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Paco Álvarez: "ETA no ganó, pero casi"

Paco Álvarez acaba de publicar La tierra plana y el nacionalismo, un ensayo con el que pretende explicar el funcionamiento falaz del nacionalismo.

Paco Álvarez | Archivo

Publicista y "todavía estudiante de Historia", además de presentador, empresario y poeta, Paco Álvarez se ha lanzado a escribir un ensayo que cree necesario. Todo ocurrió en un acto impulsivo, casi un desahogo. Consideraba que las mentiras nacionalistas no estaban siendo respondidas con la contundencia que merecían e intuyó necesario que la gente pudiese conocer en profundidad una realidad histórica constantemente tergiversada. De ese impulso inicial surgió La tierra plana y el nacionalismo (Edaf), un texto muy documentado que pretende, por encima de todo, explicar cómo funcionan los mecanismos de ciertas ideologías a la hora de tratar de conseguir manipular a los ciudadanos. Hablamos con él:

PREGUNTA: ¿Qué aporta tu libro a toda la literatura sobre nacionalismo que ha surgido en los último tiempos?

RESPUESTA: Yo lo que pretendo aportar, humildemente, es que se considere al nacionalismo como una creencia, y no como una ideología. De esa forma podremos comprender mejor el problema catalán o el problema vasco, porque una creencia no puede ser democrática. Una creencia tiene que tener sus dogmas, se construye a partir de un mundo ficticio, y después, a través de la superestructura mental que establece entre sus creyentes, termina excluyendo a los disidentes. Crea sus herejes y a sus inquisidores. El nacionalismo dice cómo hay que pensar. Entonces, ¿qué aporta el libro? pues que yo no creo que se pueda convencer a un nacionalista de nada. A un creyente no se le puede convencer. Pero sí que creo que se le puede sembrar una duda: que a lo mejor no todo es tan plano, o tan blanco o tan negro como le han contado sus jefes. Por eso yo no digo que tengan que pensar como yo; lo que quiero es que empiecen a pensar por sí mismos. Que se planteen si el emperador está desnudo, o si es verdad que su dios existe.

P: ¿Entonces el libro va dirigido primordialmente a los nacionalistas?

R: Sí. Lo que pasa es que un nacionalista no lo va a leer. Lo que necesitamos es que lo lean los no nacionalistas para que entendamos de una vez por todas que ha llegado el momento de plantarse. Es decir, no podemos seguir permitiendo que alguien intente convencer a nuestros hijos de que la tierra es plana. Esto es lo más grave del nacionalismo, que se le están enseñando mentiras a los niños. Porque si esas mentiras arraigan, después, desmontar todo ese sistema de creencias cuando ya son adolescentes es realmente complicado. La secuencia de mentiras hace que terminen sumidos en una serie de conflictos que les empujan hasta a quemar contenedores, como hemos llegado a ver.

P: ¿Pero es tan infalible la educación? Quiero decir, ¿no es común a todas las generaciones el replantearse las verdades que les vendió la generación anterior? ¿No existe ahí un resquicio de esperanza para que los propios catalanes descubran por su cuenta la manipulación a la que han sido sometidos?

R: Claro, pero para eso tendríamos que llegar al máximo de lo que pretenden los nacionalistas. Es decir, tú imagínate que en esa tierra plana imaginaria existiera realmente un país que se llama Cataluña y que es independiente. ¿Qué ocurriría? pues que no estaría en la Unión Europea, que no tendría moneda única, que España no le pagaría las pensiones, ni todo lo demás, y entonces sería cuando la siguiente generación se daría cuenta de que aquello que les habían prometido era en realidad una mierda. ¿Para qué hemos hecho la independencia? ¿Para esto? ¡Si no tenemos ni para pipas! Quiero decir, es un país inviable. Es más, por definición, cualquier país nuevo es inviable. Pero claro, a ellos les están contando que existe un paraíso ario en el que los catalanes vivirán en el nuevo Montecarlo, o en la Dinamarca del sur. Y es una mentira tan gorda que si se llegara a cumplir, al final sí que creo que las siguientes generaciones acabarían reaccionando contra esa dictadura del pensamiento único y terminarían pidiendo enmendar los errores de sus padres. Acabarían pidiendo: por favor, juntémonos con Francia, con España, con Italia o con quien sea, pero volvamos a ser europeos. Porque es que no tiene ningún sentido hacer una nación nueva. ¿Para qué?

P: Te preguntaba lo de a quién va dirigido el libro porque al leerlo salta a la vista tu hartazgo.

R: Sí, sí… Un amigo me dijo que lo había escrito en un momento de cabreo. Y a lo mejor es verdad que a quién está dirigido realmente es a quienes estamos hartos de que se considere al nacionalismo como una opción democrática viable. En ese sentido es un libro que aporta fuerzas, porque como lo que ofrezco son verdades contrastables, con su bibliografía, la gente que lo lea tal vez encuentre armas para defenderse de eso que tenemos todos los días en la tele no sabemos muy bien por qué.

P: ¿Pero esa actitud casi beligerante que rezuma el libro no puede ser contraproducente, si lo que busca es sembrar una duda en los nacionalistas?

R: Lo que pasa es que del otro lado… Es decir. Yo creo que el problema principal que ha tenido nuestra democracia desde el día que se ratificó la Constitución es el nacionalismo. Llamémosle ETA, PNV, o el problema catalán. Esa es la rémora que nos ha impedido ir hacia delante, alcanzar una igualdad plena y todo ese tipo de cosas. Durante estos cuarenta años hemos estado, con paños calientes, intentando no ofender al nacionalismo. Y no hemos conseguido nada. Entonces, yo creo que ya ha llegado el momento de ser beligerante. De plantarse y decir: es que esto es así. "No, es que yo creo…". Bueno, pues tú cree lo que te dé la gana, pero la verdad es esta. La verdad es que Sabino Arana era un racista. Lo dejó escrito y lo puedes consultar en los libros. No me puedes decir que no lo era. "No, somos un partido demócrata desde su origen". ¡Pero vamos a ver! O esta creencia extendida ahora que sostiene que el PNV es de izquierdas… ¡Pero qué narices!

P: Esa es otra cuestión. ¿Por qué la izquierda española parece tan obcecada en salvar la causa de los nacionalismos periféricos?

R: Bueno, yo pienso que hay dos izquierdas. Una que lo que quiere, definitivamente, es romper el esquema para traer otro sistema. Ni mejor ni peor. Otro. Y es válido que cada cual quiera lo que quiera, eh, nadie lo pone en duda… Pero es evidente que existe una izquierda que lo que quiere es una república federal. Y luego, por otro lado, hay otra izquierda que simplemente es cobarde. Y dos semanas después de las elecciones dice que Cataluña es una nación. O dice que no hay que defender el castellano en las aulas. Esa izquierda cobarde es la que, entre otras cosas, ha facilitado que el nacionalismo haya llegado hasta donde ha llegado. Porque el socialismo antiguamente lo conformaban partidos que defendían a los charnegos, a los maketos, a los obreros que habían llegado de fuera, vamos. Pero de pronto dijeron: no, es que los nacionalismos están subiendo puntos y ahora nosotros vamos a ser más nacionalistas que nadie. Y no puedes competir con el diablo en matar moscas, porque te gana y te destruye. Por eso ahora el PSC es una broma en comparación con lo que fue, y el Partido Socialista en el País Vasco, habiendo llegado a tener un lehendakari, es lo que es también…

P: ¿Pero qué responsabilidad tiene la derecha en todo esto? Porque el PP también pactó con nacionalistas para conservar gobiernos.

R: Hombre, el PP y el PSOE tienen toda la responsabilidad. Yo ahora me parto de risa con Mariano Rajoy, que publica un libro diciendo cómo hay que arreglar España, cuando él tuvo la mayoría absoluta y no se molestó en revisar la ley electoral, ni en detenerse un momento para ver qué narices estaba pasando con el nacionalismo. No, hizo lo mismo que han hecho siempre los dos grandes partidos: mirar para otro lado y pagar las poltronas de los nacionalistas con nuestro dinero. Todo a cambio de apoyos.

P: Cambiando de tercio. En el libro sostienes que en Cataluña ahora mismo no hay libertad. ¿No crees que es igual de exagerado decir eso como que los nacionalistas sostengan que están oprimidos?

R: Sí, tienes razón. Es obvio que hay más libertad ahora mismo en Cataluña que la que había en 1970. Eso es obvio. Lo que pasa es que hay 78 municipios, que yo sepa, donde ya no se puede presentar a las elecciones un partido constitucionalista.

P: ¿Pero no se puede presentar o no tiene apoyos, simplemente?

R: Bueno, claro, no los tiene. Pero es que eso lo único que quiere decir es que la limpieza étnica ha funcionado. Llega un momento en que te cansas. Yo he tenido, y tengo, mucho contacto con el País Vasco, y he visto cómo la gente se terminaba yendo de los pueblos. Y eso ha pasado en Cataluña también. Es que llega un momento en el que te cansas de que en la puerta de tu casa te pongan una pintada que te llame feixista. Eso ha generado que haya pueblos uniformados; que haya pueblos donde sólo quede una opción: la nacionalista y secesionista. Ese es el problema de libertad al que me refiero. No creo que sea democrático que alguien no pueda elegir. Y es muy curioso su caso, como tú mismo has señalado, porque son ellos los que no permiten vivir a aquellos que no piensan como ellos, pero después son ellos también los que se dicen oprimidos. O sea, no puedes ser parte y arte. El tío que te mete la hostia no puede llamarte fascista al mismo tiempo. ¡Qué mundo es este! Hay un editorial de Charlie Hebdo, que citó El País, que hacía referencia precisamente a eso: ¿por qué son las regiones más ricas las que quieren independizarse? ¿Qué quiere conseguir Cataluña? ¿Que se hable un idioma que ya se habla? ¿Conseguir una prosperidad que ya existe? ¿Que haya una democracia que ya hay? No tiene ningún sentido. Los nacionalistas son tan elitistas y fascistas que sólo quieren que su propio dinero se reinvierta únicamente en ellos, y que el dinero de los demás también se reinvierta en ellos. Llevamos cuarenta años así, y llega un momento en el que hay que decir basta. Porque la verdad es que creo que ni siquiera ellos quieren la independencia. Sólo quieren el conflicto constante.

P: ¿Por qué?

R: Pues porque así medran. Así pueden vender la mentira de que son víctimas. Y como nadie puede demostrar fehacientemente nada que les contradiga, porque siempre pueden dudar de cualquier discurso que vaya en su contra, su versión de la realidad sigue prosperando entre sus adeptos.

P: Ese es el problema de la mentira, ¿no? Que aunque la verdad exista, la imposibilidad de contrastar constantemente todas las fuentes, de demostrar de forma absoluta su existencia, hace que cualquier cosa indemostrable pueda pasar por verdadera aún siendo claramente falsa.

R: Pero el tiempo lo puede todo. Aunque igual haga falta mucho tiempo. Se tarda más en pegar los trozos rotos de un jarrón que en romperlo en mil pedazos, pero al final es posible repararlo siempre. Y eso que dices es una gran verdad, ojo. Lo que pasa es que ellos han llegado a una conclusión antes del razonamiento. Han partido del supuesto de que son diferentes, pero no lo son. "Como no soy español, me llevo mi casa". Pero es que Cataluña no es tuya, o no es sólo tuya.

P: Entramos ahí en una parte del debate interesante. Porque la autodeterminación, en según qué circunstancias, muchas veces parece bastante lógica. Quiero decir, si el total de una población concreta quiere establecerse como una nación propia, ¿qué se lo impide?

R: Ahí creo que el problema está en que cuando se iniciaron los primeros nacionalismos, en el siglo XIX, todos partían de una base determinista casi darwiniana que decía que existía una evolución de los pueblos. Y entonces los nacionalistas decidieron que todos los pueblos evolucionaban inevitablemente hacia su propia autodeterminación, hacia su propia concreción en nación. Pero eso es mentira. La evolución de un pueblo no consiste en emanciparse de sus vecinos. Es que imagínate que en un pueblo de La Mancha el ochenta por ciento de los habitantes fueran rumanos, y que de pronto decidieran que quieren unirse a Rumanía. Las cosas no funcionan así. La democracia no está por encima de la ley, por más que digan los separatistas catalanes. Es al revés: como hay ley hay democracia. "Es que no dejan votar en esta supuesta democracia". No. Votar se puede, pero cumpliendo la ley. Es lo mismo que conducir: está permitido y todo el mundo puede hacerlo, lo que no se puede es conducir a doscientos por hora y pedo perdido. Lo que ocurrió el 1O fue una afrenta. Una prostitución de la democracia. ¿Alguien considera que el referéndum que hizo Franco fue democrático? Pues eso. El 1O fue un acto sedicioso, pero sin embargo en los medios nadie les llama sediciosos. Les llaman líderes independentistas. ¡Pero qué carajos! Vamos a llamar a las cosas por su nombre.

P: ¿Crees que existe un riesgo real a que surja un nacionalismo español excluyente, como respuesta a los nacionalismos periféricos?

R: En el fondo creo que no. No creo que pueda surgir un nacionalismo español que excluya deliberadamente a los catalanes.

P: A los catalanes no, claro. Pero igual sí un movimiento nacionalista que quiera recuperar la antigua gloria perdida, manteniendo los territorios históricos y excluyendo a cualquier extranjero e inmigrante.

R: No lo sé, no lo sé. No creo. Ahora mismo lo que generan los nacionalismos periféricos es hartazgo, más que otra cosa. Oyes más en los bares un "que se vayan de una vez estos pesados" que "hay que reconquistar Cataluña". Luego, Vox recuperó el discurso de la reconquista, sí, pero creo que lo hizo mirando más hacia el islamismo que nos come los pies, que hacia otra cosa. No sé. Creo que no. Porque a lo mejor ocurre antes Tabarnia, ¿no? Esa forma de poner al nacionalismo delante de su espejo y decir: ¿No veis que sois tontos?

P: Ahora todos estamos muy centrados en Cataluña. ¿Corremos el riesgo de que nos sorprenda otro movimiento igual de poderoso en el País Vasco?

R: Peor. Corremos un riesgo peor, porque en el País Vasco la limpieza étnica se llevó a cabo con mucho mayor éxito. Ahí cada vez vive menos gente que no vote al PNV. ¿Pero por qué votan al PNV? Porque el PNV defiende lo suyo. Vivimos un momento de regionalismos en el que cada vez más comunidades se preocupan antes de cuánto pueden sacar de la hucha común que de lo que pueden aportar para la convivencia de todos. El del País Vasco es un problema muy complicado. ETA no ganó, pero casi. Vemos con normalidad que un etarra que mató a dos personas regrese y se dé el lujo de ofrecer una conferencia sobre derechos humanos, sin haberse arrepentido de sus crímenes. Y eso pasa sin que la propia sociedad civil proteste y diga: ¡Pero qué cojones estamos haciendo! Yo fui escolta dos años de un teniente general amenazado por ETA, y me acuerdo que en aquella época estudiábamos mucho el funcionamiento de ETA. Eran terroristas. Punto. Hubo un momento en el que creo que fueron malos para el nacionalismo, incluso, porque el PNV hubiera avanzado mucho más si ellos no hubieran existido. Pero a lo que voy es a que pienso, sinceramente, que a sus integrantes habrá que estudiarlos más desde la psicopatología que desde la política. Ahora se les considera políticos, y eso es asqueroso.

P: Para acabar, ¿ves una salida al problema de los nacionalismos?

R: Sí, sí que la hay. Para empezar habría que recuperar las competencias en educación. Por una cuestión de normalización. No puede ser que te quieras mudar de Madrid a Gijón y no puedas porque tus hijos no tienen el mismo temario. Y también habrá que volver a poner al Estado en su sitio. O recuperar los medios de comunicación, porque ahora mismo, si les seguimos dejando hablar sólo a ellos, terminaremos utilizando todos sus eufemismos. Esas palabras bonitas que usan para decir cosas feas, y que maquillan la realidad, tergiversándola a su antojo. Ese es el primer paso. Y hay que hacerlo ya. Por cada día que no lo hacemos, al final, serán tres días más de nacionalismo. Porque al final se acabará, de eso no tengo duda. El nacionalismo no tiene futuro. Llegará un momento en el que alguna generación se levante y diga: esto es inviable. Lo que hay que intentar es que ese momento se produzca cuanto antes.

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