Astérix y Obélix, la poción mágica de la felicidad
En estos días de confinamiento, las aventuras de Astérix y Obélix se presentan como una lectura ideal para escapar de la ansiedad y del aburrimiento.
Albert Uderzo ha fallecido a la edad de 92 años. René Goscinny y él fueron los creadores de uno de los cómics más famosos y vendidos de la historia: Las aventuras de Astérix y Obélix.
Su muerte nos llena de nostalgia y nos recuerda que, en estos días de confinamiento y pandemia mundial, las aventuras de Astérix y Obélix se presentan como una lectura ideal para escapar de la incertidumbre, de la ansiedad, del miedo y del aburrimiento. Son divertidas, muy divertidas, amenas, jocosas y tiernas. De sus páginas rebosan la amistad, los placeres mundanos, los estereotipos, la parodia política más corrosiva, los personajes entrañables, la épica e, incluso, la magia. Los mejores ingredientes para una buena historia tienen cabida en Astérix y Obélix, y en la pequeña aldea que resiste, ahora y siempre, al invasor romano.
No en vano, se han vendido 380 millones de ejemplares de Astérix y Obélix desde el mítico primer número Astérix el Galo (1959) y se han traducido a 111 idiomas y dialectos. Además, se han hecho seriales de televisión y películas animadas y reales de los irreductibles galos, que siguen publicando nuevas historias bajo el lápiz y el guión de Didier Conrad y Jean-Yves Ferri respectivamente.
En esta oda en prosa obviaremos todos los líos legales que tuvo que afrontar Uderzo, sobre todo tras la muerte de su fiel compañero y guionista Goscinny. Es más justo, y mejor, quedarnos con su maravilloso legado: Astérix, Obélix y todo el universo de sus historietas.
Ni Uderzo ni Goscinny supieron jamás explicar su éxito, que ha traspasado fronteras y generaciones. En palabras de Goscinny: "Parecemos idiotas que no saben lo que han fabricado... Pero no habríamos logrado nada sin trabajo. El éxito es, ante todo, horas y horas de trabajo". Sus lectores tampoco somos capaces de dar con la clave. Por ejemplo, Pancho Varona, el músico, ha dado cuenta de lo que los lectores sentimos al leer las viñetas de Uderzo y Goscinny: "Fui tan feliz leyendo esos libros que es imposible explicarlo".
Ni los creadores sabían el por qué de su éxito, ni sus lectores, nosotros, sabemos explicar el por qué nos siguen encantado Astérix y Obélix. Morgan Freeman, en una escena mítica de Cadena Perpetua, cuando Andy Dufresne conecta a los altavoces de la cárcel una hermosa ópera italiana, viene a decir lo mismo: "no tengo la más remota idea de lo que cantaban esas dos italianas... las cosas bonitas no precisan de explicación".
Yo también me encuentro desprovisto de herramientas para expresar lo que sentí y lo que siento cada vez que acudo, con la misma sensación y con la misma felicidad de la primera vez, a leer las aventuras de Astérix y Obélix. En mi memoria siempre estará ese olor a pescado del puesto de Ordenalfabetix, el miedo de los legionarios romanos cuando se cruzaban con Obélix por los campos que circundaban Armórica, la falta de capacidad del jefe de la aldea, Abraracurcix, de imponerse a su esposa, Karabella, el berrido chirriante de las canciones siempre inacabadas de Asuranceturix, el bardo, el rencor y la pereza generacionales de los corsos, los refranes del latín de uno de los piratas que siempre acababan hundidos cuando se cruzaban con Astérix y Obélix, el peso de los menhires que Obélix cargaba como si fueran plumas, el sabor del vino, de la cerveza y de los jabalíes en esas veladas a la luz de las estrellas tras haber terminado, con bien, una aventura, el fulgor provocado por la ingesta de la poción mágica antes de una buena pelea contra los romanos....
Supongo, y esto es especulación, que Astérix y Obélix demuestran que el humor es una de las herramientas más curativas y universales que tienen los seres humanos. Nos hacen reír, nos hacen felices y estamos en deuda por ello.
Qué mejor metáfora para ello que la misma poción mágica del druida Panoramix, de la que nunca hemos sabido su composición exacta, pero la que ha posibilitado, durante tantos años, que el yugo de Roma no recaiga sobre Armórica. Sus páginas, en definitiva, son la poción mágica de la felicidad.
A pesar de que los padres de Astérix y Obélix ya no estén en este mundo, los galos de Armórica seguirán siendo irreductibles.
Gracias por tanto, Albert Uderzo.
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