A finales de 2012, Agnès Martin-Lugand alcanzó el éxito con su primera novela –La gente feliz lee y toma café–. Fue un éxito inesperado. Había tratado que la publicasen varias editoriales, pero siempre había recibido una respuesta negativa. Al final, consciente de que si no se lanzaba entonces, "jamás lo haría", decidió autopublicarse. Repentinamente, antes de que acabara la tercera semana ya recibió la primera compra; y a los pocos meses una gran editorial llamó por fin a su puerta. "Fue ahí cuando la aventura comenzó a avanzar de forma alocada", explica ella ahora, una vez todo ha quedado atrás. "De eso hace sólo seis años". Martin-Lugand llega a España con A la luz del amanecer (Alfaguara), la sexta de las siete novelas que ha escrito y por las que se ha convertido en una de las autoras más vendidas de Francia. Sus obras son traducidas a decenas de idiomas y han sido leídas por más de un millón de lectores. Hablamos con la autora:
P: ¿Cuándo arrancó tu vocación de escritora?
R: Tarde. Puf. En realidad nunca había querido escribir. Lo cierto es que empecé a descubrir el placer de la escritura cuando terminé mis estudios de Psicología: cuando tuve que redactar mi Trabajo de Fin de Grado, exactamente. Aunque fuese algo completamente teórico, fue la primera vez en la que me vi teniendo que relatar algo, y eso me encantó. Entonces me dije a mí misma que algún día me gustaría escribir algo más serio, pero nada relacionado con el mundo de la psicología, sino con la literatura. Quería lanzarme a construir un relato, pero durante bastantes años ejercí mi profesión de psicóloga y no cogí el bolígrafo. Mucho después, cuando me quedé embarazada, volví a sentir esa necesidad y me lancé definitivamente.
P: ¿Notaste algún cambio a la hora de sentarte a escribir una vez alcanzado el éxito? ¿Te afectó de alguna manera el saber que ya tenías lectores?
R: En realidad intenté partir de cero en todo momento. No di nada por hecho. Y para liberarme de la presión del éxito de mi primera novela lo que hice fue centrarme en el placer de escribir y de relacionarme con mis personajes. Es algo que ahora hago con todas mis obras, no solo con la segunda. Y es algo necesario, porque me ayuda a disfrutar realmente de lo que hago. Es lo que de verdad me anima. Tiene que existir ese placer de escribir siempre. Y como te digo, para eso es importante desligarse lo más posible del lector. Es necesario. Si no no podría escribir una línea.
P: ¿Y el hecho de haber sido psicóloga ha influido en tu carrera literaria? ¿Te ha ayudado a inspirarte para construir a tus personajes, por ejemplo?
R: Yo intento no escribir como una psicóloga. Y si lo hago, en todo caso, lo hago inconscientemente. Luego, evidentemente, todos los conocimientos que he adquirido forman parte de mí, y deben intervenir de alguna manera. No sé. Mi forma de escribir es mucho más personal. Sobre todo a la hora de construir a los personajes principales, necesito sentir en mis carnes cómo son por dentro. De hecho, durante el proceso de escritura termino difuminándome totalmente detrás del protagonista que ha tomado la palabra. Todos sus sentimientos y pensamientos los escribo tal cual surgen y aparecen. Pero nunca me detengo a analizar psicológicamente sus acciones.
P: Sería fácil catalogar A la luz del amanecer meramente como una historia de amor. Pero parece más bien una novela de reencuentro; de vuelta al hogar. Da la impresión de que es una historia catártica, en la que el relato romántico aparece como una simple subordinada…
R: Exacto. Sí que es cierto que existe una dimensión romántica en la novela, pero también hay otras cosas. Se trata de la historia de una mujer que se ha perdido; una mujer que ha tenido que experimentar el suicidio de sus padres; también es una novela sobre la relación con el propio cuerpo –ese algo que constriñe, pero que puede aportar libertad, también–; y al mismo tiempo es, como dices, una novela de regreso a la fuente, a los orígenes. Hasta ahora todas mis novelas trataban sobre la búsqueda de un nuevo horizonte, y por eso me pareció interesante invertir esa constante y hablar ahora de lo contrario: de la necesidad de regresar. A veces la gente piensa que su lugar de origen es un sitio del que debe escapar, pero pocas veces se piensa que ese mismo lugar de origen es donde mejor uno puede reconstruirse.
P: Hablando de este tema, al comienzo de la novela Hortense ni se plantea regresar a la Provenza. Parece que se siente realmente completa en París. Sin embargo, a medida que avanza la novela se da cuenta de que no es así. ¿Dónde está el hogar de una persona? ¿Podemos realmente vivir engañados durante mucho tiempo, sin darnos cuenta de que no estamos donde debemos?
R: Claro. Hortense no tiene consciencia de que no es ella misma. Se encuentra en la fase de negación de su malestar. No quiere darse cuenta de que no está bien. Se pasa la vida tratando de convencerse de que todo va genial en su existencia; y es muy fácil, en ese estado, taparse los ojos y no querer mirar de frente a la realidad.
P: En ese sentido, ¿la novela pretende decir que el amor debe ser catártico? ¿Cuál es el mensaje de la historia de Hortense con Élia?
R: Bueno, en realidad no es la historia de amor que vive con Élia lo que la sana. Esa historia la lleva a otro lugar, a otras cosas. En cierto modo es más importante lo que vive con Aymeric: porque es cuando acaba con él cuando se da cuenta de que debe ser ella misma, y de que nunca será ella misma si se centra exclusivamente en complacer a la persona con la que está. Ese descubrimiento es el que hace que, al final, pueda estar dispuesta a comenzar algo con Élia sin renunciar a ser ella misma.
P: Precisamente Aymeric me parece uno de los personajes más interesantes. Él no deja de repetir que ama a Hortense, pero al mismo tiempo no puede quererla profundamente porque tampoco puede darle una relación normal. Por momentos su relación parece más sustentada en la atracción y la química que en el amor…
R: Él la ama, él la ama. Pero su relación es muy complicada para los dos.
P: Sin embargo hay un momento en el que ella descubre que él también ama sinceramente a su mujer, que no es un marido infeliz…
R: Exacto. Yo diría que las quiere a las dos. Lo que le pasa con Hortense es que ella le tiene idealizado, y eso le da mucha seguridad, le reafirma; pero al mismo tiempo tampoco puede amarla completamente porque ella nunca se muestra tal cual es en toda su profundidad. Le oculta sus malos momentos, para protegerle de todo, y así es imposible que lleguen a conocerse realmente el uno al otro. Por otro lado, considero que él quiere a su mujer, pero no está enamorado de ella. Esa es la diferencia. Aunque eso no quita que pueda volverse a enamorar en el futuro.
P: Pese a todo, su relación, sobre todo por parte de él, no deja de parecer una relación completamente egoísta…
R: Claro, es el egoísmo del hombre casado que tiene una amante. No puede ser de otra manera. El mero hecho de tener una amante ya denota cierto egoísmo. Y no quiero decir que sea algo completamente malo. No pretendo eso. Nada en la vida es completamente malo o bueno. Simplemente creo que en él se refleja muy bien ese egoísmo del adúltero. Y se trata del mismo egoísmo, por otro lado, que se puede encontrar también en la mujer adúltera. No quiero lanzar un mensaje malinterpretable. Se trata de algo perfectamente intercambiable entre hombres y mujeres.
P: Ya que mencionas la palabra. ¿Qué dificultades te has encontrado a la hora de tratar un tema tan estigmatizado como el adulterio?
R: Sí, yo quería hablar de este tema. Y quería también sacarlo del estereotipo de la amante, mujer fatal, que quiere seducir al hombre casado y destruir una pareja. No. Me parecía demasiado fácil utilizar ese estereotipo. Lo que quería de verdad era contar la historia de una mujer enamorada que, sencillamente, se ha enamorado del hombre equivocado. Hortense sufre muchísimo, y se culpabiliza constantemente de lo que hace. Es perfectamente consciente en todo momento de todo, pero está enamorada. Me parecía interesante tratarlo desde su punto de vista porque creo que tradicionalmente, tanto en la literatura como en el cine, el adulterio se ha tratado o desde la perspectiva del engañado o desde la perspectiva del que engaña, pero muy pocas veces desde la perspectiva de la tercera persona. Mi propósito entonces era contar, sin juzgar, en la medida de lo posible, a esa tercera persona que es de pronto, y sin habérselo propuesto, Hortense.
P: La novela también trata otros tipos de amor: el amor de padres a hijos, por ejemplo; o el amor de la amistad. ¿Cómo de premeditado es el contraste que existe entre el amor incondicional de los amigos de Hortense y el amor que Aymeric jamás le podrá demostrar?
R: Bastante. Por supuesto que existe un contraste, y ese contraste debe estar ahí. De hecho, es necesario para abrirle los ojos a Hortense. En general, en mis novelas siempre incluyo amistades sólidas. Y también relaciones familiares bien cimentadas. ¿Por qué? Pues porque considero que es una de las cuestiones fundamentales en la vida de muchísimas personas. Las relaciones amorosas pueden salir mal, y cuando salen mal, la gente que puede, siempre recurre a sus familiares y a sus amigos. Hortense tiene la suerte de tener muchos amigos incondicionales. Como Bertille, por ejemplo, que es tan buena amiga suya que no intenta complacerla con sus opiniones. Ella nunca va a tener miedo de decirle lo que realmente piensa, aunque sepa que puede hacerle daño. En ese sentido también quería mostrar la complejidad de la amistad.
P: En la novela existe una contraposición entre la vida en la ciudad y la vida en el campo. ¿Hay premeditación ahí también?
R: Por supuesto. El teatro de la gran ciudad es extraordinario y aturde a cualquiera. Yo quería que Hortense saliese de ahí, para tener una mayor simplicidad y para que pudiese escucharse mejor a sí misma. Me parecen viajes vitales interesantes los de las personas que salen de esa complejidad para volver a una simplicidad mayor. Pero me gustaría resaltar que no se trata de un descubrimiento: Hortense es una chica de campo, de pueblo, que después de vivir mucho tiempo en la ciudad decide regresar. No es la chica urbanita que descubre en un momento de su vida la quietud de la Provenza. Ella creció en un ámbito rural, nació entre las lavandas y los olivos. Es su tierra.
P: ¿Existe alguna razón para que la novela esté escrita en primera persona?
R: Por el momento he escrito todas mis novelas en primera persona. No sé hacerlo de otra manera. Es lo que ya te he comentado: necesito fundirme totalmente con mi personaje. Necesito ver las cosas desde su punto de vista. Se trata de una necesidad como escritora, pero además eso me permite que los personajes secundarios me sorprendan. Por ejemplo, cuando comencé a escribir esta novela sabía perfectamente a dónde quería llevar a Hortense, pero no conocía la vía exacta. La influencia de todos los personajes con los que se va topando es algo que no podía anticipar.
P: ¿Y ese fundirse con el personaje tiene alguna consecuencia en el escritor? Hasta qué punto se entremezcla tu propia biografía con la de la protagonista, y viceversa.
R: Bueno, todo lo que le ocurre a mis personajes a mí no me ha ocurrido nunca (risas). Vamos a ver, es una experiencia extraordinaria poder vivir una vida alternativa durante un año de escritura, pero por el momento dudo mucho que la vida de Hortense se llegue a parecer a la mía alguna vez. Yo no soy profesora de baile (risas). Lo único que sí que puede colarse de mi propia biografía son los lugares. Yo utilizo los lugares que conozco. Necesito haber experimentado los paisajes para poder escribir sobre ellos. Eso sí.
P: ¿Quiénes han sido tus maestros literarios?
R: Suelo decir que no tengo maestros literarios por varias razones: primero, porque respeto mucho el trabajo de los demás; y segundo, sin tener demasiadas pretensiones, porque lo que quiero es hacer algo exclusivamente mío. Nunca he sentido la necesidad de escribir como nadie en concreto. Prefiero disfrutar como lectora de otros autores, y luego encontrar mi propio estilo y ser yo misma cuando escribo.
P: ¿Tienes algún nuevo proyecto en mente?
R: Pues acabo de publicar mi séptima novela en Francia; y ya tengo alguna cosa revoloteando en mi mente para una octava.
P: ¿Y cómo venderías la sexta en España? ¿Qué le dirías a la gente de aquí para que se decida definitivamente a comprarla?
R: ¡Qué difícil! (piensa). Voy a responder con el tema de la amante que hemos comentado antes. Eso que has dicho de que está estigmatizado. Me gustaría decirle al posible lector que no hay que tener miedo a tocar ese tema, porque hay muchas razones para que se dé. Y también le diría que espero que al leer el libro descubra que en la vida no todo es negro o blanco, sino que existen muchas capas de gris.