plantea una duda más que angustiosa: "Stella protegía a su familia. ¿Podía eso estar mal?". Por otro lado, indaga en una faceta siniestra de la joven, en el sentido de hasta qué punto fue colaboracionista para obtener réditos artísticos. Incluso tiene fogonazos antisemitas: "¿Alguna vez –pregunta Stella a Friedrich– has pensado que quizá haya un motivo para que todos odien a los judíos?".
En definitiva, Stella es una novela breve y, a la vez, poderosa, que engancha y que perturba y que, insisto, desde la ficción, realiza una aproximación literaria renovada al horror nacionalsocialista y a la Shoah.