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Los asuntos de brujas que conectan a Goya con los duques de Osuna

El jardín de las brujas es la investigación de Clara Tahoces sobre su pasado familiar que la conduce hasta el siglo XVIII.

Los IX duques de Osuna fueron de los primeros mecenas de Francisco de Goya. El maestro aragonés pintó muchos cuadros para sus diferentes residencias, pero son de especial interés, por lo enigmático de su temática, los que realizó para la casa de campo de los duques a las afueras de Madrid, en la Alameda, un lugar conocido hoy como el parque de El Capricho, un jardín de un simbolismo y belleza extraordinarios. Para este lugar, proyecto personalísimo de la duquesa María Josefa Pimentel y Téllez-Girón, creó 23 cuadros, pero los que nos ocupan son seis de pequeño tamaño, oscuros y siniestros, que formaban la serie Los asuntos de brujas. Se desconoce por qué la duquesa de Osuna encargó dichos cuadros al maestro. La escritora Clara Tahoces, descendiente directa, plasma su tesis en la novela El jardín de las brujas (Ediciones B).

El interés de Tahoces por este asunto nace con una leyenda que ronda a la familia desde hace años y que habla de "la maldición de los primogénitos". "Más que una maldición es una leyenda familiar relacionada con una serie de muertes prematuras de las que siempre he oído hablar desde niña. Quise investigar de dónde procedía esta historia y me encontré con Goya", explica la escritora a Libertad Digital.

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Todo comienza con María Josefa, la IX duquesa de Osuna (1752-1834): "Era una de las personas más ilustradas de su tiempo, no solo entre las mujeres, sino que incluso sobresalía sobre la media de los hombres. Hablaba inglés y francés, le interesaban muchísimos temas". Rival y amiga de la duquesa de Alba —fue ella quien le presentó a Goya— se rodeaba de intelectuales de distintas disciplinas en unos encuentros que organizaba en los jardines de su casa de recreo.

"Tenía una biblioteca con unos 60 mil volúmenes, que en aquella época era una barbaridad. Con ediciones muy limitadas, libros extraños, muchos conseguidos en el extranjero y algunos requerían permisos especiales de la Inquisición debido a las temáticas. Le interesaba absolutamente todo: los inventos, la vanguardia, la salud…", explica la autora.

En esa amplia colección, había ejemplares esotéricos y autos de fe relacionados con la brujería. "Ese interés, que probablemente le venga de su madre, se plasma tanto en su biblioteca como en los cuadros que encarga a Goya". Se trata concretamente de seis cuadros pequeños, del mismo tamaño y con los marcos iguales, fechados entre 1797 y 1798, en los que aparecen demonios, brujas y fantasmas. "Según las facturas de compra, que se conservan tanto de Goya como de los duques, se especifica que se han hecho para la Alameda. No hay constancia del motivo último por el que le encargó estos cuadros, pero si revisas el propio jardín y ves su simbología oculta, te das cuenta de que es un lugar muy especial", dice Tahoces.

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'El hechizado por la fuerza' | National Gallery

No es descabellado pensar que, en las reuniones con la clase ilustrada que organizaba la duquesa en El Capricho se hablara tanto de filosofía, como de arte, literatura, política y, por qué no, de asuntos esotéricos que pudieran inspirar estos cuadros. Sin embargo, esto no explica por qué los colgó en sus dependencias privadas. "Se supone que solo las clases bajas creían aún en las brujas en España, pero realmente es muy posible que en esas charlas a las que acudían literatos, inventores, artistas y el propio Goya, se pudiera hablar brujería. Ella, por algún motivo, quiso plasmarlo en esos cuadros. Los colocó en su gabinete privado, que eso ya nos dice que era ella quien tenía el interés en ellos, pero además parece extraño que siendo tan siniestros, los quisiera tener tan cerca".

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'El Aquelarre' | Lázaro Galdiano

Ya los nombres de las obras son bastante significativos: Vuelo de brujas (Museo del Prado); El conjuro y El aquelarre (Museo Lázaro Galdiano) El hechizado por la fuerza (National Gallery de Londres); La cocina de los brujos (se cree que en una colección privada en México) y El convidado de piedra (hoy en paradero desconocido). De estos dos últimos, solo los conocemos por fotografías en blanco y negro. "El más complejo es el de El Alquelarre, icono del Museo Lázaro Galdiano. Es el más complejo. Todos siguen una misma construcción, pero éste, si lo descompones geométricamente, ves que está lleno de pentagramas invertidos. Hay una intencionalidad". Son anteriores a las famosas Pinturas negras que Goya pintó en la Quinta del Sordo, pero "sería aventurar mucho el decir que están influenciados", aunque Tahoces sí que reconoce una conexión en cuanto a la temática, al igual que ocurre con la serie de grabados Los Caprichos, que realizó simultáneamente con Los asuntos de brujas.

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'Vuelo de brujas' | Museo del Prado

La novela de Tahoces plantea una hipótesis sobre la conexión de estos cuadros de Goya y la "maldición del primogénito" que planea sobre el ducado de Osuna. El nexo sería el Parque de El Capricho. Numerosos paisajistas, arquitectos –como los reputados Manuel Machuca o Antonio López Aguado –, y jardineros trabajaron en su diseño bajo la estricta supervisión de la duquesa, que constantemente visitaba las obras. Está repleto de símbolos, incluso, dice Tahoces, masónicos. "Sé que suena raro porque en aquella época las mujeres no tenían acceso a la masonería y tampoco hay constancia de que su marido fuera masón. Pero tenían amigos masones y muchas de las personas que participaron en la construcción de El Capricho también eran simpatizantes. Muchos de los libros que tenía en su biblioteca fueron conseguidos por masones de Francia e Inglaterra. No le hizo falta ser masona para conocer sus símbolos".

Más allá de este misticismo, el parque de El Capricho, declarado Jardín Histórico en 1934, es un rincón excepcional de Madrid. Contiene referencias inglesas, francesas e italianas y y por toda su extensión están diseminados diferentes conjuntos arquitectónicos como la casa de las abejas, donde los duques veían a través de un cristal como trabajaban estos insectos, una casa rústica, una ermita donde vivió un ermitaño, un fortín para los juegos de los niños, una exedra custodiada por esfinges, un laberinto de laurel donde aterrizó de emergencia un avión en el siglo XX o un búnker construido durante la Guerra Civil, que aguantaría bombas de hasta 100 toneladas.

Clara Tahoces. El jardín de las brujas. Ediciones B, 2020. Páginas: 388 PVP: 20,90 €

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