En 2017 Gloria Álvarez (Guatemala, 1985) publicó un ensayo titulado Cómo hablar con un progre. Su idea era analizar las posturas de izquierdas desde la perspectiva liberal, para terminar sosteniendo una tesis que quedó anunciada en el subtítulo de la obra: "Por qué en lugar de hacerla desaparecer, la socialdemocracia incrementa la pobreza". Sus posturas abiertamente libertarias —así le gusta denominarse a ella—, sin embargo, hicieron que ciertas personas de talante conservador se sorprendiesen al constatar que, al mismo tiempo que atacaba a su "enemigo común", defendía otras medidas claramente opuestas a las convicciones comúnmente asociadas a las derechas. Ahora, para marcar de una vez por todas la frontera —muchas veces obviada— entre liberales y conservadores, Álvarez ha vuelto a las librerías con Cómo hablar con un conservador (Deusto). Hablamos con ella con motivo de esta nueva publicación:
PREGUNTA: El libro se titula Cómo hablar con un conservador pero podría llamarse también Cómo diferenciar a un conservador de un liberal…
RESPUESTA: Sí. Mira, yo tenía dos objetivos con este libro: Por un lado que los conservadores vean la utilidad de dejarnos a los liberales libertarios —a mi me gusta utilizar la palabra libertario, aunque la editorial aquí en España me ha aconsejado sustituirla por liberal para evitar malentendidos— hacer campaña política. Que nos dejen nuestro espacio para poder hacer por nuestra cuenta la batalla de las ideas, y para poder combatir la hegemonía cultural que hoy por hoy está tomada por la izquierda. Por otro lado, mi segundo objetivo era que los liberales y libertarios se puedan sentir cómodos abandonando esos pactos que hacen muchas veces con los conservadores. A fin de cuentas esos conservadores son los mismos que, a la hora de gobernar, terminan impidiendo que se respeten las propias ideas liberales.
P: Precisamente hablando de esa diferenciación entre las ideas conservadoras y las liberales, cada vez más voces llaman la atención acerca de cómo hoy en día, en ciertos aspectos, la izquierda parece más conservadora que la derecha.
R: Es que eso es lo chistoso. Y eso yo lo digo en el libro cuando cito una frase de Marta Yolanda Díaz-Durán en la que explica que, al final, tanto los conservadores como las izquierdas son extremos colectivistas. Yo cuando he ido a medios de derechas en España y he dicho que no estoy de acuerdo con que exista el Estado benefactor me han mirado como a una radical. Y no. No soy radical. Soy liberal. O sea, los liberales creemos que el gobierno no está para ser Santa Claus, sino que está para dar seguridad y justicia. ¿Y qué es lo que ocurre? Pues que por el otro lado vemos ahora a los socialistas diciendo que hay que prohibir la pornografía; que la prostitución debería ser ilegal; tratando de censurar el lenguaje con este asunto del lenguaje inclusivo… Y de pronto todas estas personas que siempre se han dicho radicales y progresistas se empiezan a comportar como conservadoras; y las personas conservadoras comienzan a comportarse como socialdemócratas. Por eso creo que es bueno para los liberales que nos desliguemos de ahí.
P: Claro, pero el tema concreto del debate entre conservadores, socialdemócratas y liberales tiene que ver precisamente con la idea de libertad. ¿Qué es la libertad para ti?
R: La libertad es la no coerción. O sea, es el poder actuar bajo tu propia autodeterminación, sin la coerción de un tercero. Llámese este tercero la mayoría opresora, un dictador o ciertos sectores de la sociedad que tratan de decirte cómo debes actuar. Ahora, esa libertad implica también una responsabilidad. Una persona libre debe asumir las consecuencias de sus actos. Toda acción tiene una reacción, y la consecuencias de esas reacciones que generan tus actos caen sobre tu responsabilidad. La libertad no te garantiza que vayas a tomar las mejores decisiones, simplemente te garantiza que nadie más las tome por ti: Libertad para crear, para innovar, para expresarse, para comerciar… Forma todo parte de la autodeterminación del individuo.
P: Otra de las cuestiones que rescata el libro es que mucho antes de la batalla política e intelectual entre socialistas, por un lado, y conservadores y liberales, por otro, los que se peleaban eran precisamente los liberales con los conservadores.
R: Exactamente. Ahí es donde yo me remonto a la historia. Y es que en un momento determinado, no es que surja el liberalismo, sino que yo creo que empezaron a surgir los cambios evolutivos que vinieron a hacer un corte disruptivo en la humanidad: Surge la revolución científica; la Revolución Industrial; la Ilustración; los primeros movimientos feministas. Se empieza a hablar de abolir la esclavitud; de darle derechos a los indígenas; de separar a la iglesia del estado; de acabar con las monarquías y con los privilegios de la aristocracia… Y ante todos estos cambios, los liberales eran los que decían: Esto es bueno; esto es positivo; esto va a generar movilidad social. De hecho, antes de Marx fueron liberales como Spencer o como John Stuart Mill los que empezaron a hablar de la lucha de clases. Y cuando surge esto es cuando claramente la sección conservadora dice que no. Porque era algo que iba a acabar con la sociedad estamental tal y como la conocían. Ahí es donde surge ese cisma entre conservadores y liberales. ¿Qué es lo que pasa? que ahí llegó Marx, y como dice el dicho: "El enemigo de mi enemigo es mi amigo". Y entonces es cuando los conservadores vieron que con los liberales tenían más puntos en común, y quisieron unir fuerzas para hacer frente al socialismo. Pero es que entre el conservadurismo y el liberalismo sigue habiendo muchas diferencias: No es lo mismo el objetivismo de Ayn Rand que el Tea Party de Estados Unidos. Por eso es que en los años 70 surge el 'libertarian movement', de aquellos jóvenes que no querían posicionarse ni con los republicanos ni con los demócratas. Buscaban una tercera vía en la que conviviese la libertad individual con la libertad económica.
P: Tú explicas que el liberalismo, desde los inicios, defendió la primacía de la razón sobre cualquier otro condicionante tradicional o social. Pero, ¿y la crítica que se le puede hacer a la propia razón? ¿Cómo se justifica el abandono a la razón si somos conscientes de sus limitaciones?
R: Sí, como eso que decía Burke, que la razón no es suficiente. Eso de que la tradición está muchas veces por encima de un solo individuo, porque ninguna generación por sí sola va a poder llegar a todo el conocimiento. Por supuesto, en eso estamos de acuerdo. Hayek también decía que el conocimiento es disperso. Pero la diferencia es que los liberales apostamos a que la razón debe ser el vehículo. Los conservadores consideran que eso no es así necesariamente; que a veces la razón se queda corta y que debe imperar en ciertas ocasiones la tradición o el dogma. Ahí es donde va a haber una diferenciación. Y luego está la primacía del orden que defienden los conservadores: Eso de que sin un orden establecido no puede florecer ni la razón ni la justicia. Los liberales en cambio pensamos que cuando se respetan las libertades no hace falta ordenar nada, porque de la mera convivencia surge un orden espontáneo.
P: Sin embargo, en el repaso histórico al debate entre conservadores y liberales clásicos que haces en el libro no mencionas las discusiones que hubo en torno a la ley natural. ¿No crees que si se suprime ese debate cualquier derecho "básico", hasta el de la vida, el de la propiedad privada o el de la libertad, parecerá arbitrario?
R: ¿Qué otros derechos básicos incluirías tú? Porque probablemente lo que yo te contestaría es que ese derecho que tú sugieres es una necesidad, y no un derecho en sí.
P: No, si no me refiero a eso… Digo que si no existe un fundamento sólido, como para algunos puede ser la ley natural, entonces cualquier derecho que se quiera denominar básico será, precisamente, una necesidad a la que se ha decidido convertir en derecho. No sé si me explico… Si miramos a la realidad desde una perspectiva racionalista —como dices que hacen los liberales— nos daremos cuenta de que la propia naturaleza es un sistema autorregulado en el que se genera un orden espontáneo; pero en la naturaleza no existe el derecho a la vida, por ejemplo. Una gacela jamás le podrá decir a un león que no se la coma, que tiene derecho a vivir por el mero hecho de haber nacido. ¿Cómo se justifica entonces que los derechos a la libertad, a la vida y a la propiedad privada son los únicos derechos básicos que deben imperar en una sociedad? ¿Por qué no más? ¿Por qué no otros?
R: Por la eficiencia. No sé si tú has leído Sapiens, de Harari. En el libro él dice por ejemplo que la revolución agraria vino muy bien para salvar al colectivo, pero que al individuo le fue fatal. La vida sedentaria era mucho peor para el individuo de lo que fue la vida nómada. Pero hubo que sacrificar al individuo por el colectivo. Y eventualmente, cuando la humanidad se estanca en ese punto, siempre surgen individuos revolucionarios que rompen con lo establecido, y es entonces cuando avanzamos como humanidad. Entonces, Harari reconoce que la eterna pugna del colectivo sometiendo y el individuo revelándose es lo que hace que la humanidad avance. Reconoce por ejemplo el dinero como un instrumento genial que ha permitido el intercambio pacífico… Si analizamos esa evolución, descubrimos que cuando mejor nos ha ido ha sido cuando se han respetado esos derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad privada.
P: Otra cuestión que parece contradictoria es que el liberalismo justifica una cierta regulación de las libertades por parte del Estado, que debe garantizar que se respeten esos tres derechos considerados básicos en todos los individuos. ¿No crees que una vez puesto el límite en un punto, el debate debe centrarse entonces en qué límite es el más optimo para la convivencia de los ciudadanos?
R: Claro. Los liberales dicen que un Estado sólo debe garantizar la seguridad y la justicia, en base siempre a los derechos individuales. Ese es el límite. Luego están los anarcocapitalistas, que dicen que no debería existir el Estado para nada. Pero para mí existe un límite muy claro.
P: El gran debate entre conservadores y liberales también se centró en aquello de que la libertad va ligada a la obligación. Tú has hablado de que la libertad implica la obligación de hacerse responsable de las consecuencias de los propios actos, pero un conservador añadiría que existen obligaciones no escogidas que vienen dadas por las circunstancias en las que el individuo ha nacido…
R: Sí, y por eso yo en la segunda parte del libro hablo de conservar sí, pero conservar qué. Y conservar para qué. Ahí hago una revisión y digo que es evidente que a lo largo de la historia de la humanidad hay instituciones que nos han demostrado ser supereficientes porque han ayudado al progreso. Por ejemplo las instituciones orgánicas que han surgido del orden espontáneo, como el dinero, se me ocurre; o el lenguaje; o las matemáticas; o la medicina. Son cosas que es evidente que hay que conservar porque hacen la vida del hombre mucho más eficiente. Pero si vamos a conservar instituciones que han demostrado ser mejores para el hombre, precisamente los conservadores quieren preservar instituciones que van en contra de la vida, o que van en contra de la libertad, o que van en contra de la propiedad privada. El rechazo a legalizar las drogas, por ejemplo, o la prostitución, o el aborto… Entonces, lo que yo reviso es qué cosas deberíamos conservar para garantizar la vida, la libertad y la propiedad privada; y también qué cosas se están conservando hoy en día, tanto por el ala conservadora derechista como por el ala marxista-socialista, que atentan contra esos tres derechos básicos.
P: Yo creo que el asunto aquí radica en qué se entiende por progreso. Una crítica que se le hace al liberalismo es que lo que entiende por progreso no necesariamente quiere significar una mejoría absoluta en todos los aspectos de la vida de la gente…
R: Eso es verdad. Pero es que eso nadie, ni liberales ni socialistas ni conservadores te lo va a poder garantizar nunca. Esto lo dice Steven Pinker en Tabula rasa; y Harari también en Sapiens. ¿Cómo podemos saber que a día de hoy somos más felices que antes? Ni siquiera el haber mejorado ostensiblemente los niveles de calidad de vida de las personas puede garantizar eso.
P: Hablemos de igualdad. Para un socialista, la igualdad es un derecho básico por el que es necesario luchar; pero en último término, tradicionalmente ha existido un conflicto profundo entre el concepto de igualdad y el de libertad. Ese es para mí uno de los debates históricos más interesantes ¿Qué opinas tú de eso?
R: Mira, yo creo que el concepto de igualdad viene de la propia visión cristiana que decía que todos somos iguales ante los ojos de Dios. Pero de ahí, los socialistas la igualdad de la que hablan siempre es de la igualdad material. Eso yo lo toco en Cómo hablar con un progre. A ver, la tesis es que si todos tenemos la misma cantidad de objetos, ¿seríamos todos buenos y éticos? Es evidente que eso no es así. Otra cosa que dicen las tesis socialistas es que todos debemos tener la misma cantidad de cosas materiales, pero no dicen nunca cuánta cantidad es la perfecta y suficiente. ¿Cuándo van a estar felices los comunistas? Todo eso no se sostiene. Siempre que surge una nueva innovación, se genera desigualdad material. De hecho, los lugares en los que se fuerza esa igualdad se estancan. Mira cómo las calles de Cuba parecen sacadas de una postal de hace décadas.
P: Sin embargo en un sistema absolutamente liberal las desigualdades generadas por la innovación van acrecentándose poco a poco, ¿no? De hecho, con el tiempo pueden ir "institucionalizándose", hasta cierto punto. ¿Eso es algo que querría combatir un liberal, o no?
R: Yo no quiero combatirlo, desde luego. Es que esa desigualdad es inevitable. Y los pobres del futuro vivirán mucho mejor que los ricos del pasado. Probablemente en el año 2023 los pobres tendrán internet, coches eléctricos y comodidades de todo tipo, pero pese a todo seguirán siendo unos resentidos sociales porque los ricos de entonces tendrán cohetes espaciales. Es precisamente por eso que la única igualdad que buscamos los liberales es la igualdad ante la ley. Nada más.