Javier Santamarta: "En España tenemos unos complejos de inferioridad tremendos"
LD conversa con el autor a propósito de Siempre estuvieron ellas, un ensayo sobre algunas de las mujeres más importantes de la Historia de España.
Javier Santamarta del Pozo (Madrid, 1963) es un politólogo experto en ayuda humanitaria que escribe libros sobre/de Historia. Su Siempre tuvimos héroes: la impagable aportación de España al humanitarismo (Edaf, 2017) gozó del favor de la crítica y del abrazo cómplice de los lectores. Ahora, con la misma editorial, el también colaborador de medios como esRadio o La aventura de la Historia publica Siempre estuvieron ellas. Galería histórica de hispanas memorables (Edaf, 2018), un recorrido no cronológico sobre algunas de las mujeres más importantes/interesantes de la historia patria. Recreando, huyendo del ensayo plomizo, siguiendo el estilo de Stefan Zweig, nos presenta, entre otras, a Mercedes Formica, a María de Zayas o a las mujeres de Palencia que derrotaron a los ingleses en el siglo XIV.
LD conversa con el escritor madrileño en la misma semana que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, rechazó la "vía Eslovena" de Torra en el Congreso, anunciando en la Cámara que había pasado un tiempo en los Balcanes y había comprobado, él mismo, el horror de la guerra y del nacionalismo más exacerbado.
P: ¿Cuánto tiempo pasó usted en los Balcanes?
R: En total, unos cinco años. Llegué en el 93 y la verdad es que recorrí todos los países. Luego, en el 2000 volví con otro consorcio. Estuve en Croacia, Bosnia, Kosovo, Serbia, Montenegro...
P: ¿Y dice que no vio a Pedro Sánchez en ese tiempo?
R: Nunca. Y aunque parezca mentira, todo el mundo se acababa conociendo. Era muy habitual. Aunque fuera alguien joven, y todo eso… Habría que saber cuánto tiempo estuvo, dónde se quedo… pero no lo recuerdo. Como decía Pérez-Reverte, había mucho "japoneseo". Los "japoneses" eran aquellos que venían a hacerse fotos: había políticos, falsos cooperantes que estaban un ratito para ayudar. Balcanes nos marcó a todos: a cooperantes, periodistas… Y luego fue una experiencia difícilmente olvidable: con quién te encontrabas, con quién estabas… De hecho, para mí, el gran libro de Pérez-Reverte es El pintor de batallas. Es una catarsis, el más suyo, el más personal.
P: Un politólogo empieza a escribir libros de Historia porque…
R: Lo que a mí realmente me ha gustado es la Historia. Y escribir. Yo tenía vocación de plumilla. Empecé a leer a Larra muy temprano. Hasta hice mis propios periódicos, a los 17 años. Y fueron los propios periodistas veteranos, de la escuela de Pueblo, quienes me dijeron: "Estudia otra carrera que te resulte más interesante". Y la de Política y Sociología era muy interesante porque, entre otras cosas, se da Historia, Antropología, Derecho… Era una carrera, más que de estudiar, de leer. Así acabé de politólogo. Pero la Historia nunca se me olvidó. Una de mis primeras enciclopedias fue una Enciclopedia Cambridge de Historia. Luego acabé en acción humanitaria, también de rebote, y seguí leyendo Historia. Estar en plenos Balcanes era estar leyendo Un puente sobre el río Drina, era estar viviendo aquello de lo que dijo Bismarck, que era ese lugar en el que había tanta historia que es imposible digerirla. Vi el mojón que las tropas de Napoleón dejaron, cerca del río Zadar, en Zagreb, donde se dice "Aquí acaba Europa". Claro, yo continuaba viviendo la Historia en cierta medida. En un momento dado tuve ocasión de escribir sobre ella, en Vozpópuli. En esRadio, tras una sección de protocolo, bastante simpática, propuse una de valores históricos en los que se recogían episodios narrados, a la vieja usanza de lo que era la radio. Cuando me ofrecieron escribir sobre ello, no lo dudé. Dudé sobre qué escribir: me apetecía novela histórica, ensayo, muchas cosas.
P: Y publica un libro sobre mujeres. Ahora. ¿Pasa el control de calidad de Leticia Dolera?
R: Ella dice que aprendió feminismo de Barbijaputa. Yo aprendí feminismo de Mafalda, del genio Quino. Y en el ejemplo de mi madre, y en el de mi abuela, mujeres luchadoras de verdad que no estaban reclamando más de lo que ellas querían y merecían, sin pensar en cuotas y en esos aspectos del pseudofeminismo actual. No creo que lo de Leticia Dolera sea feminismo. Ni siquiera hembrismo. Hacen un flaco favor a unas mujeres que han luchado en un mundo de hombres, eso es cierto.
P: ¿Ha sido la condición femenina un hándicap en la Historia?
R: En unos momentos sí, en otros no. Tenemos una visión androcéntrica de la Historia, pero ha dado muchas vueltas. En muchos momentos, han sido las mujeres las que han tomado la iniciativa. ¿Esa condición femenina siempre se ha visto de forma despectiva por parte de los hombres? No: por parte de algunos hombres; otros la han visto de la manera contraria. Un ejemplo es el de Marina, la Malinche. Cortés es consciente de que sin esa mujer es imposible la conquista de México.
P: Hablando de la Malinche, usted propone, basado en la tesis de Hugh Tomas, un final de su vida alternativo.
R: Nunca me cuadraba lo que se contaba de ella. Esto pasa con muchas mujeres. Se ha perdido su historia. No sus hechos, pero qué fue de ellas sí. Ha pasado con María de Zayas, con las mejores catedráticas de la Historia: sabemos sus nombres, pero no sus historias. La Historia se ha narrado en plan épico, desde Jenofonte. La parte femenina a lo mejor no ha sido tan épica, salvo cuando las mujeres han estado relacionadas con el poder, cuando han sido reinas o gobernantes. Tenemos una mujer tres veces reina y, al mismo tiempo, nunca lo fue, María de Molina. Y la gente, los que somos de Madrid, sólo sabemos que es una calle.
P: Escribe que "España es un país femenino" que "ha hecho gala de un matriarcado como en escasos sitios del planeta". Cuénteme esto.
R: En el capítulo 0 quería mostrar la razón de ser del libro. Pongo ejemplos de las que se han quedado fuera: mientras estudiaba, cada vez encontraba más mujeres. Pero el culto mariano que tenemos aquí, el culto a la madre… hay un matriarcado muy importante. Las mujeres, en España, guardan su nombre y apellidos. Eso, en otros países teóricamente más avanzados, no lo tienen. Me da mucha rabia que en la llamada "perspectiva de género", que además me parece un neologismo absurdo, sólo se vea a la mujer como víctima, que también lo es, pero también es fortaleza. Fernando Díaz Plaja comentaba el porqué en España apenas se daban crímenes sexuales o pasionales. Claro, hoy que parece que hay feminicidios todos los días, cuando es el quinto país más seguro para las mujeres. Y luego están los aliados: "Los hombres matamos a las mujeres". ¡Será usted! ¡Yo no mato a nadie! Hace poco escuché en una radio importante: "Es que hasta el año 31 no llega el debate al derecho al voto femenino". No, hombre, no. Si ya Carmen de Burgos lo plantea en 1909 en el Heraldo de Madrid. Estamos muy cerca de las sufragistas. Y tenemos el voto antes que en Francia o en Italia. En Suiza, que es un sitio donde hacen referéndums, que parece el epítome de la democracia, decidieron en referéndum si las mujeres tenían derecho a votar. Qué majos los suizos. Y se lo dieron en el año 71. En fin.
P: ¿Que Juana, "la primera reina de esa España origen de la nación actual española", estuviera loca vaticinaba algo?
R: Urraca y Berenguela fueron las dos protorreinas de España. Las mujeres dan legitimidad para que una dinastía u otra se consolide en el poder. Curiosamente, acaba siendo Juana la que oficialmente recoge todos los reinos peninsulares, salvo el de Portugal, por más que lo intentó su madre Isabel. A Juana la volvieron loca. Tampoco es que Felipe de Habsburgo fuera…
P: Un ejemplo de virtud.
R: Sí. Entre unas cosas y otras, Juana es la primera reina de España. No es Isabel: Isabel muere sin Navarra anexionada.
P: En el libro, aparecen estos versos de Diego Hurtado de Mendoza, dirigidos a María Pacheco: "España te dirá mi cualidad / que nunca niega España la verdad". Me parecen tan inocentes… ¿No cree que España es un país que apuesta más por la mentira y a conciencia?
R: Más que por la mentira, por la pretensión. Los pícaros se ponían miguitas en los bigotes para dar la apariencia de haber comido. Lo importante no es tanto la mentira como tal, sino dar una imagen que no cuenta la verdad. Yo recuerdo que el mayor premio que había en el Un, dos, tres era el coche. Había un apartamento, pero el apartamento no lo ve nadie; el coche, sí. Eso en el fondo es España, pero también por el orgullo que tenemos.
P: ¿Somos un país orgulloso o soberbio?
R: Buena matización. Están muy cerca las dos cosas. Cuando el orgullo se convierte en soberbia, al final, claro, deriva en algo negativo. Como aquellos soldados en los Tercios, que todo lo aguantan salvo que les hablen en alto, que les tomen a menos. El mayor error que cometió Napoleón en España es pensar que los españoles eran unos meapilas, a los que los curas tenían bajo su mandato. O lo que pedían Margarita Nelken y Victoria Kent: que las mujeres no votaran. Ellas mismas pensaban que las mujeres son tontas. Ahí está la soberbia. Y bajo la soberbia está el orgullo. En mi hambre mando yo. Yo no creo que España sea un país soberbio. Tenemos unos complejos de inferioridad tremendos. Nos creemos los peores, que no somos una democracia consolidada, que no tenemos tradición democrática…, no, hombre, no: tenemos la tercera constitución liberal más importante del mundo, tras la americana y la francesa; adelantamos aspectos que no se tratarían en siglos en la Escuela de Salamanca…
P: Cuenta la historia de Sofía Casanova, "socialista como lo fue Cristo", quien escribió: "Nada hay que dé tan exacta idea de cultura de un pueblo como la situación que en su sociedad ocupa una mujer". Ahora que la cultura es cosa tan vertiginosa y efímera, ¿cómo es, siguiendo el razonamiento de Casanova, la situación que ocupa en la sociedad la mujer?
R: Son hechos estadísticos. El número de mujeres universitarias es superior al de hombres. Todavía no han accedido a puestos de responsabilidad. Es cierto, por un hándicap importante: la conciliación de la vida familiar y laboral es una mentira. Tener familia no es tan fácil como era antes, no están las abuelas de las casas, vivimos en una sociedad más mediata, el puchero ha dado paso al termomix. Y la mujer tiene que ser profesional, madre… El hombre tiene el rol que tiene: puede ayudar en casa, pero no puede parir. Antes, con un sueldo, una familia podía vivir; ahora hacen falta dos. Al mismo tiempo, porque queremos la televisión de plasma, el último iPad, somos el país con más número de smartphones en la Unión Europea. Y cada vez hay menos niños. La pirámide poblacional está ahí. Empiezo el libro con una frase de Concepción Arenal, quien dice que una mujer no tiene que ser solamente productiva por hacer hijos, pero los hijos salen de las mujeres, es evidente. Hace treinta años se incorporaron las mujeres al Ejército; a lo mejor, el año que viene tenemos la primera general. Pero no por cuota, sino porque lleva treinta años.
P: Para terminar, ¿cree, como Carmen de Burgos, que "la palabra feminismo está llamada a dejar de usarse bien pronto, sin necesidad de buscar ninguna que la sustituya, como sucede con la palabra masculinismo"?
R: Me gustaría comprarlo. Sobre todo, cuando, ahora mismo, la palabra feminismo ha quedado desvirtuada, bastardizada. Hay que estar explicando qué tipo de feminista eres, qué tipo de feminismo existe. Hay que incidir más en cumplir las leyes, cumplir los conceptos de igualdad, promover a las personas al margen de su sexo y romper estereotipos. Y creo que en España, pese a todo, estamos mucho más avanzados que en otros países.
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