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Carmen G. Teixeira

La casa del regreso

Entre las propuestas de lectura sobre la pérdida de la libertad destaca 'La maison du retour', de Jean-Paul Kauffmann

Entre las propuestas de lectura sobre la pérdida de la libertad destaca 'La maison du retour', de Jean-Paul Kauffmann
Un bosque frances | Pixabay/CC/12019

Muchas han sido las propuestas de lectura para estos días de confinamiento. En particular los libros que relatan experiencias, de ficción o autobiográficas, sobre la pérdida de la libertad. Entre esas listas recomendadas eché en falta enseguida uno de los libros que más me ha gustado en los últimos diez años: La maison du retour (NIL, éditions, Paris, 2007)/ La casa del regreso, sin traducir todavía en español). Sin embargo recordarán el nombre del autor, Jean-Paul Kauffmann (París, 1944), el periodista que fue retenido en el Líbano, como rehén, durante tres años (1985-1988). Cuando regresa de su cautiverio, sabe que nada será como antes, ni su profesión de periodista, ni su vida en París y en la Sologne. Decide renacer de otro modo y en otro lugar. Seis meses después se instala en el corazón de Las Landas.

¿Por qué Les Landes?

Creo que soy un hombre del Oeste, o más exactamente un hombre del Atlántico. Necesito cielos mojados, una luz cambiante y fresca, caminos hondos, prados relucientes, el olor pútrido de la marea, los arrebatos del viento. Una melancolía corrosiva.

Transcurren varios días de búsqueda de una casa sin éxito, en ese bosque de pinos, que se extiende hasta perder la vista, "la mer de pins" de Mauriac. El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, el agente inmobilario de Mont de Marsan le muestra, en un claro del bosque Les Tilleuls (Los Tilos).

"La casa de mis sueños: un amplio edificio campestre, árboles, muchos árboles, entre ellos dos enormes plátanos que despliegan su línea rota en torno a la fachada. Y el bosque de pinos que la rodea sin ahogarla".

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La firma de la compra ante notario se produce en enero y poco después comienzan las obras de restauración. J.P. Kauffman decide instalarse en ella para vigilar el trabajo de los dos obreros. "Necesito estar desde el principio, tengo que marcar con mi presencia su apropiación". Los dos obreros, una edición escolar de Virgilio con fragmentos de las Bucólicas y las Georgicas encontrada en la casa con otros objetos abandonados, y un único CD Il Ritorno di Tobia de Haydn que escucha en bucle, marcan el ritmo de sus días. Su esposa le acompaña los fines de semana. La primavera que despunta, las fiestas religiosas: el día de Ramos, la víspera de Pascua, Pascua, las vacaciones escolares de sus hijos señalan los tiempos de los primeros capítulos.

En todos ellos, el nuevo habitante de los Tilleuls no nos habla de sus años de encierro. Apenas una ligera alusión a propósito de la falta de clôtures/cierres en las Landas: "Después de tres años de encierro, necesito la desmesura de este paisaje, puntuado por algunos espacios vacíos en medio de los pinares pero nunca cerrado".

Es a partir del capítulo IV cuando se oye, como un eco de fondo, la fatwa que Khomeny acaba de lanzar contra Salman Rushdie, autor de los Versos Satánicos. Hasta el capítulo XX tendremos una información casi siempre por la radio sobre el affaire Rushdie. Sin comentarios del autor. Convaleciente todavía. En el capítulo XXII se anuncia la muerte del ayatollah Khomeny. Sera cuando nos hable de su relación con los libros cuando por primera vez mencione su experiencia de prisionero en el Libano.

La intensidad de la lectura en una celda

En su nueva vida en los Tilleuls le basta con la lectura de una página de Virgilio cada noche, antes de dormir. Todo esta perfectamente regulado en él. El pájaro canta en primavera, las espigas amarillean en verano. Le gusta leer, de vez en cuando, los libros que el azar le va poniendo en su camino.

"Durante mi cautiverio sentí cruelmente la falta de libros. Nuestros carceleros nos los traían de un modo irregular. ¿De donde los sacaban ? Eran los títulos más imprevistos. Cuando ya no se tiene nada, apoyarse en una historia es armarse de un escudo contra el mundo hostil. La lectura más que la literatura me salvó".

"Eran mis cómplices. Desde afuera venían a socorrerme"(C. X). Después de su liberación se da cuenta muy pronto de que su relación con los libros ha cambiado radicalmente. Nunca volverá a leer con la misma intensidad que en el interior de la celda. Las cajas con los libros de su biblioteca de París permanecen cerradas ante las estanterias. Veremos como su juvenil interés, nunca saciado, por los libros se desplaza ahora hacia las plantas, los arbustos y sobre todo los árboles. Del mismo modo que el canto universal de los pájaros alterna ahora con el ángel Raphäel del Retorno de Tobías.

Los trabajos de restauración de la casa avanzan a lo largo del despertar exultante de la primavera. La casa ha borrado su pasado (burdel de los SS durante la ocupación alemana). Del mismo modo, el habitante asume sus años de rehén. "Esta casa es la consecuencia de una anomalía o fractura que tengo que aceptar"(C. XV). "Cada mañana me levanto al alba para escribir. A principios de este verano, recuperada la serenidad por la paz de mi nueva thebaida, me dieron ganas de contar mi cautiveiro y mi liberación."(C. XXXI). Ese mismo verano termina su primer libro: Le Bordeaux retrouvé. Tobías regresa a su país natal.

Con emoción escribo estas líneas. Las Landas, desde el otoño del año 70, forman parte de mi vida. En Bordeaux encontré a mis primeros amigos franceses, los Dupouy, landeses de souche /de pura cepa, de Luxey, mi familia de extensión. Con ellos inicié no solo una amistad de larga duración también mi carrera profesional. El azar, que con frecuencia me ha tratado bien, quiso que unos años antes de mi jubilación encontrase otro landés, en el Collège de Tartas, Vincent Guichenuy, un joven profesor de matemáticas, una nueva amistad que haremos duradera. Oh! Les Landes... Para ellos dos, La maison du retour/La casa del regreso.

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