Hace diez años, cuando las consecuencias de la pandemia de gripe A comenzaban a remitir, el médico Salvador Macip publicó Las grandes epidemias modernas (Destino), un ensayo divulgativo en el que trató de explicar los principales rasgos que definen a las enfermedades infecciosas y los diversos frentes que tienen abiertos los investigadores de forma constante. Entonces ya avisó de que el riesgo de una nueva pandemia no era nada descabellado, y llamó la atención acerca de la necesidad de prepararnos para ese supuesto. Ahora, después de que el tiempo le haya dado la razón, reedita el mismo libro con el mismo objetivo. Macip es investigador de primera línea en el campo de la biomedicina y ha desarrollado su carrera en Estados Unidos y Gran Bretaña. En la actualidad, antes de que la crisis del coronavirus le obligase a suspender su labor, se encontraba estudiando el cáncer y el envejecimiento en el Departamento de Biología Molecular y Celular de la Universidad de Leicester. Además es profesor en la Universitat Oberta de Catalunya. Hablamos con él:
Pregunta: ¿Qué tal estás? ¿Cómo vive la pandemia de coronavirus un investigador español en Inglaterra?
Respuesta: Bien, bien. Por suerte yo estoy bien y puedo seguir trabajando. Lo que pasa es que, como es lógico, toda investigación que no esté relacionada con el virus está parada y muchos investigadores estamos trabajando desde casa. Aprovechamos este momento para analizar datos y escribir cosas que teníamos pendientes. En ese sentido tampoco estamos tan mal. Igual la parte más complicada ha sido la docencia, pero eso es parte del reto, también. Luego, claro, el confinamiento en Inglaterra está siendo un poco más relajado que en España. Aquí podemos salir a pasear un poco. En ese sentido tampoco nos podemos quejar.
P: Hablando del confinamiento más o menos estricto. ¿Tú por qué tipo de medidas abogas?
R: Hombre, yo soy partidario de que las medidas, cuanto más contundentes sean y más pronto se tomen, mejor. En este caso es mejor pecar de prudentes. Cuanto más en serio nos tomamos el confinamiento más se reduce la expansión de la enfermedad, sobre todo al principio de las plagas. La fase en la que estamos ahora quizás es un poco diferente, pero ahora corremos otro tipo de riesgos, como el de los rebrotes. En cuanto comencemos a relajar un poco el confinamiento existen muchos riesgos de que vuelva a prender un poco la curva de contagios. Tenemos que estar vigilantes. Pero bueno, creo que la prueba de que el confinamiento funciona es que los países que han comenzado a hacerlo bien están notando cómo los contagios han empezado a disminuir, y los países que lo están haciendo menos bien, como Reino Unido, por ejemplo, siguen todavía en una fase de la curva ascendente.
P: Es un tema que genera controversia. Al principio muchas personas percibieron las medidas como exageradas, y ahora algunos consideran que es momento de comenzar a relajarlas. ¿Hasta qué punto los avances científicos han hecho que dejemos de darle la importancia que merecen a las enfermedades infecciosas?
R: Bueno, ese es un tema muy normal y muy cierto, la verdad. Mucha gente se sigue tomando estas cosas a la ligera, y creo que es porque los expertos a veces hablamos mucho de los riesgos, por lo que las personas al final terminan viéndonos como voces demasiado alarmistas. Pero claro, es que hay que prepararse para lo peor. Después, si lo peor no llega, pues eso que nos llevamos, pero la posibilidad sigue existiendo. En realidad esto lo vimos mucho en la pandemia de 2009, que terminó quedándose en menos de lo que temíamos y la gente reaccionó diciendo que habíamos exagerado, provocando una pérdida de tiempo y de dinero. Pero lo que pasa es que entonces nos estábamos preparando para algo que podría haber sido como lo que está siendo ahora. De momento parece que la enfermedad a la que nos estamos enfrentando es relativamente leve; y suerte de que se trate de un virus no demasiado agresivo. Ahora mismo en el planeta existen virus mucho peores. Por suerte, de momento esta pandemia no está siendo tan letal como podría ser, pero como contrapartida, lo que sí que tiene es que es muy infecciosa. Su problema radica ahí. Se está hablando de que podría infectarse más de la mitad de la población mundial. Por una simple cuestión de números, si haces un cálculo rápido, y si consideras que la enfermedad tiene una mortalidad de alrededor del uno por ciento —algo que se tendrá que discutir—, te encuentras de pronto con millones de muertos. Estos, aunque estén muy repartidos por el planeta, siguen estando ahí. A este respecto creo que existe una falta de conocimiento de la realidad de las infecciones. La gripe, por ejemplo, que es una enfermedad que a nadie le parece demasiado importante, mata a medio millón de personas al año. Y no hablemos ya de la malaria, que como no nos toca de cerca parece que no es preocupante, pero que ahí está, causando estragos. Todas esas cuestiones me llevan a defender que la gente esté un poco mejor informada, para que luego no nos pille por sorpresa cuando llegue una epidemia como esta y, todavía más importante, para que sepamos cómo actuar, sobre todo en las fases iniciales.
P: Hace diez años ya advertiste que iba a haber otra pandemia tarde o temprano. ¿Cómo ves que se han hecho las cosas desde entonces?
R: Se han hecho mal, creo yo. Podríamos haber hecho mucho más. Que habría más pandemias lo sabíamos todos. Cualquier persona que trabaje con microbios sabe que las pandemias son posibles siempre. El único problema es que no sabemos predecir exactamente cuándo saldrán, ni por dónde, ni qué virus será el responsable. Pero que se producirán tarde o temprano es inevitable. Podría haber tardado diez años o quince, o veinte o treinta. Pero por eso es tan necesario prepararse. Antes de esto la OMS ya estaba avisando de los riesgos. El SARS y el MERS ya fueron el aviso de que los coronavirus eran un tipo de virus relativamente nuevo que, de golpe, habían empezado a provocar enfermedades más serias. Se sabía que cualquiera de ellos podría algún día convertirse en una pandemia. Y creo que ha habido tiempo de sobra para diseñar un plan de respuesta más genérico y consensuado entre todos los países, con ayuda de los diferentes expertos. Porque lo que estamos viendo ahora es que cada país responde a su manera, sin una idea muy clara de lo que está pasando. Obviamente los políticos no tienen por qué saber cómo funciona una crisis como esta, pero para eso tienen a los expertos. El hecho de que no exista un plan de acción mundial es un error claro, porque las pandemias son problemas globales. No deberíamos poder dejar que cada país lo gestione a su manera. En ese sentido, creo que hemos fallado ahí: en no tener una coordinación internacional. Aunque la OMS ya lo advertía, la clase política no ha sabido prepararse para esto.
P: En el libro hablas bastante de las que catalogas como las cuatro epidemias más importantes de la actualidad: la gripe, el sida, la tuberculosis y la malaria. ¿Los coronavirus corren el riesgo de entrar en esta categoría?
R: Bueno, creo que aún deberíamos ir con cautela en este asunto. Aún tenemos que observarlo y estudiarlo un poco más. Esta es la primera enfermedad por coronavirus que se convierte en pandemia y aún hay muchas incógnitas. ¿Se va a convertir en un virus estacional, como el de la gripe? ¿O va a ser un virus que, una vez consigamos la inmunidad de grupo y tengamos una vacuna dejará de representar un peligro? En función de cómo se resuelvan estas cuestiones iremos viendo si nos encontramos ante un virus realmente grave o si podremos controlarlo más o menos. Hay que tener en cuenta que ya hemos conseguido controlar enfermedades que antes también fueron pandémicas, como el sarampión o la poliomielitis. Esperemos que los coronavirus pertenezcan a este grupo y no se conviertan en una plaga más. Habrá que esperar aún para saberlo.
P: Una de las mayores dudas que se tienen con este coronavirus tiene que ver con la inmunidad. Se habla de personas que lo han superado y que han vuelto a infectarse. ¿Cómo explicas tú este asunto?
R: Bueno, por ir de lo general a lo particular. En principio cualquier microbio genera una respuesta en el organismo. Una parte de esta respuesta es la fabricación de anticuerpos. Una vez el cuerpo ha entrado en contacto con un microbio nuevo, estas células se quedan con una memoria que les permite responder de una manera más rápida si vuelve a producirse una infección. Esta es la teoría, pero cada virus es un mundo. Por ejemplo, el virus del sida lo que hace es conseguir meterse en las células del sistema inmune para evitar que produzca la respuesta contra él. Hay virus que son relativamente estables, que varían muy poquito, para los que las vacunas pueden servir durante años o incluso para toda la vida. El de la gripe sin embargo es todo lo contrario, requiere una vacuna nueva cada año. Y el del sida no es que cambie cada año, sino cada minuto, casi. Está mutando constantemente. Esto hace que diseñar una vacuna sea imposible, de momento. Entonces, dentro de este rango, ¿hacia dónde va a ir el coronavirus? Pues es difícil de predecir. De momento la respuesta inmune parece buena, aunque se han descrito casos de pacientes que se cree que se han reinfectado. Son casos que hay que estudiar, de todas formas, porque pueden ser excepciones, o puede que incluso no haya habido una reinfección porque el diagnóstico inicial fuera erróneo. Se trata de uno de las cuestiones principales a la hora de diseñar un tratamiento, pero aún estamos en fase de estudio. Todavía no sabemos muy bien hacia dónde va a ir.
P: En el libro, hace diez años, le dedicaste unas páginas al SARS y escribiste que se había probado un producto llamado griffithsina en ratones que parecía bastante prometedor. ¿Desde entonces ha habido algún avance a este respecto?
R: Sí, esto es muy interesante. Se trata de un tema que creo que es importante destacar. Cuando hubo el SARS, en su momento, se empezó a investigar rápidamente porque se temía que se convirtiera en una pandemia. Se invirtieron muchos recursos, pero la investigación se frenó de golpe cuando el SARS se controló. Ahí hubo una serie de líneas de investigación que básicamente dejaron de financiarse. Ahora nos damos cuenta de que hemos perdido un tiempo precioso, porque si en estos últimos siete u ocho años hubiéramos seguido investigando con coronavirus, en estos momentos tendríamos más respuestas. De hecho, muchos de los fármacos que se están probando ahora vienen a partir de datos que se consiguieron con el SARS. También se está estudiando alguno que ya teníamos para el sida. Básicamente se están usando fármacos que ya existían para ver si alguno de ellos responde correctamente contra el coronavirus. Pero si hubiéramos continuado la investigación que se inició hace diez años ahora ya tendríamos la respuesta. Esto lo único que demuestra es que la ciencia es lenta: necesita tiempo, dinero y atención. No podemos dejar absolutamente de lado problemas que no consideramos actuales porque los problemas van cambiando, y tenemos que ir preparándonos para los que tendremos de aquí a diez años.
P: De hecho tú en el libro haces mucho hincapié en el virus de la gripe, y recuerdas que más allá de lo que se piensa, existe el riesgo real de que pueda llegar a convertirse en una pandemia peligrosa otra vez.
R: Claro. Es un punto a destacar, y tenemos que ser conscientes de ello. La gripe es una enfermedad que puede que no nos genere demasiados problemas normalmente, pero es un problema que sigue ahí, y las posibilidades de que empeore son reales. De hecho la mayoría de los expertos pensaba que la siguiente pandemia que íbamos a vivir sería de gripe. La familia de virus que da más miedo es la de la gripe, porque cambia mucho cada poco tiempo. Ya conocemos algunas variantes del virus muy agresivas. La gripe de 1918 fue un ejemplo; la gripe aviar, que es la H5N1, es especialmente agresiva… Son virus que están por aquí circulando y que podrían convertirse en pandémicos. Esperemos que no, pero el riesgo existe. Ha habido mucha vigilancia en el campo de la gripe; menos en el del coronavirus, porque es un virus que en principio no se pensaba que podía dar este tipo de respuestas. Esto demuestra que hay que intentar estar alerta siempre. No hay que ser alarmistas, evidentemente, pero creo que tampoco podemos desentendernos de la realidad. Más que nada porque si reconocemos que los microbios pueden darnos problemas en cualquier momento, podremos invertir más dinero en investigación y reaccionar a tiempo en la próxima ocasión. Que a veces parece que nos olvidamos de la ciencia cuando dejamos de ver los problemas a la vuelta de la esquina. En ese sentido esta pandemia es una oportunidad para extraer algunas lecciones: la importancia de la ciencia, el peligro real que constituyen los microbios, y la mejor manera de comunicar todo esto de una forma bien informada, sensata, sin buscar el sensacionalismo, pero constructiva. Esa es una parte de la responsabilidad que tienen los medios: ayudarnos a los científicos a diseminar esta información para que todos entendamos un poco mejor el mundo de los microbios.
P: En todo este proceso se habla siempre de la necesidad vital de la vacuna. Algunos dicen que ya se están probando varias, como si estuviésemos cerca de conseguirla; otros afirman que todavía falta un año. ¿Cuál es el tiempo estipulado realmente?
R: Sí, buena pregunta. La vacuna es esencial. Hasta que no tengamos una vacuna no estaremos tranquilos con este virus, porque la inmunidad de grupo, de la que tanto se habla, sólo se consigue si la gente se infecta y sobrevive o si se consigue la vacuna. Estamos trabajando mucho para conseguir una. Hay de hecho bastantes vacunas en marcha. Ya se están probando varias y los primeros experimentos parecen dar resultados positivos. En ese sentido la información que corre es correcta. No sólo hay una posible vacuna, sino unas cuantas que parece que podrían funcionar; pero estamos en la primera fase. Primero se hacen experimentos en el laboratorio, después se pasa a probar con animales y por último se estudian en humanos, antes de llegar a la fase de producción. Es un proceso muy lento, por desgracia, pero vamos todo lo rápido que podemos. Ha sido espectacular ver cómo todos los científicos se han volcado a trabajar para conseguir la vacuna del coronavirus; pero veremos cuánto le queda. Por lo general para conseguir una vacuna se tarda entre un año y un año y medio. Eso si todo va bien y no se encuentran con ningún obstáculo. Esperemos que sea así. Pero luego hay que pensar que la parte de producción va a ser muy lenta, porque se trata de un proceso que también requiere de unos ciertos pasos y no se puede hacer más rápido de lo que ya se hace. Teniendo en cuenta que necesitaremos millones de dosis para cubrir a un porcentaje de la población adecuado, los tiempos se alargan todavía más. Al final la parte importante dejará de ser cuándo conseguiremos la vacuna y pasará a ser cuándo podremos conseguir el número suficiente de dosis.
P: Y en caso de posibles mutaciones del virus, ¿la vacuna desarrollada sería útil, o dejaría de servirnos?
R: Bueno, si el virus va cambiando, una vez tenemos ya una vacuna de base, sería relativamente más rápido desarrollar otra nueva. Todo depende de que el virus no varíe mucho. Es lo que vemos con la vacuna de la gripe, que se consigue siempre en menos de un año. En este caso podría ser así, también, o que incluso ni siquiera haga falta porque el virus no varíe demasiado.
P: ¿Hasta qué punto esta experiencia nos puede ayudar a mirar más a otros lugares del mundo que sufren todavía varias epidemias endémicas y peligrosas; y que no tienen las infraestructuras suficientes para contrarrestarlas?
R: Pues eso es algo fundamental, desde luego, y espero que sea una de las lecciones que saquemos de todo esto. Existen muchos sitios en el mundo que todavía sufren enfermedades infecciosas que nosotros ya hemos controlado, y que, por tanto, sabemos que se pueden controlar, que se trata sólo de una cuestión de recursos. Obviamente en el primer mundo estamos más preocupados por otras cosas: nos preocupa más en cáncer, por ejemplo, o la obesidad; pero tenemos que hacer un esfuerzo e invertir para ayudar a los países en desarrollo a sacarse de encima enfermedades como la malaria, que está matando a muchísima gente, o como la polio, que podría estar ya completamente erradicada. A veces nos falta tener un poco de conocimiento sobre estos temas para poder invertir recursos que estos países no tienen. Y creo que el trabajo que están haciendo fundaciones como la Bill Gates es fabuloso porque están intentando suplir toda esa parte que todavía no está del todo atendida. Quizás esta crisis nos sirva como ejemplo, para darnos cuenta de que los problemas que estamos pasando ahora los sufren en África muy a menudo, y que con nuestra ayuda podrían superarlos mucho mejor.
P: En cuanto a lo que nos queda todavía a nosotros, ¿cuáles son los pasos a seguir a partir de ahora?
R: Pues ahora estamos entrando en una fase diferente de la pandemia. Hemos terminado con la primera fase de control de los contagios y ahora nos encontramos en otra que consiste en intentar mantener la vigilancia y la prudencia. Esas son las dos cosas que tenemos que priorizar. Prudencia porque esto no está acabado, y tampoco debemos generar la sensación a la gente de que se pueden relajar. Esto debería traducirse en un mantenimiento de las normas que hemos seguido hasta ahora: el mayor distanciamiento social posible, un levantamiento progresivo y razonado del confinamiento, seguir lavándonos las manos y vigilando las superficies que se tocan… Todo esto aún tiene que estar presente en los próximos meses. Y a nivel sanitario la vigilancia debe continuar. Es necesario hacer el mayor número posible de test para que, después, cuando aparezcan casos nuevos, podamos localizarlos y controlarlos de manera rápida y efectiva. Hacer un poco lo que se tendría que haber hecho al principio de la pandemia. El plan debe consistir en evitar al máximo los rebrotes hasta que tengamos una vacuna.
P: Y de cara al futuro, una vez todo haya pasado, ¿sigues aconsejando lo mismo que hace diez años?
R: Sí, definitivamente. Habría que organizar algún tipo de trabajo internacional para diseñar una respuesta más coordinada, eficiente y contundente de cara a la siguiente pandemia. Obviamente no sabemos cuándo será ni qué virus la causará, pero sí hay una serie de cosas básicas que se pueden empezar a planificar. Por ejemplo: decidir cuándo y cómo se tienen que aislar las regiones cuando surgen brotes; o cómo se organiza la fabricación, compra y distribución de test y de material sanitario. También cómo se organiza la investigación. Todo esto se puede planificar antes, y creo que estos son los deberes que tenemos ahora de cara al futuro para prepararnos para la próxima.