Las batallas que pinta Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona, 1964) son naturalezas cargadas de vida. En cada arruga de sus personajes, en cada gota de sangre de sus soldados, en el cañonazo del navío español al británico: sus óleos y sus bocetos albergan siempre un relato y se encuadran –nunca mejor dicho– dentro de un marco histórico. Ahí, el artista apuesta, obsesivamente, por la precisión del francotirador: el detalle es cosa sagrada e improfanable en sus obras.
El pintor recibe a Libertad Digital en su estudio y vivienda de Madrid, un espacio que nada más entrar se percibe tan hecho para trabajar como para vivir y que está del suelo al techo impregnado con la personalidad del artista a través de decenas -¿cientos?- de objetos que se acumulan en las paredes, en vitrinas, sobre el suelo, en percheros…
Uniformes, libros, un traje de gala, una silla de montar, estatuas, maquetas, botellas, cámaras y espadas, sobre todo espadas: dagas, sables, puñales o floretes conviven con naturalidad con los útiles de pintura. Viendo esa habitación está claro que nos encontramos ante un hombre que adora estos objetos, que extrae de ellos un placer mucho más allá de la mera contemplación; viendo esta habitación es más fácil entender ese inaudito nivel de detalle -y de cariño- que Ferrer-Dalmau pone en cada personaje y cada elemento de sus grandes pinturas.
Libertad Digital entrevista al pintor catalán con motivo de la publicación de Bocetos para la Historia (Espasa, 2018), un recorrido por la historia militar de España que arranca en la Edad Media y termina en las misiones del Ejército patrio en Afganistán, Mali o Líbano.
P: No sabía que, antes de pintor de batallas, usted fue pintor de paisajes.
R: Sí. Era una forma de entrar en el mundo de la pintura. Antonio López fue un personaje que me gustó, fue un impulso para mí, y yo seguí su estela. Entré en este mundo a través de la línea de Antonio López, y me abrió el mundo de las galerías y el mundo comercial.
P: Tampoco sabía que había escrito un libro llamado Batallón Román, dedicado a los divisionarios españoles en Rusia.
R: (Risas) Esa fue una aventura muy bonita. Siempre he sentido mucha curiosidad por esos españoles que fueron a Rusia. Me tiré cerca de tres años entrevistando a divisionarios. Los buscaba a través de los expedientes militares que había en los museos y que me pasaba la Hermandad de Excombatientes. Sabía que había equis condecorados de Cruces de Hierro. Buscaba el nombre, el apellido, en la guía. Y descubrí trescientos divisionarios. Entre ellos, uno que estuvo en Berlín. Entonces, escribí sobre el batallón al que más hostias le cayeron: el II Batallón del 269. Conocí muchas aventuras y muchas anécdotas. Todos eran de Andalucía. Y me pateé Andalucía entera para encontrarlos. Y descubrí al único divisionario que estuvo en Berlín: Ricardo Botet Moro. Se fue en el año 41 y acabó en el 46. Empezó de soldado y terminó de teniente de las SS. Pensaba que era un mito, que no existía.
P: Desde luego, en su obra pictórica hay mucha pulsión narrativa. ¿Usted no concibe un cuadro sin relato?
R: No. Para mí, en el cuadro tiene que haber un relato, una historia. Hasta un cuadro sencillo, un jinete a caballo. Ese cuadro es histórico: hay un uniforme, una época, un caballo… Es un jinete de Alcántara, de Pavía… Y si es un cuadro ya de grandes dimensiones, como puede ser El precio de la victoria, de Bailén, pues ese cuadro tiene un contenido detrás: una historia, una batalla, gente, muertos, cifras… Mi pintura es contenido. No es un paisaje. Un paisaje es belleza. Mis cuadros no sé si tienen belleza o no, pero tienen contenido.
P: ¿Se puede pintar sin sentimiento?
R: No. Para pintar este tipo de pintura tienes que sentir lo que pintas. Si no, no puedes transmitir. Para transmitir tienes que sentir. En todas las profesiones: tú no puedes ser un buen periodista si no lo sientes. Si no crees en tu trabajo. Tienes que meterte en el papel. Si yo no sintiera, no podría pintar. Cada tema que yo pinto lo tengo que sentir. Hay temas que no pintaré jamás porque no los puedo sentir.
P: ¿Hasta dónde llega en esa identificación? ¿Lo pasa mal?
R: Joder, que si lo pasas mal. Sufres. Hay cuadros que no los disfrutas, que te gusta la temática pero te asaltan las dudas: ¿cómo puedo transmitir ese movimiento, esa secuencia? Hasta que la tienes dibujada en la cabeza, le das vueltas y vueltas. Para mí es más fácil porque lo siento. Creo que la gente que ve mis cuadros disfruta mucho porque ve lo que yo siento. Creo que transmito lo que siento. No son los míos cuadros muertos, sin sentimiento.
P: Ha dicho que "lo espiritual es muy necesario para mí". ¿Qué entiende por "lo espiritual"?
R: Para mí, lo espiritual es lo que no es de este mundo. No se puede tocar, cortar, matar. Lo sientes pero no lo puedes ver. Yo puedo sentir, no sé, la carga de Alcántara, lo que sintieron esos jinetes. ¿Por qué? No lo sé, pero yo lo siento. Ese sentimiento es espiritual. No he hecho nunca una carga, pero he montado a caballo, y ya tengo una idea lo que es. Y he estado en la guerra y me puedo poner en la piel de un soldado.
P: Sé que, a la hora de representar escenas históricas, le obsesiona el detalle, la precisión. ¿Hasta qué punto?
R: Hasta tal punto de tener que despertar a historiadores y a asesores a las dos de la mañana, porque estoy pintando y quiero saber si tenía seis botones una guerrera o tenía cinco. Lo he hecho. (Risas) Fíjate. Tengo historiadores, analistas…, creo que me asesoran los mejores de este país, los número uno.
P: ¿Cómo reacciona un tío al que llama y le dice "quiero que me ayudes a pintar esto" a las dos de la mañana?
R: (Risas) Hombre, a la primera te dice: "Augusto, ¿sabes qué hora es?"; a la segunda, te manda a tomar por culo (risas). Molesto a personas que sé que lo hacen con cariño. Yo trabajo a las dos, a las tres y a las cuatro de la mañana. Muchas veces no me doy cuenta, pero los machaco. Somos buenos amigos, se portan muy bien conmigo, pero hay veces que pierdo las formas. Porque el cuadro me lo está pidiendo. Pero estoy seguro de que me lo consienten. Si fuese otro, me hubieran mandado a paseo.
P: Su trabajo va en contra de la mayor parte de las tendencias tanto artísticas como culturales y políticas desde hace unas cuantas décadas, ¿por qué este empeño en el camino más difícil? ¿Le ha supuesto muchos problemas?
R: Me ha dado más alegrías que problemas. He ganado muchos amigos. También es cierto que no me he preocupado mucho de quienes critican mi pintura o me tachan de militarista.
P: ¿Hay gente a la que le fastidia entender un cuadro?
R: Lo mío lo entiende todo el mundo. Lo que ves es lo que hay. La Historia es la que está ahí: no me invento historias ni personajes, eso es real. ¿Que yo soy demasiado perfeccionista? Intento hacer una fotografía del pasado que no se hizo, algo que no existe físicamente. Transmito algo que no se puede fotografiar. Se puede escribir, se ha escrito, pero es otra cosa. Lo bonito es buscar la imagen sobre lo que hemos leído tantas veces, pero no sabemos cómo es.
P: Alguna vez ha dicho que tiene más de soldado que de pintor y que "los pinceles son mis armas para combatir". ¿Para combatir contra qué o contra quién o a favor de quién o de qué?
R: A favor de la memoria histórica. La memoria histórica no es la de una guerra, sino la de cientos de guerras de la historia de una nación. España se ha formado a base de guerras. La Humanidad, por desgracia, se ha creado a base de guerras. Mucha gente ha muerto por el camino para ser lo que somos ahora: la novena potencia del mundo. No nacimos así. Han muerto millones de personas por nosotros por razones equis. Fuimos los amos del mundo, fuimos perdiendo peldaños y nos hemos quedado en el puesto número nueve. EEUU, un país joven, está en el número uno. ¿Por qué? Porque ha ganado guerras. Y los que las han perdido están donde están. Japón perdió guerras pero tuvo el imperio durante muchos años y se mantuvo. No había diplomacia, mercado común… Si somos más puristas y más realistas, los grandes avances tecnológicos de la Humanidad son fruto de guerras. El hierro es un invento para la guerra, la rueda, el acero. Se creó el acero para hacer armas.
P: Una de las cosas más llamativas de su vida profesional son sus viajes al frente con tropas españolas en misiones internacionales. ¿Cómo es el proceso, tanto personal como artístico, para trasladar esa experiencia tan real del desierto de Afganistán o Iraq al lienzo?
R: Para poder transmitir hay que verlo. Si tienes la oportunidad, y yo vivo en este siglo y tengo la oportunidad de poder verlo al natural, voy. La ventaja de poder pintar es que puedo modificar, puedo adaptarme. La fotografía es una instantánea; yo puedo hacer trampas. Puedo poner una postura más adecuada, un pie mejor colocado… Me gusta crear una escena que no se pueda fotografiar. El cuadro La patrulla no se puede fotografiar porque el angular no lo coge, porque ese soldado no puede estar así… Es muy complicado poner tantas figuras en su momento y tan bien colocadas.
P: Usted se define como "catalán y, por tanto, español". ¿Cuánto tiempo lleva viviendo fuera de Cataluña?
R: Hará… (piensa), siete años.
P: ¿Tiene previsto volver?
R: No. Me da mucha pena. Siento mucha tristeza. Cuando veo todo lo que está pasando en Cataluña se me encoge el corazón. Soy catalán, mi familia es catalana. Nunca habíamos pensado que llegaríamos a esta situación, menos en Barcelona. Como dijo Pla, el catalán es "un ser que se ha pasado la vida siendo español y al que le dicen que tiene que ser otra cosa". Yo soy lo que fue mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo.
P: ¿Espera algún encargo de la Generalidad de Torra?
R: No lo espero. Sé que está jugando con unos intereses ocultos. Manipulan la Historia, hacen un experimento con la sociedad catalana que nos perjudica a todos. Es un experimento que no sabemos dónde va a parar. Con lo fácil que es ser español y no complicarte la vida. No teníamos ninguna necesidad, estábamos tranquilos. ¿Qué necesidad teníamos de meternos en este camino que no sabemos dónde va a parar? No era un clamor popular. Hace veinte años, la gente vivía tranquila, tenía sus problemas… ¿Por qué hemos llegado a este extremo? Es lo que no acabo de entender.
P: ¿Qué le parece la España de hoy? ¿Cree que está cambiando? ¿Hacia dónde?
R: La España de hoy… (Piensa) El español es el de siempre. El español no ha cambiado. Seguimos siendo los mismos, teniendo los mismos pecados capitales: la envidia, la soberbia. Creo que España es la de siempre, no ha cambiado. No aprendemos. No hay manera de aprender. Cometemos los mismos errores una y otra vez, generación tras generación. Nos gusta pelearnos entre nosotros cuando no tenemos con quién pelearnos.
P: Ahí está el tópico de Bismarck: "España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido".
R: Esa frase es brutal. Es la frase del millón. España es el pueblo más poderoso porque intenta matarse y no lo consigue. Eso es real. El español no ha cambiado. Cuando no tenemos con quién pelearnos, lo hacemos con el vecino, y si no, con el hermano, y si no, con el pariente. Y luego nos vamos de copas con él y lo queremos un montón. Somos un pueblo que no se puede entender.
P: Al menos, estamos menos dispuestos a matarnos.
R: Hemos evolucionado un poquito. Pero si mañana alguien tira una piedra, el otro va a tirar otra piedra. El problema es quién tira la primera piedra. Somos un pueblo aguerrido: el español nunca ha dicho que no a una pelea. Todo lo contrario. Entonces, si el vecino de al lado es un chulo, le dices: "¿Qué pasa tío?". Pasan dos días y, al tercero, estás de cañas con él: "No pasa nada, no pasa nada". El pueblo español es un pueblo guerrero. Por una sencilla razón: España, quien la ha invadido, era más guerrero que nosotros. Nos han invadido pueblos muy guerreros, brutalmente guerreros: los romanos, los bárbaros visigodos, los musulmanes. Para invadir España, tenía que ser gente muy guerrera. No sólo nos invadían: se aposentaban y se mezclaban y nos multiplicábamos. Los españoles llevamos la sangre guerrera, en todos los niveles.
P: ¿Puede España, como país, sentirse orgullosa/avergonzada de su Historia?
R: No entiendo al que se sienta avergonzado de la Historia de España. El español es la segunda lengua más hablada y la primera por países del mundo. Tener ese privilegio es un orgullo que no tiene ningún país del mundo. No nos engañemos. Eso no se hace yendo con misioneros y profesores por el mundo: eso ha sido batallando.
P: También han ido los misioneros y profesores: esa parte se olvida.
R: Esa es la segunda parte: llegábamos a un sitio, batallábamos, ganábamos y luego sembrábamos. Nosotros no aniquilábamos: absorbíamos. Creo que somos el único país del mundo que ha hecho eso. Gengis Khan arrasaba. Los romanos arrasaban y esclavizaban. El imperio español fue mucho más lejos que el romano. El latín desapareció; sin embargo, el español, en el siglo XXI, es la primera lengua por países del mundo y la segunda a nivel mundial. Esa es la prueba de que se han hecho las cosas bien. El que se sienta avergonzado de eso tiene un problema.
P: Vamos terminando, señor Ferrer-Dalmau, ¿cómo lleva el cuadro para el Ministerio de Defensa ruso sobre Siria?
R: Va a ser un cuadro complicado, de los más complicados que voy a pintar. La responsabilidad es grande. Lo presentaremos en mayo en Moscú, con un despliegue importante, y el arte español tiene que estar presente y debe ser un buen ejemplo de que hacemos las cosas bien en España.
R: ¿Cuánto le cuesta pintar un cuadro?
R: Este lo tengo que tener para mayo, y voy a empezar ahora, así que unos tres meses.
P: ¿Qué tamaño tiene, por curiosidad?
R: Unos dos metros. De aquí viajará a Moscú, lo tienen que enmarcar. Queremos hacer un libro del cuadro, con los bocetos y tal, en inglés. Va a ser un cuadro complicado, donde hay muchos personajes, mucha gente. Muchas caras, muchos gestos. Va a ser un cuadro humano, muy humano.
P: ¿Qué vio por allí? ¿Cómo era el panorama?
R: Muy chungo, tío. De todas las misiones en las que he estado, es en la que más me he preocupado. He estado dos veces en Afganistán, en Líbano y en Mali, y esta es la que más me ha impresionado. Alepo está…, no queda nada.