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Pedro de Tena

Caprichos vírico-literarios para olvidar, un ratito, el coronavirus (VII)

Séptima entrega de una serie que quiere recopilar los diferentes usos y acepciones que ha tenido la palabra virus en la literatura.

Antonio Machado | Archivo

Para casi media España, sumadas la separatista y la de izquierdas, el virus de los virus es el patriotismo español. Por eso es de rememorar la iniciativa de la Editorial Deusto que juntó a unos jóvenes del 75 a hablar, ¡¡bien!!, de España. Y lanzaba al comienzo estos versos de Cernuda:

… densa como una lágrima cayendo,
brotó de pronto una palabra: España.

En presentación se refinaba el propósito: "La idea ha sido juntar a cuarenta jóvenes españoles para hablar bien de España. No para glorificarla, como tanto se hizo en el pasado, pero tampoco para denigrarla, como ha sido de buen tono hacer desde la recuperación de las libertades en 1978. Vivimos no sólo en un país normal, sino en un buen país, un país que, sin negar ninguno de sus problemas, posiblemente sea de uno de los mejores sitios del mundo donde poder haber nacido en el último tercio del siglo XX". El libro se llama La España de Abel. Sólo ese virus españolísimo, que sigue contagiando sin descanso, pudo dar a luz tal empeño.

Cada vez resulta más inexplicable ese horror a España del que presume incluso parte del gobierno de la nación, lo que es de nota, y sus aparceros del poder.

Hay otros horrores que ya se nos han olvidado porque la fragilidad de la memoria es llamativa y bien útil para los manipuladores. Que los seres humanos somos capaces de la barbarie más cruel es conocido. Pero la desmemoria lo borra con esmero. Por ejemplo, pocos recuerdan que en la I Guerra Mundial los gases venenosos se utilizaron contra las trincheras enemigas o que, en 1942, el imperio nipón infectó de la peste bubónica a China. Seamos serios, Una cosa es la actitud conspiranoide y otra la referencia histórica precisa. Agosto, 1942, avión japonés, campos de Congshan (China). Hasta el New York Times lo ha recogido (5 de febrero de 1997).

Pondré otro ejemplo para dejar atrás estos virus reales. En su Historia de la Gestapo Jacques Delarue recoge los experimentos con bacterias y virus realizados en los campos de exterminio. De hecho, relata que "se utilizó a seres humanos para producir vacunas. En Buchenwald se inoculo el tifus a diversas personas que luego fueron utilizadas como 'depósitos' del virus. En Dachau se realizaron estudios sobre el paludismo y se criaron anófeles (mosquitos) para infectar a más de un millar de sujetos, escogidos entre los sacerdotes polacos". Luego, en 1943, se experimentó con ictericia infecciosa en judíos de la resistencia polaca.

Pero vamos a los otros virus. De nuestro peculiar hexamerón vamos saliendo para explorar la séptima jornada vírico-literaria. Para una importante cantidad de personas, los números son como una pandemia cósmica inexplicable. Stanislas Dehaene, en El Cerebro Matemático, dice que "las palabras escritas o los números pueden considerarse parásitos que invaden sistemas cerebrales que, en un principio, estaban destinados a un uso bastante diferente". Es más, podrían ser hasta virus extraterrestres insinúa. El horror a las Matemáticas sigue vivo, a pesar de que ya convino Galileo en que la naturaleza estaba escrita en su lenguaje.

No es así para los que no se curan nunca del todo del virus de las matemáticas. Cuenta Marcus du Sautoy en La música de los números primos que hay infectados que han "conseguido verificar que los primeros 6.300 millones de ceros obedecen todos a la hipótesis de Riemann. Por más años que sus tres ordenadores puedan continuar calculando las posiciones de los ceros, no existe ninguna posibilidad de que obtengan una demostración de la hipótesis de Riemann", vinculada a los números primos, que soy incapaz de entender pero que a los más valientes puede interesar.

Si es ilusoria o no la hipótesis de Riemann, está por ver porque hasta el momento no se considera resuelta en ningún sentido. Hasta se ha escrito que un extraterrestre asesinaba y sustituía a un conocido matemático británico para impedir que resolviera la cuestión pendiente y acabara así con la humanidad. Pues vale.

Uno de los virus más estrambóticos sobre los que se haya escrito es el virus limbosténico que menciona en su increíble poema El Limbo el poeta argentino Eduardo Castellanos, al que no cita, de leer ya ni hablamos, casi nadie, aunque tiene calle en Buenos Aires. En ese larguísimo, además, poema, Castellanos escribe:

…pero huye embozalado; corre rumbo
de la querencia, a rastras el cabestro
que se enreda al pasar en cada arbusto,
y hace su marcha detener. . .

Primer nirvanoide

Yo juro

que Aryano aquí retornará más tarde;
inoculado está con nuestro jugo;
y hombre que tiene el virus limbosténico
la vida aquí lo arroja en cada tumbo

Veamos, limbos son dos de los cuatro infiernos de la religión cristiana, dos regiones inciertas donde se agolpaban los justos que murieron antes de la venida redentora de Jesús y los niños muertos sin bautismo. Pero, ¿qué puede significar limbosténico? Si astenia es la debilidad general del organismo o la falta de fuerza, ¿puede ser que limbosténico aluda al decaimiento vital que sufre una persona que habita en un figurado limbo portado por un virus? Qué adivinanza.

Guillermo Díaz-Plaja, en su ardoroso libro sobre los escritores en la Guerra Civil titulado como el verso de Antonio Machado a la pistola de Enrique Líster, Si mi pluma valiera tu pistola, acusa directamente al francés George Bernanos de mentir en su libro Los grandes cementerios bajo la luna, donde denunciaba supuestos hechos de barbarie fascista que dijo haber presenciado en Mallorca.

Lo curioso es que sabido es ya que "su virus de una reconcentrada ironía sectaria" sobre el franquismo ocultaba nada menos que sus simpatías por el falangismo más duro, hasta el punto que su hijo Yves se afilió a Falange Española donde formó en la escuadra de Néstor Gallego. Tras la noche del 18 al 19 de julio, concentrado en la casa numero 13 de la calle de San Felio, domicilio del conocido falangista Jose Fior, "se lanzó a la calle, fusil al hombro, cuando el general Goded proclamó el estado de guerra en Palma". Lo de Bernanos parece más bien el virus de la desfachatez. Y aún más que eso.

El muy destacado filósofo y cristiano español, Carlos Díaz, figura intelectual del movimiento ZYX promovido desde la editorial de dicho nombre en plena dictadura franquista y al que los poderes fácticos de la cultura inocularon desde hace décadas el virus de la invisibilidad, se ha referido al "contagioso virus del relativismo" en su libro Tolerancia o Apostasía. En el umbral de este tercer milenio.

Sus rasgos fundamentales son el "todo vale porque nada vale", indiferencia en tanto que instalación en la diferencia, escasez de grandes convicciones, sin relatos importantes ya estallados en miles de microfragmentos "cada uno de los cuales se ha llevado su pequeña parte de verdad, aunque sin embargo resulte imposible recomponer o volver a soldar la antigua gran verdad en una nueva verdad común de amplio alcance". Pues sí.

Uno de los libros más desconocidos que conozco es el de quien fuera abanderado socialista en la lucha contra ETA, Ricardo García Damborenea, luego expulsado del partido por su oposición al nacionalismo del PNV, con quien quería gobernar el PSOE vasco y lo hizo, y fundador de Democracia Socialista. Se trata de un más que curioso y sugerente texto sobre El uso de la razón, editado por él mismo en el año 2000 y que puede encontrarse en Internet.

En él se habla del sofisma que se introduce cuando se considera imparable el virus mortal que se introduce en la sociedad cuando se permite que una persona quite la vida a otra, basándose en sus mutuos criterios privados de lo que es una vida digna. Se refiere a la eutanasia. Consideraba Damborenea que ese razonamiento era una versión asociada al sofisma patético, sofisma que fue muy provechoso para la propaganda exterior del sistema soviético. Simplificando, toda crítica al comunismo conduce al fracaso de la revolución, luego quien las formula era un traidor contrarrevolucionario.

Aunque en nuestra quinta entrega aludimos al combate vírico entre catolicismo y masonería, los masones, cuando afinan, se centran con especial atención en el "virus jesuítico". En el Diccionario Enciclopédico de la Masonería, puede leerse que "tales son nuestros detractores, nuestros más encarnizados contrarios, que no han vacilado en ingerirse en nuestra Orden y dotarla de todas las ridiculeces y sombras que oscurecen algunos de los ritos que no tienen de masónicos más que el nombre; y que por sus tendencias poco generosas é injustificables acusan a los ojos imparciales el virus jesuítico de su origen".

Bueno, también consideran que el "escocismo" es un virus masónico procedente de la Escocia católica y que se define como "el conjunto de todo lo que en la historia, las liturgias y los mitos y símbolos masónicos se encierra, referente a esas innovaciones y quimeras conocidas con los nombres de ritos escoceses" y apuntilla que tal virus tuvo que ser introducido por "los intereses del partido realista de la familia de los Estuardos". Cómo no.

John Dickie, en su Historia de la mafia, introduce el virus del consumismo como uno de los factores desarrollistas que ampliaron el campo de actuación de la mafia en Italia. Lo dice así: "Muy pronto, el aroma de la comida italiana empezó a granjearse también un buen número de conversos. Durante el milagro económico, Italia se convirtió rápidamente en una de las principales economías capitalistas del mundo y en una historia de éxito resplandeciente en la Europa que se había levantado de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Pero el milagro también abrió el camino que conduciría a las mafias hacia la riqueza".

Para virus corruptor de la humanidad, el de la esclavitud, para el que no hubo cura generalizada hasta comienzos del siglo XX y que todavía hoy lucha por estar presente bajo formas nuevas. Según Domingo Cortés, autor del Diccionario Biográfico americano, compuesto para destacar a las personas de relieve en la emancipación americana, el general argentino José de San Martín, medio andaluz de Cádiz y Málaga y combatiente en la Guerra de la Independencia, fue uno de sus enemigos.

Una vez convertido en héroe de la revolución americana y en padre de la patria argentina, "salvó a la patria de ese virus corruptor, y a la justicia de esa nefanda violación de toda ley, decretando, desde el primer día de su gobierno, la libertad de los que naciesen, disponiendo un sorteo anual que emancipase a veinte y cinco, y declarando que el siervo de otra parte que pisase el territorio del Perú cambiaba de condición inmediatamente. Esto era el año de 1821". Nuestro Congreso de los Diputados decretó el fin de la esclavitud en Cuba en 1880, bajo el reinado de Alfonso XII. Demasiado tarde, desde luego.

Terminemos nuestro heptamerón vírico-literario. Agustín García Calvo hizo mención del "virus de la sinceridad" en Contra el hombre. Dice el pensador español: "¿Se imaginan qué ocurriría si un buen día un virus de sinceridad atacara virulentamente al Estado y al Capital en sus encarnaduras más evidentes y groseras? ¿Se imaginan si los Políticos revelaran la hondura y calado de sus mentiras; si la Banca reconociera que practica la usura, que roban con más o menos sofisticación, según los casos; si la Iglesia afirmara que su Instituto para la Salvación de las Almas no es más que una tapadera de intereses execrables? Sería la quiebra del Poder". Visto así…

Y nuestro "invictus" psicólogo Jesús Gil-Roales Nieto en sus breverías psico-lógicas-lingüísticas recogidas en su Diccionario psicológico chusco de la lengua, dientes y tráquea castellana encontraba la lentitud como el carácter de algunos virus. Un viruslento es pues un "programa introducido subrepticiamente en la memoria de una computadora que se activa despacio; dícese también de los virus no violentos."

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