En Francia, Vértigo se llama Sudores fríos y Mujercitas, Las cuatro hijas del doctor March (pero también la novela). Para que luego nos quejemos. Saoirse Ronan es Jo en la nueva versión de Greta Gerwig. Esta no ha sido nominada como mejor directora en los Globos de Oro. Ninguna mujer ha sido nominada como directora. Y había unas cuantas. ¿Pero qué más da? Los Globos de Oro son tan filfa como los Oscar o cualquier entrega de premios. ¿No nominan como serie de televisión The Good Fight y vamos a dar algún crédito a esto? ¿Y qué demonios le han visto a Ana de Armas?
Pero sigo con Mujercitas. Me alegro de tener en mi poder la versión que acaba de sacar Alianza. Ilustrada. Traducida por Gloria Méndez, que restablece el texto libre de intervenciones y lo rescata (en eso se suma a Simone de Beauvoir y Joyce Carroll Oates) del montón de novelas para jovenzuelas. La novela se publicó en 1868 y tuvo una segunda parte gracias a su éxito. En 1880 se publicaron las dos. Y se retocó mucho para hacerla más blandengue. La de ahora es la fetén.
Más o menos (unas más, otras menos), me gustan las versiones cinematográficas clásicas de Mujercitas. Pero no quiero ver a Timothée Chalamet. No sé si me compensa que la tía March sea Meryl Streep. Claro que la veré (además, quiero ver como Gerwig ha dado esos saltos en la historia, del futuro al pasado), pero no la voy a ver con las ganas que vuelvo a la versión de Katherine Hepburn o la de Elizabeth Taylor. Incluso con June Allyson (qué tía plasta). También me gusta la de Susan Sarandon. Y sí, estoy poniendo al azar a Jo (dos veces), a Amy y a la madre. Vaya, que mis favoritas son las de 1933 de George Cukor, con Hepburn de Jo, Joan Bennett de Amy, y la de 1949 de Mervyn LeRoy, con Allison, Elizabeth Taylor de Amy y Margaret O'Brien de Beth. Toda generación debe tener su versión de Mujercitas. Y luego quedarse con la que quiera.
Mucho antes de que Winona Ryder fuera Jo en la película de 1994, Kirsten Dunst, Amy, y Claire Danes, Beth, Mujercitas era una película habitual de Navidad (la de Gillian Armstrong es la única en la que la más estrella es la madre). Regreso a la Navidad televisiva. Ahora creemos que la película más navideña es Qué bello es vivir pero cuando yo era pequeña era Mujercitas (la del 33 o la del 49) lo que nos ponían en vacaciones. Y todos los años veíamos morir a Beth de escarlatina (lo que nos sonaba tan a chino como el pastel de ruibarbo en las series británicas de Thames Televisión), a Amy caerse en el agua helada después de que el hielo en el que patinaba se abriera, a Jo cortándose el pelo para venderlo y a Jo aceptando a ese profesor alemán en lugar de a Laurie (claro, que si Laurie es Chalamet hasta me parece bien Rossano Brazzi).
Para lo de Beth, Louise May Alcott se inspiró en su familia (su hermana Lizzie murió). Una familia en la que se codeó con Ralph Waldo Emerson, Hawthorne o Thoreau. A su padre se le fue un negocio de las manos y ella con Mujercitas (1868) resolvió los problemas económicos de la familia. Y luego con Una muchacha anticuada, Hombrecitos, 'Ocho primos, Rosa en flor o Los muchachos de Jo.
También es autora de "relatos de sangre y truenos", como ella llamó a los textos góticos que escribió con el nombre de A.M. Barnard. Hasta 1942 no se supo la verdadera identidad de A. M. Barnard, y fue gracias a la correspondencia entre Alcott y un editor de Boston que encontró la historiadora Leona Rostenberg. E incluso aquí vuelve a la educación (ella misma fue maestra).
Tras la máscara (dÉpoca) es la historia de la institutriz Jean Muir, que en la Inglaterra de 1866 llega a la aristocrática casa de los Conventry. Aparentemente recatada y perfecta, es una bicharraca. Una mujer de moralidad distraída con planes perversos. Una antiheroína en un domestic noir victoriano.
Pero siempre acabamos volviendo a la bondad de la mujer y las hijas del doctor March.