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Javier Cercas: "El nacionalismo y la religión han sido los dos grandes destructores"

El escritor extremeño, Premio Planeta 2019 con Terra Alta, protagonizada por un Mosso "que cree que las leyes son la única defensa de los pobres".

El escritor Javier Cercas, entrevistado para Libertad Digital. | David Alonso Rincón

Terra Alta (Planeta) arranca con un descarnado triple crimen – que remueve el estómago de cualquiera- y con la consecuente búsqueda de los asesinos. ¿Es policiaca? Sí, porque el protagonista es policía, pero Terra Alta es mucho más. Es una propuesta de debate sobre la justicia, sus límites y el cumplimiento de las normas. Indaga en las raíces, la familia, en la patria y en la necesidad de encontrar un propósito de vida. Le ha valido a Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) el Premio Planeta 2019. El autor la define como "un western vestido de thriller con muchas capas". Cercas repite que "no es una novela del procés", pero en ella ha volcado todo ese malestar que se ha vivido en Cataluña en los últimos años.

Su protagonista es Melchor Marín, un Mossos d'Esquadra – un "españolazo" como le llama uno de sus compañeros- , con "una sed de justicia feroz", que encontró en la novela Los miserables su razón de vida. Debe enfrentarse a este terrible crimen que sacude Terra Alta, la "Cataluña pobre", la que solo se "acuerdan para bombardear".

PREGUNTA. Menuda vida complicada le ha inventado a su protagonista.

RESPUESTA. Mucho más complicada que la mía. Él es muy distinto a mí pero me sirve para decir cosas que necesitaba. No lo podría haber hecho si no hubiera tenido una vida tan difícil y si no hubiera estado sediento de justicia, ferozmente sediento de justicia, capaz de llegar a extremos injustos por defender la justicia.

P. ¿La justicia llevada al extremo es injusticia?

R. Melchor aprende que no puedes apostarlo todo a un solo valor porque lo bueno llevado al extremo se convierte en malo. La justicia llevada al extremo puede ser mala, la libertad llevada al extremo puede ser mala, la verdad llevada al extremo es mala. Tienes que vivir haciendo frente a ese equilibrio. Hay gente que no lo aprende en la vida porque nace zoquete y se muere zoquete.

P. Melchor lo aprende a base de palos. ¿Es el único camino?

R. Yo soy muy aficionado al tenis y creo que Rafa Nadal es uno de los tipos más inteligentes que he visto en mi vida, de los antiguos y de los modernos. Me gustaría escribir un libro recogiendo sus frases. El otro día dijo algo genial: 'sí, se aprende de los fracasos pero se aprende más de los éxitos'. Esto es una genialidad porque cuando fracasas sabes dónde has fallado y aprendes, pero si eres autocrítico podrás aprender de los éxitos desde esa serenidad y calma que te deja ver que, aún habiendo salido bien las cosas, has hecho cosas mal. Si eres idiota piensas que ya lo has hecho bien y nada más. Melchor aprende a base de fracasos pero también de los éxitos. Quizás sea tan inteligente como Rafa Nadal.

P. Pero a Melchor le pierde una obsesión...

R. Sí, que arrastra por la muerte de su madre y de algo más. Él es policía, tiene una investigación que podría haber abandonado y no hubiera pasado nada. Le dicen 'esas personas están muertas, a qué vienes tú a hacer justicia'. Pero él tiene dentro esa feroz sed de justicia, que es buena, necesaria, pero que se convierte en su peor enemigo.

Las reglas son aquello a lo que pueden acogerse los débiles y los indefensos frente a los ricos y los poderosos

El escritor Javier Cercas, entrevistado para Libertad Digital. | David Alonso Rincón

P. ¿Qué es la justicia entonces?

R. Los novelistas tenemos prohibido dar respuestas, solo formulamos preguntas de la manera más compleja posible. Yo no quiero responder qué es la justicia o si Melchor actúa bien o mal. Es el lector el que tiene su respuesta. Como personas, cuando llegan situaciones extremas -asesinatos, robos, atropellos contra las libertades de la gente, la Guerra Civil, lo de Cataluña...- no podemos ser equidistantes, pero como novelistas tenemos la obligación de serlo. Nadie sabe la ideología de Shakespeare. En eso consiste la magia de la literatura.

P. Merchor encuentra en Los miserables una guía de vida y, al contrario que la mayoría, toma a Javert como el héroe en lugar de a Jean Valjean.

R. La virtud es secreta o deja de ser virtud. Los buenos son siempre buenos en secreto y los malos, a menudo, parecen buenos. Javert es un malo aparente, pero para Melchor es el bueno, es el hombre que defiende las reglas y la justicia. Las reglas son aquello a lo que pueden acogerse los débiles y los indefensos frente a los ricos y los poderosos. Quien alardea de virtud es un canalla, esa es una convicción profunda mía.

En una democracia, las leyes son las reglas del juego que nos damos todos para convivir. En una dictadura, las leyes son un garrote que tiene el poder para arrear a los demás. Hay una diferencia sustancial que hay gente que no quiere entender

P. Este debate que se plantea sobre las leyes y la necesidad o no de cumplirlas, ¿es una metáfora de lo que sucede en Cataluña?

R. En la superficie del libro apenas está Cataluña. Hay dos momentos, los atentados islamistas y el referéndum del 1-O, es algo muy anecdótico. Si quitas mi nombre de la portada y adivinas si estoy a favor o en contra del procés, es que el libro es malo. Mis opiniones las doy en mis artículos. Sin lo que ocurrió en los meses de otoño de 2017 yo nunca hubiese escrito este libro y lo que ocurrió fue lo más tenso y brutal que ha pasado hasta ahora. Subliminalmente está ahí. La policía hace respetar la ley y la ley, en una democracia, no es como en una dictadura. En una democracia, son las reglas del juego que nos damos todos para convivir. En una dictadura, las leyes son un garrote que tiene el poder para arrear a los demás. Hay una diferencia sustancial que hay gente que no quiere entender. Melchor cree que las leyes son la única defensa de los pobres y eso es sagrado. Pero él, cuando lo necesita, se las salta. Para él, la justicia está por encima de la ley. Eso es lo que planteo en la novela. Me gustan las novelas que complican la vida al lector.

El nacionalismo y la religión han sido los dos grandes destructores

P. Melchor es una persona contradictoria. ¿También lo es el cuerpo de los Mossos?

R. Melchor es una persona compleja. Tiene el corazón limpio, yo lo adoro. Es un policía. Un compañero suyo independentista, que termina por ser su mejor amigo, dice el 1-O que se mete el independentismo por el culo porque es policía y allí se obedece al juez. El problema ahí fue que hubo una ambigüedad en los mandos y esta gente no sabía de que lado estaba. La inseguridad que se creó fue por eso. Ahora ya no hay ninguna duda.

El escritor Javier Cercas, fotografiado para Libertad Digital. | David Alonso Rincón

P. Melchor encuentra en esa Terra Alta una patria tal y como la entendía Cervantes.

R. El concepto político de patria es tóxico. En nombre de la patria y de la religión se han cometido las mayores barbaridades de la historia. El nacionalismo y la religión han sido los dos grandes destructores. En cambio, el concepto de patria de Cervantes es personal, sentimental, es el de encontrar un lugar en el mundo, donde están sus seres queridos y donde le quieren, encuentra una suerte de sosiego que nunca ha tenido.

P. ¿Usted ha encontrado un libro que le haya provocado un shock similar al que siente Melchor con Los miserables?

R. Sí, al menos tres o cuatro. Por ejemplo, un libro que no he vuelto a leer desde entonces: San Manuel Bueno, mártir, de Unamuno. Yo tenía 14 años. Es un cura que pierde la fe pero sigue predicando a sus feligreses. Yo era un chico estupendo, católico, apostólico, romano, obediente, deportista. Dejé de ser católico, empecé a fumar, a beber cerveza y entré en una confusión de la cual aún no he salido. Yo busqué en la literatura las seguridades de la religión.

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