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Fernando Benzo: "La guerra sucia fue el gran error en la lucha contra el terrorismo"

El ex secretario de Estado de Cultura acaba de publicar Nunca fuimos héroes, una novela policíaca con ETA como trasfondo.

El título de Nunca fuimos héroes (Planeta), la nueva novela de Fernando Benzo (Madrid, 1965), es un tirón de orejas generalizado. El escritor se ha atrevido a superar "esa línea roja que se marcan algunos autores" para escribir una novela policiaca con ETA como trasfondo. Desde el punto de vista de los policías que lucharon por desarmar a la sanguinaria banda, ha querido "recordar e intentar explicar, desde lo cotidiano de la vida de los policías, qué pasó en España durante esas décadas".

Benzo, escritor y ex secretario de Estado de Cultura, ha cimentado su ficción en hechos reales, desgranando los métodos usados por "los malos" y las tácticas de "los buenos": años de seguimientos, escuchas, operaciones infructuosas, decepciones, éxitos y detenciones. El protagonista es Gabo, un comisario retirado que ha dedicado toda su carrera a la lucha contra el terrorismo y que debe volver a la acción para seguir la pista de Harri, un viejo y escurridizo conocido que ha pasado los últimos veinte años en Colombia. Debe averiguar el objetivo de su regreso a España. Su presencia reabre heridas que duelen más que la propia muerte.

Fernando Benzo es autor de otras novelas como Los náufragos de la Plaza Mayor, Nunca repetiré tu nombre o Las cenizas de la inocencia, en la que recreaba el Madrid de la posguerra. En los últimos años se ha dedicado a la gestión cultural pública y ha sido subsecretario de Educación, Cultura y Deporte y secretario de Estado de Cultura.

PREGUNTA. ¿Había que esperar a que hubiera una distancia temporal para crear un argumento que girase en torno a la lucha contra ETA?

R. Sí. Al afrontar este libro, sentí pudor creativo, la sensación de que algunas cosas estaban aún demasiado cerca. El trasfondo de la novela es conocido por la mayoría de los lectores, iban a tener referencias y eso es bastante complicado. Al mismo tiempo, ha pasado el suficiente tiempo como para que sea el momento de consolidar el recuerdo, de consolidar la historia de lo que pasó en España durante varias décadas. Si no nos encargamos de consolidar ese recuerdo, serán otros los que lo hagan y lo harán de otra manera.

P. Algunos extractos de esta novela, con modificaciones, pertenecen a un ensayo que escribió junto a Pedro Gómez de la Serna sobre la lucha policial frente al terrorismo. No lo publicó porque no era el momento. ¿Aún no lo es?

R. Creo que ahora sí es el momento. Algunas de las fuentes con las que habíamos colaborado nos pidieron confidencialidad y creíamos que era mejor no sacarlo. Ésta es una novela policíaca. En aquel libro había anécdotas reales muy interesantes y me daba pena que se quedaran en un cajón. Retomo de aquel ensayo esas anécdotas y las incorporo a la trama.

P. ¿Por qué en Nunca fuimos héroes no aparecen en ningún momento las siglas ETA?

R. Es un recurso literario casi subliminal. Quería que no hubiera ningún tipo de empatía entre el lector y la banda terrorista. Una forma de distanciar al lector de la banda era no darle una identidad. Es evidente que se trata de ETA pero no quise darle esa individualización que es el nombre. Por otra parte, quería que el narrador de la novela se acercara al lenguaje policial y, en el mundo de los policías, la mayoría de ellos se referían a los etarras como 'los malos'.

P. ¿Cree que se ha producido la derrota de ETA?

R. Sí. Ahora mismo en nuestra sociedad puede haber debates políticos muy intensos y riesgos políticos muy intensos, pero hay una cosa que está muy clara: antes había una banda que llegó a cometer tres mil acciones terroristas y que ha llegado a matar en torno a 900 personas. Ahora, para muchos jóvenes puede resultar inimaginable que nos levantásemos cada pocos días con el mazazo brutal de un nuevo atentado. Eso ya no ocurre. Al margen de todos los problemas que podamos tener como sociedad, el hecho de que no ocurra eso y que no muera la gente en las calles asesinada, desde luego es motivo de alegría.

P. Para muchos, el fin de ETA fue un paripé.

R. Evidentemente, por parte de los etarras fue un paripé. Recuerdo las imágenes que hubo cuando se supone que estaban entregando las armas y tenía pinta de teatrillo. Para mí, lo importante es que no se está matando.

P. Sin embargo, la violencia, como sucedió en Alsasua, y las muestras de apoyo a ETA no han desaparecido.

R. Sí, pero insisto: no hay gente muriendo en las calles. Cuando todo parece terrible, hay que recordar cómo era cuando por las mañanas recibías la noticia de un atentado y veías esas durísimas imágenes. Yo no digo que haya terminado el problema ni los fines que perseguía la banda terrorista, pero que no haya gente teniendo que mirar cada día en los bajos de su coche, gente siendo extorsionada o que vaya por la calle con miedo a recibir un tiro en la nuca es una realidad de la que hay que alegrarse.

P. ¿Y los crímenes que quedan sin juzgar?

R. Entre las cosas que quedan pendientes, es cierto que quedan crímenes que no se sabe quienes los cometieron y crímenes que sus responsables aún no han pagado. Las víctimas y familiares tienen absolutamente todo el derecho a reclamar que también penalmente se termine con ETA. En eso, todavía no se ha terminado.

P. ¿Cree que se ha blanqueado en los últimos tiempos el terrorismo de ETA?

R. Es una reflexión política demasiado compleja en la que no voy a entrar.

P. En su libro, trata de trasladar al lector las sensaciones reales de estos policías. ¿Cómo lo consigue?

R. Este libro tiene un proceso de documentación muy peculiar. Más importante que el estudio de los datos era el relato de la vida de las personas. No quería ser exhaustivo con los datos, elijo los hitos en la lucha contra el terrorismo que interesan en el relato y trato de que los personajes sean muy reales, que trasmitan los sentimientos de los policías que se dedicaron a esto.

P. Para crear a Gabo, el excomisario protagonista, ¿tenía en mente a un policía real?

R. Son la suma de personajes. Son todos reales pero no puedes ponerle una cara ni un nombre. Son la suma de experiencias y vivencias. Cada personaje recorre un camino distinto, cada uno representa las distintas experiencias y los distintos caminos que recorrieron los personajes de la época.

P. Gabo trata de entender por qué actúan así los terroristas hasta que pronto llega a la conclusión de que es un "sinsentido". ¿Son muchos los policías que tratan de entender?

R. Es habitual entre todo aquel que se acerque al fenómeno del terrorismo. No puedes intentar racionalizar el proceso del terrorismo ni buscar una explicación causa efecto como podrías hacer con la evolución de una ideología política. El terrorismo, por definición, es irracional.

P. Está presente en el libro las "ganas de venganza". Para un policía, ¿es un tema peliagudo?

R. Sí. No puedes ejercer bien tu trabajo si te ciegas. El ansia de venganza siempre ciega. La sensación de cuenta pendiente que te puede generar el dedicarte a perseguir terroristas a los que no puedes capturar, inevitablemente existe. Podría afectar también a las víctimas del terrorismo. Yo he tratado con ellas a lo largo de mi carrera y una de las cosas que más me ha llamado la atención es su nobleza en el sentido de que sienten odio hacia los terroristas, pero nunca es un odio que les lleve al sentimiento de venganza, nunca piensan en utilizar las mismas armas que ellos utilizaron.

P. ¿Por qué eligió como título Nunca fuimos héroes? ¿Es un reproche?

R. Sí. Tiene un poco de ironía y de regañina a todos. Es la sensación de que no hemos reconocido lo suficiente la labor que hicieron estas generaciones de policías y guardias civiles. Durante décadas dedicaron toda su vida, y muchos dieron su vida, por protegernos y para salvarnos a todos de la amenaza terrorista. Si ahora vivimos en una sociedad libre y en paz es, en gran medida, y entre otras muchas razones, por lo que ellos hicieron. No somos conscientes de que existieron muchos héroes que lucharon por protegernos a todos.

P. Entre esos héroes, destacan sobremanera los que se la jugaron infiltrándose en la banda, sacrificando su identidad y sus vidas por esta lucha. ¿Cuándo será el momento de reconocer ese papel?

R. Ellos ni siquiera buscan reconocimiento. En el caso de los infiltrados, es una experiencia tan intensa que nos resulta imposible siquiera imaginar. Se infiltran en una banda terrorista y conviven con las personas a las que quieren detener, viendo todo lo que hacen y haciéndose pasar por uno de ellos. Requiere de una valentía tan enorme que es difícil hasta de imaginar.

P. Gabo tiene que averiguar por qué Harri, un terrorista huido a Colombia, ha vuelto a España. Harri es uno de los cerebros criminales e ideológicos de la banda, un tipo que piensa que "detrás de cada bala hay un designio celestial que lo justifica". ¿Es posible el cambio en una persona así?

R. Una vez que un ser humano traspasa determinadas líneas, no tiene marcha atrás.

P. ¿Cree en el arrepentimiento?

R. Un criminal puede arrepentirse de sus crímenes pero, en el momento que mata, inicia una senda que le va a marcar de por vida. Por mucho que, a lo mejor, en el futuro, pueda haber algún tipo de arrepentimiento, yo creo que con cada crimen que cometes te estás despojando de una capa de humanidad que ya nunca vas a recuperar.

P. En la novela aparecen los confidentes. ¿Pudieron ser muchos más los que pudieron haber hablado y no lo hicieron?

R. Es muy complicado y entran en juego muchos sentimientos. El miedo es algo absolutamente legítimo. ETA empieza a terminar cuando ese miedo desaparece. Cuando se produce el asesinato de Miguel Ángel Blanco, la gente se echa a la calle porque ya no lo soporta más y da la cara para decir que están en contra del terrorismo. Se hace masivamente y ahí comienza el final de la banda terrorista ETA.

P. El incluir en una ficción atentados reales, como el de Hipercor, ¿es un intento de mantener viva nuestra historia?

R. En el libro se unen dos elementos diferentes. Por un lado, una trama policíaca con su argumento y sus giros, pero también un trasfondo. A través del protagonista y de sus compañeros, se ve el viaje emocional y las experiencias vitales de un grupo de policías. Esa parte sí se sustenta en hechos reales. Una de las dificultades que yo me encontraba a la hora de escribir este libro era conseguir engarzar esos elementos reales en la trama de ficción.

P. Ha decidido incluir un tema bastante controvertido como fue la conocida como guerra sucia contra el terrorismo.

R. La guerra sucia es el gran error que se comete en la lucha contra el terrorismo, quienes la cometen, claro. Es la gran equivocación. Desde el momento en que dejas de cumplir la ley y te sales del Estado de derecho, te sales del lado de los buenos. En el momento en el que cometes un crimen estás formando parte de los malos. La guerra sucia fue un gravísimo error estratégico, al margen de la responsabilidad penal que lleva consigo. Fue un lastre y algo que ralentizó la resolución del problema.

P. ¿Se financió ETA a través del narcotráfico?

R. La novela te da cierta libertad para especular. El vínculo de ETA y el narcotráfico no tiene sus límites claramente definidos. Si se pregunta al entorno etarra, se dice que perseguían el narcotráfico. Hay 32 crímenes de ETA que se consideran vinculados con ese mundo. Dicen que trataban de salvar a los jóvenes de los riesgos de la droga. Mientras, desde el lado de los buenos, lo que se mantiene es que ETA usaba la droga como vía de financiación y esos crímenes eran ajustes de cuentas. Son las dos tesis, no es muy difícil imaginar cuál me parece la acertada.

P. También cuenta cómo la banda terrorista persuadía a los jóvenes para que formasen parte de ETA. ¿Se puede entender las motivaciones de estos chicos?

R. Este es un libro de buenos y malos. Jamás, por mis convicciones, hubiese escrito un libro en el que hubiera algún tipo de confusión. Hay buenos, y los buenos no son perfectos, cometen sus errores y sus equivocaciones, pero son los buenos. Los malos, no son unidimensionales, no son solo terroristas, también son personas y tienen historias personales, pero son los malos. Eso está clarísimo y en ningún momento del libro se puede generar ningún tipo de confusión.

P. ¿Se puede conseguir justicia a través de la literatura?

R. El primer objetivo fue conseguir un producto entretenido, si no hubiera escrito un ensayo. Pero también quería construir el relato e ir consolidando la narración de lo que ocurrió. Hace poco, en una encuesta a universitario sobre quién era Miguel Ángel Blanco, el 47% de los encuestados no sabía quién era. Eso me dejó sobrecogido. Si me dijeran: '¿Qué lector elegirías para esta novela?', elegiría a los más jóvenes.

P. Después de Patria de Aramburu, parece que se comienza a abordar el tema.

R. Sí. Hay muchos instrumentos. Con ensayos, películas, series, tesis, documentales... Yo decidí hacerlo con una novela policíaca. Todos sabemos cómo funciona CSI Miami pero no sabemos cómo fue la lucha policial contra ETA.

P. Lleva poco tiempo en venta, pero ¿ha tenido alguna respuesta por parte de familiares de víctimas o agentes de policía?

R. Antes de publicar la novela, la sometí a los filtros oportunos. No me atrevería a publicarla con riesgo de ofender, quería sentirme seguro. Si no, no la hubiera publicado.

Fernando Benzo. Nunca fuimos héroes. Planeta, 2020. 416 páginas. Tapa dura: 20,80 €

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