La Medina de Tetuán es un ovillo de sinuosas callejuelas que se ramifican por una extensión de 25 hectáreas, con muros adornados por celosías e inundadas por aromas a especias, pan recién horneado, cuero y dulces. Cada nuevo zigzag se revela como una incógnita para el visitante, que no sabe hacia dónde le conducirá su próxima decisión: a bazares de ropa, joyerías que irradian oro o talleres de costureros en los que los hilos dibujan escalas de color que atrapan las miradas. Es tan fácil perderse que, tradicionalmente, un código de adoquines informaba al caminante de si ese camino estrecho conducía a una salida, a una calle principal o no tenía salida.
Amurallada en casi su totalidad y declarada patrimonio de la Humanidad, la Medina conecta con el barrio español del ensanche, una zona construida durante el Protectorado en Tetuán que se mantuvo hasta 1956. Aún hoy conserva su herencia española, detectable en carteles en castellano y en la presencia del Teatro español o la iglesia católica de Nuestra Señora de la Victoria. Por entonces, en esta ciudad del norte de Marruecos se asentaron hasta 40.000 españoles: militares, mandatarios y diplomáticos, pero también un buen puñado de civiles que buscaban dejar atrás la España de posguerra. Así llegó a Tetuán Sira Quiroga, la protagonista de El tiempo entre costuras (Planeta), la novela que convirtió a una desconocida profesora de universidad llamada María Dueñas en una escritora bestseller.

Junto a la escritora madrileña, tiramos del hilo para conocer los orígenes de Sira Quiroga y nos internamos en ese trazado irregular de Tetuán, que mantiene su autenticidad con tan solo unos cuantos turistas que se camuflan entre el gentío local. "Yo era una desconocida que iba a contracorriente, contando historias de una modista en el norte de África cuando las modas literarias del momento eran los crímenes nórdicos que nada tenían que ver", reconoce Dueñas. En el décimo aniversario de su publicación, puede presumir de 5 millones de ejemplares vendidos y 40 traducciones.
Un legado familiar
"Siento que las historias del Protectorado español en Tetuán conforman un mundo que no me pertenece pero que he heredado", confiesa mientras paseamos por los escenarios principales del libro. Dueñas tiene una vinculación familiar directa con este periodo histórico que ha pasado bastante desapercibido en la literatura española. Entre esos españoles que se asentaron en el Protectorado estaba el topógrafo Manuel Vinuesa, que llego en el año 27. Era su abuelo y en esta ciudad marroquí tuvo a sus cinco hijos y la pequeña es la madre de María Dueñas. Aquí, celebró sus cumpleaños, las navidades y su comunión, como cualquier otra niña de la época en España. Pero cuando apenas cumplió los 17 años, tuvo que dejar atrás el único hogar que había conocido. "Todo este escenario feliz en el que vivieron tantos españoles, en el que trabajaron y criaron a sus familias, llegó a su fin. Los españoles comenzaron a emprender el regreso a España, aunque para algunos, como fue el caso de mi madre, no fue un regreso. Ella había pisado España dos veces. Fue una ida muy traumática y dolorosa porque se iban de lo que consideraban su tierra", desvela la autora bastante emocionada. "Se fueron a España a pasar calamidades, como decía ella. Con esa memoria convivo desde que nazco".

Esas historias maceraron en María Dueñas hasta que por fin les dio forma. "Cuando decido escribir El tiempo entre costuras, que aún no sabía cómo se iba a titular ni qué protagonista iba a tener, sí que tenía claro que quería volver la mirada hacia Tetuán, hacia aquel mundo del que yo había oído hablar desde que tengo recuerdos". Durante el proceso de documentación, se topó con Juan Luis Beigbeder, español, militar, delegado de Asuntos Indígenas en los años 30 en Tetuán, alto comisario y, finalmente, ministro de Asuntos Exteriores con Franco. "Me enamoré del personaje. Era un tipo muy peculiar, con muchas luces y muchas sombras, y con algunas cuestiones difíciles de asumir en su trayectoria. Mantuvo una relación sentimental con Rosalinda Fox. Ellos me dieron la pista para esta novela".
La autora decidió no escribir una historia meramente real, sino que optó por una ficción protagonizada por un "personaje femenino, con vida propia, con entidad, con amores y familia, con sus caídas y con sus momentos altos: Sira Quiroga". A través de sus ojos, el lector vivirá aquellos años en el Protectorado y asistirá a los vaivenes de Rosalinda y Beigbeder. "Así es como nace El tiempo entre costuras", sentencia la autora.
Nunca había pensado que ese volcado familiar en formato novela le daría tantas satisfacciones. Entusiasmada, pisa firme cada escenario de esa historia que primero fue papel y luego serie de televisión. Entramos en el Instituto Cervantes, el atelier de Sira en la ficción. Paseamos por la calle de La Luneta, la quinta Avenida de la época, donde se podían comprar textiles y objetos imposibles de encontrar en España. "Mi padre se compró una cámara fotográfica maravillosa alemana que le duró toda la vida. Cayó rendido ante una ciudad en la que las tiendas estaban abiertas toda la noche", recuerda la autora. En esta vía, que ha perdido su exclusividad con el paso de los años, ubicó Dueñas el primer domicilio de su protagonista en Tetuán, una pensión regentada por la Candelaria. Se inspiró en la Pensión Camas: "La primera vez que entré aquí me enseñaron una cama que solo tenía tres patas. La que faltaba había sido sustituida por piedras. Pensé que esta era la pensión que quería". Muchos recuerdos que se unen en una misma ciudad.