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Pedro de Tena

Besos desde Aleixandre para reparación de unos desagravios

Los besos de Aleixandre siguen en su prosa y en sus cartas, aún no reunidas. No acabarán nunca. Lamentablemente, tampoco la estupidez ni el fanatismo.

Los besos de Aleixandre siguen en su prosa y en sus cartas, aún no reunidas. No acabarán nunca. Lamentablemente, tampoco la estupidez ni el fanatismo.
Vicente Aleixandre | Archivo

Hace ya muchos días, alguien o álguienes (tal vez álguienas, según el guión de las tonturas de género) vinculados al feminismo radical malagueño, destrozó o destrozaron el mural del dibujante Ángel Idígoras en el barrio de Lagunillas en Málaga. Ya conocido como La esquina de los besos, se vio invadido y destrozado por una pintada superpuesta en la que se criticaba un verso de nuestro Nobel de Literatura de 1977, Vicente Aleixandre. Los versos decían: "La memoria de un hombre son sus besos".

El o los/las infames, ignorantes de que la palabra "hombre" en español, además de indicar el masculino de la especie humana, el varón, representa también a la humanidad en su conjunto —"Ser animado racional, varón o mujer", define el diccionario de la Real Academia—, sobrescribieron sin acento en la O de dónde: "Y la de las mujeres, ¿donde está?", añadiendo un símbolo femenino y el calificativo de "machirulo", propinado a Idígoras o a Aleixandre, no se sabe.

La consecuencia inmediata fue que Idígoras ha blanqueado el mural de la calle Huerta del Conde de Málaga borrando definitivamente su obra, indignado, suponemos (I), por quiénes la habían mancillado vandálicamente. Ante la alternativa de mantenerla con barbarie incluida, decidió renunciar a ella. Junto a los versos del sevillano, recreaba gráficamente El beso del Hotel de Ville (1950), la fotografía más conocida del francés Robert Doisneau. "A cualquier persona normal, la contemplación de una obra de arte la mejora", escribió el poeta y periodista malagueño Manuel Alcántara. Dedúzcanse conclusiones.

Ahora de nuevo, la figura del poeta es vejada. Como ha descrito Laura Galdeano, "En mayo de 1927, Vicente Aleixandre se instaló con su familia en el número 3 de la calle Velintonia, un inmueble de dos plantas con jardín –presidido por un enorme cedro que él mismo plantó– que terminaría por ser la casa de los poetas. Entre las paredes de esta residencia, el Premio Nobel escribió parte de su obra. La ocupó hasta su muerte en 1984. Además de ser testigo del encumbramiento de Aleixandre, la villa vio pasar a cinco generaciones de poetas como Miguel Hernández, García Lorca, Rafael Alberti, Pablo Neruda, Luis Cernuda, Dámaso Alonso, Claudio Rodríguez y Jaime Gil de Biedma. Hoy esa calle lleva el nombre del poeta sevillano y la vivienda se ha convertido en un quebradero de cabeza para los herederos".

¿Todo por qué? Porque el Ayuntamiento de Madrid, regido por Manuela Carmena, ni permite vender la casa del poeta ni afronta su compra mediante expropiación. Podría preservarse de este último modo esta casa de la poesía, como quieren impulsar algunos de sus admiradores. Pero nada. Como el perro del hortelano, Carmena ni come ni deja comer a los herederos, causándoles un daño creciente e innecesario.

Por todo ello, es oportuno recordar de nuevo la presencia de los besos en Vicente Aleixandre. Este año se cumplen ya 50 años de la publicación de Poemas de la consolación, donde precisamente está incluido el verso del ya inexistente mural. El poema completo es:

Quien hace vive

La memoria de un hombre está en sus besos.
Pero nunca es verdad memoria extinta.
Contar la vida por los besos dados
no es alegre. Pero más triste es darlos sin memoria.
Por lo que un hombre hizo cuenta el tiempo.
Hacer es vivir más, o haber vivido,
o ir a vivir. Quien muere vive, y dura.

Afortunadamente, en la obra de Aleixandre, habitan muchos besos –él los dio de varios tipos—, que llegan intactos e inmortales desde sus poemas hacia todos los que saben que es mejor y más práctico aprender y crear que destruir. Precisamente para nuestro poeta la destrucción es lo radicalmente contrario al amor, tanto que uno de sus grandes libros de versos se llama La destrucción o el amor.

Aleixandre escribió, con ocasión de la recepción del premio Nobel, que su primera generación poética, la del 27, "no quiso desdeñar nada de lo mucho que seguía vivo en ese largo pretérito, abierto de pronto ante nuestra mirada como un largo relámpago de ininterrumpida belleza. No fuimos negadores, sino de la mediocridad; nuestra generación tendía a la afirmación y al entusiasmo, no al escepticismo ni a la taciturna reticencia. Nos interesó vivamente todo cuanto tenía valor, sin importarnos donde éste se hallase. Y si fuimos revolucionarios, si lo pudimos ser, fue porque antes habíamos amado y absorbido incluso aquellos valores contra los que ahora íbamos a reaccionar. Nos apoyábamos fuertemente en ellos para poder así tomar impulso y lanzarnos hacia adelante en brinco temeroso al asalto de nuestro destino". Pero, claro, los y las mujeristas desalmados, que un feminismo cabal es otra cosa, no saben leer esto.

Liberal por amor a la individualidad, homosexual devenido, tal vez, de una intensa heterosexualidad, signado con un enorme respeto por la intimidad, no se merece que una o un gamberro fanatizado por su simplismo, devaste un dibujo por contener uno de sus versos donde se utiliza castellana y adecuadamente la palabra hombre como referencia de todo el género humano.

Las izquierdas insisten en presentarlo como republicano, e incluso más allá. También se le expone como ejemplo de exilio interior durante el franquismo. Es cierto que en el Madrid militarizado de principios de la guerra civil escribió para El mono azul y otras publicaciones consideradas "rojas", pero también lo es que escribió cartas a José Antonio Muñoz Rojas en abril de 1939 en las que le contaba que su padre, su hermana y él mismo estaban vivos "porque cuando los asesinos rojos fueron a casa a buscarme para matarme, yo no estaba en Madrid, sino en Miraflores". (II).

Por ello, el investigador especialista en la generación del 27 además de poeta y dramaturgo, Alfonso Sánchez Rodríguez, recomienda prudencia a la hora de valorar las inclinaciones políticas sinceras de muchos de los escritores y poetas de entonces. En sus actitudes aparentes influyeron no sólo ideas abstractas o creencias sino miedos, decepciones y seguramente deseos de no tomar partido o quedar al margen. En un momento en el que nadie estaba a salvo, todo era posible.

Lo cierto es que antes, durante y después del fratricidio español, Vicente Aleixandre siempre tuvo presente los besos como un momento esencial de la comunicación humana. A ellos dedicamos las próximas líneas en reparación de una ignominia.

Antología apresurada de besos de Aleixandre (III) para decorar más calles en Málaga y España

En su primer libro Ámbito (1924-27), ya hay besos. En su poema "Amante", escribe:

Lo que yo no quiero
es darte palabras de ensueño,
ni propagar imagen con mis labios
en tu frente, ni con mi beso.

En otro del mismo libro, más adelante, dice:

…palabras que se tocan con los labios,
desfallecen y mueren, besos lisos
dando al pasar cayendo sin sonido.

En Pasión de la tierra, (1928-29), en un poema en prosa llamado El amor no es relieve se encuentra:

Hoy te quiero declarar mi amor.
Un río de sangre, un mar de sangre es este beso estrellado
sobre tus labios. Tus dos pechos son muy pequeños
para resumir una historia.

E insiste:

El amor es una razón de Estado. Nos hacemos cargo de que los besos no son de biscuit glacé. Pero si ahora se abriese esa puerta todos nos besaríamos en la boca. ¡Qué asco que el mundo no gire sobre sus goznes! Voy a dar media vuelta a mis penas para que los canarios flautas puedan amarme. Ellos, los amantes, faltaban a su deber y se fatigaban como los pájaros. Sobre las sillas las formas no son de metal. Te beso, pero tus pestañas...

De Espadas como labios, (1930-31), podemos seleccionar:

Así repaso niebla o plata dura,

beso en la frente lírica agua sola,

agua de nieve, corazón o urna,

vaticinio de besos, ¡oh cabida!,

donde ya mis oídos no escucharon

los pasos en la arena, o luz o sombra.

A Federico García Lorca le dedica:

…y ese beso que estaba (en el rincón) entre dos bocas

se convertirá en una espina

que dispensará la muerte diciendo:

Yo os amo.

En La destrucción o el amor, (1932-33), siguen los besos:

No te acerques, porque tu beso se prolonga como el choque imposible de las estrellas,

como el espacio que súbitamente se incendia,

éter propagador donde la destrucción de los mundos

es un único corazón que totalmente se abrasa.

Y siguen:

Amar, amar, ¿quién no ama si ha nacido?,

¿quién ignora que el corazón tiene bordes,

tiene forma, es tangible a las manos,

a los besos recónditos cuando nunca se llora?

' Tu generoso cuerpo que me enlaza,

liana joven o luz creciente,

agua tenida. del naciente confín,

beso que llega con su nombre de beso.

No paran los besos de Aleixandre en Mundo a solas (1934-36).

Como estos:

Beso tus manos que no vuelan a labios.

Beso su gotear de un cielo entristecido.

Pero quizá no beso sino mis puras lágrimas.

Y estos:

Cielos para los ojos son alas con sus márgenes.

Son besos con sus labios, o pozos beso a beso.

Son masa para manos que repasan la vida,

dura como horizontes que palpitan con sangre.

En Sombra del paraíso (1939-43), no han terminado sus besos.

…mientras la inmensa frente fatigada

siente un beso sin luz, un beso largo,

unas palabras mudas que habla el mundo finando.

O:

Boca con boca dudo si la vida es el aire

o es la sangre. Boca con boca muero,

respirando tu llama que me destruye.

Boca con boca siento que hecho luz me deshago,

hecho lumbre que en el aire fulgura.

Se reavivan en Nacimiento último (1927-1952):

A Carlos Bousoño le dedicaba:

¡Quién un beso pusiera en esa piedra,

piedra tranquila que espesor de siglos

es a una boca! ¡Besa, besa! ¡Absorbe!

Vida tremenda que la tierra arroja

por una piedra quieta hasta un aliento

que sorbe entero el terrenal quejido.

Aunque acabe el amor, hubo besos:

Eternidad. Un brillo del cabello en mis labios,

duró. Duró la vida en las venas besándote,

Pero el amor, si fue puñal instantáneo que desangró mi pecho,

si incendió el aire y sus súbitos pájaros,

si fue un beso, un destino, una luz labio a labio apresada,

finó. Finó el beso. Finamos.

Incluso titulan poemas:

No te olvides, temprana, de los besos un día.

De los besos alados que a tu boca llegaron.

Un instante pusieron su plumaje encendido

sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.

Llegados a la Historia del corazón (1945-53), seguía habiendo besos:

Ah, mi desconocida amante a quien día a día estrecho en los brazos.

Cuán delicadamente beso despacio, despacísimo, secretamente en tu piel la delicada frontera que de mí te separa.

Y besos en soneto:

Pensamiento apagado, alma sombría,

¿quién aquí tú, que largamente beso?

Alma o bulto sin luz, o letal hueso

que inmóvil consumió la fiebre mía.

Duran los besos En un vasto dominio (1958-62):

Muchachas que descienden de las lomas queridas,

de las muy esperadas.

Muchachos que les dicen palabras como auroras,

como besos redondos,

besos como horizonte o palabras cantadas.

Persisten en Retratos con nombre (1958-1965) de este modo:

¿Tú escuchas? Con antifaz prodigas

la verdad de tu rostro, casi oscuro de besos,

pintura o besos dejados por un día,

y detrás aún tus voces.

Y no terminan en los inéditos Poemas Varios (1927-1967).

Da un beso (alado tú, inmaterial, purísimo, vivificante, lúcido)

y verás sonreír la juventud humana.

En Poemas de la consumación (1965-66), donde reside el verso mancillado en Málaga, hay otros besos:

Pero el mundo perdura,

no entre dos labios solo: el beso acaba.

Pero el mundo rodando,

libre, si, es cual un beso,

aun después que aquel muere.

La soledad del hombre no es su beso, pero está en los besos. Así va y viene en sus Diálogos del conocimiento (1966 -1973):

La soledad del hombre está en los besos.

¿Fueron, o he sido?, ¿soy, o nunca fueron? Soy quien

duda.

De hecho, los besos de Aleixandre no acaban aquí. Siguen en su prosa y en sus cartas, aún no reunidas. No acabarán nunca. Lamentablemente, tampoco la estupidez ni el fanatismo.

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