Florentino Rodao: "El secreto de Japón es la temeridad, creer en ellos mismos"
El profesor publica La soledad del país vulnerable, un ensayo sobre el Japón posterior a la II Guerra Mundial.
En sus clases de Historia Contemporánea, Florentino Rodao (Madrid, 1960) sacaba –saca– a sus alumnos de Occidente y les enseña, por ejemplo, sobre hechos y personajes claves en países como Brasil, Turquía, Marruecos o Japón. Catedrático en la Complutense, doctor por la Universidad de Tokio –y por la ya citada UCM–, investigador en Harvard, Berkeley o la ANU, este profesor ha dedicado buena parte de su vida al estudio de Asia, en general, y del país nipón, en particular. Ahora, publica La soledad del país vulnerable (Crítica, 2019), un ensayo sobre el Japón posterior a la II Guerra Mundial. Historia, política, cultura y religión se conjugan en un libro omnívoro, con conocimiento de causa y muy apto para profanos y, sobre todo, curiosos. Sobre él, conversamos en LD:
P: ¿Qué le empujaba a salir de España en su juventud?
R: A los veinte años, necesitas salir y conocer otro mundo. Entonces, había becas para Zaire y para Tailandia. Tenía que salir fuera de Europa, esa era mi ilusión. Estuve planteándome lo de Zaire, cuando se llamaba Zaire, fíjate, pero me fui a Tailandia e hice la tesina sobre Tailandia. Es bueno que los periodistas jóvenes salgan fuera de España y conozcan mundo, ¿no te parece?
P: ¿Cómo se enamora usted de Japón?
R: Al llegar. Un profesor me dijo que podía estudiar en China y en Japón. Empecé a estudiar chino y japonés, fui a los archivos y decidí que la documentación más interesante era la de Japón. Y Japón me empezó a gustar después, al comprobar cómo son los japoneses, cómo te tratan… Había podido optar por China en su momento. Y luego, la comida japonesa que había entonces no era muy buena, ¿sabes? Ahora sí, ahora me vuelve loco la comida japonesa (Risas).
P: A usted le gusta la poesía japonesa.
R: Sí. Escribí poesías cuando tenía quince años, más o menos. Mi ilusión era llegar a los 38 sonetos de Garcilaso; hice 39-40, o algo así. En cuanto a poesía japonesa, hay muchas cosas preciosas, muy bonitas. Lo que pasa es que la poesía, la literatura, en general, tienes que leerla en español para comprenderla bien, ¿no te parece? Hay palabras con doble significado. Con los ideogramas, en ese sentido, te vuelves loco. Mi primera mujer tradujo una antología del siglo XII, y empiezas a ver los poemas, lo que significan, y es precioso. Claro, los japoneses tienen más posibilidades de hacer poesía: juegan con los ideogramas, con la doble lectura… Es curioso: ahora, con el cambio de emperador, la gente está pensando hasta qué punto sus ideogramas significan una cosa u otra. El propio gobierno ha tenido que decir que significa "paz armoniosa". Pero esos dos ideogramas tienen muchos significados.
P: No en vano, La soledad del país vulnerable es un título muy lírico.
R: Estoy encantado. Te confieso que la Embajada me ha dicho que no le gusta el "vulnerable". El otro adjetivo en el que pensé es el de "temerario". El auge empresarial nipón ha sido, básicamente, haciendo apuestas a lo loco. Al final del libro, hablo de los japoneses como "temerarios", visión que trasladó Baltasar Gracián al conocer a los samuráis. Los españoles y los portugueses llegaron en la época del Japón bélico y vieron a los samuráis de alguna forma. Esa oportunidad sólo la tuvieron españoles y portugueses. Y esa idea de temeridad sí que se ha plasmado. Ellos piensan: "Jugamos en un grupo y nosotros somos capaces, sé que tú trabajas, y tú, y tú", cosa que en España no sé si podemos decir, ¿no te parece?
P: Escribe que Japón "deslumbra, ofusca y desconcierta, pero con tiempo y esfuerzo (y suerte), puede ser entendido". ¿Por qué es tan difícil, para un occidental, comprender la idiosincrasia japonesa?
R: Porque los ejes son totalmente diferentes. A los occidentales nos cuesta tiempo reconocerlos. Tratar de comprender su funcionamiento, etcétera, es muy difícil. Por ejemplo: Japón es un país muy artístico. En el caso de los jardines, nosotros tenemos nuestro concepto de la belleza y lo aplicamos a los jardines. En el caso asiático, imitan la naturaleza: los bonsáis son una reducción de la naturaleza a un espacio concreto. Nosotros no imitamos la naturaleza, la queremos dominar.
P: El relato histórico del libro arranca con un país devastado, vencido en la II Guerra Mundial y que, no tardando, vive una "bonanza incluso difícil de explicar para los propios nipones". ¿Cuál es el secreto, en ese sentido, de Japón?
R: La temeridad, el creer en ellos mismos. Eso es muy bonito. En el año cincuenta y tantos, hicieron una estadística sobre lo que los japoneses consideraban qué era pertenecer a la clase media. En torno al ochenta y tantos por ciento de la población dijo, cuando todavía estaba en la pobreza, que se veía en la clase media. Tenían la confianza de que el país iba a superar sus adversidades. Eso no se ve en otro país, es alucinante: confiar en tu país de esa forma…
P: Es un pueblo que valora mucho la ciencia.
R: La gente interpreta que con la Revolución Meiji, en 1868, durante su modernización, Japón se europeizó. Bueno, bueno: Japón lo que comprobó claramente es que las armas europeas eran superiores a las orientales. En 1864, varios feudos se prepararon para la guerra contra Occidente. Alguno compró buques americanos, etcétera. Y comprobaron que, incluso con ese armamento occidental, los occidentales les destrozaron por todos los lados. Vieron claramente que la superioridad no consistía en tener un fusil. La clave estaba en la cultura y en la ciencia, y empezaron a considerar que, dada la superioridad de la ciencia de Occidente, había que occidentalizarse. Algo parecido sucedió en la II Guerra Mundial. Vieron que perdieron porque la ciencia de los americanos era superior. ¿Los japoneses se quisieron europeizar? Sí, pero porque Occidente tenía mejor armamento.
P: Señala que, al acabar la II Guerra Mundial, los nipones eran representados como soldados; en 1989, como hombres de negocios o turistas.
R: Esto pasa porque, para empezar, sube el yen: antes, un dólar eran 600 yenes, y, de repente, pasa a valer 100 yenes. En 1945, por 43 americanos que iban a Japón, un japonés visitaba EEUU. Luego, pasa a ser al contrario. En un principio, esa imagen viene del sudeste de Asia, donde estaban acostumbrado a ver al soldado japonés, y después pasan a ver al empresario, cuidado, con apoyo de EEUU.
P: Cuenta que el atentado terrorista de la secta Aum Shinrikyo le mostró entonces lo poco que conocía del país.
R: Japón es un país en el que todo el mundo confía en todo el mundo. Hasta entonces, había habido terroristas, como la Facción del Ejército Rojo, pero la de Aum Shinrikyo era, en apariencia, gente como tú y como yo, tíos educados, etcétera. Y, de repente, se ponen a matar a todo hijo de vecino. Pusieron las bombas en los vagones de metro, pensaban hacer una masacre total, matar con gas sarín a quien estuviera por allí. No es que quisieran matar a un objetivo concreto, como la Facción del Ejército Rojo: eran unos japoneses normales y corrientes queriendo matar a todos los japoneses. Para ellos fue un choque… Si hubiera sido un extranjero, si hubiera una ideología detrás… Bueno, yo, de hecho, estuve a punto de comprarles un ordenador. Eran gente aparentemente normal. Luego, además, en el 95, se juntó con el terremoto de Kobe, que fue un fracaso absoluto. Demostró que cualquiera lo hacía mejor que la burocracia japonesa. Trajeron unos perros buscapersonas y la burocracia dijo que no podían pasar porque necesitaban 40 días para demostrar que los perros no tenían enfermedades. En ese tiempo, la gente se murió, claro. Los perros sólo encontraron cadáveres. En ese año, después del desplome de la burbuja en el 89, parecía que la cosa se sobrellevaba, pero terminó por estallar todo. También es el año de la crisis política: el Partido Liberal Democrático, que había estado gobernando 40 años, con tanta corrupción, también se desploma. El primer ministro tenía una popularidad del 4%. El país se dio cuenta de que es un gigante con pies de barro.
P: Leyendo el capítulo que dedica a Fukushima, tuve la sensación de que se trataba de la crónica de un desastre anunciado.
R: Me interesa Japón por lo que nos puede ocurrir a los demás, como país precursor que vive una serie de cosas que luego vamos a vivir. Por eso hablo de su vulnerabilidad, un concepto más propio de países como Filipinas, que no está preparado para el desastre. Japón es el país que está preparado para una cosa como la de Fukushima. Lo único que tendría que haber hecho TEPCO era haber hecho un muro diez metros mayor. Para lo que pudo haber sido, la cifra de muertos, casi 20.000, fue pequeña. Yo no me meto en si las nucleares son buenas o malas, sino con la incompetencia de una empresa que tiene más poder que el Estado. Había otras empresas que siguieron las indicaciones del Estado y no pasó nada. TEPCO alegaba que no pasaba nada, que había que continuar así, y el Estado se rindió. Una vez estuve en Harvard, siete meses, en un estudio de relaciones internacionales, y había doce o trece empresarios japoneses. Estaban de año sabático. Y había un par que eran de TEPCO. Entonces, yo digo: ese dinero que se gastaron en el programa, podría haber servido para construir un muro diez metros mayor. Tú sabes lo preparado que está Japón para un terremoto: vas a un sitio y ves indicado dónde tienes agua, dónde te puedes refugiar… Simplemente falló una empresa. Y en una tontería.
P: Me ha llamado la atención cómo funciona la prensa japonesa. La anécdota de la madre del reportero asesinado por el ISIS pidiendo disculpas a la opinión pública es brutal.
R: Hubo periodistas que decían que iban a ir a Irak e, inmediatamente, fueron a por ellos, y o los detuvieron o les quitaron el pasaporte. Tú dices ahora que vas a un país en guerra y es como si pones al país en peligro. La prensa japonesa es menos libre que la europea. Allí, los escándalos los han sacado los semanarios, pero el dinero está en los diarios. La gente, normalmente, está suscrita a un periódico. Una vez me suscribí a uno, ¿¡y tú sabes los regalos que me hicieron!? Tienen la idea de que deben dar todos los puntos de vista. Hubo un escándalo que protagonizó el presidente de la Federación de Sumo, y condenaron a los periodistas que lo contaron porque no preguntaron su opinión a este presidente.
P: Finalmente, este abril comienza una nueva era en Japón. ¿Cuáles son los principales desafíos que debe afrontar como país?
R: La actualización de la cultura. Es decir, en un mundo cada vez más internacionalizado, Japón es el país que menos lo está. Japón era el único país que era una civilización, siempre ha estado muy solitario, con su idea del "país galápago"… pero es imposible de mantener. Lo ha dicho el mismo emperador: el país va a cambiar.
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