111 años ya de su muerte, Nicolás Salmerón y Alonso, el "abogado Salomón" para alguno de sus adversarios [I] que consideraremos tal vez más adelante, nació en Alhama la Seca (Almería) en 1937 y murió durante unas vacaciones en Pau (Francia) el 20 de septiembre de 1908. Pocos conocen algo de la vida y comportamientos, ni siquiera los que se consideran herederos del krausismo [II], tendencia filosófica de la que fue su máxima figura pública, tal vez por encima incluso de Julián Sanz del Río [III], introductor de la obra del idealista alemán Carlos Cristiano Federico Krause en España.
Para los que no conozcan a Salmerón hay que decir que su prestigio en la izquierda española, la socialista [IV] sobre todo, procede de haber sido cofundador, e incluso anticipador, de la Institución Libre de Enseñanza, haber defendido a la Primera Internacional en 1871, a la que luego persiguió siendo Presidente de la I República española y de haber renunciado a tal cargo por no querer firmar unas sentencias de muerte, acto que iba contra sus principios.
Nunca fue socialista y de hecho hay quien lo incluye en el marco de un centro reformista y quien lo encasilla entre los liberales eminentes [V] u otras categorías ideológicas. Pero influyó notablemente en el socialismo ilustrado español.
Para sostener lo primero, hay razones fundadas puesto que Salmerón, antes de que Francisco Giner de los Ríos se consagrara como faro y guía de la Institución Libre de Enseñanza, ya había comenzado la andadura del krausismo pedagógico fundando el colegio privado El Internacional (1866-1874) que, a juicio del especialista Juan Manuel Diaz Sánchez, fue el ensayo primero de la Institución que luego monopolizó Giner. Por cierto, en este colegio estudió precisamente el médico Jaime Vera, uno de los fundadores del PSOE, no muy cercano a la figura de Pablo Iglesias.
En cuanto a si su dimisión fue forzada por la firma de unas sentencias de muerte, las interpretaciones son diversas. Hay quien sostiene que lo hizo a causa de sus principios krausistas, quien cree que tales sentencias iban destinadas a combatir al carlismo insurrecto y la indisciplina de militares republicanos cantonalistas a los que podría haber tratado favorecer y quien considera que con su actitud propició el golpe de estado del general Pavía [VI]. 50 días duró al frente de la I República.
Para los que no conozcan al filósofo Krause, digamos con el diccionario de Ferrater Mora de guía, que, coetáneo de Schelling y Fichte en la Universidad alemana de Jena, tuvo menos suerte que ellos y nunca obtuvo empleo universitario. Su filosofía "casi siempre presentada en forma muy abstrusa y en una complicada terminología, aspiraba a ser la auténtica continuación del pensamiento de Kant".
De él, nos interesa en este artículo que defendía le evolución de la humanidad hacia lo que llamaba "humanidad racional" hacia un "supremo bien" y que rechazaba el absolutismo estatal pregonado por Hegel –del que deriva el comunismo marxista–, apostando más por la federación de asociaciones universales como la familia y la nación que por la Iglesia y el Estado hasta llegar a una federación universal ideal.
La semilla del krausismo en España
Cabe culpar al general Espartero de haber sembrado la semilla del krausismo en España, por haber dado oportunidad de expandirlo a Julián Sanz del Rio que hizo una lectura sui géneris del libro Ideal de la Humanidad para la vida dando paso a un "simplismo masónico", en la expresión de Gustavo Bueno, y finalmente al "pensamiento Alicia" del nuevo PSOE posfelipista y zapateril, tras una pirueta antiespañola y anticristiana que para nada congeniaban con el original.
Fíjense en esta expresión del propio Krause en su libro: "Allí donde puede (el hombre krausista) conquistar para su pueblo una nueva fuerza, desarrollar y utilizar un gran carácter, donde puede mover e interesar a sus conciudadanos para el asunto de todos, para la libertad común, para la dignidad de la propia nación entre las demás, allí mira como su primer fin y su mayor gloria el llenar esta obligación sagrada, pagando a su pueblo una parte de la deuda inacabable del patriotismo".
Y completemos con este fragmento del final de su obra:
¡Qué reanimación de vida, qué desarrollo de fuerzas nuevas no ha producido sucesivamente el Cristianismo en todos los pueblos animados de su espíritu! La doctrina de la unidad de Dios y de la unión de todos los hombres en Dios, nuestro padre, acabó de desterrar la esclavitud que la cultura griega y romana dejaron en pie.
Por ejemplo.
Nicolas Salmerón y Alonso ha sido y será siempre objeto de necrológicas laudatorias debido a la frase que Clemenceau quiso que constara en su lápida: "Dejó el poder por no querer firmar una sentencia de muerte".
Incluso ha recibido dudosos homenajes, por ejemplo, de la masonería que no hizo distingos cuando el 11 de febrero de 2010 recordó a tres presidentes de la I República, Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall y Nicolás Salmerón.
El especialista en la masonería española, José Antonio Ferrer Benimelli, sin embargo, explica con detalle que Salmerón no era masón, aunque fue propuesto para el cargo de Gran Maestre de la Masonería Española. Fue elegido pero nunca aceptó un puesto para el que probablemente ni se le consultó. Su relación con la masonería ha sido viciada por haber en su ciudad una logia "salmeroniana" que, tal vez, se refiera a su hermano Francisco, que sí fue masón. Salvo noticias fidedignas en contrario, no puede considerarse masón a Salmerón salvo en el sentido figurado de Menéndez Pelayo que veía en el krausismo un cierto estilo masónico.
Parece no estar de más que junto a los panegíricos que recibirá Salmerón de sus admiradores en este aniversario de su muerte, se adosen las reprobaciones de sus críticos para ir construyendo una imagen global y real de uno de los más destacados políticos republicanos del siglo XIX y la primera década del siglo XX. Uno de sus adversarios más eminentes fue Marcelino Menéndez Pelayo.
El cántabro nos ha dejado algunas huellas de sus profundas diferencias con Salmerón, al que no deja en buen lugar ni como profesor ni como político. Quizá las censuras más jugosas se encuentren en su Epistolario Completo, que usamos en la edición digital facilitada por la Fundación Ignacio Larramendi.
En 1873, cuenta a un amigo que sus profesores de Metafísica e Historia de España eran, respectivamente, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar y añade:
Ni Salmerón ni Castelar asisten a sus cátedras con puntualidad, sobre todo el último que hasta ahora no ha aparecido por la universidad. La enseñanza está desempeñada por sustitutos y anda como Dios quiere y tú te puedes imaginar.
Al mismo amigo, Antonio Rubio, escribe en 1874 un texto muy conocido donde dice, entre otras cosas:
Figúrate que el Sr. D. Nicolás Salmerón y Alonso, expresidente del Poder Ejecutivo de la Ex-República Española y catedrático de Metafísica en esta Universidad, entra el día pasado en su cátedra y después de limpiarse el sudor, meter la cabeza entre las manos y dar un fuerte resoplido, pronuncia las siguientes palabras, que textualmente transcribo, sin comentarios ni aclaraciones: 'Yo (el ser que soy, el ser racional finito) tengo con Vds. relaciones interiores y relaciones exteriores...'
Y sigue:
…yo soy maestro y Vds. son discípulos. Si pasamos a las relaciones exteriores, la Sociedad exige de Vds. una prueba; yo he de ser examinador, Vds. examinandos. Tengo que hacerles a Vds. dos advertencias, oficial la una, la otra oficiosa. Comencemos por la segunda. Como amigo, debo advertirles a Vds. Que es inútil que se presenten a examen, porque estoy determinado a no aprobar a nadie, que haya cursado conmigo menos de dos años.
Para colmo, advertía a los alumnos osados que iba a preguntarles sobre materias que ni siquiera estaban incluidas en sus clases. Menéndez Pelayo acabó horrorizado y huyó de Salmerón buscando otros profesores, no sin antes decir: "Salmerón no nos ha enseñado una palabra de Metafísica, ni de Lógica subjetiva, ni mucho menos de ninguna particular ciencia (como él dice), pues en todo el año no ha hecho otra cosa que exponernos la recóndita verdad de que la Metafísica es algo y algo que a la Ciencia toca y pertenece…" pero "ahora quiere exigirnos lo que ni nos enseñó ni nosotros hemos podido aprender. Esto te dará muestra de lo que son los Krausistas, de cuyas manos (garras, dice a continuación) quiera Dios que te veas siempre libre".
Por ello, cuenta sus "amarguras" con el catedrático Salmerón y se declara "el más implacable enemigo de esa jerga Krausista que Dios confunda". Incluso con otros alumnos fue a casa del prócer krausista para que reconsiderase sus condiciones, pero no obtuvo nada. Lo acusa de intentar "hacer de cada uno de nosotros, a fuerza de venir a su cátedra, un sectario de sus doctrinas filosóficas y 'religiosas'. Por lo tanto, el examinarse con él, aun cuando uno quede aprobado (cosa materialmente imposible), constituye al examinado en la tácita obligación de volver un año y otro a su cátedra, cosa que ni puedo, ni quiero ni debo".
Para Menéndez Pelayo, Salmerón pertenecía a una clase de secta, el krausismo, "una especie de masonería en la que los unos se protegen a los otros, y el que una vez entra, tarde o nunca sale. No creas que esto son tonterías ni extravagancias; esto es cosa sabida por todo el mundo".
La "salmerónica"
De su correspondencia, se deduce que Menéndez Pelayo consideraba la filosofía de Salmerón como una jerga ininteligible que deseaba expresarse tan oscuramente de modo que nadie lo entendiera. Alguna vez considera que dice necedades, aunque ya en 1876, cuando tenía 20 años, decidió suavizar su "caricatura" del destacado de la "taifa" krausista que llamó la "salmerónica", texto duro y cruel incluso, pero, a su entender, justificado. De hecho, suspendía a los aspirantes católicos a cátedra porque suponía que tenían un espíritu "estrecho".
Además, veía al krausismo como una secta filosófica fanática e intransigente., doctrina oficial de la Universidad de Madrid desde Sanz de Río, cuyos principales discípulos fueron Canalejas, Salmerón, Giner de los Ríos, Federico de Castro, Gumersindo de Azcárate, González Serrano, etc. Casi todos desertaron del origen y abrazaron positivismos y monismos, salvo Giner de los Ríos que convirtió a su Institución Libre de Enseñanza en refugio de krausistas.
Igualmente señala a Salmerón, ya en 1887, como alguien capaz de quitarse de en medio en tareas que le correspondían, como el discurso inaugural de curso de la Universidad, y le espeta: "Discurso que en realidad no me tocaba a mi sino al hierofante de Salmerón que se echó la carga de encima con toda la gravedad filosófica posible".
Es más, en carta a Leopoldo Alas Clarín acusa a Salmerón y a Giner de conjuración krausista contra su persona. A Salmerón le hace sujeto de la impiedad de "perro chico" (sobre los perros había extrañas teorías entonces) e incluso tonto o cómplice de tonterías.
En uno de los párrafos más duros, dice:
Salmerón, que no es un hombre de ciencia ni un espíritu desinteresado, sino un hombre político y un abogado de malos pleitos, entra con todas, como la romana del diablo, y se cree obligado a romper las lanzas por cualquier mamarracho que quiera llamar la atención soltando cuatro blasfemias o tirando piedras a un cura.
Y añade:
Si la libertad de la cátedra ha de servir para eso, reniego de semejante libertad.
Contra los excesos callejeros de los republicanos, Menéndez Pelayo escribe en 1904 que:
... llevamos tres días de escándalo en el Congreso y vergonzante motín en sus alrededores, pero Maura no se intimida y va metiendo a los republicanos en un puño. Excuso decirte que las relaciones de los periódicos están llenas de exageraciones y embustes. Total: cuatro golfos que van a vitorear a Salmerón cuando sale de las Cortes y cuatro palos muy bien repartidos por los de Orden Público.
Ya en la Historia de los heterodoxos españoles, dice nuestro autor que "deben distinguirse, pues, dos períodos en la heterodoxia política del reinado de Doña Isabel: uno de heterodoxia ignara, legal y progresista, y otro de heterodoxia pedantesca, universitaria y democrática; en suma, toda la diferencia que va de Mendizábal a Salmerón".
Es más, recordando a los primeros liberales españoles nada dogmáticos, añade:
Los demócratas afilosofados y modernísimos, sin perjuicio de hacer iguales o mayores brutalidades cuando les viene en talante, pican más alto, dogmatizan siempre, y aspiran al lauro de regeneradores del cuerpo social, ya que los otros han trabajado medio siglo para desembarazarles de obstáculos tradicionales el camino.
No le perdona a Salmerón su negación de la existencia de una ciencia española. De hecho, dice no acordarse del señor Azcárate:
...hasta que dijo que la intolerancia había anulado por tres siglos toda actividad intelectual en España; ni pensaba en el Sr. Revilla, hasta que el Sr. Revilla afirmó que la ciencia española era un mito; ni en el Sr. Salmerón, hasta que escribió todas aquellas barrabasadas en el prólogo del Draper.
Y culmina:
No he lidiado ni lidio más que por el honor literario de la patria.
Tras subrayar que Sanz del Río y el propio Salmerón eran parejos en el mal escribir, se alivia al cerciorarse de que el segundo, al que llamó "caliginoso metafísico krausista" escribió poco. Antes de 1868, rebusca, una sola cosa, su tesis doctoral, de titulo pomposo y de la que dice:
Quien haya leído el Ideal de la humanidad (de Sanz del Río) y las adiciones al Weber, no pierda el tiempo en estudiar este discurso. Es muy feo pecado la originalidad, y lo que es por él, a buen seguro que se condenen los discípulos de D. Julián.
Además, se reía de su oscuridad. "En los pocos escritos suyos que conozco y que con grandísima fatiga he leído (disertación sobre el Concepto de la Metafísica y otra sobre la idea del tiempo) así como en sus lecciones orales (de las cuales todavía me acuerdo con terror, como quien ha salido de un profundísimo sepulcro)," y pone como ejemplo salmerónico: "Yo y mi esencia, con el uno y todo que yo soy, existo en la eternidad, en unidad sobre la contrariedad de la preexistencia y de la post-existencia, que sólo con relación al tiempo hallo en mí, sabiéndome de la eternidad como de propiedad mía". Y apostilla: "Quizá hoy el mismo Sr. Salmerón se ría de esta jerga".
Salmerón, un anticatólico declarado, aunque no antirreligioso, fue atacado por Menéndez Pelayo por su disposición a saquear a la Iglesia.
Pagar al Clero, aun en los términos en que lo establecía el proyecto de Montero Ríos, era para Salmerón una inmoralidad; la moralidad consiste en deber y no pagar, en apoderarse el Estado de los bienes de la Iglesia, y descalabrarla luego con discursos pedantescos, en nombre de la unidad universal humana y de la comunión de todos bajo el Padre común de todos los seres humanos.
A pesar de todo, en la larguísima introducción de Adolfo Bonilla y San Martín a Los orígenes de la novela (tomo 4), se dice que Menéndez Pelayo reconocía que Salmerón era "persona de noble corazón y de purísimas intenciones". Cuestión de fe, por lo visto.
[I] Antonio Ledesma Hernández, almeriense como el krausista, le caricaturiza como tal en su Canuto Espárrago y en La nueva salida del valeroso caballero don Quijote de la Mancha
[II] Tras su "sarampión krausista", al decir de su hijo, se pasó al monismo, doctrina alejada de la separación entre materia y espíritu heredada modernamente de Descartes.
[III] "Krause comienza a ser conocido en los países de lengua española a través de su discípulo Enrique Ahrens (1808-1874), cuyo Curso de Derecho Natural o de filosofía del derecho fue publicado en Madrid en 1841, traducido al español por Ruperto Navarro Zamorano. El Curso de Ahrens quedaba aprobado en octubre de 1841 como texto para las universidades españolas, y condenado en febrero de 1842 por la Iglesia de Roma. Pero en junio de 1843, cuando el general Espartero instaura en Madrid una facultad completa de filosofía, nombra interino a "Julián Sanz del Río, doctor en jurisprudencia, de la universidad de esta corte, para catedrático de la primera sección del noveno curso, o sea historia de la filosofía, con el sueldo anual de 20.000 rs. correspondiente a la misma, quien tendrá obligación de pasar a Alemania para perfeccionar en sus principales escuelas sus conocimientos en esta ciencia, donde deberá permanecer por espacio de dos años"…Proyecto Filosofía en español, inspirado por Gustavo Bueno.
[IV] También se manifestó a favor de la legalización de la I Internacional dirigida por Marx y Engels tras la defenestración de los anarquistas.
[V] En el libro Liberales eminentes se le describe además como inclinado al "socialismo de cátedra"
[VI] Incluso hay quien sostiene que la dimisión se debió a no querer enfrentarse al general Pavía que estaba a favor de terminar con el cantón de Málaga, algo que no quería el partido de Salmerón.