El viaje a Valencia se realizó en circunstancias penosas. Las grandes dimensiones de ambos lienzos hicieron, por increíble que parezca, que se ataran a los laterales del camión; pero ni siquiera en esas lamentables condiciones pudieron atravesar el puente sobre el Jarama en Arganda (…) En plena noche fue necesario descargar los cuadros a la entrada y, utilizando unos rodillos, desplazarlos hacia otro extremo, donde volvieron a cargarse. (Pág. 102)
No es una ficción. Es un episodio real protagonizado, nada más ni nada menos, que por Las Meninas de Velázquez y Carlos V en la batalla de Mühlberg de Tiziano, joyas del arte universal. Si hoy están expuestas en el Museo del Prado es "de milagro". Y no solo esas, sino las principales pinturas que atesora la pinacoteca. José Calvo Poyato (Cabra, 1951) reivindica la vulnerabilidad del patrimonio en el ensayo El milagro del Prado (Arzalia), que subraya "la improvisación negligente" de trasladar las obras del Prado durante la Guerra Civil, una decisión "política y propagandística" tomada en contra de los informes técnicos emitidos.
Hace unas semanas, el museo celebró unas jornadas bajo el título de "Museo, guerra y posguerra" en las que se destacó la política activa de evacuación del patrimonio llevado a cabo en el conflicto. Entre el 10 de noviembre del 36 hasta el 5 de febrero del 38, la Junta republicana del Tesoro Artístico sacó del Prado 525 obras –comenzando por La Rendición de Breda, de Velázquez– y las trasladó primero a Valencia, después a Barcelona y Figueres, y por último a Ginebra, donde llegaron en 1939.
"En mi opinión, la historia plantea que el Gobierno republicano estaba salvando el Prado y, en realidad, tras manejar muchos datos e informes, creo que puedo decir que se estaba utilizando como un elemento propagandístico en una guerra. Evacuar las obras del Prado durante la Guerra Civil se hizo en contra de todos los criterios técnicos que había. Los técnicos del Prado alertaron que había cuadros, que por su estado de conservación, no debían someterse a los avatares de un traslado. Además, la Oficina Internacional de Museos recomendaba no sacar los cuadros, sino protegerlos en las zonas más seguras", insiste Calvo.
"Hubo un contenido bastante político cuando el Gobierno presidido por Largo Caballero tomó la decisión de abandonar Madrid y que, junto a él, abandonasen la ciudad las obras del Prado alegando que la aviación franquista estaba bombardeando Madrid. Solo un bombardeo afectó al Paseo del Prado y causó algunos desperfectos, mínimos, en el edificio", añade.
Picasso, director por entonces del Prado
El trasiego de las pinturas comienza en el 36. Pérez de Ayala dimitió como director de la pinacoteca cuando comenzó la guerra y el Gobierno de la República nombró a Pablo Picasso, "que no pisó el museo ni un solo día mientras se sacaron las obras", recuerda Calvo. El subdirector, Sánchez Cantón, "se opuso cuanto pudo a la evacuación" y se eligió a María Teresa León, esposa de Alberti, para seleccionar las pinturas que saldrían de la capital. "Estuvo más preocupada de sacarlas cuanto antes que de hacerlo bien. Le dio igual la opinión de los técnicos. Con las prisas, las obras ni siquiera estaban siendo embaladas. Se vivieron situaciones bastante complicadas", lamenta el autor.
La Guerra Civil puso en jaque el patrimonio español. Cayeron nueve bombas sobre el edificio Villanueva, más tres en el jardín, unas 16 bengalas, y otros tres artefactos en el Paseo del Prado. Además, la Real Academia de San Fernando sufrió graves daños y el Palacio de Liria fue destruido. "La aviación que está actuando en ese momento es alemana, de la Legión Cóndor. Bombardean Madrid, entre otras razones, para crear el terror en la población civil. Era prácticamente la primera vez que caían bombas desde el cielo y eso aterraba. Hubo protestas importantes cuando cayeron bombas muy cerca del Prado y se pidió que se señalizase con bengalas".
El mejor lugar, los sótanos del Prado
Parece ventajista decir hoy que las obras estaban más seguras en el Prado que fuera, una vez que sabemos que las bombas no afectaron al edificio. De hecho, el grueso de la colección permaneció en el sótano, resultando ilesa. Otros museos trasladaron hasta este lugar sus obras.
"El fuego y las bombas amenazaron el traslado de esas obras en muchas ocasiones", dice el autor. Tras pasar por Valencia, donde fueron almacenadas en lugares que no estaban acondicionados, se llevaron a Cataluña. A su paso por Benicarló, un proyectil alcanzó una casa y el balcón se desplomó sobre el camión que trasladaba El dos de mayo de 1808 en Madrid de Goya. El lienzo se desgarró en casi una veintena de trozos y hubo que reentelarlo. "Lo que le ocurrió a ese cuadro pudo ocurrir a muchos otros", se lamenta el autor.
Una vez en Cataluña, se llevaron al Castillo de Peralada y al de Figueras, espacios que almacenaban municiones del ejército republicano y, por lo tanto, eran objetivo de la aviación franquista. "No lo digo yo. El propio presidente de la República Manuel Azaña dice en sus memorias que Las Meninas temblaban bajo sus pies. No solo ese cuadro. También los de Goya, Tiziano, etc. La situación era particularmente complicada. Azaña dijo que aquello era mucho más importante que la Monarquía y la República juntas, era el espíritu de España. Los riesgos que se corrieron fueron tremendos".
Debajo de nuestro comedor estaban los Velázquez. En otro edificio anejo otro gran depósito. Temí que mi destino me hubiera traído a ver el museo hecho una hoguera. Era más de cuanto podía soportarse. (Manuel Azaña)
¿Quién garantizaba su regreso?
Los problemas no abandonaron a los cuadros tras pasar la frontera. Se trasladaron a Ginebra, sometidas a gélidas temperaturas pues, en la mayoría de los casos, solo les protegía de la intemperie una simple lona.
Una vez en Suiza, las dificultades eran de otra índole. "Para volver a traerlas a España hubo unas conversaciones muy complicadas", recuerda Calvo. "Había un gran riesgo de que, cuando se pasase por Francia, los franceses decidiesen quedarse con obras importantes. Todo eso había que garantizarlo". Retornaron por Irún en septiembre del 1939, con la II Guerra Mundial ya iniciada. El riesgo era mayúsculo. El tren circuló con las luces apagadas por temor a un posible ataque de la aviación alemana.
A pesar de la dura crítica que José Calvo lanza a los responsables de la evacuación del Prado, se deshace en elogios hacia la labor de los técnicos. "Hicieron una labor extraordinaria. Los técnicos se esforzaron para que aquella decisión no se convirtiera en una catástrofe. Los que acompañaron los cuadros se preocuparon para que saliesen de España con las mayores garantías posibles, tratando de que pudieran regresar cuando la guerra hubiera concluido Aún así, la decisión política de sacar las obras fue inadecuada".
José Calvo Poyato. El milagro del Prado. Arzalia, 2018. ISBN: 978-84-17241-11-7. Páginas: 240. Precio: 19,95€