Cuando a Mario Vargas Llosa se le pregunta qué es la cultura en la nueva era de las pantallas, duda. Al cabo de un rato arranca y termina respondiendo únicamente a la primera parte de la cuestión: "¿Qué es la cultura? La cultura es el conocimiento y la tradición de un pueblo, y también de cada individuo que lo conforma; la cultura es su sensibilidad, igualmente; pero sobre todo, creo que la cultura es el espíritu crítico de la humanidad, que permite el progreso". De la segunda parte de la interpelación, la que hace referencia a esa nueva era de las pantallas, a la que no responde, es de lo que va a charlar con su interlocutora, la periodista Pepa Bueno, durante el resto del coloquio.
La entrevista viene enmarcada en la primera edición de Cruce de Caminos, un foro promovido por el Banco Caminos y Bancofar que pretende reunir en diversas ponencias a varias mentes brillantes de nuestro tiempo, de distintas áreas, para debatir acerca de las características del presente y para abordar los grandes retos del futuro más inmediato. En concreto, el tema que ha permitido que la locutora radiofónica entreviste al premio Nobel peruano está perfectamente delimitado: Cultura y educación en los próximos 20 años.
"Hay que fomentar el espíritu crítico"
El reto principal con respecto a ese asunto, según no se cansa de repetir Vargas Llosa, tiene que ver con que "hemos progresado muchísimo en muy poco tiempo en el mundo de las pantallas, pero a la vez nuestro sistema educativo se ha quedado atrás y no ha sabido ir adaptándose a la misma velocidad". Esto, según él, es grave por dos razones: "Primero porque la educación es la principal herramienta que tenemos para intentar garantizar una cierta igualdad de oportunidades; y segundo porque la cultura humanística, que es la que más atrás se está quedando con la evolución tecnológica, es sin embargo la que más fundamenta el espíritu crítico del individuo".
Durante el coloquio, el escritor peruano reitera en varias ocasiones esa preocupación concreta: "El espíritu crítico". Como ya había dejado claro en la primera de sus respuestas, para él ese es el fundamento de la cultura humana, y también de la evolución del hombre. Y por tanto, la educación debe ir orientada a fomentarlo. Sin embargo, paradójicamente, también cree que la ola tecnológica y la inundación de las pantallas que ha traído el propio progreso pone en jaque, de alguna manera, el cultivo continuado de ese espíritu en las nuevas generaciones. Ante la consideración de Bueno, por ejemplo, que señala que a veces no es tanto un problema de la herramienta sino de cómo es utilizada, él no se muestra de acuerdo: "Existe una cuestión en la relación del hombre con el lenguaje, y en cómo éste le obliga a uno a imaginar, a reflexionar y a teorizar, que refina la sensibilidad y ejercita el espíritu crítico", dice para explicarse. "Las pantallas no exigen tanta operación intelectual, y tengo la sensación de que suelen ser usadas mayoritariamente para el disfrute, antes que para otra cosa". "En definitiva", concluye, "soy de la opinión de que si la pantalla y la imagen pasa a ser el único alimento intelectual del hombre, su espíritu crítico se irá deteriorando paulatinamente hasta desaparecer, incluso".
Pero tampoco quiere mostrarse como un pesimista empedernido ni como un crítico desaforado de la tecnología: "Las pantallas han traído muchísimas cosas maravillosas, y hacen cosas increíbles", repite constantemente. "No creo que emboten nuestra sensibilidad, ni muchísimo menos, pero sí que creo que embotan nuestro espíritu crítico", concreta. "Digamos que existe una especie de rivalidad entre los libros y las pantallas. Para la civilización sería muy bueno que esa rivalidad fuese equitativa; pero sin embargo la realidad es que las pantallas, a día de hoy, derrotan a los libros por goleada", prosigue. Y otro problema de eso es que "en términos generales, una sociedad dominada por la imagen es mucho más fácil de manipular".
Pese a todo, reconoce algunas aportaciones positivas, como que "en un mundo perfectamente desbordado por la tecnología se ha hecho imposible la censura", aunque advierte que como contrapartida "ahora estamos luchando contra el fenómeno de las fake news".
En un cambio de tema radical, preguntado acerca de si es necesaria la diferenciación entre educación privada y la pública, responde sin ambages: "Sí. Yo creo que pueden existir las dos perfectamente, porque la competencia siempre es buena. Pero lo que me parece fundamental es que la educación pública sea de la calidad más alta posible. Otra cosa será una injusticia social".
Después, vuelve a profundizar en la importancia de los libros y añade que, dentro de ellos, "la literatura debe tener un papel preponderante". "El mundo del conocimiento en nuestra época, precisamente por ser tan inmenso, exige la especialización", explica. "Y por eso a veces podría parecer que se generan nichos incomunicados de especialistas de diferentes ramas". "Pues bien, el gran adversario de la especialización es la literatura", comenta. "Porque se dirige al común de los seres humanos". "La literatura nos permite además contactar con otras civilizaciones, viajar al pasado o imaginar el futuro; y así nos damos cuenta, con ese contacto directo y con ese intercambio de percepciones y conocimientos, que todos somos iguales en el fondo. Que todos compartimos una misma base humana". "Definitivamente" resume, "la buena literatura es una necesidad fundamental para la formación del ciudadano democrático y libre", y repite, para que no se le malinterprete, que no pretende criticar "a las pantallas, que producen cosas maravillosas", sino que simplemente se limita a defender "que no se deben dejar de lado a los libros". Nada más.
El rebrote nacionalista
Antes de acabar, también habla acerca del rebrote de los nacionalismos en todo el mundo, "uno de los grandes retos del futuro inmediato"; y los explica como "un regreso a la tribu fomentado por el temor y la inseguridad que siente el hombre ante el futuro incierto". "Pero el problema", analiza, "es que ese regreso no es posible, porque esa tribu a la que se quiere volver no ha existido nunca. Es una quimera, un falso mito, que además genera violencia inevitablemente". Poniendo los ojos en los acontecimientos recientes se echa las manos a la cabeza y se pregunta "¿quién se iba a imaginar el Brexit, por ejemplo?"; y se lamenta de que el proyecto europeo, "ese verdadero acto altruista", se pueda ver amenazado. "Sería lamentable que en la sociedad del futuro no cuente para nada Europa, que es la cuna de la cultura de la libertad, y que sin embargo pueda estar dominada por grandes conglomerados autoritarios", termina.