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Luis Miguel Suárez

Los sonetos de Góngora

Se publica una nueva edición, preparada por el profesor Matas Caballero, uno de los más reconocidos especialistas en el Siglos de Oro.

Se publica una nueva edición, preparada por el profesor Matas Caballero, uno de los más reconocidos especialistas en el Siglos de Oro.
Luis de Góngora | Archivo

Góngora es sin discusión alguna uno de los más grandes —si no el más grande— poetas españoles. Y no solo por el Polifemo y las Soledades, sino también por su obra "menor", en la que, además de sus décimas, letrillas y romances, destacan sus sonetos. Sin embargo, como la mayor parte de los poetas de su tiempo, murió sin haber publicado su obra, que —salvo unos pocos poemas impresos en libros de otros autores o en antologías— se transmitió a través de numerosas copias manuscritas, no siempre cuidadas, lo que dio lugar a la aparición de diversas variantes y de atribuciones indebidas de versos propios y ajenos.

Por suerte, un amigo del poeta cordobés, Antonio Chacón Ponce de León, señor de Polvoranca, preparó una edición manuscrita que, según él, consultó con el propio autor y en la que —caso único entre sus contemporáneos— dató y ordenó cronológicamente los textos. No obstante, por comprensiva prudencia, excluyó de ella los poemas satíricos que contenían ataques personales.

Dadas estas circunstancias, resulta imprescindible contar con una edición crítica solvente que recoja los poemas de indudable autoría gongorina, fije el texto más fidedigno y lo acompañe de la pertinente anotación que allane las dificultades que la lengua poética de Góngora ofrece. Hasta ahora contábamos únicamente con una edición crítica de los sonetos completos, la de Biruté Ciplijauskaité, publicada en 1969, con diversas reediciones posteriores, que ha sido el texto de referencia en los últimos cincuenta años.

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Este mismo año ha aparecido una nueva edición de los sonetos completos preparada por el profesor Juan Matas Caballero, catedrático de Literatura Española de la Universidad de León, y uno de los más reconocidos especialistas en la literatura de los Siglos de Oro. Esta monumental edición (más de mil setecientas páginas), fruto de casi tres lustros de trabajo, constituye sin hipérbole alguna uno de los acontecimientos filológicos más importante de estos últimos años. Precedida de un valioso estudio sobre los sonetos y la lengua poética gongorina, y de una impresionante bibliografía de más de cien páginas, incluye 212 poemas ordenados cronológicamente.

Cada uno de ellos aparece acompañado de un comentario que, además de estudiar cuestiones como las posibles fuentes y otras circunstancias de su composición, aclara y resume su contenido. Asimismo, se añade —para el lector curioso que quiera profundizar en su lectura— una pequeña bibliografía con los estudios particulares más destacados sobre el poema. Además del aparato filológico (manuscritos en los que aparece, aparato de variantes…) el texto va seguido de diversas notas que solventan pertinentemente las dificultades particulares de cada texto.

Dominio poético con apenas 21 años

De esta forma, se puede apreciar la evolución del poeta y la variada vena de su inspiración: la amorosa, cultivada sobre todo en su juventud, donde ya da muestras de su dominio poético —con apenas veintiún años compone "Mientras por competir con tu cabello" y con veintitrés "la dulce boca que a gustar convida…"—; o la cortesana con la que trata de rendir pleitesía a los poderosos de su tiempo, buscando obtener alguna prebenda, casi siempre con poco éxito. De ahí que quizás como fruto de ese fracaso aparezca el poeta satírico que escarnece la vida cortesana (ahí están sus sonetos contra Madrid y, en especial, contra Valladolid, capital efímera del reino, a la que denigra con particular animadversión). La vena burlesca se despliega igualmente en sus ataques contra sus enemigos literarios: Lope y sus secuaces —"Patos del aguachirle castellana…"—, Quevedo o Jáuregui. Y no faltan tampoco la vertiente heroica o la inspiración moral.

No deja de resultar llamativo que un poeta tan sensible a la belleza, a la vez, se muestre proclive al chiste escatológico; o que un hombre de iglesia como él no solo se muestre mucho más atraído por la tradición pagana —hasta el punto de dirigir una oración a Esculapio para lograr la curación de católica majestad Felipe IV— que por la cristiana, sino que también muestre cierta irreverencia anticlerical. Se trata de contrastes muy propios del Barroco. Pero, por encima de todo destaca la genialidad de un poeta capaz de convertir en poesía el asunto más banal. Ahí está ese soneto "De una dama que quitándose una sortija, se picó con un alfiler", auténtica filigrana digna de il miglor fabbro. En definitiva, una poesía brillante de la que ahora el lector puede disfrutar en una edición espléndida.

Luis de Góngora, Sonetos. Edición de Juan Matas Caballero, Madrid, Cátedra, 1740 pp.

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