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Andrés Amorós analiza 'Chicago', el regreso de David Mamet veinte años después

Se trata de una novela negra tradicional, de gran calidad literaria, que se adentra en las mafias estadounidenses de los años 20.

Detalle de la portada de 'Chicago', de David Mamet. | Amazon

Arranca la intervención de Andrés Amorós en Es la mañana de Federico con el sedoso canto de una dama, que se eleva por encima del humo del tabaco y el aroma del alcohol. Al menos así se visualiza su voz mientras entona la conocida Bye, bye, blackbird. "Es muy bonita, pero no la he escogido solo por eso", dice el crítico literario. "Lo cierto es que es una canción que escucha el protagonista en un momento determinado de Chicago (RBA libros), la novela con la que acaba de regresar David Mamet".

Se trata de una novela negra al uso, escrita por un autor genial, "que ya lo ha ganado todo, desde el Pulitzer a varios Óscars; y que regresa a la novela 20 años después". "Todo el mundo conoce a Mamet. El cartero llama dos veces o Los intocables de Eliot Ness son suyas… Aunque esta novela en realidad es algo distinta". Está ambientada en un Chicago de los años 20, dominado por la mafia italiana e irlandesa. "La historia cuenta las andaduras de un periodista que quiere investigar esos asuntos turbios y que, por avatares de la vida, acaba enamorándose como un burro de una jovencita irlandesa, florista en una de las calles que no para de transitar. La cosa, cómo no, estalla cuando ella es asesinada y él, roto de dolor, decide investigar a fondo para vengarse".

"Un problema que yo le veo a cómo se ha publicitado la novela es que en todas las solapas presentan a Mamet como el autor de Eliot Ness; y esta novela no tiene nada que ver con Eliot Ness. No es una novela de acción… Es más sutil y está mucho más sostenida por los diálogos, que son el verdadero genio de Mamet". Por otro lado, Amorós destaca de ella otros aspectos: "Es una novela cínica, muy del estilo de la novela negra tradicional. En ella se pinta la vida, y transcribo la frase literal, como 'un ejercicio de locura, maldad y engaño'; algo que recuerda a Shakespeare". Además, "aporta una visión de la prensa… la más implacable que he podido ver: 'Todos los periodistas se detestan a sí mismos'".

"Pero tampoco es una novela meramente costumbrista. De hecho plantea temas universales, como el destino, el amor, la violencia, el engaño… Aprender a soportar la pérdida…". Y todo eso viene hilado por el ingenio de Mamet: "La novela está trufada de una serie de frases brillantes, que recuerdan mucho a los epigramas de Óscar Wilde, pero más cínicos y desgarrados. Cito algunas: 'Sólo hay un remedio para el amor. Pero, por desgracia, nadie sabe cuál es'; 'Muéstrame a un hombre que se contente con arrastrarse sobrio por la vida. Pero, cuando lo hayas hecho, dejémoslo solo y busquemos compañía más agradable'; 'La primera frase que oyó Parlow en la instrucción básica es que quienes buscaran simpatía podían encontrarla en el diccionario entre Sífilis y Sinsentido'".

En términos generales, Amorós sólo consigue sacarle una pega a la novela: "Es cierto que, sobre todo al comienzo, Mamet se gusta mucho, literariamente hablando, y eso hace que la lectura se haga un poco complicada para un lector medio. Aunque por otro lado, eso hace que la obra sea de una enorme calidad literaria, algo que se ve poco en España últimamente".

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