De Antonio Pérez al Cid: la traición como sustento de la identidad nacional
El historiador Bruno Padín presenta La traición en la historia de España, una revisión de las felonías más destacadas de la historiografía patria.
Sagunto, Numancia, el asesinato de Viriato, la entrada de los musulmanes en la península, el destierro del Cid, la conspiración del príncipe Carlos contra su padre Felipe II, las abdicaciones de Bayona… A lo largo de la historia, la traición —y sobre todo, cómo fue siendo inmortalizada en las crónicas— ha sido un elemento relevante en la consolidación de la identidad nacional española. Sin embargo, en palabras del historiador Bruno Padín Portela, "hasta ahora no existía una revisión extensa centrada exclusivamente en ella". Para remediarlo acaba de publicar La traición en la historia de España (akal), un repaso que trata de indagar precisamente en eso: la importancia que tuvieron las diversas interpretaciones de las felonías en el posterior desarrollo del nacionalismo español.
"Hay dos tesis fundamentales que creo que sustentan todo el libro", explicó el autor durante la presentación de la obra en la Casa de Galicia. "Por un lado, quería destacar, evidentemente, la importancia que ha tenido la traición en la historia de España, y por otro, también, llamar la atención sobre las diferencias entre el desarrollo de la identidad nacional española y las identidades gallega, vasca y catalana, en las que la traición no ha tenido tradicionalmente tanto peso".
Para él, eso se debe a que los nacionalismos periféricos "se alimentan casi exclusivamente de la batalla contra el enemigo exterior, que para ellos es el ‘Estado opresor’ español", mientras que el desarrollo paulatino de la identidad española, más consolidada en la población, "también encuentra un sustento en la lucha contra el enemigo interior".
Preguntado entonces acerca de ese fenómeno, explicó que "aunque es muy lógico pensar que los nacionalismos periféricos, al nacer en sociedades que se encuentran imbricadas con su ‘enemigo opresor’, deberían dar más cabida al surgimiento de la figura del traidor", esto no sucede, precisamente, porque esos mismos nacionalismos no suelen tener demasiada relevancia dentro de sus propias sociedades. "Lo que pasa es que en Galicia, por poner un ejemplo que conozco mejor, el nacionalismo gallego no está muy implantado en la totalidad de la población. Los grupos nacionalistas son minoritarios, y por eso es difícil que puedan encontrar traidores dentro de una sociedad que, en su mayoría, se considera española". No es el mismo caso de Cataluña o el País Vasco. "En Cataluña, por ejemplo, el nacionalismo no ha tenido un respaldo social importante hasta hace bastante poco. Últimamente tiene más. Y ahí sí que se han dado algunos casos, siempre esporádicos y no representativos, de acusaciones de traición contra ‘españolistas’. Igual que en el País Vasco".
Pero su libro también busca elaborar una reflexión historiográfica. Más que centrarse exclusivamente en episodios concretos de traición, indaga acerca de cómo los relatos que se hicieron de esas traiciones fueron consolidando la identidad nacional. "El propio acto de traición", explicó Padín Portela, "ha sido recogido de una manera o de otra en función de quien lo hubiese cometido". Las historias generales de España no han tratado de la misma manera a la figura de Antonio Pérez que a la del Cid, que no hay que olvidar que fue desterrado y considerado traidor. "Cómo fueron recogidas sus historias, y cómo fueron reescritas constantemente y difundidas, creando tópicos y mitos, ayuda a comprender también cómo se fue creando también la propia identidad nacional".
El director del diario ABC, Bieito Rubido, presente en el acto, quiso destacar por su parte "el pequeño gran acontecimiento que supone la presentación, no ya de esta obra, sino de este autor. Porque estoy convencido de que Bruno va a ser en unos año uno de nuestros intelectuales más destacados". Además, hizo hincapié en que se trata de "una tesis seria, trabajada, erudita y, sobre todo, interesante y bien escrita. Eso, en un mundo cultural tan frívolo como el que tenemos ahora en España, no deja de ser algo a celebrar".
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