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'Todos nosotros', un thriller violento y ochentero que homenajea a los policías de vocación

El escritor publica Menéndez Flores publica "una novela dura, en los que la crueldad está muy presente, pero en la que también hay dosis de amor"

El escritor Javier Menéndez Flores (Madrid, 1969), autor de exitosas biografías de figuras de la música española como Joaquín Sabina o Extremoduro, regresa a las librerías con Todos nosotros (Planeta) "una novela dura, con momentos en los que la crueldad está muy presente, pero en la que también hay dosis de amor, de ternura y de esperanza", cuenta a Libertad Digital. Se trata de un thriller que se adentra en las sombras más profundas del ser humano.

Ambientado a principios de los 80 del siglo pasado, está protagonizado por Diego Álamo, un investigador de policía con unos principios morales muy sólidos, que debe esclarecer una serie de muertes y desapariciones de chicas que fueron vistas por última vez en locales de copas. Con esta premisa, Menéndez Flores nos guía por algunos de los locales más emblemáticos de la movida madrileña.

"Me propuse escribir un thriller clásico, una novela de suspense policiaco con un misterio que arranca en la primera página y que se mantiene a lo largo de la novela", avanza Menéndez Flores. Hay dos líneas temporales, la primera en el año 81, en plena Transición bajo el gobierno de la UCD, una etapa en la que "no había móviles, ni cámaras de seguridad, ni pruebas de ADN y los policías tenían que encomendarse a su capacidad deductiva y a su perspicacia para hacer de la necesidad una virtud". Son policías pre CSI, "unos investigadores más románticos, con unos elementos muy básicos tenían que llegar al fondo de las cosas en una España en pleno desarrollo, muy salvaje y muy naif al mismo tiempo". La segunda línea nos conduce hasta los primeros años de los 2000, "bajo el gobierno del PP, ya en Primera División más allá de crisis puntuales".

No falta otra de sus pasiones, la música: "La banda sonora es ecléctica. Está la naciente movida, con Mecano, Nacha Pop, Ramones, pero también están Perales, Rocío Jurado o Julio Iglesias; y ya entrados en los 2000 está muy presente la música electrónica".

El escritor construye la narración sobre datos reales que salpican toda la novela y que sitúan al lector. "Son el resultado de un trabajo monumental de documentación. Quería que el lector se situara en el contexto social histórico y político en el que se desarrolla la historia. El que los ha vivido lo está rememorando y el que no había nacido se está enterando de cómo era Madrid en esos años", asegura.

Los "mágicos 80"

Menéndez Flores habla de los "mágicos 80", un tiempo del que echa en falta "la espontaneidad, las ganas de dar carpetazo al pasado más reciente y la necesidad de buscar el placer y la diversión". "La corrección política es uno de nuestros grandes males. Cuando ves entrevistas de los años 80, te sorprendes con las cosas que decían y que hoy son impensables, tanto por parte de los entrevistados como los entrevistadores. Echo de menos ese espíritu tan puro y tan espontaneo, eso sin que parezca que soy un nostálgico del pasado, que no hay que serlo nunca. Veníamos de una época muy oscura, de casi 40 años de dictadura y la gente quería sol y divertirse, vivir. No andaba pensando en lo que había ocurrido sino lo que estaba por hacerse", añade.

"La corrección política es una forma de pérdida de libertad", añade el madrileño. "Hoy hay que medirse mucho, cualquier cosa que dices es susceptible de ser ofensiva para cualquier colectivo. Eso es malo. Hay que entender a la gente cuando habla, quedarse con la esencia de lo que se dice. Si hay que medir cada una de nuestras palabras e incluso de nuestras sílabas, esto es un mundo de locos. Hay que expresarse con libertad y explicar las ideas. Es el fundamento de la democracia. Mucha gente se le llena la boca con la palabra democracia, pero no predica con el ejemplo".

El mundo está lleno de psicópatas

Todos nosotros contiene escenas violentas. "Reconozco que hay violencia visual y psicológica, pretendía crear ese efectismo. Estamos acostumbrados a ver series y películas con asesinos despiadados. A cambio, hay esperanza y amor. Eso es palpable", explica el autor. "Las dos caras de las personas están reflejadas. No puede haber luz sin oscuridad. El thriller tiene que ser maniqueo, tiene que haber maldad y bondad".

"Hay personas que nacen con cierta propensión hacia la criminalidad, pero el entorno es definitivo", opina Menéndez Flores. "Hay situaciones y vivencias que favorecen eso, pero ni los psiquiatras tienen una respuesta clara. El mundo está lleno de psicópatas, pero no todos matan, hay casos extremos en el que sacan lo peor. Creo que es definitivo dónde se nace, cómo se ha criado. El amor es difícil que engendre monstruos, pero la crueldad sí".

Diego Álamo no es un detective pegado al tópico. "Es un ser de carne y hueso, muy íntegro. Ama profundamente su trabajo y la vida que tiene. Es un hombre feliz y eso potencia su lucha contra el mal". En esta España de los 80, Menéndez Flores no evita hablar de tácticas policiales discutibles, casos de corrupción y mafia policial como fue, por ejemplo, el famoso Caso Nani. Sin embargo, es un homenaje al cuerpo. "Es un elogio al policía con vocación, al que ama su trabajo. Este policía tiene una misión que es divina, superior a él, encontrar al responsable de esos actos y esa misión se convierte en el objetivo de su vida", dice.

Javier Menéndez Flores es autor de una quincena de libros, como Los desolados, El adiós de los nuestros o, junto con el periodista Melchor Miralles, El hombre que no fui —basado en el crimen de los marqueses de Urquijo—.

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