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Rosa Belmonte

Como Epi y Blas

Sánchez e Iglesias como Epi y Blas. Ahí está la imagen del abrazo y el segundo diciendo “Lo de la mamada iba por ti”. “Ya lo sé, tonto”.

Sánchez e Iglesias como Epi y Blas. Ahí está la imagen del abrazo y el segundo diciendo “Lo de la mamada iba por ti”. “Ya lo sé, tonto”.
El abrazo de Sánchez e Iglesias | Gtres

Un viaje a un mundo dominado por el pensamiento dogmático y radical. Los humanos no pueden ir en contra de ciertas reglas para no ser excluidos de la sociedad. Un futuro desolador. No es el pacto Ribbentrop-Molotov. Ni el pacto Sánchez-Iglesias. Es Las crisálidas, la novela de John Wyndham de 1955, en plena guerra fría, que Runa acaba de reeditar en España. Wyndham abandona el fin del mundo de sus habituales novelas y se marca una novela intimista con una hecatombe nuclear que da lugar a una estricta sociedad. Tras la Gran Tribulación (la hecatombe nuclear que provoca mutaciones) hay una comunidad donde se persigue la diferencia. Y se extermina. Hace Wyndham una crítica terrible contra la discriminación por ser diferente. David, el protagonista, vive en la imaginaria Waknuk, en una sociedad de fundamentalistas genéticos y religiosos. Las plantas anómalas se queman a la vez que se cantan himnos. Los humanos anómalos también están señalados. Pero pueden huir a Bordes (márgenes), un sitio poco recomendable. Las crisálidas va de intolerancia. Las desviaciones de lo normativo son blasfemias, así que animales y plantas que no tengan aspecto normal son eliminados y los humanos, expulsados. "Mantén puro el rebaño del Señor", "Cuídate de los mutantes’, son las advertencias que recibe David desde niño.

Si sale adelante este bonito Gobierno con Sánchez de presidente e Iglesias de vicepresidente (más los apoyos de Dios sabe quién) tenemos continuación del discurso normativo que excluye al que disiente en cosas climáticas, feminismo, violencia de género, memoria histórica… Esas cosas de las que hace bandera Vox, aunque su "a por ellos" se interprete por tantos (por tontos) como que van a por los moros, los negros, los homosexuales… Que algunos de los que lo gritan irían, pero el discurso es más bien de dar la batalla cultural.

Hablaba el otro día Stanley Payne en La Razón de la memoria histórica, de la que nos vamos a hinchar: "Significa presentar la historia con una sola cara, sin libertad de expresión, de crítica, anular la investigación, salvo la que supuestamente sirva para dichos fines con todo tipo de ilegalidades. No se ha inventado en España, pero Sánchez está yendo más lejos que Zapatero y mucho más que otras leyes en Europa. En España se ha convertido en un arma sectaria para controlar a los partidos de la oposición. Por un temor enorme de ser tachados de franquistas. Oponerse a ella es un deber moral. Hace falta vigor e independencia para ello".

Pedro Sánchez decía ayer que "lo que no cabrá en el espíritu del futuro Gobierno progresista será el odio y la confrontación entre españoles". Leo a un periodista serio recordar que es la primera coalición de la izquierda española desde la segunda república. Como algo positivo. Que no se trata de ver por todos lados el Frente Popular, pero, hombre, hay una cosa que se llama libros de Historia. La estupefacción es fabulosa. Los móviles no dan abasto a memes. Como ese del abrazo entre Sánchez e Iglesias y este diciendo "Lo de la mamada iba por ti". "Ya lo sé, tonto". La estupefacción sobre todo al recordar a Pedro Sánchez diciendo aquello de que con Iglesias sería presidente de un Gobierno que no dormiría por la noche. "Junto con el 95% de los ciudadanos que tampoco se sentirían tranquilo". Iglesias: "Se duerme peor con 50 diputados de Vox que con ministros de Podemos en el Gobierno". Y ahora se quieren ir los dos a compartir cuarto como Epi y Blas. Y, hala, a contar fascistas para dormir. O a leer ‘Las crisálidas’.

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