Hace hoy exactamente 80 años, el 30 de octubre de 1938, la CBS arrancó una emisión con un aviso que no fue escuchado por la mayoría de sus oyentes. Lo que debía ser tomado como una adaptación radiofónica de un clásico de la literatura fue, por consiguiente, recibido con la más absoluta credibilidad por la población. Acto seguido, la voz de un reportero, al estilo del típico noticiario informativo, dio comienzo a un comunicado urgente. Lo que había empezado con la observación de varias explosiones en la corteza de Marte acababa de transformarse en una invasión alienígena de la tierra.
Todo formaba parte de una sección semanal a cargo de un jovencísimo Orson Welles, que junto al guionista Howard Koch ya había adaptado con un éxito moderado otras obras como Drácula o El Conde de Montecristo. La realista interpretación de los actores, así como el guión adaptado a modo de informativo radiofónico hicieron que miles de personas creyesen que realmente estaba sucediendo la invasión, en la que los extraterrestres estarían usando además gases mortales en poblaciones como Nueva York y Nueva Jersey. Las comisarías y las redacciones se colapsaron, y con esa "pequeña" broma de Halloween, Welles acabó de demostrar el poder de los medios en el tratamiento de la información y en la manera de influir en lo que el público conocía como verdadero y falso.
Para que la historia de La guerra de los mundos, publicada exactamente cuarenta años antes de aquel suceso por H. G. Wells, pudiese ser tomada, sin embargo, como un acontecimiento verdadero, tuvieron que adaptarse varios aspectos importantes de la novela. Los más destacados e inevitables serían, por ejemplo, la localización de los ataques, que pasaron de ser en Londres a ser en Grover's Mill, Nueva Jersey, y la propia narración de los acontecimientos. En el libro el narrador no tiene nombre y escribe sus vivencias seis años después de la invasión; en la adaptación, por razones obvias, el supuesto reportero cuenta lo que ve en "riguroso" directo, y acaba falleciendo en la azotea de la propia CBS, víctima de los gases mortales lanzados por los invasores.
La escasa duración de la retransmisión, que duró menos de una hora, obligó a Welles y a Koch a suprimir la mayoría de las escenas, pero infirió al mismo tiempo un realismo terrorífico a la adaptación, que acabó provocando acciones verdaderamente catastróficas en la ciudad. Pese a que la cadena llegó a avisar hasta en dos ocasiones del carácter ficticio del informativo, Welles se vio obligado a pedir perdón en antena y a hablar con la prensa al día siguiente para explicar las intenciones del programa. Aquella fue la primera gran presentación en sociedad de uno de los artistas más reconocidos de la historia del cine; actor, director y productor que, con el tiempo, acabaría construyendo películas tan revolucionarias como Ciudadano Kane.