Lo primero que ha dejado claro Andrés Amorós en su intervención esta mañana en Es la mañana de esRadio ha sido que su recomendación literaria de esta semana se trata de "una de las mejores novelas del siglo XX". Graham Greene, su autor, "un inglés excéntrico y muy inteligente" es, en palabras del crítico literario, "uno de los escritores más importantes de su época" y, además, "una personalidad interesantísima". Precisamente por eso, antes de ponerse a hablar de El revés de la trama —su novela favorita de Greene, recientemente reeditada por Libros del Asteroide—, ha dedicado unos minutos a la biografía del escritor.
Ha contado Amorós que Greene se convirtió al catolicismo influenciado por su primera esposa, pero que "su religiosidad era muy particular". Le ha catalogado de "católico heterodoxo", con una visión propia de los dogmas, "que creía, por ejemplo, que el infierno no puede existir, puesto que Dios es piedad; y que el purgatorio es la vida en esta tierra". Naturalmente, ese tipo de aseveraciones le cosecharon grandes detractores en el seno de la Iglesia, aunque no en sus más altas esferas. Una anécdota rescatada esta mañana tiene que ver con una llamada que le hizo el mismo Papa de Roma para pedirle que no hiciera caso a sus atacantes, "que siguiera pensando y escribiendo como lo hacía, porque lo hacía estupendamente".
También es destacable su relación con España y, más en particular, con el padre Leopoldo Durán, gran amigo suyo y compañero de viajes. "Todos los veranos acudía aquí y se recorrían juntos la península. Bebían vino tinto y comían en los paradores, para pasar después la tarde discutiendo de teología". Fruto de esas experiencias nació su libro Monseñor Quijote y, por parte de Durán, una biografía "completísima" del autor británico.
Sobre El revés de la trama ha comentado que "la traducción española es también un poco excéntrica". En inglés, en realidad, se tituló The Heart of the Matter, que "vendría a querer decir algo así como ‘El corazón del asunto’ o ‘El núcleo de lo que importa’". En realidad, ha explicado el crítico, "lo que tiene Graham Greene es que es capaz de escribir historias trepidantes, de aventuras y de acción, pero en las que cobran una importancia capital los dilemas morales de sus personajes". En esta en concreto un policía llamado Scobie —"uno de sus personajes favoritos, con los que más se identificaba"— trabaja en una colonia africana y mantiene una relación adúltera con una chica mucho más jóven que él. Pero no se trata de una historia de pasión amorosa al uso, porque en lo que indaga realmente "es en el pecado, en la culpa, en la responsabilidad de cada uno y, sobre todo, en la compasión".
El escenario africano —Greene vivió en Sierra Leona— es completamente asolador: negro, turbio, pecaminoso y horrible; pero a Scobie le gusta. Amorós destaca una frase del libro: "Será porque aquí la naturaleza humana no ha tenido tiempo de disfrazarse. Aquí, nadie podría jamás hablar de paraíso terrenal. Aquí, uno podía amar a los seres humanos como los amaba Dios: conociendo lo peor". Rodeado por ese paisaje, "Scobie no se corrompe por ambición o por dinero, sino por los sentimientos". Ante todo es un personaje que no quiere hacerle el mal a nadie, que prefiere cargar con la culpa con tal de no hacer sufrir a los demás. "Sus relaciones amorosas son todas compasivas". Otra frase: "Cuando decimos a alguien: ‘No puedo vivir sin ti’, lo que realmente significa es: ‘No puedo vivir sabiendo que sufres, que eres desgraciado y pasas necesidades’. Nada más. Cuando se mueren, nuestra responsabilidad ha terminado. Podemos descansar en paz". Esas convicciones no permiten que Scobie pueda confesarse, puesto que no se arrepiente de su compasión, lo que le sume en un dilema con Dios de profunda carga moral. Al final, sin embargo, un cura, el padre Rank, termina absolviéndole: "La Iglesia conoce todas las reglas pero no conoce lo que ocurre en el corazón de una persona. Puede parecer extraño lo que diré, cuando un hombre ha cometido todos los errores que él cometió, pero yo creo, por lo que pude comprobar, que él realmente amaba a Dios". Antes de despedirse, Amorós ha admitido que no se trata de una "mera novela para pasar el rato", pero ha subrayado que, pese a su complejidad, "es tremendamente interesante y está repleta de acción, por lo que engancha una barbaridad". Por eso, reitera, "para mí se trata de una de las mejores novelas del siglo XX".