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Agapito Maestre

A vueltas con España. España novelable

Nunca conseguirán jamás arrebatarle a Galdós ese título de "ser novelista español", como dejó escrito su amigo don Marcelino Menéndez Pelayo.

Nunca conseguirán jamás arrebatarle a Galdós ese título de "ser novelista español", como dejó escrito su amigo don Marcelino Menéndez Pelayo.
Benito Pérez Galdós, durante el acto de presentación de su estatua, en el Retiro, en enero de 1919 | Archivo

Estas meditaciones en torno a España no son sobre nuestro pasado, que más quisiera yo que ejercer de historiador para reflejar la objetividad de lo ocurrido, sino especulaciones sobre el futuro que le cabe esperar a un país casi desnacionalizado y desgobernado por exterroristas, separatistas, comunistas bolivarianos y socialistas del todo vale… Son ensayos de futuro para conllevar la espina de un "gobierno" que, sin ningún partido político que se oponga con firmeza y rigor a sus desmanes revolucionarios de corte "federalista", nos conduce al abismo de la desaparición de la nación española. Hoy ofrezco como ejemplo de ese inmediato porvenir la obra de uno de los escritores de la España del XIX y el XX. Se trata de un novelista que, junto a Cervantes, solo ha sido, como nos enseñara su crítico más preclaro, novelista español. Me refiero a don Benito Pérez Galdós. Mi tesis sobre el futuro de su obra es sencillo de retener. Sí, porque los Episodios Nacionales, la mayor creación literaria del siglo XIX y parte del XX, educaron en el pasado a los españoles en "el culto de la Patria", España, hoy este autor está fuera de todas las agendas culturales y políticas, educativas y sociales, universitarias y artísticas.

A esa marginación han contribuido muchos agentes "educativos" y "culturales", por ejemplo, decenas de atildados y correctos "historiadores de la literatura" y "críticos literarios que escupían contra el viento a la par que despreciaban a Galdós llamándole "garbancero". Tampoco los profesorcitos de ciencia política se tomaron en serio que la obra literaria de Galdós contiene, sin duda alguna, a un gran pensador político. Sí sí, Galdós es el Tocqueville español. No son, sin embargo, los críticos, los profesores de historia, literatura, filosofía y las "élites" intelectuales los causantes principales de ese silencio contra el novelista, sino las perversas políticas educativas y culturales de unos gobiernos que se preocupaban antes de los "hechos diferenciales" de las regiones de la península que de España. El proceso de desnacionalización de España, dirigido por los gobiernos de socialistas y populares, ha afectado también a la gran literatura. La mayoría de los españoles no saben qué representan los Episodios Nacionales en nuestra historia, entre otros motivos, porque de la nación sólo queda el nombre y la retórica… Y algunos símbolos, sí, todavía permanecen. No es poco.

¿Serán suficientes los símbolos de España, por ejemplo, el de nuestros novelistas españoles para enfrentarse a esa banda de malhechores políticos que han hecho de la realidad nacional, especialmente de su principales instituciones, un parque temático para sus experimentos totalitarios?, en otras palabras, ¿qué podemos esperar del trato que se le dará a la obra de Galdós en el año que celebramos el centenario de su muerte? Estudios especializados para unos pocos, retórica vacía para las mayorías y algún que otro gritito de lamento, entre los que seguramente yo mismo me cuento, para la galería de quejas sobre nuestra incultura patria, serán las mayores contribuciones que cabe esperar de los celebrantes de este aniversario.

El mensaje clave de Galdós no se tocará. No se escatimará en medios para ocultar lo esencial de Galdós. Causa pavor a nuestras "élites" intelectuales y políticas que el "pueblo" se entere de quién era Galdós. Harán lo que no está en los escritos para ocultar su identidad. Su ser español. Cualquier cosa, por cruel que sea, será aceptada para que los españoles, reitero, no sepan que Galdós solo fue un novelista español. He ahí mi modesta prospectiva, como diría un cursi y burdo sociólogo de la estirpe "castellsiana", para los ingenuos y bien pensantes que me piden que hable más del futuro y me olvide de "historias". Pero, aunque es imposible esbozar el futuro sin conocer el pasado y el presente, me esforzaré por fijarme solo en lo que vendrá. Tiendo a pensar que nadie, desde las instituciones del Estado, dirá con convicción e inteligencia que no es plausible conocer, estudiar y meditar la evolución del espacio público político y, por supuesto, la opinión pública de los españoles, entre 1812 y 1920, sin la obra de Galdós. Y, a pesar de que se reconozcan algunos de sus méritos, nadie sacrificará su tiempo explicando que la mayor preocupación de Galdós fue ayudar a construir una nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley. Nadie osará iniciar una explicación sobre el significado que para nuestra época tiene una sociedad genuinamente liberal como fue la defendida por Galdós.

Menos aún hallaremos estudios y trabajos de divulgación e ilustración que muestren el poder de la literatura de Galdós para construir racionalidad pública. Nunca fue pesimista el novelista sobre la capacidad "racionalizadora" de la literatura, incluso en sus momentos más escépticos nos ilustró sobre el poder emancipatorio que tiene la literatura, el Arte de narrar lo que sucede, en las sociedades más ásperas y agresivas, menos estructuradas y civilizadas. Su discurso de ingreso en la Real Academia sigue siendo uno de los grandes monumentos al Arte de la Literatura para construir bienes públicos, especialmente en períodos de crisis profundas de las sociedades: "… la misma confusión evolutiva que advertimos en la sociedad, primera materia del Arte novelesco, se nos traduce en éste por la indecisión de sus ideales, por lo variable de sus formas, por la timidez con que que acomete los asuntos profundamente humanos; y cuando la sociedad se nos convierte en público, es decir, cuando después de haber sino inspiradora del Arte lo contempla con los ojos de juez, nos manifiesta la misma inseguridad en sus opiniones, de donde resulta que no andan menos desconcertados los críticos que los autores.

Pero no creáis que de lo expuesto intentaré sacar una deducción pesimista , afirmando que esta descomposición social ha de traer días de anemia y de muerte para el Arte narrativo. Cierto que la falta de unidades de organización nos va sustrayendo los caracteres genéricos, tipos que la sociedad misma nos daba bosquejados, cual si trajeran ya la primera mano de la labor artística. Pero a medida que se borra la caracterización general de cosas y personas, quedan más descarnados los valores humanos, y en ellos debe el novelista estudiar la vida, para obtener frutos de un Arte supremo y durables (…). Perdemos los tipos, pero el hombre se nos revela mejor, y el Arte se avalora sólo con dar a los seres imaginarios vida más humana que social. Y nadie desconoce que, trabajando con materiales puramente humanos, el esfuerzo del ingenio para expresar la vida ha de ser más grande, y su labor más honda y difícil, como es de mayor empeño la representación plástica del desnudo que la de una figura cargada de ropajes, por ceñidos que sean. Y al compás de la dificultad crece, sin duda, el valor de los engendros del Arte, que si en las épocas de potentes principios de unidad resplandece con vivísimos destello de sentido social, en los días azarosos de transición y de evolución puede y debe ser profundamente humano" (I).

Perdóneme, querido lector, la largura de la cita, pero es clave para comprender que una sociedad sin literatura, o mejor, sin Arte narrativo, digámoslo con brevedad, esta abocada a la barbarie. El análisis histórico y político carece de verdad, bien y belleza sin literatura. La vinculación entre el autor y su público estudiada con delectación y brevedad por Galdós en ese discurso es aún pedagógica, en el más alto sentido de la palabra pedagogía. Su público aprendió de Galdós, seguramente, tanto como él supo extraer de su sociedad y, porque fue capaz de mostrar lo mejor de lo peor, que no otra cosa es la labor educativa, aún nosotros, tristes ciudadanos de una España sin nación, seguimos aprendiendo de sus Episodios Nacionales. El autor toma de su sociedad algo más que el asunto de su obra, sí, toma su espíritu y su carne, los elabora y se lo devuelve hecho arte a esa misma sociedad. Galdós toma nota de su sociedad, pero, seguramente, la esfera pública-política de esa sociedad consiguió ser mejor, desde el punto de vista moral y político, gracias al Arte narrativo de Galdós. ¿Existe en nuestro panorama literario español alguien parecido a Galdós?… Lo desconozco.

De la relevancia de la obra literaria galdosiana para la construcción actual de nuestra historia dan testimonio historiadores de la talla de Seco Serrano (II), Jover Zamora (III) y Marco (IV), por poner solo tres ejemplos, quienes consideran poco plausible una historia de España sin contar con los Episodios Nacionales. Desborda, sin embargo, la obra de Galdós los ámbitos de la literatura y la historia. Trasciende su narrativa los géneros clásicos. Los Episodios Nacionales son transdisciplinares. En realidad, estamos ante un género literario "transgresor". Es maravillosamente transgresor de lo políticamente correcto. Si la política es una dimensión de la historia, entonces nada mejor que leer a a Galdós para saber qué es la Política. Y es que pocos, muy pocos, serán capaces de explicar en altavoz, o sea, en conferencias y discursos, en las universidades y en las Academias de una España sin nación, que Galdós es nuestro Tocqueville español. Eso es exactamente lo que vengo manteniendo, evidentemente con poco éxito, desde hace más de veinte años (V). En muchas páginas es más grande, si se me permite la comparación, que Tocqueville, porque según mi parecer escribía mejor y predecía con más acierto. El cronista más inteligente de nuestras guerras civiles del siglo XIX sabía bien la lección que podíamos extraer de su Doña Perfecta: "Algunos se ríen y aseguran que no puede haber otra guerra civil como la pasada. No conocen al país, no conocen a Orbajosa y sus habitantes. Yo sostengo que esto que ahora empieza lleva larga cola y que tendremos otra nueva lucha cruel y sangrienta que durará lo que Dios quiera. ¿Qué opinión tienes tú?

Amigo, en Madrid me reí yo de todos los que hablaban de la posibilidad de la guerra civil larga y terrible como la de los Siete Años, ahora después de que estoy aquí…".

Galdós, como hiciera en Francia Tocqueville, fue el intelectual capaz de explicar no sólo el tránsito del Antiguo Régimen a la Revolución, sino que también mostró el contenido reaccionario y totalitario que traían las nuevas "revoluciones". Éstas llevaban dentro un tipo de crueldad no conocida en el antiguo régimen. La literatura de Galdós es, por decirlo con "dejadez" intelectual, algo más sofisticado, complejo y rico que la mera "reconstrucción popular" de la historia patria a la que algunos quieren reducir su obra. ¡Miau!, por ejemplo, es un ensayo político sobre el fracaso de un Estado burocrático al servicio de los intereses particulares de un partido político. No hay profesor decente de Derecho Administrativo que no recurra a esta novela como ejemplo literario de un modelo truncado de Estado que, reducido a "covachuela" o cobijo para la supervivencia de miles de funcionarios del partido ganador, acaba con las esperanzas de construir un Estado moderno dentro de la Nación… ¡Miau! es todo un paradigma de razón novelesca, con personajes tan creíbles, que incluso su protagonista acaba suicidándose, como le sucedió a Larra en el siglo anterior, ante el fracaso de un Estado que se ha olvidado de la nación. Del pueblo español.

Galdós era un artista, pero conocía bien el espíritu de la obra de un intelectual como Tocqueville. Los dos fueron conscientes de los riesgos despóticos que derivaban de la tutela de un poder encargado de los hombres alcanzasen la felicidad como si fueran niños mayores. A diferencia de la autoridad paterna, decía Tocqueville, preocupada por preparar a los niños para ser hombres, para la edad viril, el poder tutelar del gobierno no tiene otro objetivo que reducir y fijar a los ciudadanos en la etapa de la infancia: "Este poder quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar" (VI). Sobre ese ciudadano de la democracia, infantil e insatisfecho, actuaban incesantemente, según Tocqueville, "dos pasiones opuestas: sienten la necesidad de ser conducidos y el deseo de permanecer libres". El ciudadano de la democracia de los EEUU, según Tocqueville, concibe un poder único, tutelar, y "se consuela con el tutelaje pensando que son ellos mismos quienes eligen a sus tutores". El pensador francés nos ponía en guardia sobre este peligro entonando, una vez más en la historia de la modernidad, la palabra libertad: "Creo que en cualquier época yo habría amado la libertad, pero en los tiempos que corren me inclino a adorarla" (VII). Don Benito, nuestro singular Tocqueville español, expresa esta idea con inigualable belleza en La Fontana de Oro: "¿Habrá libertad para unos y para otros no? Ha de haberla para todos o quitársela a todos. Y es justo renunciar a los beneficios de un sistema por el mal uso que hacen de él? No. Más vale que tengan libertad cientos que no la comprenden, que la pierda uno solo que conoce su valor.

Los males que con ella pudieran ocasionar los ignorantes son inferiores al inmenso bien que un solo hombre ilustrado puede hacer con ella" (VIII). Sí, la obra entera de Galdós, escrita por y para España, es universal. Puede entenderse en el mundo entero. Ahí, en efecto, es donde tienen que trabajar las nuevas generaciones de lectores apasionados de Galdós. Es fácil, si hubiera Universidad en España, universalizar todo lo que es universal. Pero…

Los Episodios Nacionales son, sin duda alguna, una popularización literaria de la historia de España. Pero va más allá. Representa el mayor logro de toda nuestra historia de la literatura por cultivar el gusto estético y la capacidad moral de los españoles. Esa voluntad de perfeccionamiento moral eleva esta obra a una cumbre de la literatura universal. Quien siga la evolución moral de Gabrielillo, personaje clave en la primera serie de los Episodios, advertirá sin dificultad su transformación personal: el primer Gabriel, apenas un pícaro del barrio de La Viña de Cádiz, de las primeras entregas, va creciendo intelectual y moralmente hasta convertirse en Gabriel, don Gabriel Araceli, a veces casi un "moralista" capaz de impartir prudentes consejos a príncipes y políticos. "De grumete llegó a teniente coronel". La vida para este hombre no pasó en balde. Y algo parecido podría decirse de Salvador Monsalud y Tito que son, por encima de otro ciento de personajes de los Episodios, los protagonistas literarios de la segunda y la tercera serie respectivamente. Hombre y nación pueden siempre perfeccionarse. Nadie conoce ciudadanos, grandes ciudadanos, sin nación. Y es que Galdós, sí, fue el gran "educador de la juventud", como diría Menéndez Pelayo, "en el culto de la Patria" (IX).

Galdós, como Cervantes, solo fue eso, un novelista español. He ahí la gran enseñanza que extrajo de Galdós su mayor crítico literario, en realidad, el humanista que puso las bases de la cultura española del siglo XX, Marcelino Menéndez Pelayo. Precisamente, por eso, por ser un novelista español, reitero, la celebración del centenario de su muerte pasará sin pena ni gloria. España, sí, la nación española, que fue maltratada y vejada en los últimos cuarenta años por los gobiernos del PSOE y el PP, ha llegado casi a la deriva en el año 2020. ¿Conseguirá alguien este año levantar la bandera de la cultura, de la inmensa cultura española recogida en los Episodios Nacionales, para plantar cara a quienes detenta el poder de un Estado medio moribundo, sin sangre, pues que ellos ya dan por muerta a la nación? Soy muy escéptico, pero, mientras lo pensamos, no me resisto a transcribir las palabras de Menéndez Pelayo sobre Galdós. Nadie nos va a quitar jamás el placer de leer la opinión del crítico, quizá el mejor escritor del XIX al parecer de Unamuno, sobre el más grande novelista de esa época, nadie como él ha novelado nuestro país: "Son los Episodios Nacionales, una de las más afortunadas creaciones de la literatura española en nuestro siglo: un éxito sinceramente popular los ha coronado, el lápiz y el buril los han ilustrado a porfía; han penetrado en los hogares más aristocráticos y en los más humildes, en las escuelas y en los talleres; han enseñando verdadera historia a muchos que no la sabían; no han hecho daño a nadie, y han dado honesto recreo a todos, y han educado a la juventud en el culto de la Patria. Si en otras obras ha podido el señor Galdós parecer novelista de escuela o de partido, en la mayor parte de los Episodios quiso, y logró, no ser más que novelista español; y sus más encarnizados detractores ni podrán arrancar de sus sienes esta corona cívica, todavía más envidiable que el lauro poético" (X).

Nunca conseguirán jamás arrebatarle a Galdós ese título de "ser novelista español", según razona Menéndez Pelayo, en el discurso de contestación en el ingreso de Galdós como miembro de la Real Academia de la Lengua (7 de febrero de 1897). Este texto, una joya de la literatura universal, debería ser leído en todas las facultades de Humanidades y de crítica literaria para saber que, por encima, muy por encima de la ideología y de las bajas pasiones políticas, está la apuesta por la belleza, por la estética, y por el trabajo bien hecho, la ética. Este discurso de MMP es, seguramente, la mayor prueba de amistad, convivencia y liberalismo en el campo de la cultura, pero sobre todo es la máxima expresión de la crítica literaria, de la filosofía de la literatura, de finales del XIX en el mundo. Toda una guía para leer a Galdós en el centenario de su muerte.


(I) PÉREZ GALDÓS, B.: Discursos leídos ante la Real Academia Española, 7 de febrero de 1897. Est. Tip. de la viuda e hijos de Tello. Madrid, 1897, págs. 13 y 14.

(II) SECO SERRANO, C.: " Los ´Episodios Nacionales`como fuente histórica, en "Cuadernos Hispanoamericanos", núms. 250-252, Madrid, 1971, págs. 256-284.

(III) JOVER ZAMORA, J. Mª.: Realidad y mito de la Primera República. Austral, Madrid, 1991. Para Jover es de todo punto imposible reconstruir esa época de la Primera República y la Restauración sin la última serie de los Episodios Nacionales.

(IV) También el amigo Marco, que tan crítico fue del último Galdós como apologista del entero periodo de la Restauración de Canovas, en su La libertad traicionada (Planeta, 1997, pág. 275), reconoce ahora (la importancia de la última serie de los Episodios Nacionales para saber qué fue la "República cantonalista" y, sobre todo, para saber qué espanto se nos viene encima. Cfr. MARCO, J. Mª.: "La imaginación realista. La Quinta serie de los Episodios Nacionales, en Libertad Digital, 20.I.2020.

(V) MAESTRE, A.: Meditaciones de Hispano-América. Tecnos, Madrid, 2000. (2ª ed. en Escolar y Mayo, Madrid, 2010).

(VI) TOCQUEVILLE, A.: La democracia en América, 2 vols. Aguilar, Madrid, 1989, vol. 2, pág. 379.

(VII) Ibídem, pág. 378.

(VIII) PÉREZ GALDÓS, B.: Obras Completas, tomo IV, Aguilar, Madrid, 1960, pág. 26. Cfr. MAESTRE, A.: La escritura de la política. CEPCOM, México, 2000, pág. 126 (hay segunda edición de este libro en Ediciones del Orto, Madrid, 2011, pág. 153).

(IX) MENÉNDEZ PELAYO, M.: Obras Completas, V. Estudios de crítica histórica y literaria. Espasa-Calpe, Argentina, Buenos Aires, 1944, pág. 93.

(X) Ibídem, págs. 93 y 94.

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