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Santiago Navajas

Delibes, el novelista más cinematográfico

Películas, series y documentales fueron extraídos de la narrativa de Delibes que se caracterizó por la escritura clara y fina, así como el análisis inteligente de conflictos sociales y crisis personales.

Imagen de la película de Mario Camus 'Los santos inocentes' | YouTube

La historia de amor de Miguel Delibes con el cine se desarrolló con altibajos pero con continuidad (hasta que llegó el siglo XXI, una época en la que Sandra Barneda hereda el lugar de Juan Benet en el Premio Planeta, por ejemplo). Películas, series y documentales fueron extraídos de la narrativa de Delibes que se caracterizó por la escritura clara y fina, así como el análisis inteligente de conflictos sociales y crisis personales. Del mismo modo que Howard Hawks era famoso por situar la cámara a la altura de los ojos de sus protagonistas, Miguel Delibes acompañaba como un ángel de la guarda silencioso a los suyos. Resultaba atractivo, aunque engañosamente fácil, para el mundo del cine tratar de atrapar el espíritu complejo de su letra normal.

Las novelas de Miguel Delibes adaptadas al cine son El camino, Mi idolatrado hijo Sisí, El príncipe destronado, Los santos inocentes, El disputado voto del señor Cayo, El tesoro, La sombra del ciprés es alargada, Las ratas y Diario de un jubilado. Para la pequeña pantalla tenemos En una noche así –cuento perteneciente al volumen La partida–, La mortaja –relato del volumen Siestas con viento sur– y El camino. También redactó Delibes el guión de dos documentales para Televisión Española (TVE): Tierras de Valladolid y Valladolid y Castilla.

Entre todas ellas destaca la obra maestra de Mario Camus, Los santos inocentes. Pero la que me gustaría destacar en primer lugar es El camino (1963, disponible en Youtube), dirigida por Ana Mariscal, una de las más prodigiosas personalidades del cine europeo que era capaz de interpretar en el teatro a doña Inés en la función de noche y a Don Juan en la de tarde cuando montó en los escenarios la obra de Zorrilla . La película de Mariscal se estrenó en el apogeo de la obra de Delibes, ya autor consagrado pero en dificultades con la censura franquista en cuanto que director de un periódico, El Norte de Castilla (hay una serie de RTVE sobre la misma novela dirigida por Josefina Molina).

Un apogeo continuado porque Delibes fue un escritor constante y metódico, como buen cazador y pescador, hombre de ritos y rutinas, que le llevó a publicar casi sin pausa novelas, relatos, cuentos y teatro. Resulta revelador de la falta de nervio del cine español contemporáneo –devastado por la mediocridad, la ideología y la impostura– que mientras que las dos grandes obras de Delibes durante los años del franquismo y la Transición, El camino y Los santos inocentes, fueran casi inmediatamente llevadas a la gran pantalla, de su última gran obra, El hereje, una especie de novelón histórico a lo Ken Follett pero bien escrito, haya habido proyectos nunca concretados, siempre abortados. Aunque a principios del siglo XXI José Luis Cuerda llegó a escribir un guión, con Sergi López o Eduard Fernández de protagonista, finalmente todo quedó en nada porque no se encontró financiación. La raquítica y miope industria cinematográfica española ha dejado pasar uno de los éxitos literarios más importantes de la novela española. Hubiese sido un hermoso colofón para su vida que Delibes, que conocía y apreciaba el guión de Cuerda, pudiese haber visto su última obra novela en una gran pantalla.

El director cinematográfico que más ha adaptado a Miguel Delibes ha sido Antonio Giménez-Rico: Retrato de familia (1976) fue la versión de Mi idolatrado hijo Sissi. En 1986, Giménez-Rico volvió a dirigir un proyecto basado en una novela del escritor vallisoletano: filmó Las ratas, una visión nada complaciente del entorno rural porque Delibes no era un costumbrista utópico ni un dominguero hipster.

Pocos como Delibes han mirado España con la devoción con la que él paseaba su literatura por los campos y paisajes, los animales de granja y salvajes que la habitaban. Ahora que está de moda hablar desde la ciudad de la España vacía, él la llenaba con sus paseos con la escopeta bajo el brazo y una mirada limpia. Tan limpia como su manera de escribir. La naturaleza castellana es la gran protagonista de su obra en la que los personajes son traspasados por la misma naturaleza, siendo manifestaciones de ese ser natural que también nos mostró a través de sus documentales.

Podemos permitirnos imaginar cómo a su costumbrismo literario le hubiese venido como guante al cetrero el estilo poético con el que Terrence Malick usa la cámara para acariciar los campos, los campanarios y las bestias. Pudiera parecer una paradoja e incluso una transgresión que a Miguel Delibes, hombre sencillo que escribía sencillamente, lo volcase a la pantalla alguien tan dado a la poesía cinematográfica como ocurre en el caso del director norteamericano. Pero creo que habría sido un contrapunto iluminador esa cotidianidad literaria del español expresada en la metafísica visual del norteamericano.

Entre todas las películas basadas en la obra del escritor castellano la primus inter pares es, sin duda, Los santos inocentes (1984), que fue elegida como mejor película del cine español por los espectadores del programa de La 2 Historia de nuestro cine y con la que Rabal y Landa ganaron el premio de interpretación en Cannes. Delibes colaboró en el guión y es que además de ser un profesional de la literatura también lo había sido del cine ya que había escrito cerca de 400 críticas cinematográficas cuando era el director de El Norte de Castilla (que yo sepa no están publicadas en un libro dichas críticas, salvo un puñado en el tomo 6 de sus obras completas). Sin duda, el gran éxito y continuidad de las adaptaciones de Delibes tienen su origen en lo que de cinematográfico hay en su escritura, una influencia que cabe explorar en profundidad. Además de crítico cinematográfico también fundó un cine-club, que inauguró con Ciudadano Kane, y vertió al español los diálogos de Doctor Zhivago de David Lean.

Hablaba al principio de la degradación de la cultura en nuestro tiempo a propósito del Planeta. En su momento, Delibes se negó a aceptar un premio amañado aunque en varias ocasiones se lo ofrecieron, desde finales de los 70, cuando lo ganaron figuras como Juan Marsé o fue finalista Juan Benet, hasta los 90 cuando llegó a ser “premiado” el mismísimo Camilo José Cela. Pero no todo son malas noticias. Si el cine español, con una crisis existencial y artística como no se recuerda, entre el sectarismo y el subvencionismo es incapaz de levantar un proyecto como el de rodar El hereje siempre nos quedará la esperanza de que sean Netflix o HBO las que lo hagan en forma de serie de televisión. Es muy probable que salgamos ganando.

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